Carla Cortijo: mujeres atletas y el deporte como profesión
Puerto Rico se aprestaba a tener su primera jugadora desarrollada en la Isla en la WNBA, principal liga de baloncesto de los Estados Unidos, pero la Federación de Baloncesto de Puerto Rico le negó el permiso para que jugara. Según explicó el presidente de la Federación, Carlos Beltrán, no era negociable el que la jugadora se ausentara del torneo Preolímpico de este año, algo que se había dejado “claro”. Esta decisión ha creado un gran malestar, pues a una jugadora que siempre ha dicho presente por Puerto Rico se le ha quitado la oportunidad de plantar bandera en la prestigiosa liga.
Como es común ante situaciones controversiales, se ha desatado una lluvia de versiones sobre lo ocurrido. Sin embargo, no es necesario conocer si la culpa fue del agente de Cortijo, que no llevó el mensaje correcto a las partes (ante todo, él también salía beneficiado con el contrato de la jugadora) o si Beltrán siempre dejó claro el asunto y fue o no responsable en la toma de la decisión. Independientemente del responsable, el resultado es el mismo y la víctima en esto es la atleta. No se le permitió a Cortijo jugar en la WNBA, y a fin de cuentas, es lo único que importa. La situación trae unos cuestionamientos sobre la forma en que se trata al atleta profesional de Puerto Rico, y en especial a la mujer que es atleta profesional, quien por cuestiones económicas y estructurales normalmente queda en un segundo plano.
Cabe preguntarse si la situación hubiese sido la misma en el caso de una figura principal del baloncesto masculino. Si bien no son situaciones idénticas cabe mencionar que Peter John Ramos no acudió al llamado de la selección masculina, que también tiene un torneo Preolímpico este año, y se fue jugar a República Dominicana. Ricky Sánchez tampoco aceptó el llamado y firmó en España. Además, hay muchos ejemplos de figuras principales del combinado masculino que han descartado jugar con la selección por decisiones profesionales. La Federación ha dicho que tanto Sánchez, Ramos y David Huertas -quien tampoco acudió al llamado- se exponen a sanciones. Desconozco cuáles son las sanciones y si en efecto se las darán, pero está claro que la decisión de estos jugadores no ha tenido efecto sobre sus carreras profesionales.
Pero las inconsistencias no culminan ahí. Se habla de que no es negociable el que Cortijo juegue en la WNBA por lo que se ha invertido en la preparación para el Preolímpico durante el año que incluye fogueos en diferentes países. No obstante, a pesar del dinero que se invierte en la selección masculina, no se ven cambios radicales en el manejo de nuestro baloncesto para asegurar que estas inversiones rindan frutos. Por ejemplo, las fechas del BSN siguen siendo el principal escollo para formar un equipo bien preparado para los torneos importantes y la Federación «se lava las manos» explicando que no tiene poder para cambiar eso. Aunque pueden existir justificaciones económicas para lo anterior, ellas no quitan que de plano luzca como una inconsistencia el que por un lado se penalice a Cortijo, quien siempre ha estado presente por Puerto Rico, y por el otro no exista un sistema que verdaderamente logre que el Equipo Nacional -de ambas ramas- luzca como lo más importante en el baloncesto.
La consecuencia principal de la decisión de la Federación en cuanto a Cortijo no es el contar con el mejor equipo para Puerto Rico en el Preolímpico. El no permitir a Carla jugar en la WNBA tiene un efecto en el presente y futuro monetario de la atleta, y es esa la consecuencia principal. El baloncesto es la manera en que Cortijo se gana la vida y la Federación está interfiriendo con ello. De la misma manera que se exige un trato justo en cuanto a las oportunidades de los trabajadores en Puerto Rico, se tiene que exigir que se den a nuestros atletas profesionales iguales oportunidades.
Sin duda, un pase a unas olimpiadas es una gesta histórica para Puerto Rico y para el legado de Cortijo. Pero eso -además de no pagar las cuentas- no se puede ver como la única manera de resaltar lo que es el baloncesto de Puerto Rico. No hay duda que las Olimpiadas tienen para la Isla una importancia abrumadora y soy fiel creyente que nuestra representación olímpica trasciende el escenario deportivo. Pero esto no significa que es la única manera en que nuestros atletas puedan ser grandes representantes de la Isla. Por ejemplo, Roberto Clemente se convirtió en la leyenda que hoy es jugando en una liga profesional en los Estados Unidos. Más importante aún, fue pieza clave en abrirle el paso, no solo a puertorriqueños, sino a los latinos en el béisbol de Grandes Ligas.
Cortijo iba a tener la oportunidad de ser embajadora de los puertorriqueños y una figura a seguir por jóvenes que se están desarrollando en nuestro baloncesto, al igual que en su momento lo fue Carlos Arroyo y actualmente lo es José Barea en la NBA. Y hablando de desarrollo, el supuestamente depender tan abrumadoramente de Cortijo para poder clasificar a las olimpiadas no es responsabilidad de la jugadora. Esa dependencia es más bien un ejemplo del estado estructural del baloncesto en Puerto Rico.
La negativa de ver que decisiones como estas constituyen una desprotección y una afrenta al derecho de cualquier persona a ganarse la vida no debe tomarnos por sorpresa, pues desafortunadamente hemos creado un terreno fértil para eso. No es raro que políticos, directores deportivos y ciudadanos en general resuman la participación de los atletas del patio en que tienen que hacer las cosas “por Puerto Rico”, sin tratar el deporte como una profesión. Sin embargo, las circunstancias han sido favorables para el descontento hacia un lado en el caso de Carla. Cabe plantearse si diferente hubiese sido el malestar si la jugadora previamente anunciara, sin tener un contrato asegurado, que no iba a jugar por Puerto Rico ya que iba en búsqueda de lograr su sueño de jugar en la WNBA. Es un contexto de suposiciones, pero considerando cómo se ha batido el cobre en este país referente a los jugadores, no creo absurdo pensar que en esas circunstancias hipotéticas la percepción sobre Cortijo hubiese sido diferente.
Y es que aunque la reacción en general sobre el caso de Cortijo ha sido mayormente en apoyo a la jugadora, sabemos que ha llegado la crítica para los atletas quienes por razones justas han decidido no participar en eventos deportivos como estrategia en el manejo de sus carreras. Ciertamente hay atletas con problemas de actitud y que nunca han puesto a Puerto Rico primero. Pero no olvidemos que Javier Culson fue criticado cuando no quiso participar en los Centroamericanos, ya que estaban fuera de temporada al celebrarse en noviembre y para centrarse en el cargado 2015.
Culson – quien participa en eventos representando a Puerto Rico aunque tenga consecuencias en sus aspiraciones a ganar la Liga Diamante- fue considerado por muchos como alguien que dejó a Puerto Rico en segundo plano. Se sacó de contexto su decisión y se enmarcó como una de un puro capricho, pues los mencionados Juegos se celebraron en noviembre. Mientras que otros atletas fueron expuestos en el 2014 con temporadas demasiado largas por participar en los Centroamericanos y su 2015 ha sido matizado por lesiones. Lo que ocurre es que Culson tiene la ventaja de ser un atleta de renombre mundialista y con cierto poder para poder tomar este tipo de decisiones, algo que no pueden hacer la mayoría de los atletas en Puerto Rico. Surge de manera meridiana que es algo que no puede hacer Carla Cortijo.
Pero hay que resaltar que cuando mencionamos nuestra leyendas deportivas, sabemos que las mujeres quedan rezagadas. Considerando que Cortijo es un leyenda viviente del baloncesto patrio, debería tener el poder y la Federación tener la condescendencia de dejarla ir a la WNBA.
La lamentable situación de Cortijo permite que se observen cosas del estado del deporte en Puerto Rico que dejan mucho que desear. Esperemos que el final sea uno feliz para Carla y, si no ahora, que en un futuro logre su sueño, que igual que el de cualquier trabajador puertorriqueño, es alcanzar éxito en su empleo y su carrera.