Carta a Ana Belén Montes, prisionera
Querida Ana Belén:
¡Feliz cumpleaños! Perdona que piense que puede ser feliz en las condiciones que vives. Ya sabes, es nuestra manera de celebrar la vida de alguien y desearle bienestar. En ese sentido, reitero mi felicitación, aun cuando sé que nadie horneará un bizcocho para ti, que nadie te cantará y que no soplarás una velita después de pensar un deseo. ¿O pides el deseo como quiera? En los últimos dieciséis años, nunca me has dicho cómo se celebra un cumpleaños encerrada entre los barrotes duros de una prisión estadounidense.
¿Sabes, Ana? Te cantamos “cumpleaños feliz” en el Festival de Claridad. Nosotros, los puertorriqueños que te hemos hecho nuestra. Eres también de Cuba, de España, de Francia, de la República Dominicana, de Irlanda, de Chile, de Argentina, de Brasil, de Colombia, y de tantos otros países que te han adoptado como si los hubieses defendido a ellos. Porque en principio, nos defendiste a todos.
Nos habíamos apostado en la carpa del Comité Pro Derechos Humanos de Puerto Rico, ellos, que llevan años defendiendo también las causas de los silenciados y olvidados. O más bien, de los que entienden que a todos los pueblos les asiste el derecho a la autodeterminación. Ellos, al igual que tú, creen que se vale objetar las políticas que atentan contra la dignidad y la libertad de los seres humanos. Durante décadas lucharon por la excarcelación de Oscar López Rivera, quien resistió por casi 36 años la hostilidad de las cárceles de Estados Unidos, por promover la independencia de nuestra isla. ¡Y mira el logro! Este es un pueblo bondadoso. Lucharon sin cansarse. Agarrados de la buena esperanza. Sin perder la perspectiva de que nos corresponde a todos y todas construir un mundo bajo premisas justas. Como luchamos ahora por ti.
¿Qué piensas, Ana, en un día como hoy?
Acá, en Puerto Rico, pensamos mucho en ti. ¡No tienes idea de cuánta gente te admira y te quiere! La Mesa de trabajo por Ana Belén Montes dijo presente en el tradicional Festival de Claridad. Ya se ha convertido en una celebración de pueblo. Llovió como si el cielo llorara una larga pena. Por el suelo chorreaban ríos de fango. Pero aun así, la gente llegó. Había buena música, la nuestra, y quioscos con productos artesanales y con la comelata y la bebelata que tanto nos gusta a los puertorriqueños. Es una buena excusa para juntarnos y apoyar lo nuestro. Digo lo nuestro, que es también lo tuyo, porque por tus venas corre la sangre boricua. Tal vez por eso, aunque te criaste “afuera”, como nos referimos a los puertorriqueños que han “cruzado el charco”, disfrutabas tanto las playas de tu isla, la piña fresca, el agua de coco, el sol, la gente cálida y expresiva del Caribe… cada vez que veraneabas entre nosotros.
Como si pudieras vernos y escucharnos, ese día, en el festival, te celebramos. Un grupo de compañeros que te apoyamos subimos a la tarima con un bizcocho y, al son de panderos, cencerros y palmadas, los músicos de Plena Libre te cantaron “cumpleaños feliz, Ana Belén”. El bizcocho tenía tu nombre y dos banderas: una de Puerto Rico y otra de Cuba. Dos islas que amas. Por una de ellas, te diste en sacrificio.
Es curioso, Ana, cómo ese vínculo afectivo comenzó a gestarse más de un siglo atrás, mientras las islas se organizaban para combatir la cruel dominación de España sobre ellas. Para ese entonces, nuestra Lola Rodríguez de Tió inmortalizó en sus versos esa hermandad que aún palpita. “Cuba y Puerto Rico son/de un pájaro las dos alas”, enunció la poeta puertorriqueña, cuya lápida embellece un cementerio habanero. Como tú, Lola amplió los colores de ese plumaje caribeño para reunir, bajo un mismo vuelo fraternal, los lazos de amistad y colaboración. Los mismos lazos en los que crees, y que protegiste con tu proceder.
Como muy bien sabes, los imperios van y vienen, pero el afán de colonización perdura. No hace falta estudiar la historia de manera minuciosa (aunque lo haces), para advertir que la humanidad está plagada de reinados absurdos y que durante siglos, los países poderosos han malogrado a los más indefensos. El estupendo escritor uruguayo Eduardo Galeano detalló el descalabro económico y la ruina moral que sufren los países empobrecidos como consecuencia de las intervenciones injustas -y hasta criminales- del gobierno estadounidense. Y tú, Ana, al encarar las agresiones hacia el pueblo cubano, optaste por la lealtad de tu conciencia y la solidaridad.
¡Cómo silenciar la grandeza de tu pensamiento!
Tu integridad y tu valentía nos han impactado. Ya sé que no te gustan los protagonismos, que te incomoda convertirte en objeto de admiración. Y que solo hiciste lo que te dictó tu conciencia, como quien no puede hacerse de la vista larga ante el atropello. Conociéndote, eso es algo que tú dirías. Pero los pueblos merecen comprender las acciones de los que asumen posturas valerosas y justicieras, Ana, porque sobre esos cimientos, se edifican sociedades más equilibradas. Por eso, en el espacio donde ondeaba tu nombre, se acercaba gente diversa, de distintas edades, procedencias geográficas, intereses y niveles educativos, gente que te piensa con respeto y con afecto profundo. Se acercaban a la carpa, preguntaban por tu salud, te enviaban abrazos, contribuían con sus donativos, adquirían camisetas alusivas a tu gesta, la mostraban con orgullo… Algunos escribían mensajes en una tarjeta de felicitación.
¡Cuánto deseo que recibas todo ese cariño!
“Ana Belén, gracias mil por el ejemplo vivo de convicción que eres. Ojalá que sea pronto cuando estés con nosotros. Estamos haciendo lo indecible para ello…”
“Querida Ana Belén: Por todo tu valor…”
“Ana Belén, que vivas por siempre…”
“Mi querida Ana, con un fuerte abrazo desde lo profundo del corazón…”
“Ana de los milagros: el de luchar, el de vivir amando, el de sentir compasión, el de estar libre en la cárcel, el de no dejarse vencer… el de ser mujer y madre de tantos hijos del Caribe que son pobres y quieren ser libres… Ana prodigiosa… feliz cumpleaños de una vida digna de vivirse en el cumplimiento del deber…”
Te envié la tarjeta de felicitación. Ruego porque te entreguen estas palabras repletas de amores.
Sé que soportas lo indecible. Sé que sobrevives el terrible cáncer en condiciones deplorables. Pero sé también que, en medio de ese infierno, te aferras a la belleza de las letras y los colores de la naturaleza, a las ideas limpias y al amor. Así nutres tu alma.
¿Qué puedo desearte para tu cumpleaños?
¡Resiste, Ana! ¡Llénate de las fuerzas que producen las acciones solidarias! ¡Respira el amor de los que te acompañamos en tu encierro! Con la frente en alta, como siempre la has tenido. Regresa, Ana. Regresa a los tuyos… para abrazarte.
¡Te quiero mucho!
Tu prima hermana,
Miriam
28 de febrero de 2018