En Bachelor, nuestro luto lo bailamos, lo bebimos, ¿De qué otra manera honrar a nuestros muertos “de la vida gay” que conocíamos? ¿Cómo más sentir que estábamos aún vivos, al menos ese día, esa semana, ese mes?
En Bachelor, nuestro luto lo bailamos, lo bebimos, ¿De qué otra manera honrar a nuestros muertos “de la vida gay” que conocíamos? ¿Cómo más sentir que estábamos aún vivos, al menos ese día, esa semana, ese mes?
El boicot ha sido una oportunidad para ver que a veces podemos caminar juntos y juntas y lograr cambios. Que a veces podemos poner al lado algunas de nuestras diferencias y solidarizarnos alrededor de un evento específico.
Una de las derrotas más rotundas y contundentes en las elecciones del 2012 en Puerto Rico la recibió el fundamentalismo religioso. Si algo se probó es que no tienen el poder para elegir a nadie.
Nos mentimos. Todos y todas agarrándonos de la ficción que nos garantiza permanencia en esa “clase media” a la cual tal vez nunca pertenecimos. Agarrados a la idea de que el que quiere y trabaja duro triunfa.
De nuevo se quiere que el matrimonio sea el tema central cuando se habla de si se nos reconocen nuestros derechos. Pero hay otros temas que no se discuten y que no se resuelven con el matrimonio gay.
A veces lo único que podemos reclamar como nuestro lo arriesgamos, para afirmar que existimos, para mostrar que vivimos y que nos celebramos las unas a los otros. Me atrevo a sugerir que eso lo comparten todas las paradas LGBT.
Es importante que la comunidad LGBT, consciente de su historia, no permita que se ponga en peligro nuestro derecho a la fianza, sobretodo en momentos en que la libertad de nuestra expresión ha sido criminalizada.
En mi rol trabajando con parejas del mismo sexo esperaba que las parejas de mujeres fueran más sensibles a estos asuntos, más balance, y no lo niego, también esperaba más sensibilidad y balance de poder en las parejas de hombres. Sin embargo, para mi sorpresa, los patrones de conductas se alineaban de la misma manera que las parejas heterosexuales.
En la aceptación de que una operación estética puede cambiar el género de una persona está intrínseca le desestabilización de la categoría. Demos la bienvenida a este debate.
Ha sido bueno porque la prensa del país se ha ido creciendo y ha bajado el nivel de sensacionalismo que TRS lograba al supurar palabras como maripositas, pato, y supurar acusaciones paranoicas sobre agendas gay.
Y esa fue la parte que más me emocionó de esta valiosa exhibición. Los besos, la famosa campaña que nos recordaba campañas de la multinacional Benetton y que iba acompañada del texto: “Kissing doesn’t kill, greed and indifference do”. Y lloré.
En el contexto específico de la violencia por género o por orientación sexual es urgente que se discuta abiertamente cuan “tolerantes” podemos ser con la violencia y cuanto de nuestra propia homofobia, sexismo, poca autoestima y puritanismo trata de justificar esa violencia.
Se discuten en estos días las infames «terapias reparativas» para “curar” homosexuales. Es importante que se difunda la información científica que denuncia cuán dañinas pueden ser estas terapias.
Abrí una botella de vino y brindé. Dos días después participé en la gran parada LGBT de NY, donde la inmensa mayoría celebraba el paso de la legislación. Yo también llevaba un leterero: “Will marry for health benefits”.
Ayer pudimos ver de nuevo un ejemplo del silencio que muchas veces niega la existencia de la comunidad LGBT y nos hace invisibles dentro de la sociedad puertorriqueña a la que pertenecemos.