Crónicas del otro lado: de Puerto Rico a la China (III)
I
El burro alante pa’ que no se espante (04/02/2010)
Llegué a Shanghai y al inicio todo se trataba de mi adaptación al lugar. La ciudad me sembraba extraña e impenetrable. No hacía otra cosa que preguntarme: ¿cómo se adaptará el resto de los extranjeros a este lugar? ¿Se adaptarán? La pregunta me comenzó a obsesionar y desde entonces uno de mis hobbies favoritos es el de mirar la conducta de los extranjeros.
A principio me sentía tan sola cuando mi compañero se iba a trabajar, que cada vez que salía a caminar o a la escuela, y veía a un extranjero o extranjera, me sonreía con ellos. No me preguntes por qué, pero a cada rato me vi con la sonrisa plantada, ya sea porque volteaban la cara o porque simplemente no les daba la gana de sonreírme de vuelta. “¿Qué les pasa?”, pensaba. “¿Cúal es la comemierdería? ¡Ellos vienen del mismo mundo que yo! ¿Por qué niegan mi presencia?”
Fue chocante ver occidentales comportarse como extraterrestres a quienes le habían lavado el cerebro. Los chinos se esfuerzan mucho más y hasta te hablan en señas para que los entiendas si es necesario. Para colmo, si les sonríes, muchas veces se ríen contigo de vuelta. El único problema entre su servidora y los orientales en general, es que soy demasiado puertorriqueña y ellos demasiado orientales. Eso nos asusta. Una amistad entre un oriental y yo requiere mucho esfuerzo y paciencia de ambas partes porque yo soy rapidita en la conversación y ellos se comportan más formales. En fin, tengo mucho que aprender de los chinos y los orientales en general porque no creo que sea imposible una amistad profunda entre nosotros. Sólo requiere un poquito más de tiempo.
De vuelta a los occidentales. Esos seres con caras similares a la gente que viene de mi mundo, pero que en realidad son extraterrestres que se apoderaron de sus cuerpos, siguen siendo un enigma para mi. Hablo de esto con mi compañero y él se ríe. Cuando él vivió en China por primera vez, el país apenas se estaba abriendo al mundo. La cantidad de extranjeros era bien limitada, comparada con este momento, y las intenciones de estos extranjeros eran más genuinas.
Esta gente que vino a la China para finales de siglo veinte no tenía el acceso “infinito” que nosotros tenemos ahora con Google. La comunidad de expatriados apenas tenía una idea clara de lo que se iba a encontrar, y por lo general leía libros y periódicos de papel que debían cuidar como si fuera oro. Esas eran sus guías “Lonely Planet”. Este contexto llevó a mi novio a desarrollar amistades interesantes, muchas de las cuales aún conserva. Muchas de esas amistades han visto los cambios drásticos por los que ha pasado el país donde finalizaba el Silk Road y, al igual que yo, miran a los nuevos inmigrantes con asombro… y hasta con burla. Esto, ya que muchos de estos occidentales viven la vida al estilo Bar Rouge Night Life , caminan como si fuesen Indiana Jones y no se enteran de lo que pasa a su alrededor.
Por culpa de estos extranjeros el costo de vida en Shanghai ha subido: teniendo los recursos adelantados de internet que tenemos, no se molestan en hacer investigación acerca de las reglas de compra en el mercado y pagan precios ridículos porque no les gusta, no quieren, se averguenzan y/o todas la anteriores… si regatean el precio. En China hay que regatear hasta para comprar una fruta. Pero algún complejo mental extraño no les permite dejar el orgullo a un lado y se creen que deben posar como el “magnate” que vinieron a representar. Lo digo hasta con coraje porque gracias a esta élite, la mayor parte de los Chinos miran a los extranjeros con recelo porque se creen que todos somos ricos y que por culpa de nosotros los occidentales, la vida a ellos se les hace más dura. No tienen idea de las veces que me han tratado de ver la cara de Laowai cuando salgo a comprar.
Me viene a la memoria el rostro de esta chica, casada con un empresario y a la que la vida me llevó a conocer. Recuerdo sus palabras cuando me habla de las veces que sale de shopping y de cuán poco regatea cuando compra cosas. Como ella dice:
– “Yo sé que los chinos no pagan lo mismo por un artículo, pero para mi, el precio que me dan es una centavería!”
Pueden imaginarse mi cara cambiando de colores, especialmente cuando la chica hizo los comentarios frente a una joven china que no se gana en un mes lo que esta extranjera gasta en una semana en el supermercado. Bueno, hasta ahora, el cuadro que he pintado no es muy alentador. Con estas imágenes, ¿quién espera una sonrisa de vuelta?
No se me puede escapar el clásico galán que viene de negocios y piensa en China como el paraíso de las vaginas asiáticas. Un día que salí a comerme una pizza con mi novio decidimos llegar a una de las áreas que quedan de la antigua Concesión Francesa en Shanghai. El área es bien interesante y puedes ver las pequeñas barras decoradas con el arte de la nueva generación de estudiantes de Shanghai. Las jóvenes shanghaineses caminaban por el lugar agarradas de mano y las callecitas se sentían tranquilas. La excepción era un joven parlanchín con acento al estilo New York University. Mi novio tenía cara de amargado de tanto escuchar al bambalán. Aún no sabemos en qué momento se dio cuenta de que la china que lo acompañaba estaba que se moría de aburrimiento. Cada segundo era aprovechado por el galán para aventar lo “exitoso” e “interesante” que era. En ningún momento le hizo preguntas a la joven o mostró algún signo de que estaba interesado en lo que la joven sentía o pensaba. Ella estaba ahí para reforzar su rol de extranjero “caza-vaginas-asiáticas”. Le pregunté a mi novio si pensaba que la iba a conquistar y me dijo:
– “No, she’s bored. Probably if she’s interested in money and she gets it, he can get something. But that would be very pathetic indeed”.
Y así ves repetirse la historia una y otra vez cada vez que sales a cenar: el extranjero que habla hasta por los codos y la chinita que escucha callada. Es triste…
Durante el transcurso de mi estadía en China, he llevado a cabo experimentos de amistad que aún no sé si han resultado en algo “serio”. Salgo de vez en cuando al mundo del supermercado y me encuentro con una que otra doña extranjera que se “apiada” de mi y me dirige la palabra. Nos intercambiamos teléfonos, pero al final ninguna termina llama a la otra.
Para ponerle “frosting” al bizcocho, les cuento sobre mi vecino extranjero. Resulta que vivo en un área residencial habitada mayormente por chinos. Resulta también, que he descubierto que muchos extranjeros que viven en el área no saben hablar (ni les interesa) el mandarin. Viven aquí una eternidad haciendo lo que critican de los chinos en el otro lado del mundo: no se integran ni tratan. Vienen a hacer dinero en China. El país se convierte en una prostituta a la que le exprimen la última gota de leche y por momentos me pregunto por qué esta conducta es hasta alentada por los mismos chinos… Nada, que a veces me apiado de estos desgraciados sin que me lo pidan.
Un día cuando regresábamos del centro de la ciudad, mi novio y yo vemos esta ambulancia al lado de nuestro edificio y observamos a este señor bastante mayor y extranjero haciéndole gestos exagerados a la gente de la ambulancia. Rápido pensé “este no habla chino, ay bendito”. Y boricua al fin, le digo a mi novio:
– “We should go to help him, he’s in the middle of an emergency and he maybe needs some help. You can help him with the translation!”
El burro alante pa’ que no se espante.
Mi novio no se veía muy convencido, pero decidió seguirme la corriente. Se acercó a la ambulancia y le habló en chino a uno de los paramédicos, quien se sonrió y muy gentil comenzó a indicar que no era necesario un traductor. Pero inmediatamente, el señor éste del que les hablo se volteó y en tono tajante le dijo a mi novio:
– “No thanks. I can speak very good Chinese”.
Bien por él. No es que en medio de una emergencia uno sea la persona más polite del mundo, pero en vez de ver la buena intención de mi novio, el señor entendió que era necesario demostrar que él era más chino que los chinos y descartó cualquier ayuda.
Ya en este punto, he comprendido perfectamente que muchos extranjeros vienen a mear territorio y no les interesa socializar con otros extranjeros. Total, ¿qué nos une? ¿Una historia y un alfabeto? ¡Bah, gran cosa!
Hoy, parada en mi balcón a las 10:30 de la mañana, con una temperatura de 40 grados Farenheit (para mi eso es frío de nevera, viniendo de Puerto Rico) y en pijama, miraba los autos y la gente que pasaban. Mi novio está en un viaje de negocios por una noche y mis clases de mandarín no comienzan hasta principios de marzo. ¡Qué sola me siento! Como no aguanto el frío, entré después de unos minutos y decidí conectarme a skype para llamar a una de mis mejores amigas en Puerto Rico. No creía poder encontrarla porque trabaja como bestia en la industria hotelera, como lo hacía yo, pero algo ocurrió: no sólo la encontré a ella, sino que estaba acompañada de mi otra mejor amiga y ambas estaban en el interior del carro frente a Border’s. Mientras en China eran las casi las once de la mañana, en Puerto Rico eran casi las once de la noche y Border’s estaba por cerrar. Ese era nuestro jangueo cuando yo vivía en Puerto Rico. Ibamos a Border’s a ver libros y revistas. Soñábamos juntas con viajar el mundo y vivir en casas llenas de sueños y creatividad. Siempre nos sacaban prácticamente a patadas del parking de Plaza Las Américas. Y aquí nos encontramos juntas por primera vez después de ocho meses fuera de Puerto Rico. Ellas dos sentadas dentro de un auto escuchando por el speaker del teléfono a su amiga que está al otro lado del mundo, y yo en la China. Comenzamos a hablar casi a la vez, luego nos fuimos calmando y comenzamos a hablar de nuestra vida sentimental. Les conté sobre mis primeros “malos entendidos” con mi compañero y cuando me preguntaron sorpendidas qué había pasado, me mostré un poco tímida diciéndoles que no era importante y que era mejor hablar de otras cosas. Fue genial cuando las dos reaccionaron sorprendidas por mi falta de confianza y me espetaron un:
-“¡Vete al carajo con esa mierda! Somos tus amigas y no te nos vas a esconder así porque sí!”
¡Wow! Cuánto extrañaba que alguien, aparte de mi novio, se interesara por lo que verdaderamente está dentro de mi. Hablamos por dos horas y media! Sentí el calor y el consuelo que sólo me pueden dar mis amigos en Puerto Rico. Sufrimos juntos, celebramos juntos y si no nos sonreímos es porque estamos llorando. Así somos.
Tuvimos que terminar la llamada cuando los guardias de seguridad de Plaza las Américas vinieron a advertirles que tenían que salir del parking inmediatamente por motivos de seguridad. Nos despedimos. Alegres porque nos reunimos, tristes por la distancia. Me levanté del sofá y me dirigí de nuevo al balcón. Esta vez no sentí soledad. Miraba los autos pasar preguntándome qué me queda por aprender de este lugar, de esta quietud, de este lejos-estar… Escuché la computadora sonar. Mi novio me escribía por el chat desde su trabajo:
– “What are you doing? Are you there?”
Suspiré…
– “Sí, aquí estoy.”
II
Comida China… (10/04/2010)
Me pregunto si la gente sabe lo que dice cuando dice que le encanta la comida china. Yo pensaba que me encantaba porque en el restaurant “chino” de la esquina yo podía comprar una orden de pepper steak con tostones que me gustaba mucho. Jajajajaja…
He probado de todo un poco desde que llegué a la China: los huevos fermentados (皮蛋) y el tofú “apestoso” (臭豆腐) no están en mi lista de favoritos. Pero debo admitir, que este caldo de gallina que probé en Zhouzhuang, me trajo recuerdos gratos de Puerto Rico. El único problema, fue cortar la gallina usando un cucharón y palitos chinos.