‘El Antillano’: una obra necesaria
“El Antillano”, documental de Tito Román Rivera acerca de la excelsa y todavía desconocida figura por muchos de nuestro padre de la patria puertorriqueña, Ramón Emeterio Betances, está convirtiéndose rápida y gratamente en uno de los largometrajes nacionales contemporáneos más exitosos. Entrando en su tercera semana en cartelera en dos cines en San Juan y uno en Ponce, y con próximas presentaciones vislumbradas en Mayagüez y otras ciudades de nuestro territorio, “El Antillano” es un proyecto necesario, sentido, sincero y jubiloso, que merece todo lo bueno que le pase y ojalá se quede incrustado en nuestra memoria colectiva para la historia.
«El Antillano» surge de la inquietud de Román Rivera en sus años de estudio en la Escuela Internacional de Cine en San Antonio de los Baños en Cuba. Mientras preparaba un proyecto sobre Pedro Albizu Campos, dos compañeros franceses comenzaron a preguntarle sobre la figura de Betances cuyo rostro engalanaba la camiseta que llevaba puesta. Al explicarles que el patricio boricua vivió la mayoría de su vida en suelo francés, se percató de la férrea necesidad de un buen documental acerca de la figura de nuestro prócer, para que por igual su pueblo y otros pueblos del mundo puedan apreciar en justa dimensión la figura del antillano de antillanos.
La obra fílmica es ante todo un documental que no esconde su principal objetivo: el educativo. Román Rivera quiere que la gente conozca a Betances, su figura, su importancia y su trascendencia. Es básicamente una clase magistral de 80 minutos en torno al prócer caborrojeño. La hipótesis principal se trasluce en cada minuto del metraje: ¿es Betances el puertorriqueño más importante en nuestra historia y en el quehacer antillano?
Para ayudarle a descifrar dicha pregunta, Tito Román tiene como guías principales a los que son probablemente las dos figuras que son una autoridad sobre el tema: el profesor e historiador puertorriqueño Félix Ojeda Reyes, quien se ha dedicado por décadas a recopilar las obras completas del patricio, y Paul Estrade, profesor emérito de la Universidad de París y quien es en gran parte responsable de que conozcamos lo que conocemos acerca de la vida de Betances en la capital francesa. A sus intervenciones se añadieron las de Josefina Toledo, historiadora e intelectual cubana, y el historiador dominicano Santiago Castro Ventura. Aunque los cuatro dan testimonios diversos, ricos en detalles y ópticas, en ocasiones la constante presencia única de éstos se vuelve algo monótona y se echan en falta la presencia de otras figuras que pudieran haber contribuido con sus testimonios, sobre todo de la comunidad científica de Puerto Rico de la que prácticamente no hay representación.
Aún así, en “El Antillano” prácticamente se tocan todos los aspectos importantes de la vida de Betances: sus estudios en Francia, su creciente interés en la liberación de Puerto Rico, su colaboración en los procesos de independencia de Republica Dominicana y Cuba, su estancia en Haití, su decisiva influencia en la toma de conciencia de su «hermano» prócer Eugenio María De Hostos, su amor por su sobrina María Del Carmen Henrí la «Virgen de Borinquén», su participación decisiva en el Grito de Lares, su destacada labor científica que incluyeron investigaciones que revolucionaron en su época el panorama medico, todos esos detalles se discuten a fondo sin que parezcan esbozados a la carrera, lo que es prueba del merito y la virtud de un documental que en sus 80 minutos abarca mucho y no se queda prácticamente corto en lo que intenta abarcar.
Claro está, cada uno de los aspectos que el documental aborda pueden ser objeto de una investigación individual en sí misma. Pero eso es otro tema y quizás “El Antillano” pueda ser un perfecto detonante para que otros creadores se animen a seguir investigando y cultivando el pensamiento Betancino.
Al ser éste un documental con una finalidad ante todo educativa y de acercar la figura de Betances a las nuevas generaciones, Tito Román emplea recursos llamativos e innovadores que complementan su directa y clara propuesta. Si el documental cinematográficamente es uno sencillo y directo, no por menos quiere decir que “El Antillano” carezca de elementos formales ricos y matizados. La animación de Emmanuel Rodríguez sobre ilustraciones de Juan Carlos Torres es una alternativa fresca a las «recreaciones históricas» que muchas veces llevan a documentales como estos a una frialdad académica. Las animaciones se sienten vivas y resultan una muy ingeniosa manera de presentar imágenes y estampas de la vida de Betances, más allá del puñado de fotografías conocidas del prócer. La música, en la que predominan ritmos urbanos como el hip hop y la bomba, es otro acertado recurso que complementa y redondea la propuesta gracias a la interpretación de Luis Díaz, Intifada, Hermes Ayala, Chabela Rodríguez y Viento de Agua, entre muchos intérpretes de una banda sonora que merece ser editada independientemente del documental.
De especial interés resulta el viaje que literalmente Román y su equipo realizan emulando las travesías de Betances, arrancando desde París y dibujando una sentida y hermosa travesía por las Antillas. Las entrevistas y el calor humano de las intervenciones realizadas en Haití, Cuba y Republica Dominicana dan fe de la responsabilidad histórica y sentido de hermandad de esos pueblos y nos preparan para la debacle de las intervenciones en Puerto Rico, en donde en una bofetada de vergüenza ajena nos enfrentamos cara a cara con nuestra realidad histórica y la dejadez colectiva de un pueblo para con su historia, su pasado. Si quizás algo le faltaron a estas escenas fueron una participación más activa e incisiva de Román Rivera como entrevistador/provocador, sobre todo en una inolvidable escena filmada en frente al busto de Betances en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.
El cineasta con su equipo también se trasladó al barrio en que se crió Betances en Cabo Rojo, a la plaza de dicho pueblo en donde reposan sus cenizas, a la casa de Mayagüez en donde vivió, ahora en total abandono, a las diferentes calles, avenidas, sectores y estructuras urbanas que llevan el nombre de Betances en la zona metropolitana. Las reacciones recogidas son dignas de verse, y de indignación colectiva. Es un diagnóstico doloroso pero necesario que tomando como detonante la figura de Betances, Román Rivera hace de nuestra realidad como pueblo, exquisitamente contrapunteado por una visita al corazón del imperio, a Estados Unidos en una sorprendente sección que deja más al descubierto el meollo de nuestra realidad colonial. Para los que no han visto el documental todavía me reservo de comentar en quizás la entrevista más decisiva, más lamentable y deslumbrante a la vez que hay en el mismo.
Pero como mencioné antes, el éxito de “El Antillano” nos da esperanza y ya se ven frutos, ya que el trabajo ha generado un total impacto tanto dentro como fuera del País. Sería increíble si se convirtiese en el mayor éxito económico y mediático de nuestra incipiente historia cinematográfica, se lo merece. Pero el mayor éxito que podía lograr ya lo está logrando: que miles de puertorriqueños que no tenían ni idea quién es el padre de nuestra patria, el antillano más cabal, «aquel viejo sabio» como lo inmortalizará el padre de la patria cubana José Martí, conozcan y celebren la figura de Ramón Emeterio Betances y con suerte, perpetúen su legado en acción y pensamiento.
* Publicado antes en el portal de la Fundación Nacional para la Cultura Popular.