Captain Fantastic
¿Qué es la libertad? Este filme intenta darnos una respuesta con ribetes ecológicos y aromas hippies, de algo que no pudieron definir completamente ni Rousseau ni John Stuart Mill, por mencionar a dos fenómenos. Sin embargo, no lo hace tan mal y presenta para nuestra consideración muchas de las ambigüedades que hacen el concepto tan difícil y tan controvertible. En particular nos confronta con la débil franja que separa las leyes morales de las leyes del hombre, y la tendencia a la conformidad que muchos tienen y observan cuidadosa y convencionalmente.
El comienzo de la cinta parece algo sacado de un documental de alguna tribu que aún no ha hecho contacto con la “civilización” (frase pobre porque todo aborigen tiene la suya). Antes de que, en busca de comida, una figura ataque a un ciervo, se nos ha introducido al ambiente desolado y ominoso del gran noroeste norteamericano para dejarnos saber que es poco probable que nos vayamos a topar con una torre de teléfonos celulares, mucho menos con una de TV. Lo que sí encontramos es que el cazador es miembro mayor de una familia que ha desdeñado la “civilización” y vive en el bosque bajo el cuido de su padre. Este los ha llevado allí porque la madre de sus seis hijos padece de una forma severa de bipolaridad y está institucionalizada.
Ben (Viggo Mortensen) conduce todos los días rutinas diseñadas para que sus hijos (dos varones y cuatro niñas) puedan sobrevivir y proveerse su sustento en la intemperie. No solo se ocupa de que desarrollen sus cuerpos (cazando, escalando montañas, caminando y corriendo) sino que supervisa sus lecturas y su educación. Los niños leen a Dostoyevski, George Elliot y Nabokov (¡Lolita!) entre otros, y están familiarizados con los postulados de Noam Chomsky. Ben, tal y como quería su mujer Leslie (Trin Miller), le ha enseñado a sus hijos a no comer alimentos alterados y mucho menos “comida rápida”. La familia vive de hacer y vender artesanías en los poblados más cercanos a donde tienen su “casa”.
La rebeldía de la pareja comenzó muchos antes de que se mudaran al bosque. Para acentuar la individualidad de los hijos todos tiene nombres inventados de modo que haya “una sola persona en el mundo que se llame de esa forma”. La enfermedad de Leslie comenzó luego dar a luz a su hija más joven y Ben la llevó al nuevo medio ambiente pensando que eso la iba a mejorar. En cambio, la pobre mujer ha empeorado. Como consecuencia de eso, la familia emprende un viaje que los lanza a estar entre los que se han adaptado a la vida que llamamos civilización y en la que chocan sus creencias y la falta de ellas. Como tal vez se imaginan, la familia no cree en las religiones, ni en nada que le imponga reglas arbitrarias.
Esa decisión de poner la capacidad de libre expresión ante todo los confronta con la sociedad. Las “paredes” con las que chocan incluyen su hermana y su cuñado, los suegros y los amigos de los suegros, y una serie de personas con las que vienen en contacto.
El guionista y director, Matt Ross, mantiene el balance que hay entre lo ideal y la realidad, pero a veces, a pesar de lo imaginativo que es el guión, sermonea un poco y baja innecesariamente el nivel de su tesis. Su planteamiento de que hay que “sobrevivir” está ilustrado con una escena que contradice los principios de respeto hacia el prójimo que Ben dispensa como si fueran fresas salvajes. Por otro lado, su ilustración de que ir a la escuela es una pérdida de tiempo, la presenta de una forma jocosa en la que añade la tesis que saber es siempre mejor que no saber. Además, la portavoz del argumento es poco menos que sensacional. Otro logro es que, como en todo grupo, hay un disidente en la familia. Rellian (el joven actor Nicholas Hamilton, que parece un clon de un jovencito River Phoenix) añora a veces las facilidades de la vida burguesa y objeta a que en vez de la navidad y a santa Claus se celebre el día de Noam Chomsky (lo cual me parece una gran idea). Además, en una situación cumbre, el chico se pone del lado de su rico e influyente abuelo Jack (Frank Langella). Para los detalles de estas cosas tendrán que ir a ver esta cinta, posiblemente la mejor que al momento se proyecta en la isla.
A la buena dirección y guión de Ross hay que añadir la estupenda actuación de todos los del elenco. Se destaca, sin embargo, la de Mortensen como Ben.
Su rebeldía esta sujeta a su forma de vida y a su deseo de que sus hijos tengan la capacidad de escoger la forma de vida que deseen. Esto no incluye ni violencia ni odio por los que piensan de forma más tradicional. No quiere que le impongan agendas formuladas, pero no trata de imponérselas a otros. La suya es una representación de un inconforme que cree saber lo que es la libertad, no solo a base de lo que lee sino de lo que practica. La moderación que trasmite el actor nos deja creer en él y sus postulados, aunque no estemos de acuerdo con todo lo que hace o lo que dice.
Por muchas razones se debe de ver este filme que no solo da qué pensar, sino que es hermoso, reconfortante y profundo. El mensaje de que la caza solo debe servir para proveer comida, me pareció excelente, pero durante la caza del ciervo no pude evitar pensar en la mamá de Bambi. Que los niños no fueran adictos a iPads, iPhones y juegos electrónicos me encantó. De hecho, pienso que es uno de los mejores mensajes de la cinta. ¡A correr, caminar y hacer ejercicio! Y cuando no, a leer y aprender con Chomsky.