Conoce al enemigo y a los ángeles urgentes
El 1 % de la población disfruta de las mejores viviendas, la mejor educación, los mejores médicos y el mejor nivel de vida, pero hay una cosa que el dinero no puede comprar: la comprensión de que su destino está ligado a cómo vive el otro 99 %. A lo largo de la historia esto es algo que esa minoría solo ha logrado entender, cuando ya era demasiado tarde.
–Joseph E. Stiglitz (Premio Nobel en Economía 2001)
En los años sesenta queríamos un mundo mejor, hoy queremos un automóvil mejor. ¿Qué pasó con la ilusión de la juventud? ¿Qué pasa con la juventud? O es que tiraron la toalla y si no pueden ganarles entonces aspiran a formar parte. Parece cierto lo que dijo un general uruguayo en un discurso: «Hemos dado un giro de tres cientos sesenta grados».
La visión del pasado, con una división entre países ricos y pobres, o desarrollados y subdesarrollados es hoy algo miope por más que sirva como burdo distintivo. La división es más bien entre ricos y pobres, sin distinción geográfica, entre explotados y explotadores, sin importar las fronteras. Basta mirar a los EE.UU., supuestamente una de las naciones más ricas del mundo, y constatar la crasa desigualdad ente la riqueza de sus ciudadanos. Según sus propias definiciones un 13 por ciento de la población (40 millones) son pobres mientras que hay 270 billonarios (mil millones). Los EE.UU. tienen, por lejos, la distribución más desigual de ingreso de todos los países1 industrializados, y se jactan de un sistema democrático que de eso solo tiene el nombre ya que lo que manda es el poder económico detrás de algún candidato. Alguien una vez dijo: “la democracia es la peor forma de gobierno, exceptuando todas las otras…”, y fue citado por el gran Winston Churchill en la Cámara de los comunes en 1947.
Las fronteras han desparecido porque el control lo ejercen desde hace ya bastante tiempo poderosos imperios corporativos multinacionales industriales y financieros apoyados por instituciones como el Banco Mundial, la World Trade Organization (WTO) y el International Monetary Fund (IMF), que trascienden toda frontera. Protegidos en opacos “paraísos fiscales”, aquellos que tienen demasiado, la minoría que se come al mundo, no comprenden que al final se comerán a sí mismos, como el uróboros.
Según José María Tortosa2: «El problema del llamado subdesarrollo se origina en los países llamados desarrollados, se agudiza gracias a estos últimos con la visible colaboración de las elites de los países pobres y solo se solucionará cuando los países llamados desarrollados cambien de política hacia los subdesarrollados y las elites muy ricas de los países pobres abandonen su actitud igualmente depredadora».
Por otro lado, si la meta de los subdesarrollados es desarrollarse siguiendo el modelo de los desarrollados, vamos a tener serios problemas, mucho más serios de los que ya tenemos.
La «mano invisible» de Adam Smith no empuja en la dirección correcta (quien también dijo: «No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados».) Los preceptos éticos que empleamos, muchas veces sacados de anticuados libros, son anacrónicos. Necesitamos nuevas ideas para combatir al enemigo, y para combatirlo con eficacia debemos, antes que nada, conocerlo.
El filósofo alemán Günther Anders (Stern)3 dice: «No es suficiente cambiar el mundo. Eso lo hacemos de todos modos. Y en gran medida ocurre sin nuestro esfuerzo. Es necesario interpretar ese cambio. Para entonces cambiarlo. Para que el mundo no continúe cambiando sin nosotros, Y finalmente no cambie a un mundo sin nosotros».
Ya han pasado sobre cuarenta años desde la publicación en 1972 del informe4 del Club de Roma advirtiendo sobre los límites al crecimiento, alertando acerca de las consecuencias de un crecimiento demográfico descontrolado combinado con la voracidad corrupta del sistema industrial capitalista, y el mito capitalista del crecimiento ilimitado y el mercado libre. Es cuestión de lógica: es imposible un crecimiento sin límites en un lugar limitado. Cuarenta años también de la instauración de las dictaduras asesinas del cono sur, serviles cómplices del imperio americano, la escuela económica de Chicago y del que suena como Dr. no. Y no ha pasado nada.
Para el año 2040, se espera una población mundial de 9000 millones, más bocas hambrientas, ya que la mayor parte de este crecimiento ocurrirá en India, China, Paquistán y Nigeria. Los países desarrollados, por otro lado, no cambiarán sus números significativamente, manteniéndose en unos 1200 millones.
Será un mundo muy diferente desde un punto de vista demográfico, pero piense un poco: Si se lograra, con un esfuerzo descomunal en tan solo 25 años aumentar en un treinta por ciento el número de escuelas, el número de trabajadores en el campo de la salud, el número de viviendas, la transportación, la producción de energía (si fuera posible), la producción de alimento, y todas las otras cosas que son importantes para el bienestar humano, si lográramos eso digo, sin al mismo tiempo aumentar los daños ambientales causados por estos aumentos, entonces apenas lograríamos mantener la triste realidad.
La prueba de que el sistema socioeconómico operante es un fracaso está en los hechos. Si comparamos el estado del planeta hace 50 años con el presente vemos muy poco en términos de mejora, a menos que usted sea de los que miden mejora por el número de teléfonos celulares, por ejemplo. Las medidas de desigualdad de ingreso y riqueza para el mundo entero muestran un claro deterioro. El uno por ciento de la población, unos 70 millones de personas, son propietarios de más la mitad de la riqueza del mundo, y tienen ingresos iguales al de los tres mil millones más pobres (la mitad de la población mundial). Es algo grosero ilustrado por la gráfica. Es imposible la paz en un mundo así.
No son números exactos, claro, pero nada cambia por eso. Quien mire el planeta desde fuera (¿un alienígeno?) se dará cuenta que necesitamos urgentemente de nuevas ideas, nuevas formas de conformar nuestras sociedades y conductas que efectivamente lleven a un futuro de paz y justicia como el que la mayoría reclama, un nuevo reglamento aunque lo trajera un ángel del cielo, muy superior al anticuado decálogo.
Dos corrientes son las que a mi entender bloquean el desarrollo de nuevas formas de pensar y actuar: el creciente totalitarianismo del estado y del espíritu. El estado, bajo el poder económico de los abrumadores intereses corporativos y financieros, y con el creciente y sigiloso efecto de sus servicios de inteligencia y desinformación, inventa una realidad a su medida y monta guardia sobre los que puedan significar una amenaza, preparado para desaparecerlos si fuera necesario. Por otro lado, las iglesias y templos se entrometen hasta en lo más íntimo del individuo, manteniendo con miedo lo que la razón no aguanta.
Difícil escapar del inevitable resultado de la fusión de estas corrientes que se convierte en un torrente arrasador. El lema fascista: “Credere, obbedire, combattere”, sirve a ambos. No son pocos los sitios en los cuales un disidente pierde la cabeza o se pierde en la noche. Pero tanto en la biología como en la sociedad, no pueden surgir nuevas formas si no hay variedad, si no se producen mutaciones en el pensar conforme.
Vivimos bajo un imperio corporativo-militar-financiero que opera globalmente con sobre medio millón de efectivos en 700 bases militares en el extranjero, distribuidas en sobre 130 naciones. Ha impuesto una globalización política y económica a su conveniencia, pero la tan sonada globalización se limita a sus intereses; no se globaliza la justicia, el bienestar, ni la libertad y democracia a pesar de las bombas.
El paradigma (a lo Kuhn) político, social y económico del presente, si lo juzgamos, quitándonos las gafas de la ficción, por la realidad empírica de las bocas hambrientas y el deterioro ambiental a todos los niveles, se encuentra en bancarrota, por lo cual necesitamos un cambio revolucionario (a lo Kuhn). Se ha globalizado una ficción, una ilusión de bienestar, una quimera de un futuro demostrablemente inalcanzable, no muy distinto del proverbial cofre de oro al final del arco iris. Hay leyes que lo impiden y no son divinas, sino que son reales: leyes de la termodinámica que impiden ese futuro con certeza matemática, basta saber sumar y restar.
Pero el imperio corporativo insiste, ya que ellos estarán bien preparados y armados para sobrevivir el desastre, o al menos así piensan: Desvalijemos el planeta para continuar disfrutando (si esa es la palabra) de lo que tenemos, y cuando las huestes miserables invadan por encima de los grotescos muros que erigimos, las eliminaremos con nuestros armamentos invencibles. Y no crea que es meramente una fantasía. Es la mentalidad que rige el imperio, es la mentalidad que está por detrás de la política de ataque preventivo y de la seguridad nacional5. Mejor aún si se puede justificar ante los ojos de Dios por ser el nuevo pueblo elegido, la nación cristiana que luchará hasta la muerte (de los otros), y si eso implica luchar en Megido que sea la voluntad de Dios, ya estamos cerca del final de los tiempos y los más delirantes hasta lo desean. La seguridad nacional ha sido esgrimida para causar una total inseguridad personal. Pero una nación no es nada más que la suma de sus individuos por lo cual la situación anterior es uno de esos absurdos que demuestran la divergencia fundamental de objetivos entre los gobernantes y la mayoría de los gobernados.
La cada vez más estridente pugna entre los extremos tiene una dinámica propia, un escalamiento que se nutre de la Ley del Talión, haciendo caso omiso de las enseñanzas verdaderamente cristianas en la nación que se proclama cristiana sin serlo. Y aunque muchos no lo creen podrían acabar con un payaso al mando de todo. Las miles de armas nucleares en manos de varios bandos junto a mentes que permiten que su propietario se despedace en mil sangrientos pedazos para acceder al paraíso no augura nada bueno para el futuro. Un loco es suficiente, y hay miles que quisieran el Apocalipsis. Pero, aunque se puede matar a un millón de un solo bombazo, igual resultado se obtiene con un millón de balazos. Hoy día, el arma de destrucción masiva de preferencia es el AK-47, (Avtomat Kaláshnikov) tan fácil de usar que hasta un niño puede hacerlo, y lo hacen. (Diseñado por el ruso Mijail Kaláshnikov en 1947).
Pero antes de concluir que si combatimos los extremos todo estará bien, piense que los extremos sobreviven gracias al consentimiento de los moderados, que callan porque en realidad comparten las ideas que fundamentan el extremo, basadas en el grotesco cuento antiguo de infiernos y paraísos inventado por unos nómadas ignorantes. No condenan de forma enérgica y tajante a todos aquellos que con actos violentos piensan ganarse el cielo. La tolerancia de los intolerantes conduce en última instancia a la tiranía.
La historia de la humanidad ha sido una de violencia de un grupo hacia otro. Para esto es necesario antes que nada identificar al grupo. Fácil de hacer si pertenecen a otra nación o a otra tribu, más fácil aún si son distintos en apariencia, de otra “raza” que podamos considerar inferior, (nunca se consideran superiores) en ocasiones diferencias muy sutiles como entre los Hutu y Tutsi de Rwanda, o de si el inexistente es uno o trino, suficientes para entrarse a machetazos o balazos los unos a los otros.
La otra forma de agrupar al enemigo es de acuerdo a lo que piensan. En el caso de que no piensen, entonces se pueden agrupar de acuerdo a sus creencias. Este proceso ha contribuido a los más viles actos de salvajismo imaginables, desde las torturas de herejes y la inmolación de humanos-bomba hasta varios genocidios del pasado y presente. La religión permite separar, primer paso en el camino al genocidio. Separar a los cristianos de los judíos para justificar la matanza de los que «mataron al hijo de Dios». Separar a los católicos de los protestantes para que puedan caerse a palos en Irlanda. Separar a los shiíes de los sunníes para que puedan reventarse a bombazos en el Medio Oriente, llevándose a todos por delante.
Ya en la tan abusada Biblia dice Moisés, el mismo que recibió el «no matarás»: Entonces Moisés habló al pueblo, diciendo: Armaos algunos de vosotros para la guerra, y vayan contra Madián y hagan la venganza de Jehová en Madián. Y pelearon contra Madián, como Jehová lo mandó a Moisés, y mataron a todo varón. Y los hijos de Israel llevaron cautivas a las mujeres de los madianitas, a sus niños, y todas sus bestias y todos sus ganados; y arrebataron todos sus bienes, e incendiaron todas sus ciudades, aldeas y habitaciones. Se enojó Moisés contra los capitanes del ejército, contra los jefes de millares y de centenas que volvían de la guerra, y les dijo Moisés: ¿por qué habéis dejado con vida a todas las mujeres? Matad, pues, ahora a todos los varones de entre los niños; matad también a toda mujer que haya conocido varón carnalmente. pero a todas las niñas entre las mujeres, que no hayan conocido varón, las dejaréis con vida. (Números 31, 3.7.9-10.14-15.17-18). Podría tratarse de un comandante de ISIS.
Aquellos que llevan libros sagrados bajo el brazo pueden hacer todas las maromas mentales que quieran para extraerse de lo que es obvio, pero al menos para el que no ha perdido el cerebro esto se describe lisa y llanamente como genocidio, o “limpieza étnica”. No hay vuelta que darle.
Algunos lanzan bombas con la ridícula idea de imponer la libertad y democracia y otros desquiciados se convierten en bombas humanas para su causa, y lo hacen en nombre de la dictadura celestial, que promete el paraíso por tales aberraciones. Para algunos (hombres), en el paraíso les esperan decenas de vírgenes para goce eterno, por lo cual están dispuestos a inmolarse. Por desgracia parece que, por un pequeño error de traducción, lo que realmente les espera son uvas. Sí, uvas blancas. La humanidad convertida en un teatro del absurdo por la torre de Babel.
Además, cuando la mayoría de las personas apenas razonan, y divagan a partir de premisas falsas; cuando carecen de la habilidad de pensar críticamente, y creen en todo tipo de fenómenos inverosímiles confundiendo realidad con ficción, aturdidos por la avalancha de desinformación cotidiana, tenemos un monumental problema. Es cierto que una forma de quitarse una migraña es con un tiro en la cien, pero no creo que esa sea la solución que deseamos, pero por ahí vamos.
Hay que luchar a toda costa contra el enemigo, pero no con un AK-47 al hombro o un libro sagrado bajo el brazo, sino que con una renovada ética secular y con la fuerza humilde de la razón en vez de la razón arrogante de la fuerza. Para triunfar es necesario conocer al enemigo. «Conócete a ti mismo» es una frase que se le atribuye al célebre Sócrates e indudablemente lo dice todo, incluyendo: conoce al enemigo.
Lamentablemente, no diviso las fuerzas que puedan hacer de la grieta angosta en el bloque una brecha más ancha por la cual sea posible introducir la cuña para romper al monolito con ideas nuevas. Además, nuevas ideas, nuevas formas de ordenar una sociedad difícilmente pasarán a ser nuevas metas a implementar, ya que quienes tienen el poder de implementación, tienen el poder.
Quizá todo esto tenga algo que ver con las palabras de Silvio Rodriguez en “Cita con Ángeles”:
Pobres los ángeles urgentes
que nunca llegan a salvarnos.
¿Será que son incompetentes
o que no hay forma de ayudarnos?
Para evitarles más dolores
y cuentas del psicoanalista,
seamos un tilín mejores
y mucho menos egoístas.
- Anthony B. Atkinson, Lee Rainwater y Timothy M. Smeeding (1995). Income Distribution in OECD Countries: Evidence from the Luxembourg Income Study. Paris OECD. [↩]
- José María Tortosa, (2001). El Juego Global – Maldesarrollo y pobreza en el capitalismo mundial. España, Icaria Antrazyt. [↩]
- Günther Anders, (1980). Die Antiquiertheit des Menschen ii. Verlag C.H.Beck, München. [↩]
- Dennis Meadows, Jorgen Randers, Donella Meadows, (2004). Limits to Growth: The 30-Year Global update. Chelsea Green Publishing Company. [↩]
- Chalmers Johnson (2004). The Sorrows of Empire: Militarism, Secrecy, and the End of the Republic (Metropolitan). [↩]