Danny y Nelson González juntos en Obsesión
El lanzamiento de esta nueva producción que recupera parte del maravilloso cancionero latinoamericano estará disponible a partir del 25 de marzo próximo.
Tarde por la noche, después de otro show vendido por completo en un importante escenario como el de Carnegie Hall, una de las voces más admiradas de la música latina se apuraba para llegar al estudio en Nueva Jersey. Danny Rivera –un cantante poderoso, una figura pública amable, y un instigador musical consumado– se sentaba junto al renombrado y virtuoso tresista Nelson González. Durante diez años, esas sesiones se volvieron la obsesión de los dos experimentados músicos.
Unidos por una gran amistad, con un sexto sentido musical para el trabajo del otro, emprendieron la tarea de revivir algunos de los boleros más impresionantes del cancionero latinoamericano. Obsesión (lanzamiento: 25 de marzo de 2014) es un trabajo por el amor a la música y un clásico creado por dos grandes músicos en la cima de su madurez musical, en el que Danny demuestra indiscutiblemente qué nació para cantar.
A lo largo de las décadas, los boleros del disco se transformaron en un repertorio habitual y venerado, similarmente a lo que sucede con las baladas de jazz. Escritos por músicos perseverantes de orígenes humildes, como Pedro Flores, el compositor del tema que le da título al álbum, los boleros capturan momentos que evocan el deseo y la nostalgia con gracia e inocencia. Los intérpretes han regresado a ellos una y otra vez, en busca de sus melodías pegadizas y sus narraciones de añoranza. Sin embargo, el arte del bolero –el compromiso total con los sentimientos desorbitados de la canción, las melodías musicalmente intrigantes—se encuentra en vías de desaparecer.
Para Rivera y González, sin embargo, esa desaparición simplemente no es aceptable. En Obsesión, los maestros nos entregan su versión de esas historias clásicas que hablan del amor, el deseo y las sombras universales del corazón con una sencillez dolorosa: la voz cautivante y apasionada de Danny se entrelaza con el tres de González, en un diálogo que fue la base para todo el álbum. Expandiendo la paleta habitual del bolero con el requinto (el primo de registro alto y subvalorado de la guitarra), el bandoneón (la concertina detrás del sonido del tango), y colaboraciones de algunas de las más brillantes luminarias de la música latina (Chucho Valdés, Arturo O’Farrill, Andy González, el fenecido Manny Oquendo, Martín Rojas, Raymond Torres, Federico Britos, Rafael Scharón, Carlos Abadiel y Ricardo Pons), Danny y Nelson buscan seducir nuevos oídos utilizando un talento musical elegante y una emoción elocuente, pura y simple.
“Este disco es minimalista. Apenas entré al estudio con Nelson supe que mi trabajo tenía que ser diferente al de todos los otros cantantes que han interpretado estas canciones durante los últimos sesenta u ochenta años”, explica Rivera. “Me juntaron con uno o dos instrumentos para simplemente cantar”.
“Queríamos y necesitábamos recuperar el sonido más puro, manteniendo siempre la melodía armónica de la canción”, reflexiona González. “Hay mucha sabiduría en el disco. Siento que cuando uno graba, hace historia, y mientras grabábamos este álbum sabíamos que era precisamente eso lo que estábamos construyendo”.
Una carrera legendaria
Su carrera legendaria empezó cantando boleros, las baladas románticas populares e ingeniosas que florecieron originalmente en los años treinta. Apodado como la “voz nacional de Puerto Rico”, Rivera ha conseguido estatus de estrella latina gracias a la intensidad de sus presentaciones en vivo, las decenas de grabaciones que ha realizado, y los riesgos a los que se ha expuesto en su rol de activista comprometido.
Nelson González ha tocado con Danny Rivera por más de 25 años. Se conocieron cuando Danny necesitaba un tresero y descubrió a Nelson. González, quien ahora sale de gira con Eddie Palmieri, ha sido un activo participante de la escena de la Salsa de Nueva York, tocando con bandas como Típica 73, y acompañando a grandes nombres como Cachao, Paul Simon, o Marc Anthony. Según palabras de González, fue precisamente el trabajo que hizo junto a Simon el que le sirvió de guía para su forma de abordar Obsesión: “Invitaba gente al estudio, músicos realmente buenos, y simplemente los dejaba tocar lo que tuvieran ganas”.
Muchas veces, González, de forma inteligente y cuidada, dejaba de lado las convenciones y agregaba instrumentos inesperados en sus arreglos, como el bandoneón; o alentaba a músicos acostumbrados al liderazgo, como Valdés o Federico Britos, violinista y concertista de la Sinfonía de Miami, a relajarse y permitir que la voz de Rivera adquiriera un lugar central.
Cuando González invitó a Manny Oquendo al estudio, el legendario percusionista pidió una sola cosa: “Pon a Danny muy alto en los auriculares”. Oquendo dispuso el fundamento rítmico perfecto para las baladas. Obsesión fue una de sus últimas grabaciones.
La participación de músicos de talento afilado se fusionó con un enfoque lúdico de descubrimiento para repensar canciones que Rivera conoce desde hace décadas e incluir referencias a muchos de los grandes géneros latinos, algunos florecientes (como el tango o el son cubano), y otros en aprietos (como el trío de Puerto Rico, con su énfasis en el requinto).
“Este proyecto nos dio la oportunidad de reunirnos para rendirle homenaje a esta gran música”, reflexiona Rivera. “Éramos como niños jugando y divirtiéndonos, haciendo puro arte, no sólo una canción”.
“Somos las canciones”, agrega González. “La idea es honrar y recuperar la tradición y, ojalá, inspirar a otras personas para que se sientan orgullosa de su herencia. Esta es la mejor forma que conocemos de señalar una posición, a través de la música. Esta es nuestra forma de decir, que nuestra música importa”.