Desde la cocina, se urde una solidaridad distinta
En la entrada hay unos acuerdos de sana convivencia y espacios seguros, que promueven un espacio libre de agresiones. «Rechazamos cualquier tipo de agresión sexual, emocional, de raza, género, orientación sexual, nacionalidad, clase social, etnia, edad y/o diversidad funcional. Estos actos violentos van en contra de la visión del espacio», dice el letrero escrito a mano. Y así estás alertada. Pasar el portón es aceptar los términos de un futuro inmediato que se vive desde el intercambio interpersonal.
Cucina 135 es un proyecto que impulsa Luis Calderón: una cocina industrial para pequeños y medianos negocios, que se alquila para cocinar, hacer catering, proyectos culinarios para personas o grupos que no cuentan con espacios de cocina que les permitan masificar su producto.
Eran las 4 de la tarde y llegué allí para conversar con la líder estudiantil Xiomara Caro Díaz, recordada por la huelga del 2010 en la UPR, y hoy día organizadora y directora de nuevas iniciativas organizativas del Center for Popular Democracy (Centro para la Democracia Popular). Nos citamos en Cucina para hablar de El Llamado, que es una de las iniciativas desde las cuales se convoca a trabajar en este espacio colectivo.
Luis es parte de El Llamado. Y tan pronto pasó el huracán María, ofreció su espacio. “Un día después del huracán Luis me llamó y me dijo ‘tengo luz y teléfono’ y yo dije, ‘pa’ ahí es que yo voy’. Y empezamos a buscarnos, gente que nos conocemos del movimiento, gente de Boricuá también”, explica Xiomara.
Boricuá es una organización de agricultura ecológica que nació desde los 70′, mediante brigadas de apoyo mutuo. Los agricultores necesitaban trabajar en su finca y crearon esta organización para darse apoyo entre ellos, porque sabían que de otro modo no iban a encontrar el apoyo que necesitaban o que se esperaba -siendo agricultores a tiempo completo- de un Departamento de Agricultura local ni federal. Hoy en día es una organización con más de 150 miembros a través de toda la isla, casi todos agroecólogos o en vías de llegar a la agricultura sustentable. Plantean que el país necesita alcanzar su soberanía alimentaria.
Luis describe Cucina 135 como “un proyecto dedicado al área culinaria con un valor de autogestión y de compartir espacios para generar más proyectos individuales y colectivos, además de un espacio también cultural y político para que se encuentre la gente”. El espacio se alquila a personas que tienen sus proyectos de cocina y comedores sociales que también producen desde ahí. También hay gente que produce postres que se venden a «coffee shops», por ejemplo. “Pero, obviamente, en este momento histórico esta es la prioridad, así que está en «stop» lo otro y estamos acá cocinando otra cosa”.
Esa “otra cosa” a la que Luis se refiere es una red de solidaridad posthuracanada que se ha ido urdiendo entre personas y grupos que tienen coincidencias.
¿Cómo se desarrolló este núcleo de personas de El Llamado? Xiomara se adentró en el asunto. Explicó que inicialmente, fue un llamado privado, tras bastidores, al que respondieron personas de diversas generaciones, incluyendo la más joven, producto de la huelga universitaria que recién ocurrió en 2016.
XC: Fue gente que yo conozco y nos venimos encontrando de distintos lugares, algunos del activismo y de grupos culturales -porque a mí me encanta bailar- y de ahí yo convoqué a personas particulares que yo entendía que usualmente jugamos esos roles de facilitación, de coordinación… En verdad fue un grupo de gente que estaba teniendo conversaciones en cafés, en filas, en lugares janguiando, que de momento la conversación era muy similar. Que necesitábamos más gente conectada al movimiento de justicia social, que los movimientos que existían estaban operando con pocos recursos y que no había un lugar físico. Algo tan básico como que a veces uno está en un colectivo y donde nos reunimos es en la casa de alguien… Y también parte de años de conversación con personas que han asumido un rol organizativo y que en el momento del embate más fuerte de la austeridad nos sentíamos como David vs Goliat. Y yo pensaba, pues ok, hace falta gente que nos tiremos a la calle ahora mismo, pero también ¿cómo le apostamos a la generación que va a construir el movimiento de ahora y del futuro? Y esa apuesta incluye pensar en ganar victorias, pero también pensar en construir una red de activistas que compartan cierta perspectiva, que no es homogénea, que tengan lugares para adquirir herramientas. “El Llamado”, hasta cierto punto, fue planteado como un cruce de camino. Yo puedo asumir un rol y ver a dónde le dedicamos tiempo, y pensé que fomentar la capacidad de otros y otras era algo que hacía falta.
Aquí hace falta un espacio de apoyo a los movimientos sociales que ayude a diseñar campañas, estrategias de comunicaciones y que capacite y le dé herramientas y recursos, para que los grupos que saben qué es lo que hay que hacer puedan hacer más y a otra escala. Y a eso se le llamó «El Llamado». Estábamos a punto de lanzar la iniciativa en agosto y pasaron cosas que, pues, pasaron… El huracán lo cambió todo. Pero lo que no cambió fueron las cosas básicas. Sabíamos que a los movimientos les hacen falta espacios de encuentro.
Mira si no teníamos clara la magnitud de lo que iba a pasar, que [antes del huracán] habíamos quedado en coordinar una llamada al otro día. No había señal, entonces no había manera de conectarnos a la llamada. Sábado yo veo un inbox de Facebook diciendo que Luis Calderón está en Cucina, que tiene una línea directa… Y me dice mira sí, aquí estamos, vamos a ponernos de punto de encuentro aquí. Yo salí de mi casa lista como si no fuera a volver en una semana, [con] comida por cuatro días de lata en un bulto un poco exagerado, pero no, en realidad todavía pa’ brigadear la gente se está yendo en esas, y llegué y pasé por Buen Vecino, donde trabaja una de las compañeras de El Llamado, y ahí estaba trabajando mi amiga. Me encuentro con Ricardo Alcaraz y le dije “no sé qué vamos a hacer pero vamos a estar en este lugar” y ‘ah pues yo te sigo’. Ricardo llegó conmigo. Llegamos aquí y aquí estaba Giovanni Roberto. Vladi y yo nos logramos comunicar por la línea tradicional. Él también tiene una línea tradicional y yo había tirado el número por el chat y cuando la gente tenía un poco de señal le llegaba. Y él me dijo “estoy en Toa Alta, no sé cómo voy a bajar” y terminó bajando cogiendo pon, empezó a caminar con un galón de agua en la mano y llegó aquí con un “sign” que decía Hato Rey.
Encontrarse en Cucina se convirtió pues en la forma de comenzar a actuar. Más gente se fue enterando boca a boca.
XC: Cuando llegamos, yo creo que fue el primer o segundo día, con un papelote, [tuvimos] una conversación sobre cómo resolver. Y teníamos tres cosas. [Primero], recursos y apoyo para organizadoras y organizadores de sus proyectos, porque sabíamos que los proyectos políticos, sociales y culturales de un montón de gente que conocemos, ya estaban corriendo. Además, que alguien como Giovanni llegó aquí y me dijo “vamos a montar un Centro de Apoyo Mutuo en Caguas”, y se llevó todo lo que él tenía aquí de comida… O sea, que quedó bien claro, que como activistas yo creo que no estamos preparados para esto, pero estamos preparados para reaccionar… Para pensar qué necesitan para operar en estas condiciones.
Segundo, no había teléfono, pues aquí hay un teléfono de línea. Coordinación y comunicación local. Cómo se encuentra gente. Pues se iban a encontrar aquí en ese momento. Y cómo nosotros ayudamos, aunque sea deja un mensaje aquí pa’ fulano o fulana.
Y tercero la narrativa, la contranarrativa, o sea, la narrativa alterna. Que no era la del Centro de Convenciones. Era la narrativa de autogestión, de la gente organizándose sin pedir permiso. De la horizontalidad, de la conexión, pero de la independencia también de tú hacer lo tuyo y ver cómo conecta con lo de otro. En contraste total con la estrategia gubernamental de centralización, de querer controlar todas las decisiones desde un lugar, de homogeneizar todo. Y en función de eso empezamos a simplemente conectar los puntos.
No había un plan. Entonces la gente iba llegando y diciendo lo que estaba pasando. La primera semana no teníamos suministros, la diáspora nos enviaba cosas que se quedaban estancadas en un vuelo. Estábamos coordinando vasos vacíos. No estaban las cosas. Lo que había era gente, y la gente, obviamente, son recursos. La primera semana nosotros sacamos dinero de nuestras cuentas y compramos [suministros] porque sabemos que esta gente está empezando a montar y no tenemos nada que distribuir y entonces fuimos e hicimos una compra como de $600 pesos. Después de ahí empezaron a llegar cositas, en privado, en maletas.
Xiomara menciona que lo que dejó sobre la mesa el huracán María es que las medidas de austeridad de la administración de turno y de la Junta de Control Fiscal provocan que haya una ausencia total de la infraestructura para responder a algo tan básico como la lucha por la vida, o el agua.
Katia Avilés es miembro de la organización Boricuá y facilitadora de encuentros de organizaciones ambientales. Es científica agroecóloga, y su grupo, al igual que El Llamado, es uno de los muchos que ha estado operando desde Cucina a partir del huracán. Katia también se sentó a conversar.
KA: Todo lo que yo he visto acá en estas tres semanas, es precisamente que cada acción responde a la realidad del que entra por la puerta. Y para mí eso fue bien especial, porque permitió entonces una apertura a muchas otras comunidades que están entonces levantando bandera de que «yo tengo esta necesidad», «esto es lo que está pasando», «esto es lo que se necesita», y eso es un punto de inflexión para mí clave en cómo tú trabajas con gente, que es bien distinto a lo que estamos viendo, que es «esto es lo que ustedes necesitan y cómo lo van a recibir” y “aquí está a lista y llenas el formulario”, etcétera. Aquí no. Aquí se responde a quién fue que entró por esa puerta, qué es lo que necesita, cómo está, etcétera. Gente, individuos que entraron que perdieron todo, y no saben dónde estar, y entran desorientados por esa puerta…
Katia explica que hay dos escalas de trabajo, la de los individuos y la de las comunidades. ¿Qué recursos tienen para esas dos escalas? ¿Cuál es la logística? ¿Cuáles son las limitaciones para trabajar?
KA: No hay un modus operandi. Yo diría que hemos estado respondiendo, tratando de tocar base en las mañanas, tocar base por las tardes antes de separarnos e irnos a nuestras casas, pero, o sea, los planes cambian de repente en par de horas. Ayer resultó que había una brigada para Aibonito, la persona que se supone que iba no podía, así que me tocó a mí montarme en la brigada para Aibonito… O sea, ese es el día a día, todavía respondiendo…
¿Cuál es el enfoque? ¿Distribución, comunicación? ¿Cuáles son las acciones que se organizan aquí o que salen de aquí o que se promueven de toda esa gente, esos recursos, que están viniendo aquí?
KA: Cómo yo capacito a ese líder comunitario, a ese organizador de esa región que encontró y está yendo a esa comunidad, que está abriendo paso, que está haciendo brigadas, cómo les damos los recursos para que estén bien o mejor en su condición o tengan las posibilidades de mejorar su condición.
Les damos desde filtros de agua, durante los primeros días ayudamos con la gasolina, lo de poder llegar al espacio, comida que ha llegado. Por ejemplo, yo trabajo mucho con agricultores y muchos han dicho que no tienen semillas para poder volver a empezar porque el huracán se lo llevó todo. Pues decimos manda las semillas para acá y nosotros las llevamos a todas las brigadas que vamos. En el caso de varias comunidades, que no tienen agua potable, que no tienen cómo acceder a agua, que están bebiendo agua del manantial, que sabemos que es el mismo manantial que está lleno de contaminantes… Pues llevamos filtros y enseñamos a recoger agua de lluvia y a poder filtrar. Se le dio un taller a una comunidad que vino y se llevaron talleres a otras comunidades. Ese es el tipo de cosa que se está haciendo ahora y obviamente, esos primeros días súper enfocados en la sobrevivencia. Estamos hablando de caminos, comida, agua y techos. Ahora es que estamos empezando en realidad a ver que la cosa está más clara. Esto no es que estamos estables. Pero la cosa está más clara en términos de qué es lo que la gente necesita. Y por ejemplo, empezar a eslabonar brigadas de construcción, empezar a eslabonar con los que ya son comunidades y esos líderes ya están haciendo. Por lo menos en mi experiencia esto ha sido lo que este espacio ha facilitado para mí y para los que están trabajando conmigo.
¿Y de dónde vienen los recursos para los almuerzos, para las sierras, para las semillas, los filtros? Xiomara explica que continuamente se acercan recursos de la diáspora, de la Red de Apoyo Mutuo de la Diáspora, y tienen una pared de «Oportunidades» donde si ella no puede agarrar algo que ofrecen, se pone allí para que otro lo pueda aprovechar.
XC: Lo otro es [por ejemplo], que una compañera se fue a Chicago porque tenía un viaje programado desde antes del huracán, y regresa con cosas. Compañeros de trabajo míos vinieron, y llegaron con nueve duffel bags llenos de cosas. Ahora están llegando cosas por el correo que ordenamos desde el 25 de septiembre, y han empezado a llegar cargamentos más grandes. Pero nosotros también hemos tenido claro que nuestro rol es fortalecer los proyectos que existían antes de María y potenciar los nuevos. Por ejemplo, en el barrio Mariana en Humacao, tienen el Festival de la Pana siempre, tienen un lugar que le dicen la loma, tiene una asociación reconocida, pero no tenían un comedor ocurriendo. Es cuando él baja a los doce días y llega aquí y lo veo le digo qué está pasando. Déjame enseñarte lo que está pasando en Caguas y entonces [la gente aprende] de qué es lo que se ve en los otros proyectos. Y este lunes empezamos allí un comedor que empezó alimentando 150 personas y ahora van por 275.
¿Y cuál es la relación de estas organizaciones o líderes de movimientos con el gobierno?
XC: Me atrevería a decir que muchos de estos proyectos quizás tengan algún apoyo local con el municipio. O sea, nosotros no hemos ido a un centro de acopio de la Cruz Roja a ir a buscar nada y tampoco pretendemos que este lugar le supla el 100% de las necesidades a estos proyectos.
¿Cómo se inserta Boricuá en este espacio de Cucina post-huracán? ¿Cómo este espacio sirve para apoyar los esfuerzos de la agroecología en estos momentos?
KA: Surgió un poquito justo después de María, no había comunicación y estuvimos mucho tiempo sin saber de nuestra base, de nuestra gente. ¿Dónde están nuestros agricultores? ¿Qué ha pasado en las áreas rurales? Y eso iba desde el tope de la montaña hasta los huertos en la costa, o sea, no teníamos idea de qué estaba pasando en ningún lugar y la necesidad de tocar base y ver cómo sobrevivió tu finca, que sabemos que va a ser tu ingreso por los próximos meses, y si se fue, no vas a tener ingresos por los próximos meses…
El discurso político que estábamos escuchando en la radio era que como Puerto Rico importa casi el 100% de lo que come no hay problema, porque si algo falta vamos y lo compramos, y esto fue en la única estación de radio que estaba funcionando y después hay dos [estaciones] y ¡lo escuchas en las dos!
Al otro día [del huracán] voy al Hormiguero [otra de las organizaciones que opera desde Cucina] buscando, voy a la brigada, y del Hormiguero vinimos para acá. Y cuando llego aquí me encuentro a un compañero que también es de Boricuá, que es el compañero Jesús Vázquez y de ahí rompimos a «mira no escuché de esta persona, tú has escuchado de este, cuándo se reportó, dónde se reportó, y entonces, como los dos representantes de la organización que tenían más acceso a comunicaciones en ese momento empezamos a buscar dónde estaba nuestra red, a activarlos. Vamos entonces al mercado de Ponce, el mercado de Rincón, el centro de la isla.
Y desde entonces hemos estado haciendo unos avalúos de cuáles son las necesidades que tienen estos agricultores y una de ellas es brigadas de construcción. Pues tenemos que llevarle una brigada de construcción. ¡Tenemos que apoyarlos para retomar su finca! Entonces ahora la organización, precisamente porque tenemos la posibilidad de ocupar este espacio y estamos relativamente menos afectados, podemos, por ejemplo, hacer un plan de brigadas para que la gente vaya saliendo.
¿Cuál sería la invitación a la gente?
KA: Mi invitación sería que busquen en su espacio. Si tú tienes un espacio desde el que tú te sientes cómodo de ir a buscar -como el muchacho que vino de Naranjito [diciendo] yo quiero hacer esto en mi barrio en mi comunidad, en mi vecindario-, pues vamos a empezar a maquinarlo y pues, llega acá y vamos a comenzar a hacer esas conexiones.
XC: Desde nosotros hay varios llamados. Uno es a tú encontrar propósito en tu propio espacio. Nosotros estamos apoyando iniciativas autogestionadas de comida, agua y apoyo local. So, si hay gente que quiere traernos comida no perecedera, filtros de agua, toldos (porque ya hemos decidido que no podemos esperar por los toldos de FEMA), pueden donar -particularmente comida no perecedera- y nosotros estamos enfocándonos en lugares que están cocinando para la comunidad. Y también nos estamos enfocando en gente que entendemos que va a estar haciendo esto por mucho tiempo.
No es el alivio inmediato -y no es nada más comer- es ayudar a proyectos que están creando espacios comunitarios fortaleciendo los que tenían, y ese es el lugar donde la gente se va a enterar de lo que está pasando en el país, donde la gente está encontrando médicos. Así que eso es lo segundo, si usted tiene una especialidad y quiere conectarse con un proyecto, puede contactarnos.
O sea, es no regresar a la normalidad porque no hay normalidad a la que regresar. Y dejar de desearla. El resto del país, la mayoría de la gente de este país, no está viviendo en ninguna normalidad porque no la tenían antes de María. Así que también yo creo que es un llamado a no quedarnos, no tratar de buscar regresar a dónde estábamos y en la urgencia, óyeme, reconocer que hay gente muriendo mientras estamos hablando.
Antes de María había mucha gente pasando hambre. Había un montón de gente que no tenía agua, había gente que no tenía casa dónde vivir, lo que pasa es que ahora lo tenemos mucho más cerca, de frente y es difícil negárselo al mundo.
El que ahora mismo está en algún nivel de comodidad, que no esté en riesgo su vida, ni su salud, ni su familia, tiene algo que contribuir. Y no tienes que esperar a que nadie te llame para hacer esto, ni tienes que esperar a que te toquen la puerta, ni tienes que ir a un municipio.
Hay un montón de gente que se ha organizado en su propia calle para hacer brigadas, no le están pidiendo permiso a nadie. Haga lo que usted quiera y entienda que puede contribuir, y si eso es contactarnos a nosotros, pues bienvenido sea.