Del cuento nacional a la nación: el caso de Juan Bobo
Quién lo escribe
El momento histórico en el cual el personaje de Juan Bobo surge es interesante con el contenido de sus cuentos y la identidad puertorriqueña que reflejaba. Sin embargo, historia de la primera publicación y la creación de este personaje tan conocido en la literatura puertorriqueña no es tan fácil de encontrar. En una búsqueda extensa para conocer el origen de este personaje, se resalta siempre la importancia que tuvo en la tradición oral; pero no está claro el origen de la creación de esta historia. El libro más viejo es el citado, que explica que estos cuentos fueron recopilados en el 1941. El segundo libro más viejo en que aparece Juan Bobo es escrito por René Marqués quien se inspira en el personaje para crear una obra teatral en el 1956. De este libro hay varias copias y es más fácil de conseguir en bibliotecas y referencias. Esta obra es interesante porque contiene un ensayo a manera de prólogo en donde resalta que a él, Marqués, se le ocurrió la idea de relacionar el tema de Juan Bobo con lo que llama “el ridículo conflicto político-cultural” y empezó a concebir la pantomima. El ensayo previo a la obra de Juan Bobo y la Dama de Occidente[2] es interesante porque ya resalta la connotación negativa que tiene Juan Bobo del puertorriqueño y explica cómo llegó a ser actuada. Explica además que, aunque se publicó en el 1956 no fue hasta 1971 que se escribió y se ilustró (Lorenzo Homar hizo las ilustraciones). René Marqués menciona constantemente la situación política colonial al explicar lo que tenía que hacer para exponer la obra. René Marqués en 1956 plantea un acercamiento a la obra con la nación y temas post-coloniales en los cuales abundo aquí.
El Juan Bobo de nuestro folklore, pesadote, torpe, de cerebro mínimo, vozarrón balbuceante, enorme cabeza y labios que cuelgan, no es el Juan Bobo de esta pantomima. He intentado, en cambio, una re-creación del personaje atribuyéndole características más propias del puertorriqueño. Mi Juan es, pues, “bobo” por su candor, su ingenuidad, su entusiasmo infantil por lo extraño y nuevo, por su novelería, en fin. No lo es por los rasgos de morón que caracterizan al Juan Bobo de nuestro folklore y que le lleva a la crueldad inconsciente. Quiero creer que el protagonista de mi pantomima es más genuinamente boricua que el otro. A nosotros, como pueblo, nos ha caracterizado siempre la ingenuidad. (René Marqués, 1956)[3]
Otro libro que surge con cuentos de Juan Bobo fue escrito por Rosario Ferré en el 1981 llamado Los cuentos de Juan Bobo[4]. Este libro contiene cinco cuentos, los cuales reflejan características del primer libro publicado y resalta lo “bobo” y se expone que la idea de que ser tonto es algo que usa a su favor. Las características del personaje de Juan Bobo que son más conocidas y populares no son las de René Marqués, sino la de los cuentos; que a su vez han producido interpretaciones teatrales a través de los tiempos y han sido reproducidas. La obra de René Marqués sin embargo, expresó en su introducción y cierto grado de indignación por la popularidad no de “un cuento” sino de que el personaje de ese cuento fuera usado para representar la puertorriqueñidad.
Lo interesante de Juan Bobo también es que aparece como un personaje sumamente popular y hasta en algunos casos da a entender que es un personaje universal, puesto que varios países hacen historias con un “Juan Bobo” de protagonista. En ciertos portales se hace referencia a que Juan Bobo tiene orígenes españoles, lo cual, aunque no haya prueba (porque aparece como parte de la historia oral) haría sentido ante la diversidad de países de América Latina que hacen referencias a un “Juan Bobo” con características de ese país al que lo adscriben (España, Colombia y República Dominicana) son algunos de los que mencionan el personaje. Sin embargo, no hay duda, de que en la mayoría de los casos, Juan Bobo es visto como “el cuento” o “el personaje” del folklore puertorriqueño; particularmente por la criollización de los cuentos y la reproducción de éstos, en español y muchos en inglés por la diáspora, que han hecho que sobreviva ante la memoria colectiva como un pedazo de la identidad literaria y tradicional.
Veamos esta introducción que hace José Ramírez Rivera, quien adapta los cuentos de María Cadilla Martínez, por lo cual tenemos acceso ahora a los cuentos del 1941.
Su personalidad está sutilmente esbozada en sus múltiples aventuras. Retrasado mental es, pero ingeniosidad tiene… Lo concebimos con la delgadez musculosa de nuestro malnutrido campesino de antaño, delgadez que le dará cuando sea adulto, la apariencia de ser más alto de lo que mide. Lo creemos víctima de una pequeña hemorragia en el hemisferio izquierdo del cerebro, un joven con parálisis espástica y deficiencia mental…Juan Bobo representa una característica positiva de nuestra raza. No es el conformista aplatanado, ni el rebelde sin causa. Nuestro antihéroe expresa la vitalidad y la tenacidad con los que luchan nuestros conciudadanos de escasas destrezas en busca de horizontes más amplios, de una vida mejor. Juan Bobo vive en un tiempo difícil, tiempo en que la única justificación para la existencia de nuestro jíbaro era ser productivo y útil. Juan Bobo no es heredero ni víctima de la paternidad fría e incolora de los gobiernos dadivosos, ni de las atenciones, en horas laborables de fundaciones bien intencionadas. Sólo cuenta con padres amantes y comprensivos que le ayudan y protegen. (José Ramírez Rivera, 1979)[5]
De este párrafo introductorio podemos inferir varios discursos. Primero, la característica de Juan Bobo y su comparación con el “campesino común” de Puerto Rico. Tenemos además de Ramírez, un cierto “diagnóstico” sobre por qué Juan Bobo es “bobo”, refiriéndose al retraso mental, lo cual es interesante en cuanto la relación de eso con la representación del “puertorriqueño” común, un comentario que interesantemente es seguido al resaltar que Juan Bobo es un elemento positivo a nuestra raza. Es sumamente interesante la referencia que hace al “conformista aplatanado o rebelde sin causa”, que destaca dada la fecha en la que se publica, cuando ya está establecido el Estado Libre Asociado y hay ayudas federales y además existe un discurso sobre los “rebeldes” que en la historiografía puertorriqueña pueden verse como los participantes del Grito de Lares y/o los nacionalistas. Es interesante como habla de una paternidad fría e incolora de “gobiernos dadivosos” siguiendo la línea del discurso paternalista no sólo de Estados Unidos sino el rol del gobierno, en una época en donde Muñoz “vendió” la paternalidad de su figura como un sinónimo de la paternalidad del gobierno del cual estuvo a cargo mucho tiempo. Al concluir esta introducción, hace alusión al rol de la familia comprensiva de tal “torpeza y bobera” y resalta la familia como valor tradicional. La historia de Puerto Rico política y social tiene mucho que ver en la interpretación y creación del personaje de Juan Bobo y con eso cuestiona la nacionalidad y el folklor que puede obtener este personaje como reflejo del imaginario de Puerto Rico.
Juan Bobo y la nación
Homi Bhabha en “Narrando la Nación”[6] plantea que ésta es: “una idea cuya compulsión cultural se apoya en la unidad imposible de la nación como una fuerza simbólica”. Y ¿hasta qué punto fue necesario en Puerto Rico la narración de la nación, ante la imposición de una figura, el jíbaro, para representar lo que era ser nosotros? Tiene mucho que ver con Juan Bobo y la alusión a nuestra identidad nacional que representa el personaje con todas sus características discursivas y el contexto del momento histórico en lo que este personaje se desarrolla y repite. “Las naciones, como las narrativas, pierden sus orígenes en los mitos del tiempo y se realizan completamente sus horizontes en mirada que le da la mente. Tal imagen de la nación -o narración- quizás se vea imposiblemente romántica y excesivamente metafórica, pero es de esas tradiciones de pensamiento político y lenguaje literario que la nación emerge como una idea histórica poderosa en el Occidente”, expone Bhabha[7].
En los cuentos de Juan Bobo se resalta la vida campesina del pueblo, la agricultura y el cuidado de animales de granja, ropa de la época (en la madre, trajes con pañuelos en la cabeza, en Juan Bobo, pantalones a la rodilla camisas manga larga y una pava), comida (como aguacates, platos con viandas y bacalao), la descripción de geografía o espacios tropicales como Puerto Rico; entre otras cosas que apelan a la realidad histórica de Puerto Rico. Cabe señalar que hay que analizar cuál época es la que se refleja en Juan Bobo. El libro más viejo data del 1941, por lo cual podría recoger características campesinas desde los españoles dado la industria azucarera; que a la vez se conecta con Puerto Rico en los 50’s.
Es particularmente interesante la constante repetición de la figura de Juan Bobo sin zapatos y con pava; un elemento utilizado políticamente desde los 40’s y explotado por Luis Muñoz Marín con el Partido Popular Democrático y su adaptación partidista y alusión a la representación del jíbaro puertorriqueño precisamente con una pava. Hay un cuento particular dedicado a la pava y hace referencia al “jíbaro” se llama “Cómo vender una pava”[8]. En éste Juan Bobo va encomendado por su madre a vender una pava a la ciudad, y Juan Bobo en dos ocasiones luego de venderla comienza a quejarse de sed, hambre, frío para que le den comida y ropa adicional al dinero de la pava que vendió. Al final, dice que tiene sueño a lo que una señora lo deja dormir en su casa, al llegar el marido comienza a imitar sonidos de animales quejándose cada vez más de carencias a lo que el marido comienza a darle ropa, hasta que se molesta y le propina una golpiza para que se vaya. Concluye el cuento con el personaje del marido diciendo “¡Ya verás como no vuelve! Tú no conoces cuán astuto es nuestro jíbaro! Si le das la mano sin merecerlo, después le tienes que dar el brazo. ¡Y eso que este jíbaro es bobo”. Por un lado, se expone a Juan Bobo como un personaje estúpido y retardado y a ese se le atribuye una identidad nacional encarnada en el personaje y por otra parte, Juan, dentro de sus circunstancias es un listo que al contrario, coge de bobo a la gente.
Sobre este tema Edward Said[9] comenta varios temas de la resistencia. Said plantea que la cultura es un campo de batalla, y sobre temas de resistencia resalta tres que podemos ver en los cuentos de Juan Bobo. Primeramente, la insistencia, que ve la historia de la comunidad de manera integral (narra una nación, en este caso lo ata a lo “puertorriqueño”; segundo, la idea de la resistencia como un método alternativo a narrar la historia, en este caso es la creación de una historia alternativa, como una reacción al imperialismo; y tercero, una idea notable de nacionalidad que separa el uno del otro, hace mucha referencia al nacionalismo. El primer tema de Said puede ser debatido con el caso de los cuentos de Juan Bobo, porque por una parte se insiste en que esto es lo “nacional” pero en este caso particular no hay un creador definido, por lo cual se puede argumentar que “el pueblo” se apropió del personaje para no olvidar lo nacional como que puede ser que el otro, aprovechó las circunstancias históricas para crear un paradigma de lo que era ser el puertorriqueño como “otro” distintivo a otros grupos culturales o en este caso con el imperio que lo coloniza. El segundo tópico que Said presenta es el más coherente con el ejemplo anterior que brindé, la creación de una historia alterna, en este caso un personaje que se atribuye características que les da otro de “bobo y estúpido” y que aprovecha esa clasificación en que lo identifican para “bregar”, “sobrevivir” y “sobrepasar” con las propias características adquiridas de personalidad, otra, que muestra que el “bobo” es la otra gente. Este caso es parecido al tema de la cordura debatida en la gran obra de El Quijote de Miguel de Cervantes, que planteaba a un hombre antagónico a lo heroico de la época que eran los héroes de caballería y cómo dentro de un aparente estado de locura (como el caso famoso en donde confunde a molinos por gigantes) actúa de manera más cuerda o con más valores de bondad que los otros que encuentra a su paso. Cabe señalar, que dentro de los cuentos de Juan Bobo hay un discurso que presenta la necesidad de sobrevivir, por lo tanto, hay cierto heroísmo y poder de parte del personaje, que ante la imposibilidad de cambiar sus circunstancias económicas y hasta de aparente “retardo”, sobrevive y “se las busca”- una característica que denota la frustración de un discurso de nacionalismo nacional cultural separado del discurso de nacionalismo político.
Veamos entonces pues la literatura de los primeros momentos, de la resistencia anti imperialista. Si hay algo radicalmente distinguible de la imaginación anti-imperialista, es la primacía del elemento geográfico. El imperialismo, después de todo, des un acto de violencia geográfica donde cada espacio del mundo es explorado, fragmentado y finalmente controlado. Para el nativo, la historia de una servidumbre colonial es inaugurada por la pérdida de la localidad al otro (el de afuera); su identidad geográfica entonces debe ser buscada y restaurada. Porque existe la presencia del colonizador extranjero, la tierra se recupera en principio sólo a través del imaginario. (Edward Said, 1993)
Se apropia del discurso del bobo para recrear a través de la literatura una identidad nacional, a falta de otro cuento que trascienda autores (puesto que muchos han escrito de Juan Bobo no es propiedad de un autor, versus una obra famosa puertorriqueña que se puede encajonar en el autor de la misma), y se usa para recordar.
Interesantemente, aunque Juan Bobo se considere un “cuento nacional” bajo una búsqueda de libros de este personaje, fue más fácil conseguirlo en Estados Unidos, en inglés, o en español escrito por autores que son parte de la diáspora. En este sentido, aquellos de la diáspora boricua emigrante, se han agarrado de este personaje para recordarlo como ejemplo de la “estampa” que dejaron atrás. Hace sentido, que el puertorriqueño no esté constantemente recordando a Juan Bobo ni que lo vea como héroe literario nacional (fuera de una que otra obra infantil), pero que la diáspora y con eso también los “esatdounidenses” que lo lean, reconozcan una identidad que resalta que somos diferentes a ellos, que son costumbres distintas, idioma, etc. Además, un boricua en Estados Unidos como es el caso de la diáspora y los hijos y nietos de aquellos que se fueron en esa época de industrialización, por la cual oriunda las fechas de los cuentos de Juan Bobo con mayor insistencia, puede usar la “estampa” de este boricua de la época agrícola pre-industrial para evocar esa “raíz” de la identidad nacional. El recuerdo de lo que se deja atrás, como lo hizo Esmeralda Santiago en Cuando era puertorriqueña es constante en el “uso” que se le puede dar a esta figura en el imaginario que explica Said, lo que pasa es que los imaginarios son distintos de acuerdo al área geográfica que se comparta, el de afuera reconoce la identidad del territorio que quedó, y el de adentro, repite el discurso y hasta cierto punto mofa con mayor intensidad ese pasado viéndolo desde los paradigmas marcados de “progreso” que pintan al jíbaro, no como un héroe, sino como un retraso; de la misma manera que Juan Bobo, representa el retraso mental.
Al ver los diferentes dibujos de Juan Bobo, no pude dejar de pensar en las caricaturas[10] hechas en el 98 sobre la entrada de Estados Unidos a Puerto Rico en donde se veía un “tío Sam” o un mapa que marcaba el Caribe, que por medio de dibujos pintaba al puertorriqueño como (usualmente) un niño, con ropa desgastada y sucia, a veces negro, con pavas que decían Puerto Rico. Carmen Centeno explica en su libro “Lengua, identidad nacional y postmodernidad”[11] que la identidad se ha definido tradicionalmente desde la diferencia, marcando la necesidad de ser diferente a otros. El discurso de la nacionalidad de este personaje se ve aún más distante a una en la que el “de la isla” escoge, porque la mirada no se da necesariamente desde el País (porque se veía como algo tradicional, cultural, no necesariamente negativo-ropa por ejemplo, vida agrícola), sino que la creación de este “personaje” viene además de la mirada del otro hacia nosotros. Así que aunque apropiemos el personaje como nuestro, también en este caso, Estados Unidos estaba reafirmando su propia identidad nacional al marcar la diferencia con nosotros, el otro, ambos ejemplificados en las caricaturas que muestro abajo a la derecha.
Algo que no he mencionado, es el uso del lenguaje en estos cuentos, que fomentan el respeto por perseguir reflejar con lo que se escribe, estilos de pronunciación de las palabras en la época, como “oiga mai, mijo, pegao, melao” entre otras palabras. No me he concentrado en esto mucho pero igual sí se puede argumentar que como parte de la “estampa” que pretende presentar Juan Bobo, el idioma forma parte de la identidad nacional que se le adscribe a este personaje. Lo que sí me resulta interesante, es el “paternalismo” de la historia y el reflejo de Puerto Rico como masculino. La madre de Juan Bobo es presentada como una madre bondadosa y paciente con él, ama de casa que se pasa haciendo oficios del hogar y busca a Juan Bobo para que “haga mandados”. El protagonismo absoluto de estos cuentos es el personaje principal masculino y dentro del discurso nacional se presenta al “jíbaro” como símbolo, por lo cual la mujer no representa la puertorriqueñidad en estos cuentos. Si el jíbaro representa la idea del campesino, común, la cara que se le da a la nación es masculina. En un cuento de Juan Bobo se le presenta casado. En “Juan Bobo ofendido”[12] el cuento habla de cómo a los 18 se casó y la muchacha pasó a la casa y se le llama “trabajadora” porque ayuda a la mamá de Juan a cocinar. Va Juan Bobo al pueblo y saluda a todos, y en un momento dado alguien le dice adiós mozo y él interpreta que le dijeron que estaban “pegándole cuernos”, por lo cual sale detrás de éste con un palo y le da una golpiza. Al llegar a la casa está furioso y miró a “su mujer” (según el libro) y cuando la chica le dijo a la mamá de Juan Bobo que lo había visto molesto, la madre intercedió y le dijo que no se preocupara que ella era “más buena que el pan”, a lo que le explicó que la gente saluda diferente de acuerdo al pueblo y que no puede andar dándole a la gente. Termina el cuento diciendo “Juan Bobo, arrepentido, fue sonriente a donde su mujer. Ella también se sonrió e hicieron las paces”. La nación representada en estos cuentos es definitivamente masculina, por lo cual es un reflejo también del contexto histórico de la época, a pesar de que había mujeres trabajando en la agricultura del País, en estos cuentos esas historias son silentes.
La nación y los cuentos: Hermanos Grimm
En este trabajo he planteado el personaje de Juan Bobo como una ejemplificación de la nación “narrada” y es por eso que he buscado otra comparación literaria parecida en donde los “cuentos” reflejaran la nacionalidad por lo cual discutiré brevemente el caso de Alemania y los cuentos de los hermanos Grimm para darle contexto a mi planteamiento. El nacionalismo atado a la identidad[13] temprano en Europa estuvo fuertemente influenciado por Rousseau y por las ideas de Johann Gottfried von Herder, quien en 1784 argumentó que la geografía era importante (igual que Said), pero que formaba la economía natural de un pueblo, y que sus costumbres y su sociedad habrán de desarrollarse siguiendo lo que fuera favorable.
Los hermanos Grimm se inspiraron en los escritos de Herder, y crearon una colección de cuentos idealizada, que llamaron alemanes, se apropiaron del cuento para decir que eso era representativo de su país. El concepto de un patrimonio cultural heredado de un origen común, pasó rápidamente a ocupar un papel central en la búsqueda de su identidad: ¿es una nación unida porque proviene de la genética, o es la participación a la naturaleza orgánica de la cultura “folk”? El nacionalismo romántico tuvo un papel clave en la filosofía de Hegel quien argumentó que existía un «espíritu de la época “zeitgeist” que caracterizaba a un determinado pueblo en un período de tiempo determinado, y que, cuando ese pueblo pasaba a ser el determinante activo de la historia, era simplemente porque su momento cultural y político había llegado. Hegel, siendo alemán, afirmó que ese momento histórico habrá de pertenecer a los pueblos de habla alemana. Algo que marcó la creación de la nacionalidad en Alemania que resaltaba la “otredad” y que se hizo más fuerte con figuras como Adolfo Hitler que aprovechó este discurso para fomentar otro sobre la superioridad de la raza.
Hubo varios personajes importantes que influenciaron este nacionalismo alemán y los cuentos. Herder publicó en 1784 “Ideas para la Filosofía de la Historia de la Humanidad”. Pensaba que la imitación de los modos extranjeros hacía a los pueblos triviales y artificiosos y que los modos alemanes eran distintos pero no inferiores a los franceses. Creía que cada pueblo tenía su propio “volk”, su propio carácter nacional. Los alemanes llegaron a sentirse fascinados por la idea de unidad política y grandeza nacional porque no tenían ninguna de las dos. Los hermanos Grimm y sus cuentos populares viajaron por toda Alemania estudiando los dialectos y recogiendo los cuentos que durante generaciones habían circulado entre el pueblo.
Para Hegel un pueblo no podía ser digno y libre si no poseía un Estado fuerte e independiente. El motor del cambio era la tendencia creando contrarios u otros. Creía que mediante la producción de la idea de unidad, hacía posible e inevitable la creación del Estado alemán.
Un ensayo de Sabrina Rodríguez[14] explica que de lo primero que uno percata leyendo cuentos de la obra de los Grimm es que son diferentes a como los conocemos hoy en día (que fueron reinterpretados por Disney como “La caperucita roja”, “Hansel y Gretel” entre otros). “Al leer e identificar los diferentes simbolismos que podemos hay en el libro, los cuentos parecen ser versiones de mitos clásicos griegos y católicos. Esto puede ser debido a que las intenciones detrás de este trabajo no fueron la recopilación de historias del folclore oral en un libro para niños. Los hermanos Grimm querían proporcionar a Alemania un pasado mitológico, con sus propios valores y sentido de la nacionalidad”, recalcó Rodríguez al analizar el libro de cuentos de los hermanos Grimm[15].
Este espíritu de nacionalismo alemán es lo que hizo que los nazis alabasen más tarde estas obras. Por ejemplo, el cuento “Rumpelstiltskin”, con un personaje que es descrito como un «hombrecillo». Algunas personas piensan que puede ser un enano, pero debemos fijarnos con atención en lo que dice sobre él: tiene un nombre extraño, su nariz es grande y su barba puntiaguda, se dedica al intercambio de dinero, vive aparte del reino y quiere al niño para extraños ritos de sangre. Con todo esto en mente podemos llegar a pensar que es un cuento antisemita. Por otro lado, la mayoría de los héroes y heroínas de las historias son descritas como personas de raza aria, fuertes, listas pero poco agradables con las personas que consideran inferiores. La belleza es ensalzada como un valor elevado y, en algunos casos, la moraleja de la historia es que es mejor ser guapa y vaga, que ser fea y trabajadora, como en “Las Tres Hilanderas”. Alemania no era un país como tal en la época de los hermanos Grimm, así que quisieron justificar su intento de nacionalismo dándole a la gente una visión de lo rica y vieja que era su cultura aunque, la verdad sea dicha, no es cierto que todas esas historias viniesen de la tradición oral. A pesar de todo esto, ahora sí forman parte de nuestra cultura universal, pero comenzaron como cuentos para marcar la nacionalidad.
Juan Bobo y nosotros
Ciertamente, Juan Bobo es parte de un imaginario que lo identifica con el puertorriqueño de una época que ahora hay que recordar, porque no se ve en la cotidianidad y que sirvió políticamente para crear un discurso de lo que somos. En la historia de Puerto Rico “el que tiene el poder” de definir la “historia oficial” ha querido borrar héroes, que ya que no son luchadores por la independencia como en otros países del mundo, se ven en la resistencia o en la cultura que luchan para no ser olvidados. En las obras literarias, estas figuras luchadoras –el jíbaro, las mujeres, los negros-esclavos y libertos- son los interesantes, los que sobreviven en lo popular. Yo creo que hay que plantearse por qué la gente sabe más de Juan Bobo (cuál fue el éxito de su mercadeo) ya sea para “glorificarlo” o “desprestigiarlo” que el conocimiento general de la historia de próceres boricuas como Eugenio María de Hostos, entre otros.
La literatura y la historia se vuelven amantes para tratar de procrear una memoria colectiva que da un sentido de identidad que siempre ha estado en conflicto. Con una buena mezcla de ambas disciplinas se fecunda a otros con la curiosidad, lo cual es eje de la educación sobre la historia de Puerto Rico. En la medida en que la literatura sirva a la historia y viceversa, el País tendrá más contextos en los que puede formar su identidad desde un estudio exhaustivo de los eventos históricos que influyeron e influyen a la cultura; tal cual parece ser la única batalla que hemos ganado. Quizás la conversación puede comenzar con replantear a Juan Bobo, no como una figura que uno consume porque se supone que la conozcamos, sino que sería un buen ejercicio analizar quiénes lo conocen y cuál es nuestra reacción ante él. Para algunos será un campesino y la palabra jíbaro se mencionará despectivamente y se podrá ver anticuado y ridículo; hay quieres verán a Juan Bobo como Bobo; para otros será un elemento para recordar, crear afinidad, enseñar el pasado a las nuevas generaciones que no conocieron esa época de Puerto Rico y mirarán a Juan Bobo como muchacho que “no es tan bobo ná” que como muchos boricuas tienen que “bregar” y ser “listos” para buscárselas ante las circunstancias que no pueden cambiar. Lo interesante sería replantear este personaje para saber cuántos toman una u otra postura y ver cómo nuestra percepción de lo que es ser, es. Juan Bobo es una buena excusa para retarnos a pensar a Puerto Rico, algo tan necesario y por lo cual los historiadores y de literatura nos debemos unir.
[1] Ramírez Rivera, José (ed.) Cadilla de Martínez, María. Los cuentos de Juan Bobo. Ediciones Libero, San Juan, 1979.
[2] Marqués, René. Juan Bobo y la Dama de Occidente. Editorial Cultural, San Juan, 1971.
[3] Ibíd, pág. 15.
[4] Ferré, Rosario. Los cuentos de Juan Bobo. Ediciones huracán, Río Piedras, 1981.
[5] Ramírez Rivera, José (ed.) Cadilla de Martínez, María. Los cuentos de Juan Bobo. Ediciones Libero, San Juan, 1979.
[6] Bhabha, Homi. Nation and Narration. Routledge, London and New York, 1999, page 1.
[7] Ibíd.
[8] Ramírez Rivera, José (ed.) Cadilla de Martínez, María. Los cuentos de Juan Bobo. Ediciones Libero, San Juan, 1979. Págs. 31-33.
[9] Said, Edward. Culture and Imperialism. Nueva York, Vintage Books, 1994.
[10] Rescatado mayo 1 del 2013 en: https://www.google.com.pr/search?hl=en&site=imghp&tbm=isch&source=hp&biw=1366&bih=624&q=cartoons+1898+Puerto+Rico&oq=cartoons+1898+Puerto+Rico&gs_l=img.3…1607.4865.0.4906.25.10.0.6.0.1.732.1061.8j6-1.9.0…0.0…1ac.1.12.img.vJQwuvYrz6Y
[11] Centeno, Carmen. Lengua, identidad nacional y posmodernidad. Ediciones Huracán. San Juan Puerto Rico, 2007.pág 107.
[12] Ramírez Rivera, José (ed.) Cadilla de Martínez, María. Los cuentos de Juan Bobo. Ediciones Libero, San Juan, 1979. Págs 45-47.
[13] Hobswan, Eric Nation and nationalism since 1780 Cambridge, Cambridge University Press, 1990.
[14] Rodríguez, Sabina. “Los hermanos Grimm y el Nacionalismo” Recuperado en http://www.vomitosdecreatividad.com/2012/09/los-hermanos-grimm-y-el-nacionalismo.html el 3 de mayo del 2013.
[15] Todos los cuentos se encuentran aquí en español http://www.grimmstories.com/es/grimm_cuentos/index
Bibliografía
HILI: Identidad, Literatura e Historia
Anderson, Benedict. Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism, VERSO, London-New York, 1996.
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Díaz Quiñones, Arcadio. La memoria rota (Ensayos sobre cultura y política). Río Piedras: Ediciones Huracán, 1996.
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Storey, John. Cultural Studies and the study of popular culture. University of Georgia Press, Atlanta, 1996.
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