De vuelta a “Nuyorican Basket” y su trascendencia
Nuyorican Basket presenta de manera exquisita el elemento histórico de la emigración ocurrida para finales de la década del 40, que conllevó a la creación y desarrollo de una diáspora gigante que engendró las generaciones de nuyoricans que nos presenta el documental. Las intersecciones creadas entre las comunidades afroamericanas y las boricuas en Nueva York fueron desarrollando y heredando un estilo de baloncesto que marca la historia de este deporte y su relación con Puerto Rico. Muchos de ellos son provenientes de los barrios puertorriqueños en la ciudad de Nueva York y fueron testigos de los juegos llevados a cabo en el emblemático Rucker Park. Esa cancha vio pasar a figuras como Dr. J (Julius Erving) y al creador del ‘double dunk’, Earl “the goat” Manigault.
Otro reconocimiento esencial que hay que hacerle a este documental es la manera magistral en la que recoge cómo el acontecer histórico de nuestro país intercedió de manera directa en el desempeño y desarrollo que tuvo este conjunto del deporte más seguido en Puerto Rico, quienes a su vez fueron la mejor representación del País en esos Juegos Panamericanos. La década del 70 y la subsiguiente dejaron un sabor muy amargo en la historia política de nuestro país. El deporte, recordemos, así como otros elementos culturales de los países, son reflejo de la identidad de las naciones y sus desarrollos históricos.
Nuestra relación colonial con los Estados Unidos ha marcado el desarrollo del deporte. No nos parece casualidad el fervor con el que el pueblo puertorriqueño asumió la representación de ese equipo durante el juego por la medalla de oro ante el combinado de los Estados Unidos. Tampoco fue casualidad el ruidoso abucheo que recibió Carlos Romero en la inauguración de los Juegos Panamericanos y es que la política y el deporte son dos líneas perpendiculares que ocasionan causas y efectos la una en la otra. Los nuestros se enfrentaron como gladiadores en aquella arena del coliseo contra jugadores de la talla de Isiah Thomas y Kevin McHale y su arrogante dirigente Bobby Knight. En esa ocasión Estados Unidos logró llevarse la presea dorada y los nuestros ganaron la medalla de plata y el cariño eterno de un país.
El filme, muy atinadamente, contextualiza aquellos juegos con el acontecer histórico de Puerto Rico y las luchas en la diáspora. Las luchas de los(as) Young Lords en EE.UU., los asesinatos de dos jóvenes en el Cerro Maravilla, el carpeteo y la persecución contra el independentismo puertorriqueño por la policía y el FBI; y no menos importante la incumbencia del gobernador anexionista Carlos Romero Barceló, quien fue entrevistado en el documental, logrando contextualizar lo recién mencionado. Las respuestas de Romero causaron cuando menos risas de ironía y algo de coraje entre los(as) presentes que le escuchábamos dando respuestas con su usual carácter prepotente e intransigente.
Nota aparte hay que mencionar lo agradable que fue observar la manera humana y solidaria en la que se presentó la desaparición en la década del 90 del siempre querido Ángelo Cruz y la necesidad de su familia de poder cerrar ese capítulo de sus vidas.
El debate sobre los nuyoricans, la identidad, y quién y cómo se determina el «ser puertorriqueño» es uno que continúa vigente hoy día. Están los extremos del que piensa que puertorriqueño(a) es solo quien nace y se cría en esta isla hasta el(la) que asume que quien nace en otro país, pero de padre y/o madre boricua debe representar a Puerto Rico si se le solicita o de lo contrario se le acusa de traidor, como ocurrió en un momento con el jugador Carmelo Anthony. Entre medio de esos extremos está todo lo que le permite a cada ser humano construir su identidad y la manera en la que decide aportar, (si lo decide) a los países originarios de sus progenitores.
Cuando nuestro país se enfrenta a un nuevo éxodo, producto de la crisis económica generada en la isla, acelerado a su vez por el paso de los huracanes Irma y María, es importante reconocer la identidad como un asunto que se desarrolla en la individualidad de cada ser humano, producto de su crianza, cultura, luchas y experiencias. La diáspora boricua nunca ha abandonado las luchas de Puerto Rico, a la vez que han asumido las suyas propias como minorías en los Estados Unidos.
Tras el regocijo de ver la alta calidad del cine documental puertorriqueño, nos sobrevino la reflexión sobre el desarrollo del deporte local. Hoy día el baloncesto local y su programa de desarrollo (tanto femenino como masculino) aún dependen grandemente del talento de “afuera” o “nuyorican”, el cual comenzó en la década del 70. Algunos de estos(as) jugadores(as) se hayan en un conflicto interno de representar el país de sus familiares o representar el país en que nacieron y/o se criaron. El ‘issue’ sobre nuestra identidad nacional sigue siendo un tema de análisis para los(as) de “allá” como los(as) de “acá”. Estas representaciones han sido dignas y agradecidas por el pueblo que les toma cariño de manera casi inmediata porque realmente vienen a representar al país del cual, por diversas razones, (tan diversas como la construcción de la identidad), se sienten parte. Por otro lado, se establece la necesidad de observar qué ocurre con el talento local que viene desarrollándose.
Sería refrescante, siguiendo la línea de este documental, conocer las opiniones sobre toda esta discusión de los “nuyoricans” que juegan actualmente en la liga local y en el equipo nacional y conocer un poco más la manera en la que ese hilo conductor entre la cultura, la identidad, el deporte y las políticas se siguen intersecando en las calles de Nueva York, más reciente en el estado de la Florida o cualquier otra ciudad o estado con diáspora boricua. Hay muchas maneras de ser boricua y de aportar a Puerto Rico y el equipo de baloncesto del 1979 no dejó duda de ello.