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A Private War: sacrificios

Manuel Martínez Maldonado Manuel Martínez Maldonado Publicado: 7 de diciembre de 2018
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Si nos ponemos muy técnicos, diríamos que con sus Guerras Peloponesias, Herodoto fue el primer corresponsal de guerra. Claro está, él no andaba por allí, como lo hacen los corresponsales hoy día. La presencia del corresponsal, usualmente acompañado por un fotógrafo, se convirtió en realidad durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las cámaras se achicaron, y no entorpecían la movilidad de los que las manejaban. Antes de eso, gracias a la invención del telégrafo, se hizo posible que los informes desde los frentes de batalla fueran más inmediatos, y su publicación más cercana al momento del suceso que se reportaba. Como suele suceder con las innovaciones, el que el público supiera exactamente qué acontecía en las batallas, no era del agrado de la oficialidad, y la censura era cortante, por así decirlo. Particularmente, si los comunicados criticaban la incompetencia de los oficiales que comandaban los ejércitos.

No hay duda de que los reportajes desde Vietnam en los años 60 y 70 ayudaron a que esa guerra absurda e innecesaria fuera repudiada por el pueblo norteamericano y, eventualmente, por la gran mayoría de las naciones. También se hizo patente que, los que informaban de forma imparcial las aberraciones cometidas por las fuerzas armadas de los Estados Unidos, ponían en peligro su vida, y se ganaban el desdén y repudio de los que favorecían la guerra dentro y fuera del gobierno. Fue el comienzo de que los poderosos culparan a los medios como los  responsables de las debacles que ellos causan, en este caso de la derrota en el conflicto en el Asia Sudoriental.

El estupendo filme que traza parte de la vida de la indomable corresponsal del Sunday Times de Londres, la estadounidense Marie Colvin (Rosamund Pike), guarda un secreto en su título. La guerra “privada” no es solo una de las que ella vivió en países extraños y alejados de su entorno, sino la que vivía dentro de sí. Colvin era arriesgada, vociferante y porfiada, y, aparentemente, audaz y sin miedo. Desafiando los consejos de su editor, se lanzó a cubrir la guerra étnica de Sri Lanka (la antigua Ceilán) y, la explosión de una granada le causó ceguera en el ojo izquierdo. Para entonces, se había ganado el respeto de sus lectores, colegas, editores, y los que leían o escuchaban sus reportajes, por su atino y veracidad de sus reportes de Chechenia, Kosovo, Timor Oriental y Sierra Leone. Aun bajo las peores circunstancias, tenía consigo su libreta de anotaciones, en las que daba fe de lo que presenciaba y escribía, y de sus fuentes de información.

Lo que vio fue horrible, y las imágenes se quedaron con ella, llenando sus sueños y pesadillas. Sus dos matrimonios con el periodista Patrick Bishop terminaron en divorcio. Poco a poco se volcó al alcohol, lo que no mejoró el disturbio postraumático que experimentaba. Rosamund Pike se destaca tanto en las escenas más intimas como en las que la representan en el campo de batalla, o en las situaciones escabrosas que tuvo a lo largo de su carrera. La de ella, está acompañada de intervenciones notables: Jamie Dorman como Paul Conray, un fotógrafo; Corey Johnson como otro fotógrafo, y su “novio” en momentos de necesidad. También está en el elenco Stanley Tucci (Tony Shaw), con quien desarrolla una relación amorosay sincera.

Basada en un artículo escrito por Marie Brenner en Vanity Fair, lo mejor del filme, además de la actuación de Pike, es el guion de Arash Amel y la dirección de Matthew Heineman. El primero muestra su instinto para el drama, que no depende siempre de los desastres de la guerra, y muestra un wit profundo y devastador cuando se necesita. El segundo usa sus tomas y sus composiciones escénicas para enfatizar, no solo las emociones de su heroína, sino las de los que están sufriendo la guerra en lo más profundo de su ser.

Cuando vean el sacrificio que conlleva la profesión de reportar y buscar la verdad, se darán cuenta de cuan dañino es sembrar la idea de que los medios noticiosos que son éticos, se dedican a propulsar noticias falsas. También se percatarán de lo deleznable y execrable que son los medios que sí propagan embustes y medias verdades, que equivalen a mentiras absurdas. El número de periodistas y corresponsales que ha muerto tratando de llevarle la verdad al mundo es demasiado largo para soportar ataques contra la prensa seria, y contra los periodista que batallan contra la falsedad.

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Manuel Martínez Maldonado

Manuel Martínez Maldonado

Nació en Yauco, Puerto Rico. Fue crítico de cine de Caribbean Business, El Reportero, y El Mundo en San Juan de 1978 a 1989, Sus poemas y ensayos han aparecido en Yunque, Revista de la Universidad de Puerto Rico, Caribán, Mairena, Pharos, Linden Lane, Resonancias, la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, y Hotel Abismo Primer premio de poesía José Gautier Benítez de la Facultad de Estudios Generales en 1955; primera mención de poesía en el Festival de Navidad del Ateneo de Puerto Rico en 1956 y 1982. Autor de los poemarios La Voz Sostenida (Mairena), 1984; Palm Beach Blues (Editorial Cultural), 1985; Por Amor al Arte (Playor),1989; y Hotel María, 1999, finalista del Premio Gastón Baquero (Verbum, Madrid); Novela de Mediodía, 2003 (Editorial Cultural/ Verbum). Es autor de las novelas, Isla Verde o el Chevy Azul (Verbum) 1999; El Vuelo del Dragón (Terranova) 2012; Del color de la muerte (Publicaciones Gaviota) 2014; Solo la muerte tiene permanencia (Verbum) 2014. Es Premio Nacional de Novela 2013 del Instituto de Cultura Puertorriqueña por El imperialista ausente (2014).

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