Benny
Benny, ha sido un año de luto. De comprobar un pueblo que no puede olvidar el alma inquieta y la personalidad locuaz de aquel mañanero sin reversa. Al autodidacta en asuntos culturales y al aliado de sonrisa siempre dispuesta que eternamente cargaba con su enorme libreta de anécdotas bajo el brazo.
Benny, fuiste brújula, y en muchas ocasiones, conciencia del pueblo. No imaginas cuánto necesitamos el criollismo de tus prioridades, que iban desde la lechonera más exquisita hasta el refranero popular tan agudamente tuyo. (Ejemplo: “tenemos un nene, como nuevo aspirante a gobernador: que nació en tercera, pero piensa que dio un triple”).
Benny, políticamente, en tu última década de vida, oscilaste de forma sigilosa de derecha a izquierda. Y eso ocurrió como un acto público. Conservando mi opinión que nunca supiste de que detrás de ti giró una gran parte de nuestro pueblo. Tu sensibilidad por la música, (lo mismo delirabas con Norman Casiano que con Johann Sebastian Bach) la ejerciste como un apostolado. Gracias por la primera fila en nuestro Oasis musical de los viernes.
Benny, fue tu vocación de amigo lo más que admiré en ti. Dudo volver a conocer a un ser humano que sintiera tan propios los asuntos de sus camaradas. No en vano fue tu entierro el más hermoso. Allí, en el danzar de una yola aguadillana, mientras sonreía la hermosa bandera patria, tus cenizas se devolvieron al mar de tu infancia. Aquel Verde Luz de tus amigos fue, por lo sublime y lo emotivo, una Coda divina.
Benny, en el día de hoy recapitulamos un año de tu huida. De tu espacio vacío. Y nuevamente, en mis silencios vuelves con el murmullo de tu voz musitando a Don Felo: Y al despedirme, con mi sombrero, ya con amigos, me voy del mundo, y en mis entrañas, todo es amor.