15 fragmentos sobre el consumo
1 ¿Désde cuando procurarse un buen orgasmo es disfuncional? ¿O adquirir objetos para llegar a un clímax? El rastro del sexo en la política impone un escudo irracional que se revierte, como un bumerán.
2 La política siempre es el recuerdo del otro. En este caso, de la otra. Reclutar a la esposa como punto de venta político puede tener sus beneficios, pero la conveniencia de ese abrazo público y de esa mudez coreografiada contiene el germen del desastre. La regla es que se vean siempre como los novios que adornan los pasteles de boda, en inmóvil, incambiante perfección. No es así.
3 No todo es tan acartonado como los novios de bizcocho. Las esposas de los candidatos también tienen fantasías sexuales, no sólo desinfectan sus casas y recogen a los niños (símbolos de paternidad, ergo, de sexo) del colegio a las 3 de la tarde. Aunque se les mide en la campaña por su entrega, su dedicación, cuán cerca se colocan de su marido en las conferencias de prensa, what’s lust got to do with it? Esa entrega se esquiva, se anula. Y es por esa entrega que llevan un aro de matrimonio en el anular.
4 Si el matrimonio es feliz, sólo sabrán ellos, pero si un regalito lo mejora, ¿qué entonces tiene que ver $47 dólares y un ratito en la adquisición de placer prospectivo con la posibilidad de que se asuma el liderato de un país? ¿Será éste el único sex toy –sea crema, Chinese you-know-whats, dildo– que cambie el resultado de unas elecciones? ¿Es que el liderato y la variedad camal no importan para obtener otras posiciones de poder? En todo caso, el candidato resuelve el sentirse arrinconado con la explicación matrimonial. El regalo no era para él (eso se ha dicho, anque es otra preñada posibilidad) sino para ella: «Eso es muestra de la hermosa relación que tenemos». Y más: «Fue todo legítimo y es muestra de la relación hermosa que tengo con la mujer que amo. Nos amamos». But If you prick us/ do we not bleed?
5 Es que quiso, pudo y lo hizo. Es ese –o quieren algunos que así se vea– el problema. La mojigatería banal de ciertos políticos (una representante, la Albita, resumió todo con la frase «Es que ese candidato es un inmaduro») vuelve a colocar al sexo como una batallita nada monga que divide a los políticos verdaderos de los pichones de políticos. Una batalla que destruye. Pero no siempre. «When I get that feeling/ I want sexual healing»
6 Aquí lo que está en juego es el pensamiento que otros pretenden impuro, el kinky factor, el Clark Kent-to-Batman factor. El evento le ha añadido un nivel de atractivo mayor al Alejandro que necesitaba un push, al Alejandro que se había sostenido con el impulso de su reinado en DACO y su principado como comentarista en un programa radial y su ducado de silencio. He got his groove back. Debería aprender a utilizar el filo de esa campaña negativa, mostrarse como nene malo. Es más «interesante» ahora, han dicho. Suddenly, he’s got game.
7 Para los cínicos líderes políticos, atizar el fuego de alguna idea sexual es suficiente para descalificar. En un país donde las ideas son el objeto de constante nostalgia, ni siquiera se permite la idea del sexo, ni su materialización como juguete o regalo. El pánico y el deseo se sujetan hasta que estrangulan. Hay que desnucar al eros. Tienen que ver sus glándulas sudando.
8 El reto es retener o recobrar la compostura para decirles: «Miren, yo tengo sexo, y quizás mejor que tú». Con aditamentos o condimentos, sea lo que fuere. Y si Seattle, Starbucks country, con su fálico Needle, le despertó el deseo de llamar a su esposa y Skypearse de amor (o autogratificarse con algún juguetito), $47.25 parece un presupuesto más que razonable.
9 Que si eran unos tostones lo que le trajo, comentó un hot shot radial que se precia de ser un dínamo, y le recuerdan que García Padilla había aceptado en una entrevista en su programa que –con la esposa– había ido a una playa nudista. Al menos sus cuerpos se pueden ver, en Orient Beach.
10 «Tiran al medio al papacito García Padilla». Si, fue La-Muñeca-Que-Todo-Documento-Obtiene. Y los titulares: «Alejandro García Padilla reconoció que visitó un sex shop». «AGP de sex tour en Seattle», «No hay nada que ocultar». La gran noticia de la hora, un sex shop. Roger Iglesias y sus finanzas, RIP.
11 ¿Desde cuándo entrar a Condom World deshumaniza? Los votos de los moralistas religiosos pueden estar en juego. Pero su curiosidad también. Y si creen que lo que se hace en la cama se debe quedar en la cama, quizás también piensen que lo que hacen en la caseta de votación es un acto privado, y desean un candidato que desee desear. Prefieren al Sleepless in Seattle que al Sexless in Carolina. Quizás el voto es la única actividad semicarnal que se permiten algunos. Y ya tienen en su tacto la intimidad de AGP, por un estado de cuenta, que también es íntimo.
12 Es el «spiciness of sex» como decía Adorno, lo que es detestado por la «sociedad». El penepeísmo sexual conservador, si se quiere. Obsesionados con el sexo, y fácilmente escandalizados por cualquier alusión a él. Tema de conversación en cuanto programa mañanero y vespertino. Adorno insistía que esa frase tan gringa, «a healthy sex life», representaba «a desexualization of sexuality itself». «Sexuality is disarmed as sex as though it were a kind of sport, and whatever is different about it still causes allergic reactions.»
13 Champ Arcade: juguete de tu querer: orificios de la tentación. Quieren inculcarle verguenza al nene lindo porque es lindo y nene, dos renglones en los que el resto de los candidatos no cabe, y porque ya recurrir a la duda sobre el puntaje de su coeficiente intelectual se ha hecho tan trillado, que apuntalar otros flancos que puedan ser igualmente flácidos. Pero quizás tan «débil» no sea. Una tarjeta de crédito comprueba la facilidad de la felicidad masculina.
14 JoAnn Wypijewski: «While credit was easy, straight men, particularly those who prospered off the bubble, could pursue that happiness as they always have, freely circulating capital in the form of money, goods and emotions among wives, girlfriends and hookers. Not every man was so sexually leveraged; what mattered was that he might be, that every potential need had a market to satisfy it, and every market had the means to stoke and restoke desire in a mutually reinforcing system of monogamy, adultery and prostitution. That system, as old as the credit system and even more dependent on trust, confidence, magic and risk, was always messy, because love is complicated and sex might be, and because in a culture for so long ruled simultaneously by having it all and never having enough, how do you measure need.»
15 Ahora Alejandro es all the man I need and all the politician I can get.
«Se está metiendo (Fortuño) con lo más íntimo de mi vida privada otra vez. Yo voy a pedir que se mida con la misma vara». Y, de fondo, «Yo quiero ser un juguete/ y es de tu querer…»