El Caribe: Insularidad y cultura compartidas
Amo esta isla, soy del Caribe.
Jamás podré pisar tierra firme
porque me inhibe.
– Pablo Milanés, “Soy de esta isla”
Suenan las islas como ángeles
sobre el silencio azul del mar.
Y el día pone entre sus manos
ramos de sal y de coral.
– Himno del Departamento de San Andrés1
Parece haber, o al menos yo percibo, una cierta “insularidad” en sociedades que habitamos ínsulas relativamente pequeñas. Es decir, no hablo de Australia, o Groenlandia, o las islas mayores de Japón, o Nueva Zelanda, o algunas islas del achipiélago indonesio. No, como reflejan los epígrafes, y en especial el primero, del cubano Pablo Milanés, hay un “algo” que nos hace sentir diferentes de las sociedades continentales. Y hablo de “insularidad” y no “insularismo” porque, al menos en el caso puertorriqueño, ese concepto tiene una carga de determinismo geográfico, además de colonialista y racista.
A fines del milenio pasado, formulé una hipótesis sobre una presunta “cultura compartida” en el Caribe insular para un texto en el catálogo de una exposición de arte del Caribe insular en la Casa de América de Madrid y en el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo. Dicha hipótesis, madurada y reformulada desde entonces, es que los Caribes, al menos los que hemos llamado el insular y el cultural, tienen una “cultura compartida”. Nótese que ya no me limito al Caribe insular, sino que incluyo a un Caribe cultural que –como expliqué en otro texto— no es «geográfico» en el sentido de coincidir con fronteras políticas, sino que puede incluir –por sus características– partes de países.
La inclusión del Caribe cultural, por lo demás conceptualmente ineludible, plantea la participación en esta cultura de regiones continentales, como Veracruz y algunas sociedades de la costa Caribe centroamericana, Panamá y partes significativas de Venezuela y, sobre todo, el Caribe colombiano. Aunque problemática, la argumentación de una “insularidad” en regiones continentales ya estaba planteada con la inclusión de las Guyanas y Belice en el Caribe insular. Tradicionalmente su inclusión se debe al elemento “etnohistórico” –su pertenencia a las West Indies— más propongo que ello se justifica mayormente por el relativo aislamiento que sufrieron estas sociedades, rodeadas de agua o de selva por todas partes.
La idea de una cultura compartida se contrapone a los discursos que reclaman la existencia de una cultura “común” u homogénea, discursos hoy desacreditados aún para referirse a un solo país, mucho más para regiones internacionales. Esta idea tampoco asume una identidad generalizada, es decir, que una conciencia de o aceptación de dicha cultura sea mayoritaria o siquiera frecuente dentro de la región. La idea de una cultura compartida se limita a llamar la atención de una serie de rasgos de una cultura regional que se manifiestan en todas o casi todas las sociedades si bien en cada una se manifiestan de maneras muy diversas.
Cabe aquí distinguir entre tres conceptos que se confunden a menudo en los estudios y discusiones sobre el Caribe y supongo que otras regiones. No es lo mismo definir una región que identificar una cultura o culturas en dicha región y ninguna de las dos presupone una identidad (o identificación colectiva) con la región o su presunta cultura. Si nos centramos en lo que nos separa, desde los lenguajes hasta los sistemas políticos, podría justificarse el pensar que la región no existe más allá de una expresión geográfica. Por el contrario, podemos enfatizar en que la diversidad es precisamente parte de esa experiencia y una cultura compartida. En el evento en el cual presenté en inglés una versión previa de este trabajo, me conmovió cuando una psicóloga afirmó que, después de haber trabajado por décadas en el Caribe como región, puede asegurar que tenemos una cultura compartida.
Al llamar la atención de una serie de rasgos, y no de una cultura regional sino de la unidad en la diversidad, la idea de una cultura compartida se ubica más en lo cultural, tal como lo propuso Néstor García Canclini: cultura, redefinida como producción, circulación y consumo de significación en la vida social. Propongo, entonces, buscar esa cultura compartida, esa unidad en la diversidad, en: las insularidades y en las experiencias del pasado, en los nacionalismos, los mestizajes, las religiosidades populares, los multilingüismos, las migraciones, las musicalidades y las gastronomías. Algunos podrían argumentar que esto aplica a buena parte de la experiencia humana; eso no niega que sea también la caribeña.
* Este texto surge de la introducción a una conferencia presentada varias veces en el Caribe colombiano y en Nassau, Islas Bahamas, entre 2011 y 2013, además de variantes en 2013 en el Departamento de Estado y la Universidad Metropolitana (UMET) en San Juan de Puerto Rico. La ocasión más reciente en Colombia fue en el evento 6to. Sabor Barranquilla, Feria gastronómica con identidad Caribe!, Barranquilla, Colombia, 24 de agosto de 2013.- Archipiélago colombiano de las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.Letra: Eduardo Carranza/Música:José Rozo Contreras (1971). [↩]