DiMaría
Por eso los muertos subían el nivel de las aguas
Amontonados como si se esponjaran sobre ellos
Raúl Zurita, Anteparaíso
Y despidiéndose desaparecieron tragados
por la cima de la montaña
Popol Vuh
I.
Cuando volvimos a ver las estrellas
Ya no éramos humanos
El cielo había conspirado para matarnos
Y encerrarnos en un catafalco
De felicidad desconocida.
Algunos lloraban con la furia
Propia de los que salen del cauce.
Yo sudaba felicidad
Cuando comenzaron los vientos
Pero moría de instantes
Así no más.
Poco importó que Germán
paseara su doblez en el tiempo.
Total.
Nadie lo aprecia.
Lo cierto es que el mar crecido
Ya no es superficie
Y entre los vientos
ladraba un perro sobre un prado.
Un perro negro como el de Cisneros.
Duro y testarudo
Como tu deseo de irte al Perú.
A mi que no me vengan
Con sermones de playa
Porque el oleaje no nos pertenece.
Tampoco me vengan con poco
Porque la escasez es demasiado.
Y demás ha sido todo esto
Tan desasido
Cuando volvimos a ver el cielo
Y las estrellas volvieron a conspirar
Para darnos luz.
Tú sudabas como la yegua que me parió
Con tus tetas acampanadas
Y quien fuera un buey
Con las bolas a las rodillas
Para tomarlo todo
Con calma
Con calma.
Calma los cojones
Y ovarios también.
¿Quién duerme a la intemperie
con tanto dolor?
II.
Yo era hijo de la furia
Hasta que me contuvieron las vocales.
Ya para entonces los vientos
Estaban coartados
-Ni modo, cabrón,
me dijo el guardia desaforado.
Quién fuera un Cosme
Para recoger hojas todo el día
O Ginna, divina
Para argumentar
Contra la marea
del a quién le importa
Toda la noche.
Si miras al horizonte
Verás a Erizo flotar
Sobre la arena
Con su casco expuesto al salitre
Pedaleando en sueños.
Allá va.
Sin tu permiso ni el mío
Espantando los aviones
De la mentira
Para no estrellarse
Contra la ducha verdad.
Y es que desde allá
En la Toa
Llegaron los rumores
De los muertos que subían el nivel de las aguas.
Una vez bajó la decadente represa
De los oprimidos nocturnos.
Para morir basta la opresión de las aguas
Y la jeringonza del aire en retirada.
Quién fuera un soldado sin guerras
Para pasearse en uniforme perfumado
Por las habitaciones de tu memoria
Y la supremacía del mar.
Mientras
En la altura
Las doñas encopetadas
Se abanican la pájara
De la desidia
Y lloran sus poodles azules
Crucificados por la furia de un ciprés.
-Mueran cabrones,
vociferó el babote del mangle.
Que dejó escapar las uvas de la discordia.
Ahora amerita, callados, sigilosos,
Arrancarnos los ojos
Y lanzarlos contra la historia.
III.
Desde Jacksonville
Trajeron la muerte en contenedores
Envuelta en bandera americana
-Oh, say can you see!
Porque la bota disfruta
Del sufrimiento del suelo
Y del enterramiento del súbdito
O de ahogarlo
En sus propias vilezas.
Hay una trulla de gamberros
Que se ha quedado con la vida de tu madre
Y la mía
Por unas cuantas monedas de reconocimiento.
Me cago en sus huesos
Los escupo con pus
En sus heridas vinícolas
Y muerdo sus entrañas
Con mi boca podrida.
-Bájale dos,
me dijo el gasolinero
frotando su índice
contra el pulgar
buscándose un peso.
Son los mismos.
Son ellos
Los parásitos de la loma de los jardines
Los que viven en un mar torrente
De espaldas al mar.
Los que viven en un paseo
O una villa.
Allá arriba
Mil maravillas
Acá abajo
El Chancro
El Tecato
La Puta
El Pato
El Vago
El Caco
El atraco
Y el matraco de la mentira.
Cuando vayamos por sus huesos
Y pongamos sus cabezas en picas
Como lo hacía el Marqués de La Esperanza con sus cimarrones
Rueguen
Imploren
Porque sus canes
No meen sus malditos cadáveres.
IV.
Escribo con tinta verde
Y no es un llamado a la esperanza
Nos han lanzado a la miseria
Sin otra chanza que el olvido.
Somos un barco
Encerrado en la botella del imperio
Con velas hinchadas de deseos
Naufragando al garete
Sin ton
Ni son
Ni remedio
Nos han sacado del medio
Para servirse con el cucharón del odio
Y la avaricia.
Somos reses
De carnes mustias
En medio de este pastizal desaforado
Una coz
De un burro ensimismado.
Pero pronto llegará la navidad
Y todos beberemos lechón pitorro
Y ron asao
Con el casquete de medio lao
Y la pujanza del toro manilo
Centurias del cabrón castellano
Y del mamón anglosajón
Nos ha transmutado
En tremendo mojón
Cuando sobran las cadenas.
V.
Aquí ni las moscas sobreviven
Las abejas pican con gran disimulo
Las flores del mal se marcharon
Y los pájaros saquean tus semillas.
Va llegando la hora de romper cristales
Y dejar que los murciélagos
Se apoderen de la noche.
Para ver si bajan tus dioses de la montaña.
Ya no hay nada que hacer por las almas
Y mucho que hacer por las armas.
¿El mar?
Ni lo pienses.
Los pelícanos fugaron al alba
Sin pasaje de ida
Y los viejos abarrotaron el aeropuerto
en pie de lucha.
No hay plegarias que valgan
En este infierno de risas
O rodilleras que contengan
Este barco de muerte.
León azota a sus esclavos
Cuando devoran sus perros
Y lo dejan indefenso
Al caer la noche.
Arribita.
Desde mi balcón
Veo todo esto
Sin que una sonrisa se me meta por los ojos
Cuando tú me besas de madrugada
A pesar de los mosquitos.
Cómo extraño los días
en que cantábamos
Al ritmo del pandero
Sin contemplar que mañana
Tú y yo
bailaremos lo mismo.
* Leído en el encuentro de periodistas y poetas auspiciado por la ASPPRO, en Casa Norberto, el jueves 25 de octube de 2018.