Carta abierta de profesora jubilada
Dr. José Luis Ramos Escobar, Decano
Facultad de Humanidades
Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras
Estimado decano Ramos Escobar:
Escribo en respuesta a su petición del 21 de enero, donde solicitó que explicáramos la manera en que cumplimos con nuestras obligaciones docentes durante el semestre que culminó hace una semana, y a la carta circular del 7 de febrero donde se informa el requerimiento de informes diarios para el ofrecimiento de clases y la asistencia de estudiantes.
Adjunto encontrará tres cartas firmadas por estudiantes donde aprobaron un cambio de calendario para el cumplimiento de nuestras labores fuera del recinto durante los pasados meses de diciembre y enero. He decidido, sin embargo, no añadir detalles adicionales ni evidencia específica de cómo se cumplió con las horas requisito de cada curso. Es mi forma de protestar lo que entiendo es una intromisión indebida del Decanato de Asuntos Académicos así como de su oficina en mi gestión profesional. También es el recurso que decido usar para comunicar mi indignación ante los atropellos que recibe nuestra Alma Mater de manos de aquellos que dicen llamarse universitarios mientras destruyen la universidad.
Esta universidad es parte integral de mi vida. Primero como estudiante y luego como docente, llevo 41 años caminando por los pasillos de nuestro recinto y aún me emociona entrar al ámbito de nuestra Torre. Soy perfecto ejemplo del servidor público que ha dedicado su vida a dar el máximo ejerciendo una profesión hermosa que forma jóvenes y forja futuro, agradeciéndole a un sistema de educación pública que vio valía en invertir alguna vez en una joven de bajos recursos—fui becada en todo el curso de mi bachillerato y estudios graduados, hasta merecer el cargo de catedrática en el mismo recinto de mi comienzo tímido. Creo, pues, merecer el derecho de expresar mi indignación provocada en estos últimos días de mi carrera universitaria, así como el de hacer constar esta expresión en el foro público.
Es bochornoso que después de más de tres décadas de servicio y el cumplimiento cabal con todas mis responsabilidades como académica en la UPR, de haberme acogido a los beneficios de jubilación y de haber entregado la documentación requerida a tiempo, al día de hoy no he recibido un centavo de la pensión ni los dineros que me corresponden. Lo único que recibí fue un certificado colorido firmado por la rectora Guadalupe con mi nombre mal escrito. Demás está decir que esta dejadez, este lapso o equivocación, es una muestra más de la enorme falta de respeto que esta administración universitaria tiene por sus docentes. Es un descuido que de manera inequívoca y elocuente reitera el agravio. Se añade a “los pequeños asesinatos” que hemos estado sufriendo los docentes en los últimos tiempos.
En cuanto a la circular del 7 de febrero del Decanato de Asuntos Académicos, se alega que el objetivo del nuevo informe diario para el ofrecimiento de clases y la asistencia de estudiantes es “que el Recinto mantenga la continuidad y el rigor de sus ofrecimientos académicos en el marco que establece el Consejo de Educación Superior de Puerto Rico y la Middles States Commission for Higher Education” para superar el estado de Probatoria en su estatus de acreditación. A primera vista, aunque tengo mis dudas sobre lo alegado, tal pedido parece inocuo, pero la rectora Guadalupe y su decana interina de Asuntos Académicos, la doctora Astrid Cubano, lo generan sin percatarse (o peor aún, sin importarles) las consecuencias que este tipo de exigencia representa. El mero acto de entrar al recinto es uno de alto riesgo por la presencia nefasta de una fuerza policiaca que macanea a nuestros estudiantes y los arrestan con una fuerza bruta que no vemos contra criminales, porque pintan sus protestas en una calle de su casa—sí, recordemos que el recinto es la casa de los estudiantes, de los universitarios. Esta no es la primera vez, y tampoco será la última en que las mentes pensantes utilicen los espacios disponibles para presentar su protesta. Históricamente se ha usado la calle frente a la Biblioteca Lázaro para expresar mensajes de conciencia—algo que puede que ignore la policía, pero no así los universitarios ni los que dicen dirigirla. Más aún, ¿cómo se nos puede exigir, siendo docentes responsables, que obliguemos a nuestros estudiantes a entrar a un salón bajo cualquier condición y a no utilizar nuestro criterio para determinar el momento en que no es seguro estar en el recinto? ¡Suficiente con que hayan tenido que pasar por barreras de terror que no son conducentes a la labor educativa! Me pregunto ¿qué más se les va a ocurrir pedirnos, o hacernos, sin informarnos, sin escucharnos, sin que nuestros derechos básicos o el mero trato decente se respeten, mientras se ponen programas y vidas de universitarios “en pausa”, y cuando el acto mismo de reunirnos para discutir esta crisis constituye un acto de desobediencia y por la nueva ley que todos sabemos es inconstitucional—es ‘delito grave’?
Si ignorar todo lo anterior mientras nos ocupamos en llenar formularios es lo que se requiere según alegado, para superar el estado de Probatoria de la Middle States, mejor no lograrlo, no a expensas de la violación diaria de nuestros derechos civiles. Mientras la decisión de la rectora Ana Guadalupe es la de mantenernos bajo el asedio del terror para mantener el recinto abierto, este recinto sacro esta siendo violado. Sin duda, “los pequeños asesinatos” se suman cada día como augurio de un asesinato todavía mayor.
Comencé esta carta señalando que los actuales regentes de nuestra universidad se consideran universitarios. A algunos los consideré como tales en otros momentos. Ahora, si de verdad son aquello que dicen ser, lo que deben hacer es presentar su renuncia irrevocable a la posición que ostentan. Una renuncia masiva desde la presidencia hasta la rectora con todo su cuerpo de decanos y ayudantes, junto a la salida inmediata de la policía de nuestra universidad, sería un buen paso inicial para devolverle a la institución la solvencia moral de la que actualmente carece.
Me marcho de este recinto con mucho pesar en saber que aquella institución a la que tanto me enorgulleció pertenecer va camino a su ruina de manos de una administración profundamente inepta, que se atreve a llamarse universitarios, mientras solo responden a los intereses de políticos de turno y que además, confabulan para destruir a aquellos que echan el todo por defenderla.
Cordialmente,
Diane Accaria-Zavala, Catedrática jubilada
c. Dra. Ana Guadalupe, Rectora
Universidad de Puerto Rico / Recinto de Río Piedras
Dra. Astrid Cubano, Decana Interina de Asuntos Académicos
Universidad de Puerto Rico / Recinto de Río Piedras
Dr. José Ramón De la Torre, Presidente
Universidad de Puerto Rico / Administración Central