Cómo salvar a Puerto Rico de su autodestrucción
El Gobierno de Puerto Rico está en quiebra y su economía ha decaído a niveles inusitados. El desempleo del 12.4% duplica la tasa promedio de Estados Unidos. La cesación de pagos por parte de sus entidades estatales podría ocurrir en cualquier momento. El Gobierno ha declarado que a su masiva deuda de $72,000 millones es “impagable”.
Las causas principales de este desastre no son los altos costos de energía y de traslado. Estos mismos costos no han detenido la sólida economía de Hawái, que ostenta una tasa de desempleo del 4.2%. De hecho, el debate de las condiciones territoriales de Puerto Rico es más una puesta en escena política que otra cosa.
Como parte de Estados Unidos, la capacidad de Puerto Rico para negociar tratados comerciales por separado es inmaterial porque sus exportaciones autóctonas son insignificantes. El territorio continental de Estados Unidos es prácticamente su único socio comercial, pero le permite a Puerto Rico intercambiar libremente bienes, servicios y personas como si fuera un estado de la unión norteamericana. Este es precisamente el acuerdo de comercio que muchos países buscan y no consiguen.
En cuanto a la remota posibilidad de convertirse en el Estado 51, la principal ventaja no sería la instantánea competitividad económica, sino mayores transferencias de subvenciones —que son indiscutiblemente parcialmente responsables por la baja participación laboral de su población en el mercado de trabajo, con un 40%, mientras que el promedio de Estados Unidos es del 62%.
En cambio, los golpes mortales para la isla son las políticas autodestructivas, elegidas exclusivamente por las autoridades locales. Los dos pilares sagrados de estas políticas son las extravagantes preferencias y exenciones contributivas en actividades en las que Puerto Rico no es competitivo.
Como era de esperarse las exenciones tributarias agotan el tesoro de la isla. Mientras tanto, las industrias preferenciales no tienen vinculación estratégica con la ubicación tropical de la isla, ni con los talentos predominantes, o las habilidades de la población.
Aunque suena emocionante y audaz, la producción científica y los complejos servicios financieros tienen pocas razones para operar en Puerto Rico, más allá de una dudosa elusión fiscal que está bajo asedio por parte de países desarrollados, incluyendo Estados Unidos. Mientras que más del 50% del PIB de $103,000 millones de la isla es atribuido a estas actividades, solamente un 6% (que va disminuyendo) de la fuerza laboral de Puerto Rico es empleada en este sector. De esta manera, casi el 90% de las ganancias de estas empresas salen de la isla, sin pagar impuestos.
Peor, las exenciones tributarias favorecen predominantemente a no residentes de alto nivel económico. Esta discriminación promueve la resistencia y evasión fiscal por parte de los locales.
El resultado: no hay creación significativa de puestos de trabajo, los impuestos son altamente regresivos y complicados, lo que resulta en la recaudación de menos del 10% del PIB (PDF). De acuerdo con un artículo en la edición del 11 de julio del Economist, “los países extremadamente pobres” recaudan un promedio de 13% del PIB, mientras que los países ricos y desarrollados recaudan 34%.
Ese ingreso fiscal insuficiente acarrea consecuencias obvias: pobre o inadecuada inversión del Gobierno en seguridad pública, salud e higiene, transporte marítimo, educación y capital humano.
Muchos han asumido de forma incorrecta que Puerto Rico sufre por tener un “gobierno grande” y gastos excesivos. El Gobierno es ineficiente e inefectivo, pero no es ni grande ni excesivamente caro. Con un gasto público de 11% del PIB, Puerto Rico es la jurisdicción que menos gasta de los 50 estados de la Unión. Si fuera un estado de la unión Puerto Rico se ubicaría en la posición número 37 per cápita del ranking de empleo gubernamental, incluyendo el Distrito de Columbia.
Otra consecuencia del modelo de bajos impuestos y exoneración de ellos ha sido el endeudamiento prolongado y constante por parte del Gobierno para compensar el déficit de ingresos, mientras recurre a artilugios y coquetea con la ilegalidad de evadir el límite constitucional a la deuda en la isla.
El ingrediente final de este nefasto brebaje es el imperceptible pero desastrosamente efectivo desprecio del Gobierno por la industria que normalmente se les viene a la mente a los extranjeros cuando se habla de Puerto Rico: turismo.
La isla tiene un enorme potencial, sin explotar, como destino de primera categoría en el mundo, no solo para turismo, sino también para entretenimiento a gran escala, incluyendo eventos de deporte profesional. El problema se centra en décadas de descuido y falta de inversión por parte del Gobierno. De manera más reveladora, la isla solamente cuenta con 15,000 habitaciones de hotel —nada en comparación a las 65,000 cuartos de su vecino, República Dominicana, y a las 50,000 de Hawái.
Además, las iniciativas del Gobierno en el ámbito de turismo ponen demasiado énfasis en San Juan, donde únicamente hay 9,000 cuartos de hotel. Esto es apenas suficiente para una feria comercial de tamaño mediano. Paralizada por una pobre planificación urbana, el área metropolitana no cuenta con espacio para las 50,000 cuartos de hotel y la nueva infraestructura que la isla necesita para volverse un protagonista del entretenimiento mundial.
Puerto Rico es particularmente apropiado para actividades que no necesitan exenciones contributivas para ser competitivas y poder contribuir al erario. Además, el talento y la afinidad de los puertorriqueños por el arte, la música, el cine, la literatura, la moda y los deportes profesionales encajan perfectamente con esta el potencial que tendrían para ayudar económicamente y que la búsqueda de un nicho entre los destinos turísticos más cotizados se pueda alcanzar.
El segmento del mercado turístico más lógico sería los 120 millones de personas que habitan en la costa este de Estados Unidos. Ellos están a menos de cuatro horas de distancia, más cerca que ir a Las Vegas, y en la misma zona horaria, y solamente necesitan una licencia de conducir para visitar la isla. Sin embargo, debido a la falta de promoción, estos individuos estadounidenses apenas conocen a Puerto Rico y desconocen que es un territorio de los EE. UU., que no necesitan pasaporte para viajar a la isla y que la moneda que circula es el dólar.
Puerto Rico necesita un espacio concentrado y una infraestructura física para recibir y entretener a una gran cantidad de turistas y que estos se sientan afines con el lugar. Afortunadamente, ha surgido una solución para el problema del espacio. En la costa este de la isla, la ex base naval estadounidense Roosevelt Roads, un área de 13 millas cuadradas con una superficie más grande que el Aeropuerto Internacional de San Juan, es idónea para el desarrollo de una nueva ciudad de entretenimiento. Si solo el Gobierno dejara de malgastar la base tributaria en una quijotesca ambición por desarrollar alta tecnología y una industria financiera con ventajas fiscales, este sitio podría convertirse en una nueva ciudad que compita con Las Vegas, Orlando, Macao y Dubái.
El impacto económico de una ciudad de ese nivel necesariamente debería incluir las vecinas las Islas Vírgenes de Estados Unidos, las cuales tienen sus propios problemas. Si Puerto Rico tuviera una economía sólida y completamente competitiva eso disminuirá la dependencia de los subsidios federales y ayudaría a sus vecinos a hacer lo mismo.
Antes de que Roosevelt Roads sea malamente distribuido y su potencial despilfarrado por los intereses especiales y por objetivos poco realistas, Puerto Rico debe aprovechar esta oportunidad como un proyecto nacional. Su ejecución apropiada sería invitar a sectores privados a unirse al gobierno en el desarrollo de terrenos en concesiones a largo plazo. Esta nueva ciudad renovaría la imagen de la isla y comprometería a Puerto Rico a desarrollar actividades relacionadas con el carácter distintivo –el ethos− y talento de nuestra gente, al igual que a mantener la privilegiada belleza y clima de este territorio caribeño que al momento es “parte” de los Estados Unidos.