¡A defender la música autóctona y tradicional!
Este domingo a las 2:00PM vamos para la Placita de Roosevelt. Defensores de tu música tradicional, un grupo de pleneros, bomberos y trovadores nos juntamos para plantear nuestra oposición a las enmiendas a la Ley 223, mejor conocida como la Ley de la Música Autóctona Tradicional Puetorriqueña. Es la primera vez que los músicos de la tradición nos organizamos como grupo. Me ha tocado representar a los pleneros en esta coalición nacional. Toco bomba y plena prácticamente desde que tengo uso de razón y he recorrido gran parte del mundo haciéndolo, la gran mayoría de las veces en conjuntos tradicionales, como Los Pleneros de la 21, de la 23 Abajo y mi grupo, Viento de Agua, pero también como invitado de músicos de otros géneros como el jazz y el pop, siempre tocando la pandereta. La historia de los demás compañeros que forman parte de Defensores es similar a la mía. Llevamos décadas haciendo esto; tocando los géneros tradicionales, innovando sobre ellos, produciendo nuestros discos y eventos, ofreciendo talleres y dando charlas en escuelas. El trabajo siempre se hace.
La Ley 223 establece, entre otras cosas, que el 30% de los fondos públicos asignados a eventos musicales debe ser utilizado para la contratación de grupos de música autóctona tradicional: bomba, plena, música jíbara, ballets folklóricos y danza. Mucho se ha hablado de la definición de lo autóctono o de lo tradicional. Estamos claros en que estas son definiciones cambiantes, pero también estamos claros de que si uno pregunta por ahí cuál es la música dominicana la respuesta será que el merengue y la bachata o el gagá y el palo, entre los más entendidos en la materia, igual si se pregunta cuál es la música tradicional mexicana y lo mismo sucede con la puertorriqueña, al menos en el 2011. Quizás de aquí a cien años, si todavía existe el reguetón, sea pertinente crear una ley para protegerlo pero ahora mismo no hace falta. No hay que legislar para que los promotores, que son a última hora quienes deciden cómo se invierten los fondos públicos, contraten reguetoneros o bandas de salsa y merengue, porque eso es ya uso y costumbre. La intención de la ley es clara: la protección de los géneros autóctonos TRADICIONALES según definidos en la misma ley.
Las enmiendas propuestas pretenden bajar de un 30 a un 10% los fondos designados para la contratación de la música tradicional y cambiarlo para que sea un 10% anual en lugar de un 30% por evento. Además, busca alterar el nombre de Ley de la Música Autóctona Tradicional a Ley de la Música Autóctona Puertorriqueña de manera que se puedan incluir otros géneros que podrían o no incluir los que ya son contratados de todos modos como la salsa, el reguetón, el merengue y demás. Nuestro propósito no es excluir a los demás géneros o pretender convertir al país en una gran carpa de aleluyas a la música tradicional sino garantizarle un espacio a estos géneros que han estado marginados históricamente y que la Ley 223 pretendía proteger.
¿Y por qué hay que garantizarle espacios a un género en particular? ¿Por qué no dejar que el libre mercado decida? Primero, esta no es la única industria nacional que contaría –porque esta ley no se ha puesto en vigor apropiadamente todavía– con una protección del estado. El café y el plátano, por ejemplo, están protegidos por ley, uno no puede andar importando café mientras se cultive café suficiente para la demanda local. Es una protección a las industrias, a los empleos que provee. Además, existen fondos –siempre insuficientes– destinados a manifestaciones específicas del arte, sea para el Festival de Teatro, para la Orquesta Sinfónica o el Festival Casals, es decir, un dinero gubernamental destinado a esto y eso está muy bien. En este caso, obviamente, estamos hablando de un producto cultural y no pretendemos ni queremos limitar la variedad musical que se escucha en el País sino todo lo contrario. Nosotros tocamos otros géneros también y somos amantes de la música en general. La ley busca proteger unos espacios para unos géneros que sólo se practican en Puerto Rico, que sólo se tocan con regularidad aquí y en la diáspora.
Segundo, estos géneros han dado pie a aportaciones innovadoras de nuestros músicos en otros géneros como es el caso de los discos Obsesión y Melaza del jazzista David Sánchez, Esta Plena de Miguel Zenón, que le valió dos nominaciones al Grammy; y el proyecto Afrorican Jazz de William Cepeda. También, podrían mencionarse las interpretaciones pop como Pégate y Tu recuerdo de Ricky Martin.
Tercero, estos géneros mantienen una industria –que podría desarrollarse mucho más– que incluye a los artesanos que confeccionan panderetas, maracas, güiros y barriles, los lutieres que hacen cuatros y otros artículos relacionados. Estos géneros constituyen un movimiento que genera ingresos y que se nutre del trabajo que organizamos todos nosotros.
Pongo como ejemplo los «Plenazos Callejeros» que empecé en el 2005 junto a Richard Martínez y que ahora le delegamos a Emanuel Santana, un plenero joven que ha asumido dignamente la encomienda. Los Plenazos son un evento mensual. Cada mes se hace en un pueblo distinto. Nos reunimos a tocar pleneros profesionales y aficionados de toda la isla. Este sábado vamos para Barranquitas. A cada plenazo llegan entre 200 y 500 personas. Mucha de esa gente se queda de viernes a domingo en el pueblo que se visita. Le generan ingresos a las pequeñas hospederías de la zona, a los restaurantes y al negocio donde se hace el evento, ¡turismo interno en su mejor expresión! Y esto lo hacemos sin auspicio, ni campañas publicitarias, ni ayuda de agencias gubernamentales. Igual sucede con los compañeros de la música típica. A través de la organización Decimania, acaban de ofrecer un taller gratuito de seis semanas para jóvenes improvisadores, organizan competencias de trovadores, conciertos y eventos.
Aclaro que la Ley 223 a mí y a muchos de los compañeros de Defensores no nos ha representado ni un guiso. No podemos hablar del efecto de la ley en nuestros proyectos. Pero sí entendemos que es una ley noble, única en la historia del País, y que es importante que exista y que se ponga en vigor tal y como está. Estamos seguros que se puede poner en vigor apropiadamente, utilizando las propias garras de la ley que establece multas para los municipios que no cumplan, y que esto eventualmente mejorará la calidad de nuestros trabajos. Es importante que se reconozca el valor que tienen estos géneros para el país y la importancia de su existencia.
Evidentemente la Ley 223 no soluciona mágicamente las carencias que tenemos pero es un buen punto de partida. Los problemas que confrontamos son mucho más profundos y sus soluciones mucho más complejas. Necesitamos financiamiento para nuestros proyectos, necesitamos acceso a mayor educación, que se incluya la instrucción musical –incluyendo los géneros tradicionales- en las escuelas del país, que se institucionalicen algunas de nuestras iniciativas, que ya existen.
Se pueden establecer alianzas con el sector privado para desarrollar empresas culturales de diversas ramas. Es evidente que el apoyo y el financiamiento institucional hacen una diferencia en las industrias culturales.
El futuro será brillante si en vez de limitar las expresiones musicales tradicionales nacionales, se establece una política pública cultural para darnos la mano. Esto no es asunto exclusivo de pleneros, bomberos y trovadores, es asunto de todos y por eso espero poder saludarlos este domingo 21 de agosto en la Placita Roosevelt de Hato Rey. ¡Esta es tu música, defiéndela!
El autor es director de Viento de Agua.