«Coproducciones»: junte necesario para la sostenibilidad cinematográfica
Cuesta mucho hacer cine…en todos los sentidos. Así, que países iberoamericanos como España, Argentina, Colombia, México, Cuba, República Dominicana, Brasil, Uruguay y Chile, entre otros, apuestan cada vez más a las coproducciones internacionales para responder a los desafíos de la labor fílmica actual y aportar a la sostenibilidad de sus respectivas cinematografías nacionales.
Se definen como coproducciones internacionales aquellas películas cuya colaboración técnica, profesional y económica de gestores proveniene de distintos países. De acuerdo con el número de territorios representados, pueden clasificarse en bipartitas (2 países), tripartitas (3 países) o multipartitas (más de 3 países). Este esquema de producción involucra necesariamente la aportación de capital financiero, servicios y contribuciones en género (in kind) de las distintas partes. La coproducción internacional de carácter equilibrado ocurre todos aportan cantidades iguales para completar una película. Cuando un país provee más del 50% de la inversión, su participación se denomina como mayoritaria. Si la cantidad de fondos otorgados constituye menos del 50% del total de costos de producción, la coproducción internacional se clasifica como minoritaria.
Este tipo de iniciativas, sin embargo, no se limita a lo estrictamente económico. Según el tipo de acuerdos y la legislación que aplique, muchos países exigen una cuota de presencia de índole cultural que condiciona la asignación presupuestaria. Alejandro Pardo, en su ensayo Coproducciones españolas: ¿estrategia financiera o expresión multicultural?, señala que, por tanto, las “coproducciones representan la confluencia entre las estrategias económicas y las implicaciones multiculturales”.
Pardo destaca que las coproducciones internacionales también presentan ventajas como el acceso a ayudas públicas, el aumento del mercado potencial (tanto de socios como de terceros), beneficios en costes de producción, acceso a localizaciones foráneas, aprendizaje de la competencia profesional ajena, establecimiento de nuevas alianzas y enriquecimiento cultural. El autor identifica, de igual modo, retos como la necesidad de trabajar historias de gran atractivo universal, mayor complejidad en las negociaciones, trabajar con personas que hablen otro idioma, aumento de gastos, pérdida del control creativo y efectos inflacionistas por el cambio de divisas. No obstante, sugiere que estas variables pueden anticiparse y conciliarse en las primeras etapas de los acuerdos.
Nuestro país cuenta con herramientas para estimular las coproducciones internacionales a través del Fondo Cinematográfico de Puerto Rico (Ley 121-2001). Los artículos 7.02 y 7.03 de su reglamento establecen, específicamente, los requisitos y condiciones generales mediante los cuales el Gobierno puede otorgar préstamos para este tipo de proyectos. Como ejemplos que han utilizado este mecanismo y que se encuentran en etapas iniciales de realización se destacan: Extraterrestres (coproducción de Puerto Rico y España), escrita y dirigida por Carla Cavina con la producción ejecutiva de Inés Mongil, y Fragmentos de amor (coproducción de Puerto Rico, Colombia y España), dirigida por Fernando Vallejo y cuya producción ejecutiva está a cargo de Laura Duque.
Por otra parte, Puerto Rico es miembro del Programa IBERMEDIA, organización que desde 1997 tiene como una de sus metas principales la creación de un “espacio audiovisual iberoamericano”. En un texto titulado “Diversidad audiovisual e integración cultural: analizando el programa Ibermedia”, José Manuel Moreno Domínguez explica que este programa estimula a través de un fondo financiero multilateral “la coproducción de productos para cine y televisión, el montaje inicial de proyectos cinematográficos, la distribución de películas dentro del mercado regional y la formación de recursos humanos para la industria audiovisual”.
Una coproducción internacional que en años recientes incluyó talento puertorriqueño y utilizó el Fondo Cinematográfico de Puerto Rico e IBERMEDIA para concretarse fue La mala (2008), dirigida por Pedro Pérez Rosado y Lilian Rosado en una coproducción entre Puerto Rico y España que tuvo como productores a Marcos Zurinaga y John E. Viguié. Esta película, por solo mencionar una, prueba la viabilidad de las coproducciones internacionales en el entorno local.
Pertenecer a esta organización abre la puerta a multiplicidad de oportunidades para los cineastas puertorriqueños. Podría fungir, igualmente, como una pieza clave para el desarrollo de una industria local con el ojo puesto en estrechar vínculos con geografías de habla hispana y de creciente desarrollo. Hasta hace poco, Puerto Rico fue incluso miembro del Fondo de Fomento al Audiovisual de Centroamérica y Cuba (CINERGIA), lo cual ofrecía otro ámbito de acción para adelantar la producción independiente y las coproducciones internacionales. Retomar este foro sumaría, igualmente, beneficios a la actividad cinematográfica local.
En su libro, Popular Cinemas of Europe: Studies of Texts, Contexts, and Frameworks, Dimitris Eleftheriotis dice que en este tiempo el reto que confronta a todos los implicados en la producción de un filme, tanto desde la perspectiva estricta del medio como desde los marcos gubernamentales, es la supervivencia del cine. Citado por Moreno Domínguez, el catedrático de la Universidad de Glasgow plantea que esto debe ocurrir mediante “asociaciones transnacionales y de la producción de películas que puedan traspasar de modo efectivo las fronteras culturales y nacionales”.
Estimular la coproducción internacional en Puerto Rico debe formar parte de los esfuerzos dirigidos a la constitución de una industria cinematográfica nacional. Al fin y al cabo, el cine es esencialmente un escenario de actividad colaborativa. Aplicar esta noción a otras dimensiones de nuestro quehacer sería, entonces, más que compatible.