Caicedo según Rosario
Rosario Caicedo dice que Andrés, su hermano, se inspiró en la película del 1948 The Red Shoes para escribir el final de la novela ¡Qué viva la música! En la película, gracias a unas zapatillas encantadas, una bailarina alcanza tanto la cúspide de su arte como la muerte. Por su parte, en el libro de Caicedo, una joven descubre con la salsa los placeres extremos de la noche hasta aniquilarse. La analogía funciona a su vez para el propio escritor. Como esas zapatillas, la mente del jovencito fue excéntrica y especial, irreverente y adelantada, sin embargo, la lucha con su pensamiento también lo fulminó. Sin obviar lo terrible del caso, la conversación que sigue con Rosario busca enfocarse en los momentos álgidos de la vida y obra del escritor caleño.
Leyendo la novela ¡Qué viva la música! o muchos de sus cuentos, la Cali de los setenta parece ser una ciudad violenta, decadente y dividida en clases sociales. A tu entender, ¿cuánto de este panorama correspondía a la realidad de la época y cómo has percibido los cambios que se han dado en la ciudad en tus viajes de regreso?
La Cali que Andrés describió en ¡Qué viva la música! evidentemente es la Cali que a él le tocó vivir. Con la misma violencia que se demuestra en la novela y con la misma segregación de clases. Para mí, una de las cosas geniales de la novela es que, en una forma profundamente sutil, Andrés describe la profunda violencia y desigualdad de la sociedad colombiana, centrándose en una ciudad que no es la Cali de ahora. Todavía el mundo de la droga no existía. Era una ciudad sumamente modesta. ¿Cómo ha cambiado Cali? Si Andrés estuviera vivo no reconocería a la Cali de ahora. Por lo tanto, cuando yo veo que la gente va a Cali para ver dónde vivió Andrés, por dónde pasó ¡Qué viva la música! etc., me doy cuenta que la llamada Ruta Caicedo no corresponde con lo que él vivió. La Cali de ¡Qué viva la música! no existe. Las calles han cambiado, los edificios ya no están allí. Cali es otra ciudad debido al narcotráfico y a los profundos conflictos nacionales que tenemos. Es una ciudad que ha perdido el centro. Cali tenía un bello centro. Era una ciudad modesta en su belleza, una ciudad que nunca fue Cartagena de Indias, que nunca fue Popayán, pero que era una ciudad que tenía una unidad. Cali ya no tiene una unidad. Ni arquitectónicamente, ni socialmente. Es una ciudad muy caótica.
¿En qué medida nos podrías hablar de Andrés con relación a otros grupos de la época de los ‘60 y ‘70s, sobre todo grupos que relacionamos con la vanguardia colombiana como los Nadaístas? … Cosa de crear un contexto del ambiente literario y artístico de la ciudad en ese momento.
El movimiento de los Nadaístas en Colombia fue un movimiento que comenzó a finales de la década de 1950. Por lo tanto, Andrés estaba sumamente pequeño cuando empezó la actividad de Gonzalo Arango, el fundador de los Nadaístas. Si tú me preguntas qué relación tenía Andrés con los Nadaístas yo te puedo decir que no tenía absolutamente ninguna relación desde el punto de vista personal. Al mismo tiempo, admiraba la posición iconoclasta y contestataria de ellos. Los Nadaístas, como su nombre lo indica, no creen en nada. Y por lo tanto, para Andrés, eso era algo muy atractivo. Pero él no perteneció a esa generación. Tengo que hacer énfasis en que Andrés no quería pertenecer a ningún grupo. Andrés era una persona sumamente solitaria, era una persona que tenía muchos problemas a nivel de comunicación verbal, muy tartamudo y que no le gustaba pertenecer a ningún grupo. Todo esfuerzo que hizo Andrés para pertenecer a cualquier grupo de tipo político o literario fracasó. Él decía que el único grupo al que le gustaba pertenecer tenía solamente a una persona como miembro y era él. Una vez que descubrió el cine eso cambió.
En el cine sí se puede hablar de ciertos juntes artísticos. ¿Puedes comentarnos sobre tres aspectos de la gestión cultural de Andrés en Cali, en específico: El Cineclub, que evidentemente requiere una socialización, la revista Ojo al cine y por último sobre los grupos de teatro en los que participó como dramaturgo y director y, según el documental de Luis Ospina, que ya hablaremos de él, como actor?
Andrés era una persona profundamente precoz. Yo recuerdo que Andrés se interesó por la literatura tal vez desde que tenía siete años. Ya a esa edad estaba leyendo a Poe… Desde el principio él se vio como una persona que quería crear algo, que quería producir algo. Lo primero que él se interesó fue en el teatro. Se obsesionó por ser director de teatro y llegó a dirigir obras. Andrés se ganó su primer premio de director de teatro cuando tenía quince años con una obra que adaptó de Ionesco. Pero, para hacer todo eso necesitaba tener un grupo y eso era supremamente difícil para Andrés debido a que él era una persona que no podía relacionarse muy bien con otra gente. No porque se sintiera superior a las otras personas, en ningún momento, sino porque se sentía con una incapacidad para comunicarse. La primera expresión artística que Andrés intentó fue ser actor. Si ustedes se ponen a pensar es toda una contradicción porque Andrés no podía hablar muy bien. Cali tiene, Colombia tiene una excelente tradición de teatro de vanguardia y en Cali hubo un grupo de teatro, el Teatro Experimental de Cali, dirigido por Enrique Buenaventura. Y Enrique acogió a Andrés, a los catorce o quince años. Lo acogió y Andrés empezó a trabajar con el Teatro Experimental de Cali y a hacer sus propias obras de teatro. ¿Por qué Andrés se salió del Teatro Experimental de Cali? Porque no quería ser parte de un grupo político. Andrés detestaba la política y en ese momento el ser político era ser de izquierda y aunque Andrés era una persona de izquierda, él no quería ser parte de un grupo de izquierda. Entonces Andrés se salió del teatro como a los dieciocho y se empezó a interesar por el cine. Empezó a escribir críticas. El cine se convirtió en una obsesión para él. Yo sostengo que Andrés vivió hasta los veinticinco años porque quería seguir viendo cine. Él empezó a escribir sobre cine desde que tenía quince años. Tan es así que cuando Andrés se murió, la primera noticia que salió en los periódicos de Cali fue “el crítico de cine Andrés Caicedo fallece”. Entonces para Andrés el cine fue una obsesión como fue la escritura. Yo creo que cuando Andrés empezó a escribir encontró la fuerza para continuar viviendo. Tengo que hacer un gran énfasis en lo que para Andrés significó el cine. Fue su energía para poder vivir. Y si alguien está interesado en el cine y lee una crítica de cine de Andrés, es algo supremamente interesante porque él le mete absolutamente todo, no solamente la película sino detalles biográficos; hace filosofía. Es como un collage de muchísimas cosas. Él empezó a comunicarse en una época donde no existía, no les tengo que decir a ustedes, ni internet ni absolutamente nada; él empezó a comunicarse con todos los críticos de Latinoamérica y de Europa. Y en los papeles que nosotros, la familia, le dimos a la Biblioteca Luis Ángel Arango en Colombia, hay cartas de Andrés a críticos de cine hasta de Suecia. Es decir, Andrés escribía cartas continuamente y se convirtió en amigo epistolar de muchas personas. Uno de los críticos más famosos en Latinoamérica, en esa época, se llamaba Isaac León de Perú. Andrés e Isaac se hicieron muy amigos a través de cartas. Isaac decide ir a visitar a Andrés Caicedo, al que no ha visto, es decir, se escriben. Y llega a Cali y cuando ve a Andrés no podía creer que era ese niñito, es decir, era un muchachito de veintiún años. Él se imaginaba que era un señor de cincuenta y cinco años que sabía demasiado de cine… Para Andrés, el cine era el arte en el que él iba a poder saber absolutamente todo, porque era un arte sumamente nuevo. Como él me dijo a mí una vez: “Si yo le pongo mucha atención, yo voy a poder saber todo del cine, todo lo que se ha hecho, yo lo puedo saber”.
Tengo entendido que esos primeros escritos sobre cine surgieron a raíz de el cine club que él organizaba todos los sábados.
Él empezó cuando estaba actuando con Enrique Buenaventura porque Enrique tenía mucho interés en hacer un cine club para mostrar películas relacionadas al Partido Comunista. A Andrés esto no le gustó ni cinco, no porque a Andrés no le interesaran las ideas socialistas, sino porque él quería tener un scope más grande y por eso formó su propio cine club. Así fue como conoció a Luis Ospina, que es un cinematógrafo muy famoso de Colombia. Ellos se hicieron profundamente amigos. Verdaderamente, ha sido la persona que ha llevado, yo pienso, a Andrés a muchos lugares. Él se dio cuenta de la brillantez de Andrés e hizo su documental. Además a través de Luis Ospina es que se han podido recopilar todas sus obras póstumas. A través de Luis y de Sandro Romero Rey. Pero el cine club, como ha dicho Luis, lo organizó Andrés. Él presentaba películas todos los sábados y escribía críticas de cine para las proyecciones. Muchas de esas críticas era de diez o veinte páginas a máquina, tan-tan-tan-tan. El cine club que se llamaba Ojo al cine se convirtió en una institución en Cali.
¿Puedes hablarnos de Andrés como escritor cinéfilo, es decir, como escritor que va integrando ese lenguaje del cine y ese conocimiento enciclopédico a su obra?
Yo pienso que el escribir sobre cine le dio una ventana para escribir sobre la vida en general. Para Andrés, el cine era la forma de perderse en otro mundo, en otra vida. Le produjo una profunda creatividad. Quien lee las críticas de cine de Andrés ve esto. Es como escribir un cuento. Si uno ve una crítica que hizo Andrés sobre cualquier película, sobre una película de Hitchcock, sobre una película de Bergman, sobre una película de Rohmer, uno ve que es prácticamente como un cuento. No es solamente la crítica de cine sino su propio cuento e incorpora en la crítica de cine su propia vida que es muy interesante.
Quería que comentáramos también el documental de Luis Ospina: Andrés Caicedo: Unos pocos buenos amigosque, en resumen, es un recuento de la vida y de la gestión cultural de Andrés en Cali a través de entrevistas a familiares y amigos. Una de las cosas grandes de ese documental es que vemos mucho del pietaje que él filmó con Carlos Mayolo para la película Angelita y Miguel Ángel. ¿Qué proyectos cinematográficos tenía Andrés?
Bueno, era tal la obsesión sobre el cine que tenía Andrés, que empezó tratando de hacer una película con Carlos Mayolo, que es otro famoso director colombiano que está muerto. Como ustedes se pueden imaginar, no le fue muy bien porque Andrés quería una cosa, Carlos quería otra, etc. y la película quedó truncada. La película nunca ha tenido sonido, no tenían plata para ponerle sonido, pero hay como unos cuarenta y cinco minutos de película que Luis Ospina los ha vuelto a mezclar y se pueden ver. Eso es lo único que queda de la película. La película Angelita y Miguel Ángel está basada en un cuento de Andrés del mismo título. Pero eso es lo único que pudo dirigir Andrés. Después, en una forma bastante ilusoria, diría yo, pensó… Él siempre tenía el gran conflicto de que quería independizarse de mis papás y quería poder tener su propia forma de sostenerse. No les tengo que decir yo a ustedes que es muy difícil para un artista hacer eso. Por lo tanto, nunca lo pudo hacer pero siempre tuvo ese sueño… Y decidió que iba a escribir unos guiones de cine e iba a ir a Hollywood a vendérselos a Roger Corman. A los veintidós años saca la inspiración de un cuento corto de Lovecraft y otro cuento de Edgar Allan Poe y me llega a Houston, Texas, a mí, que acababa de llegar a Estados Unidos y me dice que yo los tengo que traducir para vendérselos a Roger Corman. Yo le dije: “Andrés, por favor, yo a duras penas sé inglés. No tengo idea cómo traducir un guión, me parece absurdo lo que vas a hacer”. Y me dijo: “No, Rosarito, tú lo puedes hacer con un diccionario, tú lo puedes hacer”. Entonces yo me senté frente a la máquina de escribir, ta-ta-ta-ta-ta, y Andrés, que a duras penas hablaba inglés, me corregía lo que yo le estaba escribiendo. Entonces me decía: “No, no, no, no, no. Eso no está bien!” “Mira Andrés! Por dios, tú no sabes inglés, yo tampoco sé inglés. Esto es una locura. Esto es lo más bizarro que yo he visto en mi vida”. Pero lo pasamos sabroso traduciendo los dos guiones. Se fue a Hollywood. Vivió en Los Ángeles, trató de encontrarse a Roger Corman, se encontró a Roger Corman, le metió los guiones en el bolsillo y luego me llamó desde Los Ángeles y me dijo: “¿Sabes una cosa, Rosarito? No hay muchos ángeles en Los Ángeles”. Y regresó después, profundamente decepcionado. Eso lo cambió muchísimo. La experiencia le produjo una depresión muy grande. Se regresó a Cali y se dedicó por completo al cine club y a terminar la novela ¡Qué viva la música! y a tratar de que alguien se la publicara. Una anécdota curiosa: cuando estábamos traduciendo los guiones yo fui a visitar a unos amigos a New Orleans y por cosas del destino, a quién nos encontramos en New Orleans fue a Sergio Leone. Estaba haciendo uno de sus espaguetti westerns en New Orleans. Entonces Andrés me dijo: “Tengo que entrevistar a Sergio Leone”. “Andrés, por dios, cómo vamos a hacer”, es decir, Sergio Leone tenía guardaespaldas, tenía absolutamente de todo; era una película con Henry Fonda. “Me tienes que llevar a ver a Sergio Leone, que yo lo quiero entrevistar para Ojo al cine”. Entonces yo me fui al motel con Andrés, ya hablaba un poquito más de inglés, y le dije a Sergio Leone que había una persona muy interesada en cine, que si él nos daba unos minutos. Y Sergio Leone, nunca me podré olvidar, me dijo: “Two minute! Two minutes, I will give you two minutes!” Entonces, se quedaron tres horas hablando de cine. Andrés publicó la entrevista de Sergio Leone en su revista Ojo al cine, y cuando terminó de hablar con Andrés, Sergio Leone que hablaba una mezcla de inglés, italiano, español, se me acerca y me dice: “Este bambinni, cómo sabe de cine!” …Y regresó a Cali y yo pienso que allí fue donde Andrés se dio cuenta que no había forma de salir de Colombia. Allí fue cuando empezó a hablar mucho de Calicalabozo. Yo me di cuenta de que eso marcó mucho la vida de Andrés, la desesperanza de no haber podido vender esos guiones. Pero continuó produciendo muchísimo, literalmente todo el tiempo. Andrés escribía desde las siete de la mañana hasta las seis de la tarde. Tenía una disciplina profunda. Yo quiero hacer mucho énfasis en eso porque muchas veces la figura de Andrés se la mezcla con drogas. Evidentemente las drogas existieron. Pero con todo, la disciplina literaria de Andrés fue impresionante.
¿El atravesado, su primer libro, es de este período?
Él ya había publicado El atravesado. Mi mamá le había dado el dinero para publicar El atravesado. Salió en 1975. Andrés acababa de cumplir veinticuatro años. [Mostrandólo] Este es el original y aquí está la dedicatoria que me mandó: “A Rosarito Caicedo de mi sangre, la que más cercana está a estas páginas, por edad, dignidad y por el gobierno que hay que tomar”. Antes de publicar este libro no pudo encontrar a nadie que le hiciera una introducción; verdaderamente no era muy conocido. Y le pidió a un gran amigo de él, Jaime Manrique, que enseña en City College of New York, que le escribiera la introducción. Jaime no se la pudo escribir y Andrés entonces le dijo: “Voy a escribir la introducción al libro y voy a poner tu nombre”. Entonces pasaron los años, a mi me llegó este librito cuando yo vivía aquí [Estados Unidos]. Cuando yo leí la introducción lo llamé y le dije: “Andrés, ¿quién escribió esto? Esto lo escribiste tú. Este es tu estilo”. Y me dijo: “No, Rosarito, en ningún momento. Esto lo escribió Jaime.” Pasaron los años y yo estaba viviendo en New Haven, Connecticut y un día me tocaron a la puerta y era Jaime Manrique. Y Jaime me dijo: “Mira, yo te busqué en el directorio –había directorios en esa época- yo me siento con el deber de contarte que la introducción a El atravesado no es mía. La introducción es de Andrés Caicedo”. Y Jaime me dijo unas palabras muy bonitas: “Yo no escribo tan bien. Él es un gran escritor”. Quiero leer esto que dice Jaime Manrique, escrito por Andrés. “El cuento largo o novela corta que el lector tiene entre manos forma parte de un libro más extenso, subtitulado «Historias para jovencitos». Ojalá que este texto sea leído en los recreos, en voz alta pero en la clandestinidad del grupo selecto y que sea de utilidad para jóvenes con aspiración a delincuentes y para ellos que mueren lentamente al paso de la congoja implacable de los domingos. Palabras, que por cierto, no vienen a hacer más amable la suerte del autor, ahora que su trágica defenestración y descorazonamiento nos dejan sin respuesta la cantidad de preguntas que teníamos para hacerle”. Esto lo escribió año y medio antes de matarse.
Aprovechó esta coyuntura caleña para regresar a ¡Qué viva la música! En esta novela ya no es el cine, sino la música el tema principal. Sobre todo, las divisiones sociales que la música demarcaba. ¿Puedes hablarnos de ese tema?
Andrés empieza a escribir ¡Qué viva la música! cuando estaba en Los Ángeles. Allí empieza a formar la idea de lo que él quiere hacer con ella, una novela sumamente larga. Así es como me dijo a mi cuando llegó. Y me empezó a hablar exactamente de quién era María del Carmen Huerta, de cómo iba ser todo eso. Andrés ya había encontrado el mundo de la salsa en Cali. El mundo de la salsa en Cali, en la Cali nuestra, era un mundo completamente desclasado en el sentido de que no pertenecía a una clase media, no pertenecía a una clase alta. La salsa en Colombia, en esa época, era la música del lumpen, era la música de los desclasados. Y Andrés se obsesiona con la salsa. Y empieza así, con la misma obsesión que siente hacia el cine, a obsesionarse con el saber de la salsa. Y ¿cómo pudo lograr Andrés en esa época tener tal conocimiento de la salsa? Es un misterio para muchas personas. Pero él conseguía discos, él conseguía absolutamente todo tipo de información para escribir ¡Qué viva la música!, que es básicamente una elegía a la salsa… contrarrestando con el rock ‘n roll, porque también su obsesión eran los Rolling Stones. Él hace toda una combinación de esas dos músicas para describir el conflicto social, de clase y racial que tiene Cali y que tiene Colombia. Andrés era un pésimo bailarín; no tenía idea de bailar pero para él ver a otra persona bailar y ver a otra persona perderse en ese mundo sensual de la música significaba mucho.
El escritor chileno Alberto Fuguet ha nombrado a Caicedo “el hermano mayor de la generación McOndo”. A partir de los 90’, este grupo de escritores integran los medios de comunicación masiva a sus narrativas y elaboran un retrato juvenil, nihilista y hedonista de las sociedades capitalistas contemporáneas. ¿Estás de acuerdo con este reclamo de Fuguet? ¿Piensas que esas ideas de los McOndo coinciden con el proyecto literario de Andrés?
En cierta forma, sí. Yo pienso que Andrés representa la forma con la cual se escribía en Colombia, sobre la sociedad. Que yo lo vea como el representante a nivel Latinoamericano de eso, no. Yo he hablado de esto con Alberto, yo pienso que su escritura fue, más que todo, un fenómeno colombiano, y después, como buena literatura, se convirtió en algo más universal.
En el 2008 se publica Mi cuerpo es una celda, una autobiografía dirigida y montada por Alberto Fuguet. En este libro, hacia el final, él te nombra como co-editora y hada madrina del proyecto. ¿Puedes contarnos cómo se construyó el libro?
Para hablar sobre eso tendría que hablar un poco de cómo Alberto Fuguet, que es un escritor chileno, conoce a Andrés porque también está muy relacionado con el cine. Alberto no es solamente escritor sino también director de cine. En paréntesis, acaba de sacar su última película, que es de cinco horas y que fue mostrada en el último festival de Buenos Aires con muy buenas críticas. Es todo un tratado filosófico. Yo no la he visto; él me la va a mandar. Pero me dice Luis Ospina que la vio que es como un tratado, es como ver una película de Godard, como una película de Rohmer, con una película de Chabrol… es larguísima y bastante intensa…. Alberto también es profundamente cinéfilo. Él cuenta que una vez el avión que iba a tomar de Perú a Chile lo dejó y él se metió a una librería. Y viendo libros se encontró con Ojo al cine, la primera edición que salió en el ’98. Él empezó a leerlo y él dijo: “Dios mío, ¿esto de dónde viene? Esto es como haber encontrado un hermano perdido. Esto es exactamente lo que yo siento sobre el cine. Andrés Caicedo, ¿quién es Andrés Caicedo?” Y empezó a interesarse por Andrés Caicedo; tenía amigos colombianos y se contactó con la familia. Eso fue en el 2007. Yo fui al Festival del Libro de Guadalajara en el 2007 y Alberto estaba allá. El país invitado era Colombia y había varios eventos sobre Andrés. Entonces me puse a conversar con Alberto y hubo como una unión inmediata con él y Alberto me dijo: “Rosario, yo quiero escribir algo sobre Andrés. Yo no quiero hacer una biografía, yo quiero como recopilar lo que hay de Andrés”. Acababa de salir en Colombia un librito que se llamaba El cuento de mi vida editado por una periodista, María Elvira Bonilla, y el interés por Andrés aumentó muchísimo después de ese libro. Entonces Alberto me dijo: “¿Por qué no tratamos de montar todo lo que se pueda con las cartas que haya?” Andrés era un escritor epistolar impresionante y él consideraba que lo más importante que él había escrito eran sus cartas. Él siempre decía: “Si alguien quiere saber cómo a mi me gusta escribir, que lean mis cartas”. Y esa es la pura verdad; es impresionante el tipo de cartas. Yo me he encontrado en la Biblioteca Luis Ángel Arango una carta sobre cine que tiene veinticinco páginas, por el derecho y por el revés. Veinticinco páginas. Entonces Alberto me dijo: “Tratemos de hacer algo así”. Y eso fue lo que Alberto hizo. Alberto básicamente no escribe nada aquí. Lo único que hace es poner cartas de Andrés en una forma cronológica. Y no están todas. Pero fue un proyecto supremamente interesante.
Continuando con la recepción de la obra de Andrés, ¿nos puedes hablar de cómo ha cambiado? En un pequeño artículo que escribiste abordas este tema.
Bueno, el artículo que mencionas fue el primer artículo que escribí sobre Andrés, que mi papá me pidió en 1986, o sea, hace varias décadas. Andrés no llevaba ni diez años de muerto. Ya se nota en la película que Luis, “Unos buenos pocos amigos” que fue hecha en 1986 donde, en la primera toma, el documentalista le pregunta a un grupo de gente: “¿Ustedes saben quién es Andrés Caicedo?”, y nadie sabe quién es Andrés Caicedo. Así empieza la película en Cali. “¿Ustedes saben quién es Andrés Caicedo?” y alguien dice un jugador de fútbol, otro dice un cantante, cualquier cosa. Y de esa época a ahora, la fama de Andrés a nivel nacional empezó a aumentar. Y luego, a raíz del interés que Alberto Fuguet presentó por Andrés, lo llevó a otros países de Latinoamérica. Después su fama empezó a aumentar de forma tal que empezó a ser traducido a otros idiomas. La traducción al inglés, que salió hace exactamente un año, Live Forever, es extraordinaria. Se ha traducido al francés, se ha traducido al portugués, se está traduciendo al finlandés, se ha traducido al italiano… Y por alguna razón bizarra, para mí al menos, cada vez en Latinoamérica la fama de Andrés continúa expandiéndose. Yo le estaba comentando a alguien que la primera vez que oí hablar de la literatura caicediana me impresionó muchísimo porque para mí Caicedo es mi apellido y nada más. Y pensar que se hable de la “realidad caicediana” del “mito caicediano”, etc., es algo que todavía me llama la atención. En una encuesta que hizo El Espectador, un periódico colombiano, hace dos años, consideran a Andrés como el segundo escritor más famoso en Colombia después de Gabriel García Márquez. Todavía me sorprende a mí. Me produce mucho orgullo porque yo pienso que una buena literatura es universal. Se lo ha ganado simplemente por ser buen escritor.
Hablando de su popularidad, recientemente estrenó en el Festival de Sundance una adaptación en película de ¡Qué viva la música! Me parece que la viste y haz incluso escrito una reseña. Puedes compartir tu impresión sobre la película.
La película no me gustó ni cinco. Me pareció un collage incoherente sobre sexo, drogas y violencia, que evidentemente –me imagino yo- se va a vender muy bien porque el sexo, las drogas y la violencia se han vendido bien desde que el mundo empezó. O sea que, económicamente, me imagino que le va a ir bien a la película en Colombia y en otras partes del mundo. La película, como lo dijo el mismo director en varias entrevistas, es una desadaptación de la novela. Así lo dijo él y eso fue lo que hizo y por eso fue que yo lo felicité, porque evidentemente hizo lo que él dijo que iba a hacer: la desadaptó. ¿Qué más dijo el director Carlos Moreno? Dijo que quería irrespetar la obra de Andrés Caicedo. Y evidentemente la irrespetó. Así fue como me sentí cuando vi la película. La película en ningún momento se parece a la novela. Me han preguntado muchísimo qué sentiría Andrés Caicedo si viera esa película. No tendría idea de que sentiría porque yo no hablo con los muertos. Pero Andrés Caicedo dejó un body of work sobre sí mismo y sobre el cine. Yo sé qué pensaba Andrés Caicedo sobre cine y puedo especular que se estaría tirando por segunda vez de alguna parte si hubiera visto la película.
Notas
- Esta conversación sucedió el 7 de mayo del 2015 en el Graduate Center, CUNY gracias a la organización y auspicio de la Asociación de estudiantes latinos/as y latinoamericanos/as (AELLA) y el Colombian Studies Group.
- Agradezco a la profesora Licia Fiol-Matta por la lectura de Caicedo en la clase Music’s Letter y por contactarnos con Rosario; a Nancy Ortega por su trabajo y el “feedback” del cuestionario, y a Tania Molina por la transcripción y edición de la entrevista.