Destrazos: tirando rayas o la historia de un libro deshojado
En aproximadamente un mes Isaías tendrá 2 años. Veo con la velocidad que crece y me pregunto a diario si algún día lograré ser lo que él necesita. La pregunta me la he hecho tanto que hasta yo mismo me evito. Después de todo ¿cuál será su destino? ¿Qué tan pronto lo sabremos? Sé que los destinos de un niño serán los que le vayamos dando, pero ¿cómo puedo llevarlo a lugares en donde nunca he estado? ¿Debería poder? Recuerdo que mi querida profesora María Teresa Berteloni me decía cuando le hacía preguntas de este tipo, que ella había salido a buscarse muchas veces, pero siempre que se encontraba ya se había ido.
Pensaba en eso mientras dibujaba. Tomé una libreta, un marcador y ataqué un papel. La clave para alcanzar todas las respuestas, para mí, está en dejar fluir la mano. El dibujo creado es secundario porque para algunxs siempre será bueno mientras para otrxs siempre será malo. Crear es una forma de encontrar respuestas porque entre otras cosas nos permite tirar esas líneas. Así que tomé un marcador y empecé a hacer rayas. Buscaba en el proceso algo que me ayudara a imaginar el acto de guiar a mi hijo precisamente ahora, que ha desarrollado el gusto por la TV y su abuela le habla de Disney y de dios todos los días. En el trance de esa tormenta la cadena de pensamientos me tira de regreso a un episodio que suponía olvidado.
Hace un tiempo abandoné el mundo del cine publicitario. Lo dejé por dignidad, pues considero ese trabajo, entre otras cosas, un anti-oficio. La publicidad, tengo que decirlo, debe considerarse una marca roja sobre mí. Me siento avergonzado de haber producido anuncios comerciales para Walgreens o el Gobierno, por ejemplo. Pero sobre todo mi mano, que en ese momento hacía líneas en el papel sin parar, no podía evitar que mis ojos volvieran a ver el momento en que me ofrecieron producir el primer comercial del actual gobernador de Puerto Rico cuando era apenas un flamante candidato. Evimar ya cargaba en el vientre con la habichuelita que llamaríamos luego Isaías.
Recuerdo que me citaron una noche a la oficina para preguntarme si yo tendría algún problema de principios con la posibilidad de producirle un comercial a Alejandro García Padilla. Para esa época estaba a todo dar mi pieza de Amado SJ 2012 y mucha gente estaba ofendida o confundida. Recuerdo que hice silencio y le contesté que me diera un segundo para pensarlo. Después del segundo y sin en realidad haberlo pensado, le dije que si tuviera un conflicto de principios haciendo un comercial para García Padilla lo tendría haciéndolo para cualquier otro producto; y ahí precisamente fue que sentí el cantazo. ¿Cuál era la diferencia? ¿Si podía hacer cualquier comercial para cualquier empresa multinacional y/o producto, por qué no producirle un comercial al candidato a la gobernación por el Partido Popular Democrático? La mayoría de la gente cuando oye ese razonamiento dice: ¡exacto! ¿por qué no?
Yo por el contrario, justo después de oírlo fuera de mí, me ensimismé en la secuencia de palabras. Tomé consciencia de que era lo mismo promover la figura de un candidato de un partido burgués que promover cualquier otro producto. Lo recuerdo como un golpe, y creo que todavía tengo hasta un chichón en la memoria. Entendí que la gente necesita líderes, como necesita de farmacias; pero ni Walgreens, ni Alejandro García Padilla, eran las mejores opciones. Si aceptaba el guiso y ganaba el candidato, yo sería cómplice; si la gente compraba en Walgreens, también. Entendí que si se puede hacer que un hamburger nocivo luzca inofensivo y se coma en masa, a voluntad, con entusiasmo y hasta con fidelidad, entonces el problema está en los artilugios que se hacen para que lo apetezcamos. De seguro, sin la inversión millonaria en publicidad nadie comería en un “fast food”, pero tampoco nadie hubiera votado por el gobernador de Puerto Rico.
Convertir a un señor sin ningún mérito político, en el líder máximo de una colonia, es un milagro de la publicidad y el imaginar la posibilidad de conseguirlo me hizo verla de otra manera. Para otrxs, la similitud entre los productos convierte a la publicidad en una especie de “arte”, y aun cuando su esfuerzo cree la mentira, convirtiendo lo inútil en imprescindible, insisten en construir las ilusiones y legitimar las opresiones a cambio de un dinerito. Recuerdo que me imaginé frente a mi hije tratando de convencerlo de que existe un gordo en el Polo Norte que le gusta el rojo, las galletas y que le daría, si se porta bien, regalos que yo le compraría.
Se me haría imposible actuar como si Santa Clós existiera porque ante todo, defiendo la idea de que la imaginación y la mentira son antagónicas. Por la misma razón no haría nada que hiciera parecer a un político algo que no es. Así fue que se me hizo evidente que el gobernador, Santa Clós, una farmacia o un banco, se convertían en fabricaciones publicitarias con el único propósito de enriquecer a un pequeño y selecto grupo de personas y por lo general, en menoscabo de la mayoría. Pero eso ustedes lo sabían, ¿no? Yo también lo sabía, pero no quería aceptarlo porque hacer cine publicitario es un trabajo bien “cool”. Desde aquella reunión he tenido (tratando de ser gracioso), mucha menos demanda.
La mayoría de mis amigxs, cuando les hago la historia, me dicen simple y llanamente que fui un pendejo. Repiten que el trabajo es trabajo, que eso no es ninguna cosa mala, que soy tan fanático como lxs religiosxs que tanto critico, entre otras barbaridades. Por lo menos son mis amigxs. Pero de todas formas, ¿podría ser eso cierto? ¿Seré yo ese tipo intransigente? ¿Valdrá realmente la pena promover algo que hará daño, solo porque si no lo hago yo, lo hará otrx? o peor, ¿valdrá la pena hacer algo dañino para los demás, solo porque así nos ganamos el “sustento”? ¿Será posible que sea yo el único que vea esa relación con el Poder, como una cosa que nos debilita? ¡Mierda, odio escribir tantas preguntas!
Dependiendo del día me siento como un tonto o muy orgulloso. Casi siempre estoy pensando en la educación de mi niño cuando me ataca la duda. Ni siquiera dentro de mí mismo las cosas son blanco o negro, eso lo sé, no soy idiota. Pero pienso que no contribuimos al bienestar social alimentando a los monstruos que luego vendrán a comernos algún día y eso para mí tiene más peso. Si tengo que mezclar cemento o ser maestro, pues será.
Quizás ahora no esté claro para la mayoría, pero el capitalismo está en crisis. Su crisis no responde a la escasez, ni nada por el estilo, sino que como ya sabemos, cada vez hay más riquezas en menos manos. El sistema capitalista pronto deberá escoger entre cambiar o colapsar, porque los individuos que dominan el juego del mercado se verán obligados a quitarnos cada vez más y eso nos exterminará como especie o si tenemos suerte, nos llevará a luchar. Al final, el capitalismo tiene tanto poder como la cantidad de gente que acepte las reglas y siga su juego.
En el capitalismo se acumula cualquier cosa y todas las cosas tienen un precio. El sistema cuenta con que encontrará el nuestro. Para lxs que no se dejen comprar o para lxs que nadie quiere ir a comprar, solo queda la suerte o dios, que es lo mismo. El asunto tras el panorama que les dibujo sería que en ese mundo es que tengo que dirigir a mi hijo. Pensaba en eso mientras lo dibujada. Ese día me dejó mirarlo sin moverse, pero debo quizás aclarar que estaba dormido.
Ahora, como les decía, me preguntaron si yo aceptaría producir el primer comercial de la campaña a la gobernación del entonces candidato Alejandro García Padilla. Recuerdo que alcé la cabeza y dije que no, moviéndola de lado a lado. Luego de un rato me salió la voz. Solo podía pensar en el germen de mi niño flotando en el útero de mi amor. Enseguida cogieron el teléfono y llamaron a otra persona frente a mí y dijo que sí sin titubear. No haber aceptado ser cómplice de un juego que podría beneficiarme en lo particular, mientras daña a miles de conciudadanxs debería valer algo; pensé eso y todavía lo pienso. Desde entonces he tenido más que nada que aprender a reírme con lxs demás cuando digo que para mí tiene más valor escoger lo justo, que lo conveniente. Tengo que reírme porque lo otro sería pelear a los puños y el plan médico no incluye implantes dentales.
Las crisis sacan lo mejor o lo peor de las personas y siempre habrá que escoger un lado. Lo difícil es, como cuando nos enfrentamos a un papel en blanco, atrevernos a tirar la primera raya. Mucha de la gente que conozco decide tomar la ruta que le garantizará más trabajo y no menos, yo lxs entiendo, aunque se llamen a sí mismxs “revolucionarixs”. Ese tipo de personas que decide escoger servirle al sistema no son lxs enemigxs, o por lo menos no enseguida, quiero dejar eso ultra-claro; pero el problema es que lxs que se van del otro lado si tienen “éxito”, solo regresan al mundo real como turistas. Verdaderamente creo que muchxs quieren cambiar el mundo, sí, pero de igual forma hay quienes posan con lxs pobres y hacen de eso una carrera porque solo quieren un turno en el poder. Sé que hablo aquí de lucha anticapitalista como si todxs pensaran como yo y estuvieran convencidxs de que el capitalismo es un estorbo para la humanidad, pero lo hago porque sé que la verdad es lo opuesto. Estoy consciente de que la mayoría solo quiere sobrevivir y alcanzar en su tiempo de vida, al menos parcialmente, el paradigma de éxito que propone el capitalismo. Mucha gente no ve ningún inconveniente con la dictadura de dios o del mercado y eso es exactamente el problema.
Quizás hablar de lucha nos hace parecer pájaros raros, pero ¿qué exactamente piensa la gente cuando uno dice lucha? ¿Creerán que luchar es salir a tirar tiros? ¿Acaso pensarán que hay que poner bombas y matar para ser revolucionarixs? Muchas veces he visto que lxs que dicen que quieren cambiar el mundo, cuando consiguen un poco de poder, se les quitan las ganas de luchar porque en el fondo cada cual busca sobrevivir cueste lo que cueste, como lo hace todo ser vivo. Pero mi punto es que entre servirle al amx y derrotarlx, es mejor alternativa para la supervivencia de la especie la última.
Yo no pienso que hay que irse a disparar, sino que entiendo más revolucionario, pero sobre todo más accesible, negarse a servir de peón en la hacienda del poder. ¿Por qué pensar en hacer un ejército cuando no podemos hacer ni un boicot a un producto? Aquí, queriendo decir en este momento histórico, se debería dibujar una raya y exigir que muchxs dejen de hacer turismo entre lxs pobres para lucrarse con eso. Porque para empezar, ¿no sería más realista y más útil, simplemente negarnos a promover el poder de un político o el de un banco ahora mismo, en lugar de ir luego a tomarse fotos en barriadas o dar limosnas, buscando remediar lo que hizo el político o el banquero que promovimos? Bueno, quién sabe, quizás los que dicen querer cambiar el mundo pero se instalan en el poder, están ahorrando dinero para hacer un ejército desde su calle.
Así fui pensando y dibujando mi historia emocional desde aquellas fechas en que quedé al margen. Empecé a trazar líneas metafóricas y literales, e iba descubriendo al mismo tiempo, quién quedaba del lado que yo había decidido defender y quién no. Al momento, tengo que confesar que quedó despoblada la justicia, pero me funcionó como un consuelo haber podido completar en el proceso una serie de dibujos que se me presentaron como una colección gracias a la trama. También, he descubierto que nunca había sido más feliz que hoy.
La serie de dibujos que titulé Destrazos me surge de las herramientas de escribir y por lo tanto, se me antoja entenderla como una secuencia de textos mutados. La colección consta de más de 100 dibujos a precios “populares”. Ningún dibujo pasará de los 40 dólares porque una de mis metáforas es ser obrero del arte. La colección entera es un libro conceptual y cada dibujo es un cuento o un poema épico. Aquí abajo les pongo un breve vídeo que incluye algunas imágenes y pretende ser su invitación a adquirir parte de la obra. Espero que nos visiten y adopten una página del libro deshojado. Estaré en la Galería Casa Jefferson a partir del domingo 3 de agosto de 2014 desde las 9AM y en el contexto de las fiestas de la Calle Loíza. La Galería Casa Jefferson está ubicada en el 106 de la Calle Jefferson en Santurce. Compartiré la galería con más de 10 artistas y todxs presentarán piezas de menos de 40 dólares también.
Destrazos.