Contra el marasmo discursivo de los candidatos a la gobernación
Confieso que nunca he votado, pertenezco al grupo que piensa como Eduardo Galeano “Si votar sirviera para cambiar algo, ya estaría prohibido”. Sin embargo, como estudiosa del trabajo de Paulo Freire y del Estudio crítico del discurso, me parece fascinante escuchar los discursos de los candidatos a dirigir este país y los de la prensa que los promocionan. Me pregunto, ¿en qué momento de nuestra historia, el discurso político se aguó y se convirtió en un discurso superficial, vacío y sin sentido? A veces siento que nuestros políticos, y peor aún nuestra gente, se fue a vivir en el país de las maravillas y busco una posible salida al marasmo discursivo en el que nuestros políticos se han sumergido.
Propongo una reflexión profunda del término portugués concientizaçᾶo, que significa el despertar de la conciencia crítica. El termino concientización ha sido objeto de diversos debates, confusiones y cuestionamientos, lo que llevó a Paulo Freire1 a reconocer que este es uno de los puntos débiles de su trabajo. Él lo atribuye al hecho de que en sus primeros escritos no hizo referencia al carácter político de la educación, y desatendió el problema de las clases sociales y de sus luchas. Como resultado, él señala que abrió las puertas a interpretaciones y prácticas reaccionarias, llevando a muchos a distorsiones de lo que es concientización, y hasta llegó a considerar si debía dejar de usar el concepto. Según Freire, el concepto es poco comprendido cuando se intenta ofrecer remedios mágicos para curar los corazones de los seres humanos, sin cambiar las estructuras sociales, económicas y políticas.
En el proceso de concientización, Freire distingue tres niveles de conciencia: la conciencia ingenua, la conciencia mágica y la conciencia crítica. La conciencia ingenua, es la que tiene la persona que se cree superior a los hechos y se considera libre para entenderlos conforme a lo que mejor le convenga. En este nivel de conciencia, se concibe la realidad como un conjunto de hechos establecidos y estáticos y, por ello, no puede ser cambiada.2,3 Refiriéndose a la conciencia ingenua, Freire4 señala que ésta se caracteriza por la simplificación de los problemas, la nostalgia por el pasado, el menosprecio por la gente común, la falta de interés por la investigación acompañada por explicaciones extravagantes de los hechos, por la fragilidad de los argumentos y por la práctica de la controversia en lugar del diálogo. El discurso de los candidatos a la gobernación en Puerto Rico en las elecciones del 2016 se puede ubicar en este nivel de conciencia.
La persona con conciencia mágica ve los hechos como algo impuesto por un poder superior, sea la naturaleza o Dios. Este nivel de conciencia se caracteriza por el fatalismo, que lleva a las mujeres y a los hombres a resignarse ante la imposibilidad de resistirse al poder de los hechos.2,3 En las elecciones del 2016, las ideologías religiosas han tenido una gran influencia en el discurso de uno de los candidatos, Ricardo Roselló, y la promesa de derogar las políticas establecidas que no responden al mandato divino ha generado un gran entusiasmo en los electores. Tanto la conciencia ingenua como la mágica llevan a respuestas mágicas y superficiales ante las realidades sociales.
Por otro lado, la conciencia crítica se caracteriza por la profundidad en la interpretación de los problemas, la identificación de los principios causales, las pruebas, y la revisión de sus propios hallazgos y el esfuerzo para evitar la distorsión de nociones preconcebidas al analizar los problemas. La conciencia crítica no se acomoda a la realidad presente como algo que no puede cambiarse, sino que busca la permanente transformación de la realidad, con vista a una permanente humanización de las mujeres y de los hombres. 2,3 La afirmación “las cosas son como son y no pueden ser de otra forma”, es odiosamente fatalista ya que declara que la felicidad solo pertenece a las personas que tienen poder. 5
El discurso de la persona con conciencia crítica6 evidenciará el rigor y la humildad y se alejará de la arrogancia de las personas sectarias que están demasiado seguras de las certezas universales. En el proceso de concientización, el ser humano participa en un acto de transformación que no puede reducirse a una mera reflexión de la realidad, si no que la persona que ha sido concientizada trabajará para alcanzar el cambio necesario para transformar la realidad que denuncia.1
Freire señala que cuando los participantes de sus cursos de capacitación para la alfabetización en Brasil comenzaron a preguntarse si el desarrollo de la conciencia crítica podía conducir al desorden, al anarquismo o al peligro. El percibió este paso del proceso de concientización como resultado del miedo a la libertad. Se planteó que si el proceso de concientización abre el camino hacia la expresión de insatisfacciones sociales, es porque éste es un componente real de una situación de opresión.7 Freire explica este proceso como miedo a la libertad. La persona común no puede darse cuenta de las tareas propias de su época, porque las tareas les son presentadas por una élite que las interpreta y se las entrega en forma de receta, como una prescripción a ser seguida. La persona logra su liberación cuando comienza a pensar de acuerdo con lo que considera adecuado. Para alcanzar esta liberación se requiere una actitud crítica, amorosa, humilde y comunicativa frente al mundo. Aquí surge la persona radical que somete siempre su acción a la reflexión.8
Paulo Freire, siempre mantuvo constancia en su posición de que para que exista concientización, tiene que existir acción y esta acción tiene que estar dirigida a cambiar las estructuras sociales, económicas y políticas que provocan la inequidad social. El dice que una economía que es incapaz de desarrollar programas de acuerdo a las necesidades humanas, que coexiste con indiferencia ante el hambre de millones de seres humanos en el mundo, a quienes se les niega todo, no merece respeto.5 Freire9 sugiere que el más crítico conocimiento de la realidad, que se adquiere desenmascarándola, no cambia la realidad por sí misma. Un entendimiento crítico de la situación de opresión no libera a la persona oprimida, pero es un paso en esa dirección. Ahora, la persona que tiene ese nuevo entendimiento, se puede comprometer en la lucha política para la transformación de las condiciones concretas, en las que la opresión prevalece y es entonces que lucha por la transformación del mundo. El proceso de concientización va dirigido al cambio social.
Un político crítico desde la perspectiva freiriana no puede dar un discurso en el vacío, sino que éste debe estar ubicado en un espacio histórico, en el contexto específico con la atmósfera de elementos políticos, sociales y culturales que le rodean. El político crítico no puede responder a intereses particulares de las personas que están en las posiciones de poder; debe proponer una política dirigida a la búsqueda de soluciones de unas necesidades específicas y debe tener sus metas claras. El fin de este acercamiento político es la formación de seres humanos comprometidos con el desarrollo de una sociedad equitativa, justa y humana. No se puede hablar de justicia social, si no se lucha contra la injusticia. Es una falta contra la moral y contra la ética mantener un orden social injusto e inhumano. El político crítico cuestionará el mundo dado por sentado y asumirá la responsabilidad y el riesgo que esta posición conlleva. Como diría Paulo Freire, la formación del político crítico requerirá un constante rigor intelectual, la persistente estimulación de la curiosidad epistemológica, la capacidad para amar, la creatividad y la competencia intelectual.
Por otra parte, el político crítico debe entender la necesidad de la descolonización de su formación académica y personal. Para Freire, descolonizar las mentes de los colonizados es más difícil de lograr que la expulsión física de los colonizadores. Cuanto más persistente es la presencia colonialista en el espíritu asimilado del pueblo colonizado, más difícil es su liberación. Para Freire, una sociedad dependiente es por definición una sociedad silenciosa. Su voz no es auténtica, sino meramente eco de la voz de la metrópolis. La metrópolis habla, la sociedad dependiente escucha. Solo cuando la gente de una sociedad dependiente rompe la cultura del silencio y gana su derecho a hablar se logran los cambios estructurales radicales, se transforma la sociedad y se rompe el silencio respecto a la metrópolis.1,10
En 1983, tuve el privilegio de participar en un seminario ofrecido por Paulo Freire. Una mañana cuando llegué al salón, le dije que no había entendido el concepto inédito viable utilizado en la lectura asignada. Él me miró, se quedó pensativo y continuó caminando. Comenzó la clase. Yo pensé que me contestaría la pregunta en el transcurso de la discusión. Cuando llegó el receso, sentí su mano en mi hombro, cuando le miré, dijo: “la independencia de tu país”. Fue entonces que pude entender el poder de los conceptos de su acercamiento teórico.
Referencias
- Freire, P. (1985). The Politics of Education- Culture, Power and Liberation. Wesport, Connecticut: Bergin & Garvey.
- Freire, P. (1969). La educación como práctica de la libertad. México: Siglo XXI.
- Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Montevideo, Uruguay: Biblioteca Mayor.
- Freire, P. (2003). Education for Critical Consciousness. New York: Continuum.
- Freire, P. (2007). Pedagogy of the Heart. New York: Continuum.
- 6. Freire, P. (1993). Pedagogy of the City. New York: Continuum.
- Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Montevideo, Uruguay: Biblioteca Mayor.
- Freire, P. (1969). La educación como práctica de la libertad. México: Siglo XXI.
- Freire, P. (2002). Pedagogy of Hope. New York: Continuum.
- Freire, P. & Macedo, L. (1989). Alfabetización– lectura de la palabra y lectura de la realidad. Barcelona: Paidós.
*Este escrito forma parte de un trabajo sobre Estudios críticos contemporáneos en la investigación cualitativa.