¿Camino a la descolonización y a nuevas convergencias?
Algunas personas ya se han ocupado de señalar los errores de interpretación del derecho internacional que exhibe el artículo. Otros han llamado la atención a la amnesia que padece en la medida que la estadidad se presenta sin historia, sin pasado ni presente, y se le relaciona poco con el Partido Nuevo Progresista. Se trata de un texto relativamente extenso sobre la “estadidad” que dice nada o casi nada del anexionismo realmente existente. [1]
En esta breve oportunidad me ocuparé entonces de un solo ángulo que entiendo sirve de punto de arranque para los autores. Dicho en pocas palabras, resumiendo, estos consideran que proponer un movimiento que defienda las llamadas tres fórmulas de status es una forma de concertar “una nueva voluntad colectiva amplia y plural”. Eso es falso. En el Puerto Rico moderno, para no hablar del pasado, ya lo intentaron el PPR y el PPT, en dos ocasiones. La pregunta obligada es, ignorando que esa estrategia ya fracasó, si para los propósitos que llevan a la fundación del Movimiento Victoria Ciudadana comprometerse a defender los tres “status” es la manera más conveniente del “arte de unir fuerzas” en este momento.
La postura original de MVC era reconocer la existencia en Puerto Rico de tres grandes tendencias en la tradición política puertorriqueña. El asunto de la descolonización sería central, pero no el debate del “status” para precisamente concentrar las energías en un programa de acción política abierto a todas las tendencias, orientado hacia la transformación de las políticas públicas y el gobierno. Romper el bipartidismo, acabar con la corrupción, un gobierno al servicio del pueblo, esa era la consigna. De ahí se pasó sorpresivamente –poco antes de su primera asamblea el lunes 11 de marzo pasado– a otro lenguaje, uno que reconoce a la estadidad como una “forma descolonizadora”. Algunos independentistas que participaron en la fundación del Movimiento manifestaron su oposición de inmediato ante el Comité Coordinador; otros anunciaron que combatirían esa postura más adelante para no afectar el primer acto público convocado por Victoria Ciudadana. Ese es mi caso.
Este nuevo lenguaje lesiona el objetivo de MVC de convertirse en un proyecto de concertación social y político nuevo porque nos obliga a detenernos en un debate imposible (pues nadie está negociando con la potencia colonial los términos de la descolonización), que además puede resultar excluyente y divisorio. En todo caso, los autores de esta maniobra de última hora deberían explicar por qué es necesario defender la estadidad como una condición para formar parte de un movimiento amplio de la ciudadanía. Si entendemos a Victoria Ciudadana como un movimiento ecuménico, cada cual entonces puede postular sus ideas políticas sobre el status pero nadie debería estar obligado a defenderlas todas. Y mucho menos convertir la defensa de los “status” en una condición previa para pertenecer al movimiento, como lo hace, repito, sorpresivamente, la declaración pública del MVC. [2]
El artículo de Almeida y Rodríguez hace una defensa ciega de esa decisión. Pero lo hace desde una postura estadista inexistente en la trayectoria histórica de este movimiento. En el PNP ni en los frentes anexionistas conocidos se defiende una estadidad a base del derecho internacional o del principio que implica la libre determinación de los pueblos. Para ellos no somos un pueblo distinto, no hay nada que reivindicar o reclamar en tanto una nación intervenida y explotada por más de cien años. Lo ha confirmado repetidamente el líder máximo del PNP, el programa de acción política de este partido y sus prácticas incondicionales al imperio en las materias más importantes de la vida pública. Todo esto es cierto al punto que una parte significativa del liderato anexionista realmente existente en Puerto Rico se identifica alegremente con el Partido Republicano y el presidente Trump, lo más retrógrado de Estados Unidos. Entre ellos se encuentran: Jenniffer González, presidenta de los Republicanos en Puerto Rico y vicepresidenta del PNP; Luis Fortuño, ex presidente del PNP y delegado nacional, y José B. Carrión III, presidente de la Junta de Control Fiscal. Para muestra, un botón.
El pueblo estadista, que alcanzó en la última consulta medio millón de votantes, constituye, claro está, una fuerza respetable, decisiva en más de un sentido. Nadie pone eso en duda y cualquier movimiento político tiene que contar con esa realidad. Precisamente por eso Victoria Ciudadana los convoca también, como convoca al resto de las tendencias. Nos convoca a todos a transformar al país y rescatarlo de la corrupción y de las políticas neoliberales que lo hunden en la miseria y la incertidumbre. La convocatoria central es para eso y para entablar un diálogo que conduzca a potenciar el proceso de descolonización.
Es preciso recordar que la descolonización pasa por muchas instancias. Quizá lo menos importante sea el trámite legal que se haga al final del camino. Descolonizar, en dos palabras, es conquistar una capacidad de acción y pensamiento que ha sido negada, deformada o suprimida de muchas formas por la intervención colonial (la misma que ponen en duda estos autores, ojo).
Una forma de descolonizar es convocando, como hace MVC, una convergencia de puertorriqueños de todas las tendencias ideológicas en el marco de un movimiento y un programa de reformas radicales del estado colonial y que se define por la justicia social y una democracia participativa. Lo es en tanto constituye un singular momento autodeterminación, de soberanía, como es el caso de las mujeres liberadas de las cadenas machistas; como es la ciudadanía que se moviliza por la energía sustentable, o el trabajador agrícola que supera las gríngolas que impone la agroindustria capitalista, o el consumidor que desafía los dictados de la publicidad. Hablar de descolonización, claro está, es nombrar una dimensión que nos libera a todos: a estudiantes, trabajadores, empresarios, juventud, diáspora.
Los verdaderos movimientos políticos de pueblo no se decretan, se construyen en la práctica. En su devenir no son suficiente las palabras, los programas o las teorías. Se requiere a veces una paciencia franciscana, la de un orfebre, o bien la valiente y generosa voluntad de los nacionalistas que aquí, en este artículo que comentamos, sin provocación alguna, se les tilda de “derecha”. Reducir al nacionalismo puertorriqueño a esta descripción retorcida no augura nada bueno al debate. ¿Qué sentido tiene, viviendo como vivimos en la era de la colonia al desnudo, despreciar de esta manera al movimiento más significativo de la lucha anticolonial que se registró en el siglo XX? Albizu vive.
Almeida y Rodríguez proponen en efecto lo que podría considerarse una nueva vertiente del estadoísmo. Postulan la aplicación de un derecho internacional a la estadidad y proponen una reforma radical del estado colonial y sus políticas neoliberales. Lo que procede entonces es que vayan al PNP o a sus frentes, o que organicen si quieren una entidad propia y peleen allá ese debate. No puede ser Victoria Ciudadana el lugar donde se diluciden sus diferencias en este momento, esto si en verdad aspiran a colaborar con un movimiento de convergencia política que supere el bipartidismo.
En resumen, se ciernen dos amenazas sobre el futuro del Movimiento Victoria Ciudadana, una de orden operacional, inmediata, y otra más bien de carácter filosófico. La estadidad como “forma descolonizadora”, según planteado en el documento público presentado en el Teatro Tapia, es una píldora venenosa. Divide nuestras fuerzas. Desvía nuestras energías. Propone el debate equivocado en un momento demasiado crucial como el que vive nuestro país. Por otro lado, existe el peligro de que, al elevar la estadidad a la misma categoría de la independencia y la libre asociación, concedamos luz verde a una reescritura (o deformación) de nuestra verdadera historia colonial toda vez que el anexionismo realmente existente ha sido una tendencia típicamente incondicional, asimilista, antiobrera, además de corrupta, en sus esferas de gobierno, siempre al servicio del poder colonial, sobre todo en los últimos treinta años.
Bastaría una rectificación sencilla en el programa de Victoria Ciudadana para deslindar el campo y retomar el consenso original: reconozcamos las diferentes tendencias políticas en Puerto Rico, reafirmemos nuestra voluntad de actuar juntos para la recuperación y transformación del país en un corto plazo y en sintonía con los movimientos sociales de autogestión y desarrollo solidario; postulemos la Asamblea Constitucional o su equivalente como el lugar para dirimir el destino del status colonial de Puerto Rico. Allí se definirá cuáles son y bajo qué circunstancias las opciones descolonizadoras.
En respuesta al capitalismo depredador y corrupto, y a la situación colonial ya insostenible, emergen en Puerto Rico varias zonas de convergencia política y acción social que, como Victoria Ciudadana en el plano electoral, intentan convergencias nuevas y acciones audaces, o perseveran sobre viejos proyectos con nuevos bríos. El Partido Independentista, que no se menciona por ningún lado en esta discusión política, apuesta a una renovación y a convocar nuevas fuerzas tras varios años de una gestión legislativa sobresaliente. Vamos, Junte Gente y Se acabaron las Promesas, tres agrupamientos nuevos sin pretensión electoral, se constituyen como proyectos educativos y de acción en el plano de la autogestión comunitaria. Nace ¡Soberanía Ahora!, que agrupa independentistas y soberanistas de la más amplia gama. Se multiplican además año tras año proyectos de pequeña escala basados en una lógica solidaria: en la ayuda mutua, en la agricultura, en energías renovables, en los derechos humanos, en los ámbitos artísticos y culturales, en las comunicaciones, en los asuntos de la mujer y género, en sindicatos y cooperativas. Las profundas grietas que aquejan a los partidos coloniales tendrán también consecuencias inmediatas, nadie sabe que sucederá a largo plazo.
En resumen, todas estas son zonas de convergencia prometedoras que desafían la trama colonial y el bipartidismo inconsecuente. Si esto cristaliza de alguna forma en un movimiento político que sirva de frente común, capaz de generar un cambio en el destino político del país, está por verse.
[1] Ver en particular los artículos, en 80grados, de Emilio Pantojas, “Cuestión colonial y estadidad: hegemonía y poshegemonía”; Roberto Maldonado, “La anexión como fórmula descolonizadora y el Movimiento Victoria Ciudadana”; y Coss, Rivera y Méndez, “Estadidad, colonialismo y el arte de juntarnos en Victoria Ciudadana”.
[2] Ver aquí el documento “Principios y propuestas” de MVC.