La espesura simbólica, lingüística y estética que poesía e imagen logran acumular sobre los cuerpos y objetos del descarte (¿los quedados?) crea una verdad alterna más poderosa y verosímil que las circunstancias.
La espesura simbólica, lingüística y estética que poesía e imagen logran acumular sobre los cuerpos y objetos del descarte (¿los quedados?) crea una verdad alterna más poderosa y verosímil que las circunstancias.
La impresión del número XVI:57-58 de La Torre delegada en manos de dos académicos de la presente generación, y al cuidado de una profesional de la edición es, más que un regreso, otro modo de hacer la Revista, una apuesta a favor de las fuerzas vivas de la Universidad: sus intelectuales.
Hubiera querido decir / que todavía queda arena / donde sembrar mi emblema de amapolas,
ser la primera, el primero / en descubrir la última partícula inocente de la tierra…
Mil novecientos setenta y ocho, / letrado sordomudo, / será un año cualquiera / de esos que pasan / como muchacha tímida / en baile de fin de curso.
Tú siempre bailas, Filí Palés. / En el habla blanda del blanquito. / En el mirar lechoso del gatillero. / En el religado ejemplar político.
O soy algo menos visto y literal, / la discursiva sombra agazapada / tras el rostro que me cosieron / –luna en fases discutidas que perturban / el predecible reflujo de las mareas
“Garabateaba en las paredes de la celda versos innumerables. El director de la cárcel enviaba a un preso a borrar con cal estos exabruptos míos”, así lo narra Francisco Matos Paoli en su “Autobiografía Espiritual”.