Corona: debes $5 mil a una mujer atleta
El discrimen por razón de género se manifiesta de diversas maneras. Es violencia que puede recurrir a la agresión física, el acoso, la crueldad psicológica y el feminicidio, entre otras formas de brutalidad. La violencia de género es también estructural en la medida que se utilicen el ‘uso y costumbre’ y las prácticas políticas y económicas que perpetúan relaciones de poder desiguales como justificación para la inequidad en los renglones relacionados al salario, las oportunidades de ascenso social y la valorización de los cuerpos inmersos en la actividad laboral. Si hay una actividad en la cual frecuentemente se utilizan violentamente argumentos amparados en las lógicas del capitalismo y el mercadeo para justificar menor paga a las mujeres, es en el deporte. Cada vez que se hace una denuncia sobre la brecha salarial entre un hombre y una mujer que practican el mismo deporte o participan en circuitos de competencia análogos, algunos detractores del feminismo deportivo salen de sus armarios de odio vestidos de apologistas del capitalismo para plantear que “las mujeres no venden igual en el deporte, por lo tanto deben recibir menor paga”. Y cuando estos ‘muchachos’ defensores del “status-quo” deportivo son recibidos con cuestionamientos coherentes en torno a sus posturas retrógradas, no tardan en plantear que “en el voleibol las mujeres reciben más exposición que los hombres. De eso no hablan las feministas”.
Claro, porque nunca les ha interesado problematizar el voleibol (y el deporte) desde acercamientos con perspectiva de género. Eso es tabú en las altas esferas del Departamento de Educación, en el liderato de la Asamblea Legislativa machista que gobierna a Puerto Rico y en la mayoría de las instalaciones deportivas del país. Estas personas no ven como un problema de democracia el hecho de que históricamente los medios de comunicación y la prensa deportiva hayan capitalizado en el voleibol femenino principalmente por el hecho de que han podido explotar comercialmente la apariencia física de las jugadoras y sus cuerpos “femeninos”, poniendo de esta manera como tema secundario la gestión de estas mujeres en la cancha (Ver trabajo de Delia Lizardi-Ortiz). Para el capitalismo deportivo, lo que vende y entretiene es prioridad. Por tal razón, se es selectivo al apoyar a nivel de medios comerciales, auspicios corporativos y mercadeo deportivo al voleibol, mientras se justifica la devaluación de los cuerpos y esfuerzos de las baloncelistas y boxeadoras, quienes reciben muchísima menor paga en comparación a los hombres que practican esos deportes. Y sí, estas visiones también pueden impactar adversamente a hombres en deportes como el voleibol, quienes no pueden recibir el mismo apoyo y exposición por estar sometidos a una sociedad en donde las corporaciones se aferran a ideologías de género dominantes para decidir sin ningún tipo de criterio deportivo, cuáles son las prácticas atléticas que deben mercadearse como “deportes femeninos” o como “deportes masculinos”. Esta realidad es cónsona con el análisis de la filósofa estadounidense, Judith Butler, quien plantea que el criterio de rechazar o marginar ciertos cuerpos responde a una medida disciplinaria para “normalizar” todo aquello que no se circunscriba a las representaciones de los cuerpos que son valorados por la sociedad. En el modelo del deporte como entretenimiento se justifica apoyar y brindarle paga igual a la mujer solo si estas “venden”. En muchas ocasiones el principal criterio para determinar la rentabilidad de la atleta está atado a visiones tradicionales de lo “femenino” y el cuerpo “ideal”. Lo otro es desechable y puede ser tratado como “menos”. Suena terrible esta lógica, pero es la visión defendida por ‘los muchachos’ (y algunas ‘muchachas’) que recurren a discursos de eficiencia, rentabilidad y mercadeo 101 para mofarse de los reclamos de las compañeras que integran una perspectiva feminista en el tema salarial del deporte.
Uno de los casos más recientes que visibilizó esta problemática surgió el pasado lunes, 19 de marzo cuando la periodista Cristina Del Mar Quiles publicó en redes sociales la denuncia en torno a la paga desigual por género otorgada en el evento “Corona Pro Surf Circuit”, celebrado entre el 16 y 18 de marzo en Rincón, Puerto Rico. Al ganador masculino Brian Toth le dieron un premio de $10 mil dólares. A la campeona femenina Tiarah Blanco le dieron $5 mil dólares. La denuncia de Quiles se tornó viral en Facebook. Hubo mucha gente que compartió la publicación y estuvo de acuerdo con la crítica planteada por la periodista. También hubo gente que defendió la paga desigual y se aferró a las mismas lógicas de mercado e ideologías de género hegemónicas descritas en los párrafos anteriores de esta reflexión.
No obstante, llamó la atención el hecho de que el auspiciador principal del evento deportivo, “Corona de Puerto Rico”, respondió a las críticas y justificó la decisión de la paga desigual. De acuerdo al portavoz de la empresa de cervezas, según fue escrito en inglés en la página oficial de la marca en Facebook, “el premio es determinado por el número de cada categoría. Las participantes en la categoría femenina fueron considerablemente menos, lo cual significa que participan en menos rondas que los hombres”. Acto seguido salió a relucir que en el torneo compitieron 35 hombres y 14 mujeres. Este dato llevó a personas a defender la decisión de la paga desigual argumentando que hay que respetar esa lógica y que debe compararse al “hipódromo” y su sistema de apuestas. Es decir, así como los caballos, en la medida que más mujeres entren a la competencia, mayor será su “poolpote”. Partiendo de esta perspectiva, olvidemos que la empresa “Grupo Modelo” (compañía de la marca cervecera Corona) es millonaria y tiene una presencia mediática privilegiada que muy bien puede ser utilizada para promover mensajes de equidad de género con capacidad de calar entre sus consumidores. Eso no cuenta. Prevalece el discurso de violencia de género de que “ese no es un deporte tradicional de mujeres y que por eso participan menos de ellas y, por lo tanto, se justifica que reciban menos paga”.
Ante las justificaciones de lo indefendible, Quiles respondió acertadamente que desafortunadamente “era muy complicado para los auspiciadores hacer alguna gestión que adelante la equidad de género como poner la diferencia para que el premio a la ganadora en la categoría femenina fuera igual al de la categoría masculina, y así motivar a que en la próxima edición más mujeres participen de la competencia. Esa explicación lo que hace es precisamente perpetuar las condiciones por las que menos mujeres participan de este y otros ámbitos sociales. Si los títulos son iguales: campeón y campeona, que los premios sean iguales, independientemente de las condiciones de la competencia que los competidores no pueden controlar”.
Corona de Puerto Rico, no perpetúes las condiciones desiguales con las que entran las mujeres a estas competencias deportivas. Como no se pretende pedirle a Brian Toth que regale parte de sus $10 mil dólares para que el premio Tiarah Blanco sea igual al de él, lo más prudente es que en el 2018 la principal empresa auspiciadora de este evento le otorgue $5 mil dólares adicionales a Blanco. Ya para el 2019 esperamos ver dos cheques por la misma cantidad.