De «Cold War» a «ICE War»: pobreza e ignorancia
1.
Los que piensan que repudiar el conocimiento de lo que sucede en la metrópoli que nos controla es muestra de amor inveterado por la patria deben reconsiderar. Desconocer el enemigo es la peor estrategia. Nadie se hace amigo del imperialismo norteamericano porque sabe y conoce sus intríngulis y trata de entenderlos. De hecho, la ignorancia de muchos de lo que en ese país sucede nos oprime y nos doblega. Aquellos que desean meter la cabeza en un hoyo en la tierra como evidencia de su rechazo del colonialismo lo que consiguen es que persista. Esto incluye no votar “porque el voto en la colonia no cuenta”. Sí, Pepe, cada cuatro años alguien se presenta a Fortaleza y dice, soy el nuevo gobernador y lo dejan entrar. ¡No! El voto es imprescindible en un país donde el sistema democrático predomina a pesar de todas las banderillas que los extremistas han clavado en su lomo. Los anexionistas nunca tienen dudas de sus candidatos de cartón y votan por ellos sin importarles sus hazañas y pillerías. No importa que impunemente se hayan robado cantidades de dinero y patrimonio incalculables, y que malgastan el dinero del pueblo en viajes, caprichos y en negociaciones turbias. Los anexionistas salen y votan por esos tipejos sin pestañear. El enemigo de este país en este momento son esos y su actitud de lameculos del colonizador. Eso es lo que hay que repudiar. Hay que unirse y sacarlos del poder.Puerto Rico ha tenido la desgracia de haber engendrado una mentalidad de dependencia en un segmento del pueblo. Como resultado, se piensa que la única forma de sobrevivir es que los “americanos” nos “salven”. Curiosamente, la dependencia es una forma de vida en los Estados Unidos. Según el Buró del censo de EE.UU., y reportado por Newsweek el 17 de julio de 2017, más de 53 millones de americanos reciben cupones de alimentos y otras ayudas federales. Para los propósitos de este ensayo la pobreza en Puerto Rico hay que verla desde los años cincuenta, cuando rondaba en un 70% de la población (2,210,703 según el censo de 1950) hasta ahora cuando fluctúa alrededor del 45% de los que habitan la isla (Caraballo Cueto, 80grados, 21 de octubre de 2016), que en 2017 se calcula en aproximadamente 3,337,179 (factfinder.census.gov). Tras el paso del huracán María el Programa de Asistencia Nutricional (PAN) beneficia a 667,305 familias (Primera Hora, 28 de marzo de 2018), una cantidad impresionante y abrumadora.
Según el Washington Post, (29 diciembre de 2017) un 40% de los que están bajo el nivel de pobreza votaron por Trump. Importa que Trump, con ayuda de los rusos, también convenciera con sus exageraciones y mentiras a una mayoría de los que no tienen educación universitaria. De hecho, fueron los pobremente educados los que más votaron por su candidatura. Más curioso es que educados y pobres de ese país ciegamente votaran por el peor, más vulgar e incompetente presidente en su historia. Ese grupo sustancioso también existe en nuestro país y, en parte, gracias a sus selecciones de quiénes nos gobiernan, tenemos las debacles que confrontamos y padecemos.
2.
La Guerra Fría comenzó después de la Segunda Guerra Mundial (SGM) y terminó con el ruidoso colapso de la Unión Soviética en 1991. La polvareda creada por la caída de la muralla de Berlín en 1989 fue el preámbulo a un cambio que jamás hubiéramos pensado que sucedería en nuestras vidas. En su comienzo la Guerra Fría se inició con la expansión soviética hacia Europa, Asia, y Latino América, Cuando llegó al Caribe fue como una lanza en nuestro costado. La pobreza que nos aquejaba, y que continúa haciéndolo, tiene mucho que ver con la política que se desarrolló para la isla luego de la SGM. Horrorizados por una de las ideas esenciales del comunismo (la eliminación del capitalismo) Estados Unidos decidió ayudar a Europa con el Plan Marshall tratando de prevenir que el germen comunista entrara a la vida de los desplazados y miserables que resultaron de la gran batalla. Fue evidente que esa ayuda no fue del todo altruista, sino que sus orígenes estaban en la política y la ideología. La pobreza, se decía, le abrirá los oídos incautos de los pobres a los efectos dañinos del proselitismo de izquierdas y crearían cónclaves de comunismo en el globo que terminaría con el mundo como lo conocíamos. Se perdería la libertad para hacerse rico, y se perderían las creencias cristianas (riqueza antes que religión) que definían el occidente. Con argumentos similares, al final de la SGM, la actitud anticolonialista de los aliados fue laxa y permitió que países como Francia, Inglaterra, Holanda y Bélgica continuaran sus practicas coloniales. La hipótesis auguraba que sin el control de los antiguos imperios las colonias caerían en el regazo oscuro del comunismo. Según la Guerra Fría se intensificó y la carrera de las armas escaló hasta la posibilidad de confrontamientos atómicos, Puerto Rico se fortificaba desde el punto de vista material e intelectual, en parte por su posición geográfica estratégica y por la buena administración gubernamental durante las décadas de los 40, 50 y 60. En parte también porque se consideraba caldo de cultivo para el socialismo y el comunismo.
Éramos pobres e ignorantes: en la década de 1950 el analfabetismo aún rondaba el 25%. Es cierto que la economía entre 1947 y 1972 creció de forma significativa, pero el ingreso per cápita era por debajo de los $10,000 en los años 50. Cifras similares de analfabetismo y pobreza existían en Cuba para los años cincuenta, y la llegada de Fidel Castro y su comunismo creó una cortina de humo tras la cual se veían más comunistas en el Caribe que los que vivían detrás de la cortina de hierro. Las predicciones de que la pobreza y la ignorancia eran los reclutadores del comunismo, frase favorita del presidente Lyndon Johnson, pareció convertirse en realidad con el desarrollo de un país pobre y comunista a 90 millas de la Florida.
Los guerra en Corea, la Revolución cubana y, más tarde, el escalamiento de la guerra en Vietnam, tan malamente manejados por la oficialidad norteamericana, fueron la evidencia de “la propagación del comunismo”. Ante eso, germinó la actitud de no permitir que el fervor nacionalista se manifestara. Esa confusión entre la necesidad de los pueblos de ser libres y tener gobierno propio contrapuesta a “hacerse comunista”, se redujo a nociones políticas e ideológicas simplistas. El temor al comunismo y al socialismo obvió el análisis racional sobre la necesidad absoluta de que EE.UU. no fuera un país imperialista, algo que tantas veces rechazaron ser en público sus gobernantes mientras nos mantenían como colonia.
La Guerra Fría hincó los tacos de sus botas en nuestro suelo ayudados por la creciente inclinación de un segmento del país de querer ser parte del país colonizador. Una aspiración y una pretensión que desafía la razón y la decencia. Una cosa es querer ser amigos del antiguo colonizador, como lo han hecho muchos excolonizados con su antiguo colonizador y negociar una relación que beneficie a ambas partes. La otra es querer entregarle al invasor lo que nos pertenece. A cambio de ese servilismo de los anexionistas nos ha tocado ir a peleas en las que no debimos haber tenido gallo (como Corea), a otras que ni tan siquiera los norteamericanos debieron haberse involucrado (Vietnam, Iraq y Afganistán) que lo que le han traído al país norteamericano es una larga lista de fracasos y, tanto a ellos como a nosotros, muertos. Nos trajo, además, la mordaza y la persecución por motivos ideológicos que duró hasta hace poco.
3.
Con la llegada de Donald Trump se ha desarrollado una nueva guerra que quiero llamar “ICE War”. Esa ha comenzado con la intervención de los rusos en las elecciones y en la subversión, por el presidente electo, de las antiguas alianzas internacionales de lo que ha sido la nación más poderosa del mundo. Detrás de las guerras de Corea, Vietnam y Afganistán estaba el soviet; detrás de Corea y Vietnam los coreanos del norte y los chinos, pero ahora resulta que esos enemigos durante la Guerra Fría son los que Trump busca como amigos y aliados. El acercamiento con Putin, Kim Jung-un, y Li Keqiang no parece tener nada que ver con querer mejorar el mundo. Más bien son oportunidades de hacer negocios que favorezcan a la familia y a los allegados del presidente. De Trump haber sido presidente durante la Guerra Fría habría celebrado que en 1980 quince de los 21 Estados latinoamericanos más importantes estaban comandados por dictadores castrenses (era la forma de “controlar el comunismo”), y sus negocios “south of the border” serían, como dice, “tremendous and amazing”, porque sería amigo de todos ellos. Ahora, públicamente defiende al dictador Putin y pretende desmentir a sus servicios de inteligencia. Un acción insólita que raya en la traición. (16 de julio de 2018)
No podemos olvidar que muchos fueron engañados por información falsa y mentiras puestas en las redes sociales por los rusos, incluyendo no solo a los mal educados, sino a los educados que han dejado de aprender y razonar, que también se las creyeron. Esos han abrazado el otro ICE de la nueva guerra: “Immigration and Customs Enforcement”, agencia fundada en 2003 como parte de “Homeland Security”. El repudio de emigrantes, el prejuicio patente, la reactivación del Klu Klux Klan y los “supremacistas blancos”, los asesinatos por la policía de gente de color indefensa, los vituperios contra la mujer y la comunidad LGBT, son resultado de los desmanes y los llamados al odio de Trump y los que lo rodean. La nueva guerra es de hielo seco, que quema y que reduce lo que fue una nación admirada a una que induce repudio, rechazo y muerte.
La “ICE War” es la guerra escondida que los norteamericanos imperialistas, pretenciosos, petulantes y prejuiciados llevaban maquinando por dentro y en secreto. Esta la ha hecho visible Trump, un troglodita que es el diablo predicando en cueros. “Soy el mejor en todo”, dice con frecuencia, y quiere ser el líder de un régimen que elimine al pobre en vez de a la pobreza, y tortura a los que no son blancos tirándoles papel toalla después de un desastre natural, quitándole sus hijos pequeños y poniéndolos en jaulas como si fueran animales, y deportándolos, muchas veces arbitrariamente. Para poder hacerlo, él y sus secuaces controlan las cortes y los jueces, y las ramas legislativas y ejecutiva. Son como el Hitler del Reich y sus juicios falsos, y el Stalin de la hambruna y las purgas. Para juicios falsos y purgas solo hay que ver las vistas públicas de la Cámara de Representantes del 12 de julio del corriente y presenciar el ataque de los republicanos al FBI a través de uno de sus miembros Peter Strzok, porque su agencia está investigado los tejemanejes de Trump y su familia con los rusos y su interferencia con las elecciones.
4.
La actitud del gobierno republicano y el presidente hacia Puerto Rico y los puertorriqueños tal vez nos ayude. La mayoría de los americanos —presumo que muchos de ICE también—, no sabe que somos ciudadanos americanos. La reciente ira de un loco hacia una mujer que vestía un camisa que era nuestra bandera es el millonésimo botón que necesitábamos de muestra para saber el prejuicio que nos persigue. Los anexionistas no prestan atención a estos pequeños dramas y viven en su burbuja sin saber lo que está sucediendo. Y los que no saben no saben. No les importa, y se van a “cabildear por la estadidad” como si fuera una petición para que le consigan taquillas baratas y buenas para “Hamilton”. Ese repudio del puertorriqueño que parecía haber desaparecido podría alcanzar un nivel que mueva a los republicanos a declarar públicamente que la estadidad es un mito. Que no habrá incorporación de Puerto Rico a la federación norteamericana porque no tiene para ellos sentido racial ni económico. Sería, desde que comenzó Trump, la primera vez que dicen la verdad y que son sinceros.
En el “ICE War” una de las cosas que predomina es el racismo, ya que hay que volver a hacer “America White Again”, eslogan que muestra la poca historia que saben ya que América era de color antes de que llegaran los europeos y siguió siéndolo hasta que masacraron a los indios. A pesar de esa herencia europea, el líder del ICE War está peleando con todos los europeos y prefiere a un dictador como Putin, sobre los antiguos aliados. Esa afinidad por el totalitarismo se evidencia también entre sus seguidores, los pobres que no tienen educación, algo que corrobora que esas condiciones no lanzan a la gente al socialismo y al comunismo sino a la derecha extrema. La defensa de la administración de Trump por sus correligionarios incluye también la ceguera que evita visualizar los negocios turbios de sus compañías y sus hijos mientras están en el gobierno. Además, la defensa rehúsa aceptar que el presidente es ignorante porque ni lee ni estudia, y no sabe. Peor aún, no sabe lo que no sabe y miente a cada paso que da según conspira para su bienestar con un seudocomunista que lo engaña. Eso completa el significado de la “ICE War”: Incompetencia, Corrupción y Engaño. En algún momento la pared, como la de Berlín, caerá, y terminará la guerra.