Antes que cante el gallo
Una niña al borde de la madurez sexual es víctima del mal humor y de un hogar roto. Lo último puede ser responsable de lo primero, pero las hormonas parecen haber afectado también la capacidad mental de Carmín (Miranda Purcell) y, en la turbación adolescente le falta el respeto a todos los que la rodean. Como trata a su abuela es evidencia de su incapacidad de reconocer quién la ha cuidado desde que su padre fue a prisión y su madre anda buscando su vida. La progenitora (Kisha Tikina Burgos) ha prometido llevársela consigo a la capital, pero decide, ante los problemas económicos y la necesidad de empleo, irse a Florida con su nuevo marido. No es difícil ver por qué la protagonista se enfurece más.
La abuela (Cordelia González) quien aunque reducida a pelear con su yerna y su nieta, y llorar por su hijo, es como siempre la perfección. Es una mujer que parece haber vivido peores vicisitudes cuando era joven, y sus métodos estrictos e inquebrantables chocan contra la rebeldía juvenil que lo sabe todo y que todo lo desafía. Carmín no solo le gasta malas crianzas a su abuela y a su madre, sino a las maestras y sus amigos. Cómo la soporta su “noviecito”, es un misterio. Una vez que la madre se va, reaparece el padre que ha estado preso por 12 años y solo la recuerda de bebé e infante. Esto casi coincide con la primera menstruación de Carmín, quien además de su despertar endocrino, desarrolla un interés en su padre. No es solo que comience a conocerlo, sino que están demasiado ensimismados el uno con el otro.
Antes de que aparece Rubén (José Eugenio Hernández), el padre de Carmín, la cinta va bien y nos muestra la vida de hoy en el “campo” puertorriqueño de una forma aguda y perspicaz. Las casas en las colinas que se han graduado con el tiempo a ser de cemento (o bloques), los automóviles en muchas marquesinas, la modestia económica de la gente, la religiosidad y las supersticiones del pueblo.
En un subtrama del guión de Kisha Tikina Burgos es especialmente bienvenida, la hipocresía de una virginal figura que predica en el platanal y hace ver a la Virgen en las nubes pero que resulta ser una fornicadora y “pecadora” promiscua. Resulta curioso que en un lugar de chismes, como lo son las pequeñas congregaciones de casas en los campos de hoy día (y de antes), no se sepa nada de las escapadas de la visionaria y su amante. Máxime cuando tienen relaciones sexuales en un vehículo que está a la intemperie, que es como los descubren Carmín y su amigo. Al amigo de Carmín, es súper especial y hay que hacerle el funche aparte, pues parece que a nadie le ha contado lo que ha visto. No solo eso, antes de ser testigo de otro episodio de sexo que ha de ser el pico dramático de la trama, se marcha del lugar. Es sin duda el adolescente más recatado, reservado y discreto de la historia de nuestra isla. Muchos lo deberían tener de ejemplo.
La cinematografía de Santiago «Chago» Benet Mari, que nos embriaga con los tonos variados de verde de nuestros paisajes y el rojo profundo y fresco de nuestras pascuas, es impresionante. No solo eso, captura la esencia del centro de un pueblo paradigmático de la isla, su modestia y belleza con sensibilidad y comprensión. Tanto así que vemos los distintos ángulos desde los que se puede ver la historia. Aunque el punto de vista se turna entre la cámara y Carmín, seguimos y nos enfrentamos a otros personajes en primer plano, lo que ayuda a la ambientación y al impacto que le quiere proveer al filme el director Arí Maniel Cruz. El director ha dado en la diana al escoger las raíces de una ceiba para un lugar de escondite de Carmín y su amigo. Es la dualidad que tienen el campo y el bosque en la que se esconde lo primitivo, incluyendo la pasión sexual y la inocencia.
Las escenas están trabajadas muy bien, pero las implicaciones de algunas para la trama y para el observador son ambiguamente falsas. ¿Ultrajan a Carmín porque estaba borracha? Si ese es el caso, ¿qué clase de guardianes son la abuela y el padre? Además, ¿por qué no lo delata Carmín? En cambio, se permite que un ultrajador vaya por la libre. Es un mensaje peligroso. ¿Cuál es el sentido de la relación padre e hija? ¿Cómo es posible que una abuela, por más que quiera o confíe en su hijo, le permita dormir en la misma cama con su hija adolescente? No que sea inaudito o falso que exista la atracción entre padre e hija, como sabemos todos, Jung lo nombró el complejo de Electra, aunque también nos dijo que ya a los 5 años las niñas se curan de lo que es algo pasajero. En este caso, el motivo de celos de Carmín, contrario a Electra, no es la madre sino alguien que el padre ve, que sepa ella, muy poco. Es obvio que esto se usa como razón para el clímax de la película, pero pudo haberse trabajado sin engañarnos con una posibilidad incestuosa. En eso el guión es primo lejano, quiéralo o no, de la obra de Marqués, “El sol y los McDonald” (1950) (no se refiere a las hamburguesas). Las escenas de proximidad física pudieron haber sido fantasías. De todos modos, la situación la salva la actuación compleja y convincente de la joven Miranda Purcell y la del excelente José Eugenio Hernández, quienes a pesar de la incomodidad de las escenas escabrosas, las hacen parecer naturales y les proveen cierta inocencia lascivia.
Tal parece que el tema principal de la película es la irresponsabilidad y las pasiones más básicas. Es evidente que el único personaje responsable es el noviecito de Carmín. En el caso de la niña, la situación se ha complicado porque de cierta forma, la mente de Carmín está sumamente afectada y confusa. La recién adolescente se convierte en la condena de dos hombres. El tema del exilio, de la tierra que ya no produce, y los campesinos que ya no lo son, tiene relación intertextual con “La Carreta”. Sin embargo, Carmín es más prima de la Electra de O’Neil en “Mourning Becomes Electra” que de la Juanita de Marqués.
A pesar de las fallas que tiene el guión (y de que hay escenas que se pudieron haber acortado), la película es un logro importante en nuestra historia cinematográfica. Además, cubre temas de actualidad que abundan a la interpretación y a nuestro imaginario de la vida puertorriqueña.