«Contradanza»: ¿la mujer nace o se hace?
Contradanza. El baile que todos bailamos. Negociamos, regateamos, intercambiamos información, chantajeamos, mentimos…
Contradanza. El único desenlace es la venganza. Algún día los hombres, patriotas, los que matan por honor a hombres que se aman serán llamados como lo que son: asesinos.
Contradanza. Drama emblemático de dramaturgo español Francisco Ors que narra una historia ficticia, pero muy verosímil a pesar de lo anacrónico, tomando como base personajes reales, eventos históricos y la controversial teoría que proponen algunos historiadores de que Isabel I no era mujer entretejiendo un discurso contemporáneo en contra de la homofobia y los crímenes de odio.
Este tipo de discurso tiende a ser editorialista y panfletario. Llevarlo a cualquiera de los géneros de la literatura toma mucho trabajo. ¿Cómo llevar el mensaje sin predicarlo directamente? Contradanza lo logra poniendo las situaciones contemporáneas en el marco del siglo 16 en la Corte Inglesa de Isabel Tudor. Las intrigas políticas, los chismes caseros, los juegos de poder, favoritismo y una mujer que no se supone que fuera reina.
El autor, Francisco Ors, se declaró activista gay antes de dramaturgo. Le creo. Esta obra es producto de una generación de españoles que se cuestionó el hipócrita fundamentalismo religioso y cultural de su país durante la apertura cultural después de la muerte del dictador Franco. El discurso contra el machismo, la homofobia formativa y los crímenes de odio está vigente. Igual que los temas universales del amor y el poder. Es lo que hablamos en grupos en Facebook, en foros educativos y reuniones. Solamente que aquí lo podemos ver fuera de su contexto histórico para que nos choque.
El tema principal de la obra es la identidad. ¿Quién soy? ¿Lo que dicta mi cuerpo? ¿Lo que deseo? ¿Lo que decidió mi madre? ¿La sociedad? ¿Lo que los demás quiere que sea? ¿El rol que asumo? ¿Qué es ser mujer? ¿La mujer nace o se hace? ¿Qué es lo natural? ¿Qué es el amor? ¿Somos lo que poseemos o lo que nos posee nos hace?
Es importante que, para entender la obra a profundidad, se tenga un conocimiento básico de historia: El padre de Isabel, Enrique VIII, se dedicó a cortarle la cabeza a todas sus esposas, incluyendo a la madre de la futura reina, Ana Bolena que no era de sangre real. Isabel llega a ser reina, aunque para algunos no tenía derecho al trono, tras una serie de escaramuzas entre los partidos católicos y protestantes. Isabel era protestante y los ingleses no querían caer bajo el poder de la España católica, ni Francia y menos del Vaticano que había excomulgado a Enrique VIII.
Pero, Isabel I se niega a casarse a pesar de presión política, era calva, usaba un excesivo maquillaje blanco, puso de moda unos cuellos exagerados y unas mangas largas que le cubrían hasta las manos. Se declaró la Reina Virgen y madre de todos los ingleses. Esto ha dado pie a la creencia que era un hombre que fue criado como mujer a insistencia de su madre para protegerlo de los asesinos de sus rivales al trono. Sus pelucas, maquillajes, cuellos y vestuarios servían para esconder sus características masculinas. Una nueva teoría propone que Isabel I era intersexual, un cuerpo masculinizado con órganos genitales ambiguos y con características secundarias femeninas. Todo especulaciones, pero, después de todo, ¿qué es la historia?
José Eugenio Hernández logra plasmarle al personaje de Isabel I la ansiedad característica de una persona que oculta algo, que hace un papel, que sabe que en cualquier momento lo pueden agarrar, pero que a la misma vez se lo cree, se lo cree tanto que crea una identidad sobre la identidad. “Yo no soy una mujer… Soy la Reina.” Logra un personaje con fuerza de convicción y a la misma vez víctima de la identidad que otros han creado. Es Reina, es mujer, es hombre… es hasta la cabeza su madre muerta.
El resto del elenco se mueve como piezas de un juego de ajedrez estratégico y bien planificado: Jonathan Cardenales logra un personaje creíble como el ambicioso Lord Enrique, consigue que el público llegue a sentir ternura, comprensión para luego darse cuenta de su traición y odiarle. La Lady Carolina de María Bertólez ofrece una actuación clara que deja al público sin dudas del rol a que eran rebajadas las mujeres en las cortes europeas. Javier Ortiz no puede ser más siniestro, ni cínico como Norfolk, el lavador de los trapos sucios de la reina. Braulio Castillo con una excelente dicción, nos ofrece un personaje afligido, lleno de resentimiento, tristeza y la vez tan etéreo en sus movimientos en el escenario. Carlos Rivera Marchand realiza una actuación que cautiva al público con su dulzura, logra que el personaje, como dice la Reina, “llene la sala del sol de mediodía”. Gran parte del mensaje del autor se encuentra en sus parlamentos y lo hace bien. Armando Pardo sobresale como un actor que logra a cabalidad entrar al siglo 16. Sus posturas, voz, tono, estilo, caminar… nunca se olvidó que estaba en una corte real del siglo 16 representando al embajador del país enemigo.
La puesta de esta obra en Coribantes bajo la dirección de Rafael Rojas presenta unos retos: el teatro es experimental y a cuatro lados. Pero Rafael Rojas no es cualquier director. Con la recreación del teatro como un museo de cera en que los actores son las piezas y una escenografía sugerente que no ocupa mucho espacio, logra convertir esos retos en ventaja. Acerca a los espectadores a la obra con la sensación de que estamos viendo algo sobrenatural: como si la pasión de estos personajes fuera tanta que la energía residual se proyecta aún después de 400 años. Las escenas que vemos son las proyecciones, como una película fantasmal, de esas pasiones: el temor, deseo, avaricia, odio y amor de estos personajes, de estas estatuas que toman vida cuando nadie está mirando.
La iluminación logra crear la ambientación necesaria para que el público juegue a estar dentro de un museo y asiste hábilmente a los personajes, especialmente a la Reina, en recrear cambios de estado anímico y de voces.
Aunque usted haya visto la obra antes, en 1982 con Teófilo Torres y la magistral dirección de Victoria Espinosa (aún con todo el escándalo mediático que hubo), no se pierda esta producción. Como lo logró con Equus el año pasado, la dirección de Rafael Rojas logra algo nuevo, refrescante, audaz… como si la viéramos por primera vez o por otros ojos. Una excelente y atrevida producción de una obra importante dentro del contexto cultural glbttq con un elenco de primera para finalizar lo que ha sido un estupendo Festival de Teatro del Tercer Amor.