Cortometraje proyecta la violencia urbana
Desenmascarar la violencia y exponer a sus víctimas y perpetradores otras formas de expresión es lo que pretende hacer Álvaro Aponte con su cortometraje Mi santa mirada. El cineasta ha estado grabando entre el residencial público Torres de Sabana en Carolina y la barriada sanjuanera La Perla. El proceso no ha sido difícil, pero la producción augura éxitos.
“Lo bueno de este proyecto es envolver a la comunidad, que los chamaquitos vean los medios de expresión que tenemos… otras alternativas de comunicación”, dice el actor Eddie Díaz, asegurando que el cine puede ayudar a que personas que viven en un ambiente de violencia la canalicen a través de un trabajo arduo y artístico.
Con Díaz coincide Aponte, director del cortometraje, quien a su vez confía en que con su proyecto “los estamos exponiendo [a la comunidad] a otra realidad” diferente a la que viven estas comunidades.
Díaz fue enfático en que Mi santa mirada puede ayudar a “concientizar a la gente sobre lo que viven estas comunidades día a día”. Sin embargo, no dudó en opinar que aunque este proyecto enfocado en la violencia derivada del narcotráfico se graba en un residencial y una barriada, no es sólo en las comunidades pobres donde se concentra el tráfico de drogas ni la violencia abrumadora en la que está sumergida el País, con más de 500 asesinatos en lo que va de año.
“La violencia se da en todas las clases sociales”, asegura. “En Puerto Rico se ha tratado de dar a entender que [la violencia y la droga] es un problema de las comunidades”, dice Díaz, quien declara que el problema reside en que en la Isla “no se mide a todo el mundo con la misma vara”.
Por otra parte, Vivian Rebella, productora del trabajo, dice que el proceso de escoger el lugar para el filme comenzó en febrero. Originalmente querían que el rodaje se diera en el residencial Las Gladiolas, pero los planes, actualmente concretados, de demoler los edificios se lo impidieron. Luego de mucha búsqueda, escogieron Torres de Sabana, en donde tuvieron que pasar por un proceso largo de escrutinio por parte de la comunidad.
“Desde que pensaban que éramos policías hasta que [ahora] tenemos la confianza [de los residentes],” expresó Rebella, quien asegura que fue la entidad que administra el complejo de viviendas quien más problema les presentó. No quiso dar el nombre de esta compañía para evitar conflictos.
Encontrar a los actores que interpretarían los personajes fue también una “tarea bien difícil”, pues, según la productora, la intención del director era tener “gente real” dentro de su elenco que “no están en una agencia, están en la calle”. Esta intención la confirma Aponte, quien dice que para la historia necesitaba gente “que presentaran en su rostro esa realidad”, la realidad de “la violencia de la droga en el caserío”.
No es que Aponte y Rebella realizaran la misión de husmear por los puntos de droga del País para conseguir a sus actores -pues aseguran que fue “requisito” para la selección que los jóvenes “no estuvieran metiéndole a nada ilegal”- sino que muchos de los intérpretes tienen vivencias de violencia relacionada a actos criminales, como es el caso de Rafael Mercado, el protagonista del cortometraje, quien estuvo en la cárcel.
Aponte aseguró que Mercado es “uno de los más serios y comprometidos” con el proyecto, ayudando en la filmación y sirviendo como una especie de líder para los más jóvenes.
Mi santa mirada es coproducida por la Corporación de Cine de Puerto Rico, Pimienta Films y Luillo Ruiz. La Corporación ha producido otros proyectos con enfoque comunitario como el documental Salud y solidaridad: las rutas nocturnas de Iniciativa comunitaria.