Día de júpiter
1
Anoche estaba la luna llena desnuda ante el fuego.
De tanto que alumbraba ensimismada
creí que algo que no he visto le sonreía adentro.
Ahora el sol con su rastrillo cuida
el jardín de cenizas, mientras
bajando el verde risco
anuncia el ceremonial tambor
entre el trayecto de los árboles
la siembra de una búsqueda.
Ahumado escucho sin centrar los ojos.
Están sembrando a humanos alrededor de mí.
Humanos crecidos para ser sembrados.
Humanos sembrados.
Buscadores de visiones.
Escucho.
-Se ha roto la vieja talega de los pensamientos.
Rehualegareguru: 100 arañas chavochi
inyectan ponzoña en los ojos de Dios
Neje ke chavochi jú.-*
Aún sentado aquí, frente a otras piedras
el fuego explota su mandíbula con gusto.
El fuego insiste en sonreír mordiendo la madera.
2
De su boca abierta para todos hacia el cielo
persigo el humo
El humo saluda a las piedras, dobla
entre los trazos del fango
hacia las largas hojas del guineo
luego sobre la interminable espalda del yagrumo.
Para saber basta con perseguirlo.
Hay tierras donde no entra el tiempo.
3
Esto es la cima
lo más alto del día.
Las nubes son arañas en los ojos de Dios.
Tierra es carso ancestral y corales fósiles
entre el yerbajo del bosque.
Estar arriba de Utuado con el país de espaldas.
Cuarenta personas nosotros guardando una búsqueda de visiones.
Diez más, dispersos y a solas
repasan sus hambres con su silencio humano.
La sonrisa del fuego está sentada
de frente a cuatro noches.
4
Horita
justo después de haber cargado el agua hasta las piedras
nos visitó la lluvia.
El fuego y yo abrimos las bocas.
Aunque lo verde prefirió guardar su parte
bebimos lento
con la luz.
5
Pronto vendrá la noche con su solo de múcaros
a decirse
cuando se calle el ruido
el soleado vuelo.
El resto irá conmigo al sueño
salvo el fuego.
Ignoro la hora.
Hoy es día de Júpiter.
6
Seis semillas rojas que encontré en los caminos.
Una semilla blanca que cayó del cielo aún fresca
y otra de los pinos del camino de las siembras.
En los oídos del corazón poesía semilla.
En el bosque el retumbar de los que están aquí porque estuvieron
siguiendo y reescribiendo el dictado del largo poema visiones.
Etnairis, José Vicente, Ámbar
Nicole, Rubén, Viveca, Tata.
El corazón escucha y ve.
Respiro el no tener al tiempo.
Quizás por eso en los ojos
la larga fuga de la oruga negra.
Ahí se va la noche a descansar
para cuando otra vez se vaya el día
tras los cerros.
7
No sé a dónde va la noche sobre la oruga negra
cuál el hambre de la noche, el hambre de la lluvia
cuál el hambre de todo esto que amanece.
Atestiguo frente al fuego
y le pregunto a dónde van las hambres
a dónde logran irse.
Ya trazados los caminos en el fango
el sol recuesta su rastrillo para otro.
No hace más que sonreír el fuego
y regalarme piedras.
Aprendo de su roja desnudez.
8
Vivas están las piedras.
Humano ante sus rojos latidos
Agradezco.
Basta con desnudarse frente el fuego
para volver a ser.
9
Desnudo
uno toca a través del calor los misterios
y comprende que el dolor antiguo y profundo de uno
es del resto.
El resto es un universo de piedras que han olvidado el fuego
la limpia sonrisa del fuego
la forma en que vive un corazón.
*Estos versos pertenecen al poema Híkuri, del mexicano José Vicente Anaya