Bajando santos por García Padilla
El plan de las doce viejitas
En estos días un par de representantes se están creyendo el cuento de que el recuento podrá cambiar alguno que otro escaño legislativo para seguir viviendo del cuento. Mientras en su derrota pasan bajando santos por sus respectivas angustias, yo voy a elevar mis plegarias al cielo por lo que nos viene encima. Desde hacía tiempo tenía la certeza moral (no científica y mucho menos estadística) de que no podría ser reelecto como gobernador quien sembró desesperanza en el país y engendró miles de tragedias personales al despedir impíamente a empleados públicos. Estaba convencido de que mucho menos podría ser reelecto quien ante las concurridas protestas callejeras, rematara con total envanecimiento al afirmar “ellos no votaron por mí”. Un activista del Partido Popular, a quien le creo casi todo lo que me dice, me ofreció una explicación intrigante sobre el resultado electoral. Me explicó cómo la victoria de los populares se le debe a unas doce viejitas muñocistas que de una manera totalmente fervorosa y a la vez sistemática bajaron del cielo a cuanto santo hay, habiéndose repartido fotocopias del santoral de cada uno de los meses del Almanaque Bristol.Después de que me sorprendiera el estrecho margen de victoria de García Padilla y luego de que me entusiasmara el triunfo de Carmen Yulín, me narraron el ingenioso esquema de las viejitas que resultó ser más efectivo que el plan fundamentado en encuestas estadísticas de los publicistas del Partido Popular. Cada una de las viejitas tenía la encomienda de escoger a tres santos diferentes cada día del mes asignado en el esquema, implorándole a cada uno de ellos por una docena de votos de ventaja a favor de García Padilla, una tarea que no parece ser sumamente ardua para las almas que han conquistado el cielo después de enfrentarse al abogado del diablo en la tierra. Conociendo que cada mes del santoral tiene una pelota de santos y que el propio mes de noviembre tiene algo más de 500 santos, no se estaría abrumando a ningún santo en particular y se estaría repartiendo la carga equitativamente entre las diversas almas celestiales para así no incurrir en injusticias distributivas al solicitar intercesiones sagradas.
Saque usted la cuenta del resultado del pasar de las camándulas del rosario de las religiosas viejitas muñocistas: doce hojas del Almanaque Bristol, multiplicadas por 30 dias al mes, multiplicadas por tres santos al día, multiplicado esto por una docena de votos de ventaja y allí calcula con una divina exactitud la diferencia de votos que le ofrecieron la victoria a García Padilla (12,960). La diferencia entre este resultado y el informado por la Comisión Estatal de Elecciones se debe al miedo de última hora que experimentaron algunos miembros del PPT y del MUS, que contrariaron las prédicas de sus respectivos partidos políticos pensando que así salvaban al país antes de que la continuación del gobierno actual terminara de mandar a la Isla a las sulfúricas y candentes pailas del infierno. Esta acción motivada por el miedo a un peligro inminente, no creo que les ganara alguna indulgencia, pues condena a Puerto Rico a seguir en el limbo en el que se encuentra, a pesar de que ese lugar ya no forma parte de la geografía teológica del catecismo oficial.
Tengo que afirmar que la sapiencia popular es asombrosa, pues las piadosas viejitas habían planificado dos planes de contingencia en caso de que los santos parecieran no favorecer sus ruegos. El primero se adoptaría en la eventualidad de que se enfrentara un recuento. Aquí dejarían a un lado el Almanaque Bristol, para no importunar demasiado a los santos, y se dedicarían a implorar la intercesión de los beatos aspirantes a santos, de los venerables aspirantes a beatos y de los siervos de Dios aspirantes a venerables, según la estricta jerarquía establecida por el Vaticano. Es sabido que aunque éstos no tienen la efectividad comprobada de los centenarios santos, la casi interminable lista de beatos, venerables y siervos bastaría mientras durase el recuento. Su segundo plan de contingencia estaría dirigido a enfrentar el caso de que el Tribunal Federal arrestara las urnas electorales y que estos tomaran decisiones a nivel local, que fueran luego apelables en otros tribunales en Estados Unidos. Las viejitas contemplaron la posibilidad de una prolongada intervención federal que extendiese nuestra angustia nacional y arruinase las Fiestas de la Calle San Sebastián. Ellas conocían de primera mano que la frustrante experiencia reciente con ese tribunal extranjero se debió al desprecio y al menosprecio federal hacia Puerto Rico, a pesar de la buena voluntad de los puertorriqueños de esos foros. Por lo tanto, este segundo plan de contingencia requería de acciones tal vez menos piadosas, pero algo más osadas. Aquí, a riesgo de la cometer una herejía, las doce viejitas pondrían el bienestar del país por encima de su ortodoxia y enfrentarían los demonios federales acudiendo a algún santero lugareño de su confianza. Si los santos occidentales estaban demasiado ocupados con la crisis en la eurozona, las deidades afrocaribeñas no nos iban a abandonar. Pero tan efectivos fueron sus estrictos horarios de rezos y plegarias que no hubo que activar los planes de contingencia.
Estoy seguro de que una de las santas a quien invocaron fue a Santa Isabel de Hungría, la santa patrona de los panaderos, a quien anteriormente se le había invocado para que intercediera en favor de García Padilla. Fue precisamente por obra y gracia de Santa Isabel de Hungría que no se quemó el bollo de pan con el que hicieron los sándwiches de medianoche y el quesito de cortesía del almuerzo del entonces senador con el Presidente Obama. Si Santa Isabel lo ayudó en aquel momento, aunque fuese solamente para conceder la consabida foto para los medios periodísticos, entonces ahora en noviembre no lo iba a dejar desamparado. Confío en que a la viejita que le tocó el mes de febrero haya invocado la intercesión de San Blás, santo patrono de las gargantas. Quien estuvo demasiado silente durante su trabajo de fiscalización como senador de minoría necesita de la acción milagrosa de este santo para que le haga hablar con voz honesta, firme y valiente y no con la voz acomodaticia con la que defendió el referéndum en contra del derecho a la fianza.
Oración por García Padilla
Algo tan misterioso como el misterio de la comunión de los santos y la intercesión de éstos sobre quienes vivimos en este valle de lágrimas, resulta ser la justificación que se ofrece para hacer invocaciones religiosas al inicio de los actos oficiales de los estados. Claro está, me refiero a los países que profesan una separación de iglesia y estado como en el caso de Puerto Rico. Las prácticas rutinarias de las instituciones públicas cuyos funcionarios hacen toda clase de exhortaciones, plegarias y oraciones religiosas, en su carácter oficial y a través de medios oficiales, no hacen otra cosa sino alimentar el chantaje de las iglesias sobre el gobierno de turno. En estas elecciones, los ministros de la derecha religiosa quienes apoyaron abiertamente la reelección del gobernador Luis Fortuño, parece que no recibieron el favor de Dios, ni la adhesión del pueblo y fueron ellos “Los grandes perdedores”. Los resultados electorales demuestran que no hay razón por la cual conceder permisos para prestar la plaza del Capitolio para la celebración del cada vez menos concurrido Clamor a Dios deba estar acompañado de los injustificables favores legislativos.
En la siempre pomposa ceremonia de inauguración del gobernador, la cual celebrarán con un millonario presupuesto en medio de la crisis económica que ahoga a la clase media boricua, no podrá faltar alguna invocación religiosa. Muy humildemente le sugiero a sus organizadores que observen el texto de la invocación que hiciera el Obispo Gene Robinson, de la Iglesia Episcopal, como parte de los actos previos a la ceremonia de inauguración del Presidente Obama en 2008. La muy atinada selección de éste, el primer obispo abiertamente gay de la Iglesia Episcopal, se hizo diáfana al escuchar su elocuente, sencilla y crítica oración:
O Dios de nuestros muchos entendimientos, oramos para que …
Nos bendigas con lágrimas – por un mundo en el que más de mil millones de personas viven con menos de un dólar al día, donde las mujeres jóvenes de muchos países son golpeadas y violadas por querer educarse, y miles mueren diariamente de desnutrición, malaria y SIDA.
Nos bendigas con coraje – por la discriminación, tanto aquí como en el extranjero, contra los refugiados e inmigrantes, mujeres, personas de color, gays, lesbianas, bisexuales y personas transgénero.
Nos bendigas con incomodidad – ante las fáciles y simplistas «respuestas» que hemos preferido escuchar de nuestros políticos, en lugar de la verdad acerca de nosotros mismos y del mundo, que debemos enfrentar si vamos a superar los desafíos del futuro.
Nos bendigas con paciencia – y con el conocimiento de que nada de lo que nos aqueja se resolverá en el futuro inmediato, y con el entendimiento de que nuestro nuevo presidente es un ser humano, no un mesías.
Nos bendigas con humildad – abiertos a la comprensión de que nuestras propias necesidades siempre deben ser equilibradas con las necesidades del resto del mundo.
Nos bendigas con liberarnos de la mera tolerancia – reemplazándola con un respeto genuino y cálido abrazo de nuestras diferencias, y con el entendimiento de que en nuestra diversidad, somos más fuertes.
Nos bendigas con compasión y generosidad – recordando que en todas las religiones Dios nos juzga por la forma en que tratamos a los más vulnerables de la humanidad, tanto al otro lado de la ciudad, como en el resto del mundo.
Y Dios, te damos gracias por tu hijo Barack, al asumir el cargo de Presidente de los Estados Unidos. Dale sabiduría más allá de la de los años que tiene …
En su primer cuatrienio, el Presidente Obama no escuchó la oración del Obispo Robinson. Obama se olvidó de la humildad al rescatar a los bancos y permitir el despojo de la clase media, crasamente ignoró la continua violación de derechos humanos en la base estadounidense en Guantánamo, continuó y profundizó la barbarie de las absurdas guerras contra el terrorismo y no exhibió la menor compasión al responder esquivamente ante la petición de ofrecer un indulto presidencial al preso político puertorriqueños Oscar López Rivera, quien lleva más de treinta años en prisión. Podría continuar con la letanía de desaciertos presidenciales, pero prefiero no abrumar al lector y regresar a la Isla.
Ya que el pueblo lo escogió como gobernador, sin ningún reparo le pediré a Dios que bendiga a Alejandro García Padilla, desde mi casa y en forma privada, uniéndome a la invocación del Obispo Robinson. Bajaré santos para que García Padilla sea bendecido con lágrimas por un Puerto Rico cada vez más pobre que concede múltiples privilegios contributivos a una élite ensimismada; para que sea bendecido con indignación y coraje al observar la discriminación que sufren los dominicanos en nuestra isla; para que sea bendecido con incomodidad ante las patéticas mentiras sobre nuestro exitoso modelo de desarrollo económico y sobre nuestra ejemplar democracia; para que sea bendecido con la virtud de la paciencia para imaginar e implantar soluciones a largo plazo y que restaure la importancia de la hoy pisoteada, humillada y vilipendiada Universidad de Puerto Rico; y para que sea bendecido con la humildad necesaria para reconocer los excesos en nuestros estilos de vida, en nuestro endeudamiento personal y en la opulencia gubernamental. No creo que el arzobispo de San Juan se una a mis plegarias cuando suplique que García Padilla sea bendecido con liberarse de la mojigatería de tolerar la diversidad sexual, requisito indispensable para la defensa ante múltiples ataques, a veces sutiles y rutinarios y, en ocasiones, cruelmente sangrientos. Finalmente imploraré que García Padilla sea bendecido con compasión por un pueblo abatido que ansía mirar con esperanza un futuro que hoy no se vislumbra; y para él y para todo su equipo de trabajo, imploraré que se les conceda sabiduría, mucho más allá de los años que tienen.