Cuba: entre el amor martiano, la guerra económica y el egoísmo
«Sin razonable prosperidad, la vida, para el común de las gentes es amarga; pero es un cáncer sin los goces del espíritu». –Jose Martí
Hace siete años escribí un artículo en esta revista digital, sobre mi visita a Cuba, en septiembre del 2011, que se tituló: «Cuba: Del yo al nosotros». Hoy quiero reevaluar esas conclusiones de manera crítica, a raíz de mis experiencias en la otra ala, luego de convivir junto al pueblo de Martí durante casi un año.
Acá he vivido como un cubano de a pie: haciendo las colas, montando las guaguas, comprando en el mercado más cercano, caminando largos trayectos y disfrutando de una sociedad mayoritariamente educada y en paz social. No es un turista privilegiado o un «yuma», el que les escribe.
Es preciso aclarar que me expresaré desde mi corazón, con el sentido del deber que postuló El Apóstol de Cuba, José Martí (1853-1895). Así fue bautizado por su amigo Gonzalo de Quesada, y como El Maestro, por los tabaqueros cubanos y puertorriqueños de Cayo Hueso y Tampa. Desde entonces, se selló con sangre en la manigua cubana, la hermandad de nuestras dos alas.
Comienzo destacando que la fortaleza principal de la Revolución Cubana, que he experimentado en carne propia, sigue siendo el pensamiento iluminado de Martí, hecho obra. Con sus aciertos y errores, sus aspectos positivos y negativos, Cuba sigue siendo hoy, un referente importante para el mundo entero, sobre todo por capacidad de resistencia.
«Martí encarnó en Fidel», me decía el otro día una anciana de pelo y traje blanco largo, en la guagua repleta de gente, con un rosario al cuello. «¿Sabes que el espíritu del Maestro, le dictó al Comandante en la cárcel, su defensa del Ataque al Moncada en su Centenario? Tienes que leerte bien ese discurso, para entender lo que te digo», terminó enfática.
En el corto trayecto del recorrido habanero habitual, también me dio su versión de las palomas blancas, que se posaron en los hombros de Fidel, justo en su primer discurso en la Plaza de la Revolución, el 1 de enero de 1959. Antes de bajarse de la guagua me habló de su orgullo como miliciana y trabajadora, muy entusiasmada por el recuerdo de la ceremonia en que bendijeron a Fidel, en el Sur de África.
En La Habana estoy investigando y analizando el pensamiento espiritual de Martí, que es el tema de mi tesis doctoral y de un libro que publicaré en diciembre. Por eso he descubierto con asombro, la inmensidad de una filosofía mística y trascendental, donde Martí asegura que «el ser humano tiene dos dimensiones: la material y la espiritual».
No en balde, Haydee Santamaría, heroína de la Revolución Cubana de 1959, acuñó la frase legendaria de «somos marxistas martianos». De esa manera resumió el ideario creador de Martí que se ha mantenido y defendido en Cuba, contra viento y marea, aunque no con el énfasis espiritual de Martí.
Ya han pasado casi sesenta años (1959-2018) desde el triunfo de «los barbudos», como les llamaron los campesinos de la Sierra Maestra. Ese Ejército Libertador fue apoyado por el pueblo, sobre todo por su ejemplo espiritual, ético y moral. Un gran impacto en la población tuvo la concepción martiana que se aplicó, de la «Guerra sin Odio», en donde el respeto al enemigo fue una ley suprema del Movimiento 26 de Julio.
Así se demostró que los ideales y objetivos de la revolución eran lograr una transformación radical de toda la sociedad, fundamentada en la energía del amor, de la cual escribió la ilustre intelectual cubana, Fina García Marruz. La meta final era el bienestar del ser humano, especialmente de «los pobres de la tierra», como visualizó Martí en sus Versos Sencillos.
En esa ruta, se sembró la educación y el trabajo para todos, se enfrentó el racismo, la discriminación de la mujer y la desigualdad social. También se desterró a la criminal mafia de la droga y los juegos ilícitos, se combatió exitosamente la pobreza extrema y los privilegios de una oligarquía minoritaria, intermediarios del gran capital estadounidense.
Esta sociedad soberana y socialista, también acogió desde los inicios del triunfo de la Revolución del 1959, el postulado martiano, de una formación ciudadana con principios espirituales, aunque se suprimiera el concepto de la espiritualidad. Su objetivo fue que se promovieran los valores esenciales de la ética, la moral y la solidaridad, como principios cardinales.
Sobre esas bases se ha construido una sociedad distinta, sin explotadores ni explotados. Por eso, Cuba ha sido sometida al bloqueo económico más prolongado, que ha conocido la historia. Las consecuencias han sido muy dolorosas y profundas, pues se ha intentado doblegar a toda una nación por hambre y limitaciones materiales básicas, durante más de medio siglo.
Como parte de esta guerra económica, impuesta por el imperio más poderoso que ha conocido la humanidad, se ha intentado de todo para doblegar a Cuba. Desde los cientos de operativos de la CIA para asesinar a Fidel hasta el envenenamiento de la caña e impedir la venta de medicinas esenciales para la salud del pueblo cubano. Todo con el nombre encubridor de la democracia capitalista y la mal llamada libre empresa.
Por eso Cuba, con todos sus serios problemas económicos, errores o retrocesos, es digna de admiración para todo aquel que no esté prejuiciado políticamente. Un ejemplo de superación, dignidad y resistencia, que sirve de faro en pleno siglo veintiuno. De ahí que las críticas constructivas que esbozo a continuación, las hago con el mayor respeto.
De hecho, al momento, aquí se están discutiendo los cambios a la Constitución de 1976, que viabiliza que se discutan ampliamente, todas las preocupaciones y diferencias del pueblo con el sistema. Por su trascendencia, se están celebrando miles de reuniones de democracia ciudadana, en todos los sectores de la sociedad, durante más de tres meses.
Esta campaña educativa y participativa masiva, sin precedentes en el mundo, recoge todas las sugerencias y propuestas específicas del pueblo. Un Ante-proyecto de Ley de la Constitución, aprobado por los más de ochocientos legisladores de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que amplían significativamente los derechos individuales de todos los cubanos.
En ese espíritu solidario y de debate ideológico, me motivo a resumir algunos puntos de vista, con un sentido de responsabilidad social que trasciende fronteras. Como dijo Martí, porque «Patria es Humanidad» y Cuba está en un momento definitivo de su historia.
Vamos al grano, brevemente, a los apuntes y reflexiones, desde la perspectiva de un boricua que se siente privilegiado y honrado al poder vivir como un ciudadano común en Cuba.
Primero: La esencia de la sociedad cubana, sigue siendo el amor. Desde esa energía espiritual, surgen todos los demás valores humanos. En el Preámbulo de la Constitución del ante-proyecto, queda plasmada la dignidad plena y la justicia social, como objetivo supremo, pero pregunto: ¿Dónde aparece el esencial amor martiano, que inspira a la Revolución Cubana, en la futura Carta Magna?
Recordemos que para Martí, no bastaba con satisfacer las necesidades materiales y la organización efectiva del gobierno. Crear las condiciones económicas, son el medio para desarrollar el hombre nuevo, del que originalmente también habló el Maestro. Es la elevación espiritual martiana o el llamado desarrollo pleno de Fidel, el objetivo supremo de la Revolución Cubana.
Segundo: El primer gran obstáculo a vencer en la Cuba de hoy es la ausencia de soberanía alimentaria, donde todavía la mayoría de los productos se importan. Esta situación encarece enormemente los precios de los alimentos y refleja la debilidad de la agricultura, aun con el mejoramiento de los últimos años. Otros asuntos prioritarios y urgentes, son garantizar una vivienda adecuada y mejorar la transportación masiva.
Tercero: No obstante, el más peligroso y peor enemigo, a combatir hoy en Cuba, no es solo el material y también lo presagió Martí: el egoísmo, el individualismo y la avaricia. Esa es la píldora venenosa, que se intenta sembrar y entronizar en la sociedad cubana moderna, en especial entre la juventud, ante el fracaso de la guerra económica imperial, que nació y se acrecentó con el periodo especial de las décadas del 1990 y 2000, hasta nuestros días.
Para prevenirla y combatirla hace falta voluntad política e intensificar la educación, pero, sobre todo, crear las oportunidades de empleos bien remunerados, de acuerdo a la aportación de cada cual a la sociedad. Un paso en la dirección correcta ha sido la apertura del pequeño y mediano comercio, pero con el peligro de ir creando diferencias sociales, que ya se empiezan a reflejar en el diario vivir.
Tercero: Es urgente, cultivar y promover el civismo, a través de campañas intensas a favor de la cortesía, los buenos modales, la solidaridad y la limpieza en las calles de ciudades y campos, hoy muy descuidados. Esta es una debilidad de carácter espiritual, que refleja también la pérdida de valores, producto del individualismo, que se convierten en malos hábitos colectivos, de manera silenciosa, pero muy evidente.
Cuarto: La pequeña y mediana corrupción generalizada, en la vida diaria del cubano de a pie, hay que enfrentarla con campañas de educación, pero también con firmeza en las sanciones legales, que actualmente no se están aplicando. Solo así, comenzará a resolverse en la práctica, este espinoso problema, que se encubre con la frase de «estoy en la lucha» o » en la sobrevivencia», pero que no se puede justificar, pues lacera el espíritu y la dignidad del ser humano.
Quinto: El avance de la vulgaridad a través de la sub-cultura del «reggaeton», en su versión más enajenante, entre amplios sectores de la juventud y del pueblo. Esta realidad se refleja en muchos de los vídeos musicales, que aparecen en la televisión, restaurantes, áreas recreativas y culturales. La música, decía Martí, «es la forma más bella de lo bello» y por ahí se están socavando los cimientos de la revolución.
Sexto: Sin embargo, a pesar de los errores, hoy existe en Cuba, una mayoría de seres humanos honorables, educados, sensibles y amorosos, que Martí llamo «los agradecidos» y que el cantautor Raúl Torres inmortalizó en una hermosa canción y video musical, a raíz de la muerte física del Comandante.
Son los millones de niños, jóvenes, adultos y ancianos cubanos, que salieron de sus hogares, centros de trabajo y de estudios, campos y ciudades, a saludar a Fidel, en su cambio de vida. Esos que firmaron un juramento frente al féretro del Comandante en la Plaza de la Revolución, donde se comprometieron a defender todos los avances políticos, económicos y sociales de la Revolución.
Las grandes mayorías educadas, de gente decente, que no se conforman con los extraordinarios logros alcanzados por la Revolución Cubana y aspiran a una sociedad más próspera y sostenible, pero que trascienden el aspecto solamente material.
Séptimo: Alerta con los cantos de sirena del consumismo y la idealización del mercado capitalista. Aquellos voceros que intentan confundirnos con las carencias materiales, pero obvian los ricos goces del espíritu, a que tienen acceso todos los cubanos. Los invito a investigar sobre el Índice de Desarrollo Humano (IDH), de la Organización de Naciones Unidas, en donde Cuba se ubica en un lugar muy destacado.
Octavo: Le pregunto a esos materialistas tradicionales: ¿Cómo valorizar la paz social que se respira, la seguridad social garantizada, la educación y la salud gratuita, la recreación y el deporte al alcance de todos, el extraordinario desarrollo cultural y la enorme contribución de las misiones de solidaridad internacionales de Cuba a la humanidad?
Todos esos logros espirituales, por encima del asedio y constante ataque material del imperio del mal, ahora presidido por un sicópata y racista presidente del imperio estadounidense, instrumento de un complejo militar industrial diabólico.
Noveno: La verdad es que a pesar del bloqueo económico y financiero criminal, la Revolución Cubana ha logrado construir una sociedad sin explotadores y explotados,
mayormente saludables física y mentalmente, como lo demuestran los estudios de los organismos internacionales de la salud.
Decimo: ¿Cómo ponerle precio a la victoria sobre el monstruo del narcotráfico y de la mafia internacional, del veneno espiritual que produce el gran capital a través de sus medios de comunicación, del consumo exagerado y de la comercialización excesiva de toda actividad humana, con el único fin de obtener ganancias billonarias para unos poco acaudalados?
Undécimo: Valoremos las conquistas sociales de la Revolución Cubana y luchemos contra el «peor enemigo», que se intenta colar, que es el egoísmo, el individualismo y la avaricia, que generan la corrupción de las sociedades modernas.
Duodécimo: Propongo que continuemos en la ruta revolucionaria del amor, que nos trazaron Martí y Fidel, que después de todo es la misma, para el resto de la humanidad. Así debe quedar plasmado en la nueva Constitución Cubana.
«Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud: pero con un solo pecho y una sola mente». José Martí. Nuestra América, Revista Ilustrada de Nueva York, 1 de enero, de 1891.