Desayunar en la calle
Desayunar en la calle. Lo hacen algunos vagabundos si tienen la suerte de conseguir comida. Lo hacen los trabajadores al borde de la carretera o frente a sus centros de trabajo, aprovechando los kioscos móviles de comida. Lo hacen también los estudiantes para evitar tardanzas a sus respectivas instituciones académicas. Y desde hace dos años, mensualmente, lo hace un grupo de personas con la misión de reclamar el espacio público urbano puertorriqueño.
La actividad “Desayuno calle”, que más que una actividad es una intervención social, llega a Puerto Rico mediante la arquitecta Andrea Bauzá Hernández. La joven descubrió la iniciativa ideada por el austriaco Friedemann Derschmidt, en Barcelona, mientras completaba estudios posgraduados de maestría en Arquitectura, arte y espacio efímero. En el 2008, cuando regresó a Puerto Rico, quiso implementar la iniciativa de Derschmidt para atacar “la problemática del desuso del espacio público” en la Isla, asunto que le perturbaba desde que comenzó sus estudios universitarios en la Universidad Politécnica.
Según Andrea, el abandono del espacio público es un problema de conciencia social. Los puertorriqueños vivimos enjaulados en una mentalidad individualista que nos desconecta de nuestros contextos urbanos. La responsabilidad de esta desconexión es compartida. En parte ha sido la “planificación urbana”, que en Puerto Rico ha colocado al automóvil como protagonista del recorrido por las ciudades y los pueblos. Pero también las ordenanzas estatales, como el Código de Orden Público, contribuyen al abandono de los centros urbanos. Para la arquitecta existe una “experiencia real de la ciudad”, circular libremente por ella, que los puertorriqueños se pierden por la existencia de regulaciones oficiales que designan la manera en que se puede o no circular por el espacio urbano.
“En Puerto Rico uno tiene que abrirse el camino” afirma Andrea al recordar cómo se concretizó el proyecto de “Desayuno calle”. Para el primer desayuno convocó a sus amigos, y éstos a su vez invitaron más amigos, a un picnic en el terreno contiguo a la estación de Roosevelt del Tren Urbano. Para participar sólo había que seguir dos reglas: llevar comida para compartir y cero utensilios desechables. El encuentro cautivó a todos los asistentes.
A partir de entonces Andrea se transformó en una “detective espacial” en búsqueda de los próximos lugares en donde llevar a cabo esta especie de juego que tienta a probar nuevas interacciones sociales. La tarea no fue difícil. Para Andrea, la Isla tiene “miles y millones de espacios que están desiertos, la idea es volver la mirada sobre ellos”.
En estos días Hernández diseña la organización del vigésimo segundo desayuno callejero a celebrarse a finales de noviembre. Cada desayuno destapa una dinámica distinta.
Por ejemplo, el desayuno en La Puntilla, en el Viejo San Juan, imponía un código de vestimenta para las personas… y para la comida!: ropa y comida color naranja.
Un desayuno celebrado en el parque de la Urbanización Baldrich convocó a los comensales a crear instalaciones alrededor del mismo utilizando hilo y hasta servicio comunitario hicieron cuando uno de los asistentes restauró con soga el espaldar de un banco maltrecho. Así también, el callejón Borinquen del pueblo de Río Piedras se vistió de figuras coloridas cuando se exhortó a los invitados de aquel desayuno a desarrollar tape art en las paredes del mismo.
En cambio, hay desayunos como el que se celebró en la plaza de La Independencia, justo al lado del puente Martín Peña, en solidaridad con las comunidades del Caño cuando se eliminó la Ley de Fideicomiso. Ley que garantizaría a los vecinos títulos de propiedad colectivos sobre las residencias y los terrenos.
Algunas actividades han sido reprimidas. Luego de la implementación de la ley 7, Andrea convocó un desayuno para los jardines frente al Capitolio. Al llegar, desplegar sus mantas y comestibles, y comenzar a disfrutar del banquete, efectivos de la Policía se acercaron al picnic. Según las reglamentaciones de la Casa de las Leyes, no se puede hacer ninguna actividad sin permiso de la Policía en la grama que bordea sus escalinatas. Debido a la falta del permiso, los desayunantes tuvieron que mover su picnic a la plazoleta donde no hace mucho se vislumbraba una estatua de San Juan Bautista erigida en símbolo del juicio que se debe pasar sobre las labores de los senadores y representantes.
“¿Cuán público es el espacio público?”, es la pregunta que la intervención policiaca provocó en Andrea y es precisamente ese cuestionamiento el que la motiva a seguir con su proyecto. Para la arquitecta “el espacio público es el espacio democrático por excelencia”. Limitar el flujo ciudadano por el mismo, sería negar derechos civiles básicos, sugiere.
Esta iniciativa, de re-ocupar espacios desayunando, se ha enlazado con otras de intervención social. “Desayuno calle” ha invitado a la Red de trueque Borikén a participar de sus encuentros, así la gente intercambia, no sólo comida, sino también libros, plantas, ropa y otros artículos, para apoyar un esfuerzo de economía sustentable sin que haya intercambio de dinero. También grupos de performance artístico se han unido al proyecto, como el grupo madrileño Basurama –que durante su estadía en la Isla desarrolló un proyecto de reciclaje en pos de la creación artística, con su trabajo “Residuos Urbanos Sólidos San Juan, o RUS San Juan”.
La arquitecta Andrea Bauzá Hernández trabaja en estos días en la expansión de “Desayuno Calle”, a “Urbano Activo”. El proyecto pretende estimular el proceso de reflexión de los puertorriqueños sobre su contexto urbano. Más que ocupar el espacio público, “Urbano Activo” pretende re-significarlo. Ya veremos…