«Chico y Rita» y la novela gráfica animada
La pasada entrega de los premios Oscar tuvo una oportunidad perdida de honrar a un filme pionero en su categoría por más de una razón. En el renglón de Mejor Largometraje Animado, concursaban los tradicionales filmes en animación digital (“Rango”, “Puss in Boots” y “Kung Fu Panda II”) con una película europea muy al estilo de las animaciones de esa región, “A Cat in Paris”, y la novedad entre los nominados: el primer largometraje animado latino en alcanzar esa nominación, “Chico y Rita”.
La adjudicación del premio a “Rango” fue hasta cierto punto predecible, premiando el esfuerzo de Industrial Light and Magic, parte del Old Boy’s Network en Hollywood. Pero en cuanto a originalidad de concepto y excelencia de ejecución, “Chico y Rita” hubiera tenido mejores oportunidades, siendo la más reciente manifestación de uno de los estilos que predominan en el cine animado del siglo XXI: la novela gráfica animada.
Así como artistas de la talla de Art Spiegelman, Will Eisner y Frank Miller utilizan el lenguaje visual del cómic para contar historias serias para públicos adultos, cineastas del mundo de la animación aprovechan los recursos creativos de su oficio y realizan películas que abordan asuntos, tramas y mensajes que no cumplen con la categoría de “family entertainment” en la que el cine animado sigue siendo encajado por gran parte del público.
Pionera en la actitud seria de la novela gráfica animada fue “Animal Farm” (1954), la sombría adaptación de la novela de George Orwell por John Halas y Joy Batchelor. Pero el cineasta que realmente define las actitudes, estilo y personalidad contemporáneas de este género es Ralph Bakshi, quien revolucionó la animación con “Fritz the Cat” (1972), adaptando de manera muy personal el cómic underground de Robert Crumb, y “Heavy Traffic” (1973), escabrosa e impactante crónica autobiográfica con secuencias y personajes memorables.
Otro cineasta que tiene que mencionarse en la intención seria de la animación es Martin Rosen, quien hizo dos filmes animados serios con desenlaces trágicos en ambientes animales: “Watership Down” (1978), la horripilante saga de una colonia de conejos huyendo de la depredación humana, y “The Plague Dogs” (1982), que toca el tema de la experimentación científica con perros de manera espeluznante.
El siglo XXI ha sido testigo de una redefinición técnica de la animación, imponiendo el medio computadorizado CGI en la realización de casi todas las animaciones comerciales. Ante esta oleada aparentemente inevitable, recargada de trivialidades, la novela gráfica animada ofrece una alternativa cualitativa, integrando sutilmente las nuevas tecnologías, pero conservando el “look” de la animación clásica. Tal es el caso de “Persépolis”(2007), adaptación de la novela gráfica de Marjane Satrapi, y “Waltz with Bashir” (2008), admirable relato documental del conflicto árabe-israelí.
Dentro de los ambientes más bien lúgubres y fatalistas del género, “Chico y Rita” se destaca como una alternativa interesante. Producto de la colaboración del cineasta Fernando Trueba (creador de las destacadas “Belle Epoque” y “La niña de tus ojos”) y el artista gráfico Javier Mariscal, el filme es una historia de amor en varios niveles: amor de pareja, amor al jazz, amor a Cuba, amor a la vida.
“Chico y Rita” presenta su historia como el largo recuerdo de Chico, un septueganario cubano que piensa en lo que fue su juventud, cuando la música y una mujer especial le dieron sentido a su existencia. Abarcando la década de los años Cincuenta, vemos cómo Chico-un pianista desempleado que pasa sus noches entre mujeres turistas con su amigo Ramón-conoce a Rita, una cantante que vive de la prostitución, y son fulminados por la atracción inmediata. Luego de una noche de placer, Rita descubre que Chico tiene una pareja y se niega a verlo de nuevo. Ramón la convence de compartir tarima con Chico en un concurso musical de una emisora radial. Ella accede, triunfan con su interpretación de “Sabor a Mí”, y forman un acto musical.
Cuando un promotor estadounidense le ofrece a Rita representarla en los Estados Unidos, ella se niega si no incluye a Chico. Pero Chico, al verla con el estadounidense, piensa que lo va a dejar, y decide dejarla primero, sin dejarla explicar la situación. Decepcionada, Rita acepta la oferta, y viaja a New York, donde labra una carrera exitosa como cantante.
Deseoso de trabajar en el ambiente musical de New York, como lo han hecho músicos como Machito y Chano Pozo, Ramón convence a Chico de viajar con él, y poco a poco logran integrarse al mundo del jazz. Chico y Ramón conocen y comparten con el legendario Pozo, y son testigos de su mítico asesinato por una disputa sobre una compra de marihuana. En un toque memorable como homenaje a la presencia cubana en el ambiente musical neoyorquino, vemos a Miguelito Valdés cantando en las honras fúnebres de Pozo, donde Chico vuelve a ver a Rita.
Entre disputas, malos entendidos, llanto, risas, y noches de pasión, la pareja va en rumbo a la reconciliación. Pero el promotor de Rita, con quien ha llevado una relación carnal mientras la representa, impide la reconciliación mediante un vil sabotaje, y Chico y Rita vuelven a separarse.
Pero el destino tiene su modo de enderezar entuertos, y la historia tiene unos giros-en los que la revolución cubana juega su papel-que conducen a un desenlace con toques de “Buena Vista Social Club” y con un final muy emotivo, que arranca lágrimas con su mensaje de la posibilidad del perdón y del amor que nunca muere.
“Chico y Rita” resulta innovadora como novela gráfica animada al ser la primera producción de habla hispana en recibir una difusión amplia y una recepción positiva tanto de la crítica como del público. Trueba, quien escribió el guión con el novelista/guionista Ignacio Martínez de Pisón, siempre pensó en su filme como uno animado, aprovechando el talento artístico de Mariscal, quien hizo el arte gráfico para el documental de Trueba “Calle 54” y trabajó en el vídeo musical de la canción de Compay Segundo “La Negra Tomasa”, que integra al cantante a un trasfondo de bailarines animados.
La historia de Chico y Rita es también la historia de Cuba en los años Cincuenta, y el filme recrea admirablemente la arquitectura, las calles, los salones de baile y las habitaciones de la época. Uno se siente transportado al pasado de forma precisa y elegante, y siente el sofocante y agradable calor de las noches habaneras.
Como historia de amor, “Chico y Rita” presenta a la pareja en secuencias donde hacen el amor, retratando la pasión sexual con buen gusto y con sensualidad. La imagen icónica del filme es el medio plano en que vemos a Rita, desnuda, abrazando a Chico, quien está sentado frente a su piano, con la cama desarreglada al fondo. Una hermosa imagen que encierra el mensaje romántico de la historia.
Como tributo al jazz, “Chico y Rita” es un deleite para los aficionados al género, al integrar a su trama intervenciones de gigantes del jazz como Charlie Parker, Dizzie Gillespie, Thelonius Monk y Tito Puente, a quienes escuchamos y a quienes vemos en participaciones especiales en la historia; de hecho, Chico llega a ser el pianista de Gillespie, y viaja a París con su conjunto.
Es en París donde Chico compone la versión final de la canción dedicada a Rita desde su primera noche de amor en la Habana, pero con otro nombre, “Lily”. Esta canción será la obra cumbre de Chico, y cerca del desenlace escuchamos una nueva grabación de “Lily” interpretada por Estrella Morente, destacada cantante española cuya voz predomina en el filme de Pedro Almodóvar “Volver”.
Por su logrado esfuerzo en crear una historia de amor, por su sentido homenaje al jazz, por su estupenda recreación de tiempos pasados, y por tocar la fibra de nuestros sentimientos, “Chico y Rita” merece ser celebrada como una gran película, quizá la primera novela gráfica animada con filin.