El clandestinaje de la ficción
Ese recurso de la autora no es nuevo, por supuesto. Miles de autores lo hacen en todos los lugares del mundo. Lo que sí es particular en el estilo que escoge Wilda Rodríguez es que la línea fina entre la ficción y la realidad es demasiado evidente como para llevar al lector deliberadamente a conclusiones auténticas y contemporáneas.
“Los hechos no son cronológicamente exactos. Los personajes son híbridos. La historia es real”, nos dice la autora al describir lo que ella llama periodismo ficción.
“Parto de lo que conozco y lo que sé. Cosas que no pueden ser publicadas como crónica real porque no hay quien se atreva a identificarse como fuente. Cosas que son parte de nuestra historia no impresa. Me envuelvo en una trama que las coloque en perspectiva. Nada de lo que aparece en mis novelas es irreal. Por más exagerado que parezca, les aseguro que existe”, ha dicho Rodríguez una y otra vez en las presentaciones que ha hecho de sus novelas.
En esta última, Las Vivianas, Rodríguez desarrolla el perfil de la depravación política y social del país a través de una dinastía de amantes.
Viviana Sanjurjo, personaje central de la novela, se ha tejido una vida adrede dentro de la corrupción y el poder. Pero sus muertos intervienen para torcer el desenlace de la vida de una mujer que quiere perpetuarse en sus hijas y nietas.
El espiritismo es también una constante en los escritos de la autora. En Las Vivianas es uno de los hilos conductores. Uno, porque otro es la polémica eterna sobre el estatus de Puerto Rico.
Hay dos personajes en Las Vivianas que se destacan por su autenticidad: Pedro Albizu Campos y Filiberto Ojeda Ríos. No son personajes centrales en la trama pero la mueven.
“De Albizu escribo desde las conversaciones que he tenido con uno de sus estudiosos más fieles, mi amigo Quique Ayoroa Santaliz. Uno de sus relatos lo llevé hace unos años conmigo a La Habana y recorrí con el en mi mente lo que describo en el libro. De Ojeda Ríos escribo desde la perspectiva de un vecino de Plan Bonito en Hormigueros que conocí en uno de mis viajes por ese litoral para sentir a Filiberto. Me siento espiritualmente autorizada por ambos patriotas a meterlos en el enredo de Las Vivianas”, dice la autora riéndose
Hay mucho sentido del humor en Las Vivianas. Desde que arranca con anécdotas que reconoce como personales.
“La amante de mi abuelo se llamaba Viviana. Y fui yo la desgraciada que le reveló el nombre a mi abuela cuando tenía cinco años. No ocurrió como en el libro, pero ocurrió”, dice.
Uno de los mejores elogios a Las Vivianas lo hace una de sus presentadoras, Carmen Yulín Cruz. Según la alcaldesa, tuvo que apartarse de la lectura de la novela cuando la descripción de los olores en la Plaza de Mercado de Río Piedras porque le empezó un ataque de asma.
La crónica del país desde el clandestinaje de la ficción en Las Vivianas es una lectura fácil, pero no simple. Ligera, pero no frívola.