Cómo gobierna el neoliberalismo: subjetividad y sentido común
El liberalismo supuso un proceso, una mutación histórica de dimensiones globales. No obstante, una de las secuelas de estos profundos cambios lo constituye el hecho de que la palabra neoliberalismo se ha generalizado en las últimas décadas para denotar fenómenos muy diversos. Usada de manera laxa e imprecisa, ha conllevado —como indica Fernando Escalante Gonzalbo— a una situación en la que la palabra “neoliberal pued[a] ser casi cualquier cosa, hasta que viene a ser casi todo, y casi nada”.[2] Entonces, resulta necesario limitar los alcances de este término si queremos que tenga un sentido más preciso.
¿De qué hablamos cuando hablamos de neoliberalismo?
Frente a la ambigüedad relativa de este término, conviene hacer algunas precisiones que permitan comprender mejor su significado. A pesar de lo que se postula frecuentemente, el neoliberalismo no es una vuelta al liberalismo clásico del siglo XVIII o lo que se llamó el laissez-faire. Esta idea política se basaba en los principios que regían los límites de la intervención del Estado y entró en una profunda crisis en la década de 1930. Mientras que en el neoliberalismo, como expresan Christian Laval y Pierre Dardot, “ya no se trata de limitar, sino de extender. Extender la lógica del mercado más allá de la estricta esfera del mercado y con ese fin reformar el funcionamiento interno del Estado de manera que sea la palanca principal de esa extensión”.[3] Por lo tanto, sería equivocado pensar que el neoliberalismo supone el regreso al liberalismo de Adam Smith. Como indican estos dos autores franceses: “El neoliberalismo no es una doctrina económica falsa o arcaica, sino un conjunto de prácticas y de normas construidas política, institucional y jurídicamente”.[4]
Por otra parte, el neoliberalismo no es una ideología o un programa exento de diferencias, variantes o contradicciones, o sea, no es monolítico. Sin embargo, es posible entender los elementos comunes que se pueden agrupar bajo esta denominación. Wendy Brown afirma que el discurso neoliberal se originó en la década de 1930, tuvo su fase de experimentación en Chile bajo la dictadura de Augusto Pinochet, se consolidó con el ascenso de la primera ministra británica Margaret Thatcher y del presidente estadounidense Ronald Reagan y alcanzó su dominio global luego de finalizar la Guerra Fría. El neoliberalismo es una reacción históricamente situada de índole económica y política contra el keynesianismo y el socialismo democrático, es además una práctica generalizada de mercantilización de esferas y actividades que hasta ese momento estaban gobernadas por diferentes valores.[5]
El neoliberalismo es, entonces, el nombre que se le ha dado a un programa ideológico, político y económico implementado dentro del capitalismo a partir del agotamiento del keynesianismo en las décadas de 1970 y 1980. Se manifiesta como un conjunto particular de políticas económicas globales vinculadas o impulsadas por actores como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y otros organismos transnacionales que socavan la limitada capacidad del Estado nacional para ejercer su soberanía territorial ante estas políticas. Su programa está vinculado a políticas de desregulación, a la privatización de los servicios y bienes públicos, al dominio absoluto del “mercado libre”, al ataque a las uniones obreras y a la reducción del gasto social. También se relaciona con el desmantelamiento del Estado Benefactor y los entendidos y los pactos institucionales que se dieron bajo esta modalidad de regulación estatal después de la Segunda Guerra Mundial. Se vincula, a su vez, con el fin de las políticas sociales y económicas de redistribución de las riquezas y el creciente dominio del capital financiero sobre el capital productivo en la economía y en la vida cotidiana.[6]
Pero el neoliberalismo no se limita a la articulación de una lógica o racionalidad económica, sino que constituye además un proyecto político que ha implicado un proceso de desdemocratización. Brown lo explica así:
Hoy la democracia simplemente se equipara a la existencia de mercados capitalistas libres, abiertos y desregulados, solo a veces combinados de manera mínima con elecciones modestamente libres. El concepto mismo de democracia y sus principios básicos —igualdad, libertad, soberanía popular— se ha resignificado en un sentido orientado al mercado. De ese modo, la igualdad simplemente significa el derecho a competir los unos con los otros, en un mundo de ganadores y perdedores. La libertad, de nuevo, pasa a significar simplemente libertad de la regulación, la libertad de cada uno para hacer lo que quiera como ciudadano individual o como un pedazo de capital. Y la soberanía popular se vuelve algo incoherente, porque el neoliberalismo no deja espacio para que la gente se gobierne, en lugar de limitarse a expresar sus preferencias.[7]
El neoliberalismo, por lo tanto, ha despojado el demos de la democracia. De este modo, el ejercicio democrático en el orden neoliberal se limita a la gestión del mercado, o lo que es igual, a impulsar la privatización y las políticas de austeridad que favorecen el capital financiero global.
Cómo gobierna el neoliberalismo
La hegemonía global del neoliberalismo a partir de la década del noventa sugiere varias interrogantes importantes: ¿Por qué el orden neoliberal es tan estable a pesar de la crisis capitalista y el recrudecimiento de políticas de austeridad para enfrentarla? ¿Por qué la oposición anticapitalista al neoliberalismo es tan poco efectiva a pesar de la desigualdad económica y social y el creciente abismo entre ricos y pobres? ¿Por qué los sujetos afectados adversamente por el neoliberalismo al parecer se identifican con el capitalismo? ¿Por qué, en fin, ha prevalecido el proyecto político del neoliberalismo?
Dardot y Lavar hacen hincapié en que el neoliberalismo no es solo una ideología o una política económica sino una forma de vida, una nueva forma de existencia. Para ellos, lo que el neoliberalismo ha transformado “es nuestra manera de vivir, las relaciones con los otros y la manera en que nos representamos a nosotros mismos”.[8] Y esto lo ha logrado mediante la extensión de la lógica de mercado, la competencia y el modelo empresarial a todas la esferas de la vida:
El neoliberalismo no gobierna principalmente a través de la ideología, sino a través de la presión ejercida sobre los individuos por las situaciones de competencia que crea. Esa “razón” es mundial por su escala y “hace mundo” en el sentido de que atraviesa todas las esferas de la existencia humana sin reducirse a la propiamente económica. No es la esfera económica la que tiende a absorber las demás esferas, sino la lógica de mercado la que se extiende a todas las otras esferas de la vida social sin destruir sin embargo las diferencias entre ellas […] En el neoliberalismo, la competencia y el modelo empresarial se convierten en un modo general de gobierno de las conductas e incluso también en una especie de forma de vida, de forma de gobierno de sí. No sólo son los salarios de los diferentes países los que entran en lucha económica, sino que todos los individuos establecen relaciones “naturales” de competición entre ellos. Este proceso se produce muy concretamente a través de mecanismos muy variados, como por ejemplo la destrucción de las protecciones sociales, el debilitamiento del derecho al trabajo, el desarrollo deliberado de la precariedad masiva o el endeudamiento generalizado de los estudiantes y las familias. Se trata de hundir al máximo de gente posible en un universo de competición y decirles: “¡que gane el mejor!”.[9]
Este proceso implica una subjetivación privada en la que el individuo se asume como responsable único de la gestión de su vida (empresario de sí) y en la que lo social y lo político tienden a desvanecerse. El neoliberalismo ha logrado que los sujetos sociales hayan internalizado la crisis y la vida misma de manera individualista y, por tanto, de forma “despolitizada”. Es decir, ha producido exitosamente una nueva subjetividad política y de este modo ha consolidado su hegemonía. Su triunfo se ha dado en el campo de las subjetividades.
Desde la subjetividad neoliberal, las desigualdades económicas y sociales no son un problema estructural, sino del individuo; y es este quien tiene la responsabilidad de mejorar su situación, aun a costa de otros sujetos como él. Es decir, el neoliberalismo ha logrado que los individuos adopten la lógica de la competencia de “uno contra todos” difuminando los lazos de solidaridad y cooperación. Esta subjetividad ha conllevado no solo a que los individuos asuman como “natural” competir entre sí, sino a que los sujetos golpeados y vulnerables —es decir, aquellos que se han visto precarizados— desplacen su resentimiento hacia otros igualmente golpeados o más vulnerables que ellos. En fin, el neoliberalismo ha logrado gobernar mediante la colonización expansiva del mercado, la naturalización de la competencia entre individuos, la precarización generalizada, el modelo de la autogestión de la vida y el endeudamiento masivo de poblaciones vulnerables y golpeadas por sus políticas de austeridad.
Desde las subjetividades prevalecientes no parece haber otro horizonte posible o deseable que el capitalismo, concebido como un orden natural e inevitable y sin historicidad. Nuestra era está caracterizada por el presentismo. No hay futuro diferente al capitalismo actual y los referentes históricos emancipatorios del pasado han quedado sepultados en la derrota del “comunismo”. Este presentismo hace extremadamente difícil la construcción de una memoria crítica de los movimientos emancipatorios del siglo XX y dificulta examinar sus fracasos para intentar superarlos en el contexto actual. En este sentido no se debe subestimar el efecto político que ha tenido en las subjetividades contemporáneas la ausencia de una alternativa sistémica al capitalismo.[10] Tampoco se debe minimizar cómo el neoliberalismo ha logrado la adhesión o el apoyo de aquellos sectores populares que “objetivamente” deberían oponerse a su programa.
Lejos de debilitarse esta subjetividad, se ha fortalecido a partir de la crisis financiera del capitalismo global en el 2008. Recordemos que para el discurso neoliberal, el problema de la crisis y su solución es individual. Según su lógica solo el individuo o individuos que conforman una comunidad y se autogestionan como empresarios, pueden salir de la crisis. Esta máxima neoliberal se expresa en la conocida cita de Margaret Thatcher: “They are casting their problems at society. And, you know, there’s no such thing as society. There are individual men and women and there are families. And no government can do anything except through people, and people must look after themselves first. It is our duty to look after ourselves and then, also, to look after our neighbours”.[11] La lógica del discurso de Thatcher es compartida por amplios sectores sociales del “pueblo”, incluyendo paradójicamente a algunos que se posicionan como contrarios al neoliberalismo. Esta es precisamente la clave del éxito del neoliberalismo como proyecto político.
El retroceso de la izquierda
Cabe destacar que a este éxito contribuyeron, entre otros factores: la derrota del “comunismo”; la perdida de legitimidad y el socavamiento sostenido del Estado Benefactor; el debilitamiento de organismos institucionales como partidos políticos y sindicatos; y las transformaciones del capitalismo que implicaron la fragmentación o disolución de lazos e identidades sociales y de clases del capitalismo keynesisano/fordista del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. La izquierda no ha sabido adaptarse con efectividad a estos cambios tan profundos y rápidos. Ha sido el discurso autoritario de la derecha radical en Estados Unidos (Donald Trump), Europa (Marine Le Pen, Matteo Salvini) y América Latina (Jair Bolsonaro) el que ha logrado retar con mayor efectividad las brechas y fisuras que ha abierto la crisis del liberalismo tecnocrático y globalista a partir del 2008. Por esta razón, el posfascismo[12] avanza en parte mientras la izquierda, con pocas excepciones, retrocede. Como plantea Enzo Traverso, en un contexto de crisis “la búsqueda de una solución gira hacia la derecha, o la extrema derecha. Eso significa que la izquierda es incapaz de proponer una alternativa. Ahora, como el fascismo tiene nuevas caras, la izquierda seguramente no podrá aparecer como una alternativa si propone viejos modelos que han fracasado”. Estos viejos modelos que fracasaron por razones y de maneras diferentes fueron, por un lado, el “comunismo” y, por otro, la socialdemocracia. Incluso en América Latina, añade Traverso, las alternativas de izquierda fracasaron ante el liberalismo y sus políticas de austeridad. De manera que “[e]l problema de la búsqueda de una alternativa de izquierda hoy se plantea en todas partes”.[13]
Ante de la inefectividad de la izquierda (referente claramente problemático en estos tiempos) para enfrenar al neoliberalismo y su perplejidad frente al apoyo creciente a la derecha autoritaria de los sectores sociales golpeados por las políticas neoliberales, valdría la pena considerar lo que plantea la intelectual española Clara Ramas:
La política no va de superioridad moral o epistemológica, de conocer mejor la realidad y explicarla a los otros regañándoles. Va de generar afectos aglutinantes más fuertes. […] En lo político, que tiene su lógica propia, se requiere un aglutinante, un horizonte, un proyecto: ello supone afectos, símbolos, referentes compartidos.[14]
La izquierda —centrada en su superioridad moral y epistemológica— no ha logrado articular, aun en la crisis económica y fiscal, un horizonte o proyecto alterno al liberalismo que sea capaz de “generar afectos aglutinantes” que cuando menos socave la subjetividad o el sentido común imperante. Esta incapacidad apunta a un déficit teórico y de imaginación política de la izquierda, estrechamente vinculados a su arraigado mesianismo. La noción teleológica de que la razón histórica está de su lado ha conllevado a que la izquierda asuma que el problema de la subjetividad remite a que las mayorías sociales “despierten” o tomen “conciencia” para que entonces adopten la posición que les corresponde estructural u objetivamente: oponerse al capitalismo neoliberal. Según esta visión, es esa falta de “conciencia” lo que explica que estos sectores sociales voten en contra de sus propios intereses. Pero una vez la izquierda logre “concienciar” al “pueblo” este votará a favor de sus intereses objetivos, como debe ser. De este modo, la izquierda cede el terreno de la subjetividad al neoliberalismo.
El Green New Deal como desafío al sentido común neoliberal
Una excepción al repliegue de la izquierda se está dando, paradójicamente, en Estados Unidos. Se trata del movimiento político que Alexandria Ocasio-Cortez, Bernie Sanders y otras figuras, particularmente mujeres, vinculadas a organizaciones de base progresistas, han impulsado exitosamente como demuestran los resultados en las elecciones congresionales de noviembre de 2018. De particular importancia en este contexto es la propuesta que encabeza Ocasio-Cortez a favor del New Green Deal.[15] El periodista y activista laborista británico Owen Jones ha dicho sobre este proyecto lo siguiente:
El ascenso político de Alexandria Ocasio-Cortez ha transformado el debate sobre cambio climático en Estados Unidos. El establishment demócrata se ha visto obligado a adoptar varios de los puntos de su Green New Deal, como el compromiso de emisiones cero de carbono, la reparación y mejora de las infraestructuras, la eficiencia energética para todos los edificios, el tren de alta velocidad y la inversión en un sistema de transporte público asequible.
La magia del Green New Deal es que vincula la lucha contra la crisis medioambiental con la justicia económica y social. Entre sus propuestas figura la de que cada estadounidense tenga un trabajo garantizado con salario y condiciones decentes, así como atención médica de alta calidad, acceso a una vivienda asequible y seguridad económica.[16]
Esta iniciativa, la del Medicare For All y las propuestas fiscales progresistas que Ocasio-Cortez, Bernie Sanders y otros, han lanzado desde una plataforma que definen como “socialismo democrático” están transformando los términos de la conversación política en los Estados Unidos y están creando fisuras en el sentido común construido por el neoliberalismo. Este movimiento “socialista democrático” e incluso otros movimientos de base se han ubicado de manera imprevista en el centro de los debates políticos en Estados Unidos al punto que en su discurso de la Unión del 5 de febrero de 2019, Trump denunció “la amenaza” del socialismo y declaró: “Here, in the United States, we are alarmed by new calls to adopt socialism in our country […] Tonight, we renew our resolve that America will never be a socialist country”.[17] Esta disyuntiva —si prevalece la derecha autoritaria trumpista o se consolida el horizonte del “socialismo democrático” que representan Sanders y Ocasio-Cortez— tiene un significado de gran importancia dado lo que está en juego en este momento histórico, no solo en Estados Unidos sino globalmente. Además, es particularmente significativa para los sectores golpeados por las políticas neoliberales en Puerto Rico (sin hablar de lo que implica para los 5 millones de puertorriqueños que residen en Estados Unidos).
En Puerto Rico vivimos una grave crisis política y económica agudizada por el proceso de desdemocratización y las políticas de austeridad y desposesión ocasionadas por el dominio neoliberal global. No obstante, la oposición a las políticas neoliberales ha sido débil y hasta ahora no ha logrado hacer mella en estas. Ante esta situación caracterizada por el conflicto entre el “pueblo” y la Junta de Supervisión Fiscal, sería reconfortante pensar que existe un poderoso movimiento político de masas en contra del capital financiero “buitre” y el pago de la deuda pública no auditada de la Isla. Pero ese no es el caso, lo cual se debe en buena medida a la profundización de la subjetividad neoliberal discutida anteriormente.
Así pues, el momento actual es de mucha debilidad frente a las políticas neoliberales y de una gran precariedad social y económica producto de una crisis que aún no ha tocado fondo en Puerto Rico. Desde las coordenadas políticas que han prevalecido hasta ahora es muy difícil que se pueda revertir esta situación. No obstante, existe una oportunidad que deberíamos aprovechar para articular un discurso de mayor efectividad política que apele a las mayorías. Deberíamos apoyar la propuesta del Green New Deal y su extensión a Puerto Rico, al movimiento “socialista democrático” y la candidatura presidencial de Sanders. La agenda de estos movimientos progresistas de base abre la posibilidad de avanzar en la dirección de un horizonte democrático de justicia e igualdad social y económica, tanto en Estados Unidos como en Puerto Rico. Es decir, contribuirían a crear una subjetividad política y un sentido común alternativo, y potenciarían una nueva imaginación política.
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[1] Escalante Gonzalbo, Fernando. Historia mínima del neoliberalismo. Madrid: Turner, 2016. 19.
[2] Id. 18.
[3] Lavar, Christian y Pierre Dardot. “El neoliberalismo es una forma de vida, no es sólo una ideología o una política económica”. El diario.es [España] 10 oct. 2014. Última visita: 25 de febrero de 2109.
[4] Ibid.
[5] Brown, Wendy. Undoing the Demos. Neoliberalism’s Stealth Revolution. Brooklyn: Zone Books, 2105. 21. Dice Brown sobre su libro en una entrevista: “In this book, I treat neoliberalism as a governing rationality through which everything is ‘economized’ and in a very specific way: human beings become market actors and nothing but, every field of activity is seen as a market, and every entity (whether public or private, whether person, business, or state) is governed as a firm. Importantly, this is not simply a matter of extending commodification and monetization everywhere—that’s the old Marxist depiction of capital’s transformation of everyday life. Neoliberalism construes even non-wealth generating spheres—such as learning, dating, or exercising—in market terms, submits them to market metrics, and governs them with market techniques and practices. Above all, it casts people as human capital who must constantly tend to their own present and future value”. Entrevista a Wendy Brown, “Booked # 3: What exactly is Neoliberalism?”. Disssent. 2 abril 2015. Última visita: 25 de febrero de 2109. Para un excelente artículo sobre el libro de Brown, ver Fontánez Torres, Érika. “Deshacer el demos: la muerte del sujeto político-jurídico en el reino del sujeto económico”. 80grados, 3 abril 2015. Última visita: 25 de febrero de 2019.
[6] Id. 28.
[7] Brown, Wendy. “Hoy la democracia simplemente se equipara a la existencias de mercados libres, abiertos y desregulados”. Contexto, Núm. 145, 29 noviembre 2017. Última visita: 25 de febrero de 2109.
[8] Lavar y Dardot, “El neoliberalismo…”.
[9] Ibid.
[10]Ver Traverso, Enzo. Melancolía de izquierda. Marxismo, historia, memoria. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2018.
[11] “Entrevista a Margaret Thatcher en Women’s Own”, 1987. http://www.theguardian.com/…/08/margaret-thatcher-quotes Última visita: 25 de febrero de 2019.
[12] Sobre las diferencias entre el fascismo del siglo XX y el “posfascismo” de este siglo, ver Traverso, Enzo. Las nuevas caras de la derecha. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2018.
[13] Traverso, E. “La alternativa a las políticas neoliberales en Latinoamérica fracasó”. Revista Ñ, 28 diciembre 2018. Última visita: 25 de febrero de 2019.
[14] Ramas, Clara. “Volver a morder la realidad: el lugar de lo imaginado”. Contexto. 12 enero 2019. Última visita: 25 de febrero de 2019.
[15] Para leer la resolución del Green New Deal, ir a https://www.theclimatemobilization.org/green-new-deal-climate-emergency-resolution. Última visita: 25 de febrero de 2019.
[16] Jones, Owen. “La humanidad se enfrenta a una crisis existencial y Alexandria Ocasio-Cortez nos da esperanzas”. eldiario.es, 2 febrero 2019. (Traducción de Francisco de Zárate.) Última visita: 25 de febrero de 2019.
[17] Para leer el discurso completo de Trump, ir a: https://edition.cnn.com/2019/02/05/politics/donald-trump-state-of-the-union-2019-transcript/index.html Última visita: 25 de febrero de 2019.