Annihilation
Por múltiples razones Lena, que es bióloga, es reclutada para ir con una física (Tessa Thmposon), una geólogo (Tuva Novotny) y una paramédico (Gina Rodríguez) al brillo. Hay además una “comandante” psicóloga llamada Ventress (Jennifer Jason Leigh) que ha entrevistado a Lena y a las otras participantes de la expedición. Una teoría sobre qué sucede con los que envían al brillo que nunca vuelven es que se vuelven locos y se matan entre sí.
El brillo parece desde lejos un sueño psicodélico y amenaza —bastante obviamente— a que eso es lo que han de experimentar los que entren. Una vez adentro las cinco mujeres se dan cuenta de que el tiempo ha pasado sin que se den cuenta. Además, no tiene memoria de nada después de haber entrado al brillo, que los militares llaman área X. Cosas predeciblemente extrañas comienzan a suceder. Mientras tanto vamos enterándonos de la vida de Lena en visiones retrospectivas que nos llegan durante momentos en que las investigadoras están en reposo en un ambiente que parece sumiso, pero que está lleno de amenazas siniestras.
Poco a poco el miedo se van adentrando en la psiquis de los personajes y la paranoia cunde entre ellos. Peor aún, ven un video tomado por el grupo que los antecedió que los deja más inseguros de sí mismos y más vulnerables a estímulos que no serían tan intensos bajo otras circunstancias.
Alex Garland, guionista y director del filme, adaptó el guión de un libro del mismo nombre. Al hacerlo no contó que su traducción a la pantalla iba a estar entorpecida por los muchos saltos de fe que hay que tomar para creer muchas de las premisas de la trama. Sí, claro que es ciencia ficción, pero aún ese caso las interrogantes que surgen de los significados ocultos en los temas o diálogos tienen que ser lógicos. Y si no lo son tienen que tener un explicación aceptable dentro de la fantasía que presenta la historia. Los baches en el guión son tan monumentales que desafían cualquier explicación, por fantástica que sea.
Para su excelente filme anterior “Ex Machina” Garland escribió un guión maravilloso (en sus dos acepciones) que postulaba la capacidad de la inteligencia artificial de un robot de interactuar con la humanidad y de sustituir la vida como la conocemos. Aquí hay algo de eso, pero la pregunta está formulada desde el punto de vista “extraterrestre” y de algo que el humano no controla. Aunque de por sí es un argumento válido (que no pueda haber otros planetas en el universo que habiten en un sistema solar como este parece casi absurdo), los postulados se concentran en una “invasión” de algo que viene a aniquilar la raza humana o a substituirla por algo desconocido.
Esto que ha sido planteado anteriormente en el brillante clásico “Invasion of the Body Snatchers” (1956), y en su segunda versión de 1978, y de forma más aterrante. Curiosamente en aquellas dos películas los efectos especiales fueron eficientes pero limitados. En esta cinta esas artimañas toman primer lugar y son los efectos especiales y los visuales los que predominan. De la misma forma, los decoradores, dirigidos por Michelle Day, quien trabajó con Garland en “Ex Machina”, y el diseñador de la producción sobrepasan cualquier interés en la complicada trama y en los vericuetos sin salida por los que a veces deambula la película.
Las actuaciones son muy buenas y sobre salen Natalie Portman, Jason Issac y, como siempre, Jennifer Jason Leigh. Desgraciadamente, los primeros dos parecen estar en otra película cuando los conocemos por primera vez, y la última se ve opacada en su momento cumbre por los espectaculares efectos especiales que, al fin y al cabo, le roban la escena.
Garland tiene sus momentos: en un encuentro entre el desaparecido Kane y Lena en su casa, la cámara enfoca un vaso de agua a través de la cual se reflejan los dedos de los dos con insistencia; más tarde, vemos una imagen parecida en el vientre de una soldado en el que Kane practica a ser cirujano. Su filme, sin embargo, es rutinario, innecesariamente complejo y de interés pasajero.