De la “solidaridad” tras bastidores: más acá de Oscar López y Tito Kayak
La odisea en el mar por la excarcelación del prisionero político Oscar López será parte de la historia de Puerto Rico, y es preciso advertir a tiempo que, más allá del saldo final, es el proceso en su devenir lo que a la larga nutrirá de valor memorable la hazaña; o aniquilará su valor para la memoria histórica al realizarse la meta, o incluso antes, si acaso Alberto de Jesús (Tito Kayak) se viera forzado a desistir del intento por causas imprevisibles o sospechadas..
Advertida esta consideración, es imperativo reconocer la realidad en toda su crudeza, y no dejarse seducir por retóricas ilusionistas de ideólogos torpes y charlatanes politiqueros. Es preciso hacer constar que no son las ideas de Oscar las que se reivindican cuando exigimos su excarcelación. Es su derecho a pensar por sí mismo lo que anima con mayor fuerza las solidaridades entre los puertorriqueños. No se trata de enjuiciar su particular ideario político, ni siquiera de apreciar o condenar las creencias que alguna vez pudo haber tenido – en tiempos de su juventud tardía y acaso aún todavía, tras más de 30 años de encierro-. Su pena carcelaria es irracional e injusta, cruel e inhumana; y, por principios y derechos humanos esenciales, repudiamos su cautiverio. Es este inmenso y trascendental sentimiento de solidaridad humana el que todavía hace deseable la convivencia fraternal entre las gentes que habitan el planeta, más allá de colores de piel, idiomas o diferencias culturales; de fronteras nacionales, himnos y banderas…
Pero la realidad no admite subterfugios ilusorios. La gesta protagonizada por Alberto de Jesús no cuenta con apoyo logístico ni económico de gobierno alguno, como falsamente algunos han afirmado en los medios de comunicación, locales e internacionales. Las solidaridades que hacen posible la realización de esta odisea se mueven tras bastidores, entre personas reales y esfuerzos indecibles. Esto no excluye a particulares burócratas de gobierno o funcionarios políticos extranjeros, pero hacerles un lugar privilegiado en esta historia sería una afrenta que no se debe condonar.
La anécdota a continuación, desembarazada de elucubraciones izquierdosas, panfletos y adulaciones, evidencia la condición general en la que se funden la aventura temeraria con el compromiso libertario de Alberto de Jesús: si bien es cierto que constan expresiones de altos funcionarios del gobierno venezolano que apoyan la excarcelación de Oscar López y la gesta de Tito Kayak, más allá del espaldarazo moral a la causa, no creo que haya por qué dar más crédito del merecido. El gobierno bolivariano de Venezuela, como tanto otros países, también favorece el derecho a la autodeterminación política y descolonización de Puerto Rico, y no por ello debe asumirse que financian el independentismo local o que tienen alguna inherencia en su agenda o desenvolvimiento cotidiano. A todas cuentas, si el gobierno de Venezuela hubiera apadrinado la travesía de Tito, éste contaría con escolta permanente, atenciones y cuido en cada isla caribeña en la que habita un embajador venezolano. Pero no ha sido así, ni será así en lo que resta de la jornada…
Es cierto que fue tratado con respeto y admiración mientras estuvo en Venezuela, su punto de partida. Cuentan que hasta lo alojaron en hoteles cinco estrellas. Pero, a pesar de todas las atenciones, debe constar que tuvo que pagar en efectivo -con dinero recaudado acá- su kayak artesanal. La ruta idónea, haciendo la primera parada en Trinidad, tuvo que ser descartada por razones que todavía resultan un misterio. La cosa es que tuvo que trazar una nueva ruta, directa y a través de un mar embravecido permanentemente y virtualmente innavegable para pequeñas embarcaciones, y más aún para naves diminutas como su kayak, de fibra de vidrio, sin timón ni faldeta para evitar las inundaciones…
La primera ruta, de cerca de cien millas náuticas hasta la isla de Granada, no pudo completarla en un mismo día. Por ironías del destino o condición de la posmodernidad, el reconocido ambientalista tuvo que pernoctar en una plataforma petrolera, propiedad del gobierno venezolano. La demora, que se extendió por varios días, no fue opcional. Se debió a restricciones impuestas por las autoridades venezolanas, y debe constarnos para no hacernos de falsas ideas o guardar expectativas incongruentes con la realidad. Las autoridades de Venezuela prohibieron la salida de Alberto de Jesús si no cumplía con determinadas condiciones de seguridad. La guardia costera de Venezuela proveería escolta hasta el fin de su jurisdicción marítima, a unas doce o quince millas de Granada. Quienes estábamos a cargo de coordinar la logística del «relevo» tuvimos que contratar los servicios de lancha de una empresa privada, negociar los costos con el capitán granadino y comprometernos a estar en las coordenadas determinadas para que se diera el intercambio oficial. Allí estuvimos y, caída la noche, Tito no llegó. La tripulación enfermó, no se pudo restablecer comunicación y el capitán decidió suspender la espera y regresar al puerto. A los pocos minutos de atracar tuvimos noticias de la guardia costera venezolana. Tito estaba a bordo y derrotado en su primer intento. El capitán granadino se negó a regresar, hasta que ofrecimos una cantidad sustancial de dinero para hacerlo cambiar de parecer. A media noche Tito estaba sano y salvo en Granada.
Más allá de su agradecimiento personal a la guardia costera, queda una pregunta que hasta ahora se ha querido evadir: ¿qué habría sucedido si no hubiésemos tenido el dinero para buscar a Tito? La respuesta no es difícil de adivinar: no le hubieran permitido abandonar la plataforma petrolera desde un principio. ¿Y si Tito hubiese decidido hacerlo aún sin la autorización oficial, es decir, desobedeciendo una orden legal de una agencia del gobierno venezolano? Lo hubieran arrestado y, cuando poco, deportado. No es difícil imaginar esta situación, pues las autoridades venezolanas no interesan asumir la responsabilidad política de cualquier fatalidad que pudiera acaecerle…
Del embajador venezolano en Granada nunca hubo noticias, lo que pone en entredicho la exagerada y falsa idea del apoyo del gobierno de Venezuela. No es un reproche hacia afuera, sino una acusación que pesa contra los falseadores de la verdad, los de aquí y los de allá. Tito no viene en ruta hacia Puerto Rico escoltado por las fuerzas armadas venezolanas, y la empresa no está financiada por el gobierno de Venezuela. Esto puede confirmarlo el propio embajador de Venezuela en Puerto Rico. También puede confirmarse en lo que resta de la trayectoria, aunque las entrevistas en Tele-Sur y las propias declaraciones y adulaciones de Tito Kayak al gobierno y la armada venezolana contradigan mi relato. A todas cuentas, la solidaridad es con la gesta de Tito y se debe a la causa por la excarcelación de Oscar López, no al el ideario político o las creencias religiosas que lo animan en su odisea…
Moraleja: la memoria histórica es esencial en el devenir de los pueblos. Este gran relato, del que todavía resta un largo trecho por escribir, será el de un acto heroico o el de una locura. Otras generaciones lo juzgarán, y decidirán si lo van a emular o a despreciar; si aprenderán del pasado que hoy narramos, o se reirán de él…