El humanismo, capítulo importante del pensamiento puertorriqueño
Tenemos que agradecerle al colega de la UPR en Humacao, Carlos Rojas Osorio, el interés que ha mostrado por recoger los esfuerzos que se han hecho en nuestras islas por contribuir, en primer lugar, a la tradición filosófica que identificamos sobre todo con Europa, pero que sabemos que también se ha desarrollado en otras culturas, y, en segundo lugar, a un entendimiento de nuestra sociedad puertorriqueña a través de escritos que podrían describirse como filosóficos. Él mismo describe su cometido como “la tarea de historiar las ideas filosóficas en Puerto Rico”.1
Existe una tradición de reflexión sobre Puerto Rico que apenas se toma en consideración cuando conversamos sobre las dinámicas intelectuales puertorriqueñas. De esto hay que excluir desde luego a Antonio S. Pedreira, a José Luis González y a Manuel Alonso, a quienes invariablemente se les trae a colación en tales situaciones.
Hemos tendido a privilegiar el cuento, la novelística, el teatro y la poesía y demasiadas veces ha sido muy poco lo que hemos reparado en los esfuerzos que han hecho esos mismos poetas y prosistas, y otros, por entender o explicar a Puerto Rico desde la óptica del pensamiento filosófico. Desde luego, no suponemos que quien escribe una novela o un poema no piensa filosóficamente. Claro que sí. Lo puede hacer en un poema, según lo hace Corretjer en su Alabanza en la torre de Ciales, o lo puede hacer como lo hizo en su igualmente importante obra ensayística el gran cuentista y novelista que fue José Luis González. Lo que estoy sugiriendo con mucho cuidado es que el pensamiento filosófico, expresado la mayoría de las veces ensayísticamente o mediante artículos, se debe a otros compromisos, quizás vitales e históricos, pero seguramente formales, que no se dan en los otros géneros literarios y que cuando los excluimos nos exponemos a dejar fuera interpretaciones que podrían enriquecer la percepción que se tiene sobre una tradición intelectual como puede ser la puertorriqueña. En lo que respecta a la diferencia entre filosofía y literatura, Rojas nos ofrece una explicación que debemos suponer que es la que le guía: “La literatura es pensamiento que se realiza con el símbolo y la imagen; la filosofía es esencialmente conceptual y razonadora”.2
Es importante insistir, sin embargo, en que con lo dicho no estamos sugiriendo que no se puede pensar con profundidad al país desde esos otros géneros literarios. Claro que sí. Es así como lo hemos hecho tradicionalmente. Sobre todo a partir de Alejandro Tapia y muy pronto después con Manuel Zeno Gandía, nos hemos evaluado a nosotros mismos mediante la creatividad artística literaria y no se ha hecho mal. Podremos estar en desacuerdo con la importancia que se le adjudique a ciertos autores o inconformes con lo que no se ha dicho sobre otros, pero en términos generales la glosa desarrollada sobre nuestros literatos nos ha permitido conocernos mejor a nosotros mismos. Las muy importantes obras de Francisco Manrique Cabrera, Historia de la literatura puertorriqueña, Literatura y sociedad en Puerto Rico de José Luis González y las más recientes La maldición de Pedreira de Rafael Bernabe y Puerto Rico in the American Century, ya traducido al castellano, de César Ayala y Rafael Bernabe, son textos que no desprecian ninguno de los géneros, por cierto, y que reconocen la valía del ámbito de la escritura que llamamos prosa.
No está de más, sin embargo, que se estudie, según hemos adelantado, la dinámica del pensamiento puertorriqueño como tal, según lo ha hecho Carlos Rojas en algunos de sus escritos. En ella, como veremos, nos encontraremos con escritores que además de cultivar otros géneros literarios, también nos pensaron desde el ensayo, el artículo o el aforismo, pero constituirán mayoría otros y otras que sólo nos pensaron de esta forma y no incursionaron en los géneros literarios ya mencionados. Esta escritura que aborda directamente el reto de pensarnos a nosotros mismos en Puerto Rico apenas se ha atendido por su cuenta, sino que se subordina a las corrientes literarias prevalecientes. Pero, ¿no sería conveniente también atenderla sola, desde luego en el contexto material que la hace posible, la estimula y con el que tendrá una relación siempre merecedora de estudio, pero reparando a la vez en los vínculos que pudiera haber entre aquellos y aquellas que la hayan cultivado de esa manera?
El libro Humanismo y soberanía: de Betances a Mari Brás (2013)3 es parte de los trabajos de Carlos Rojas dirigidos a recoger la tradición del pensamiento puertorriqueño tal y como nosotros lo estamos sugiriendo. Ya antes el profesor Rojas había publicado Pensamiento filosófico puertorriqueño (2002) y La filosofía en Puerto Rico: los transterrados (2011).4
En Pensamiento filosófico puertorriqueño nos presentaba, resumidos por él mismo, algunos de los trabajos de los autores reseñados, quienes eran todos estudiosos de la filosofía nacidos en Puerto Rico. El “tema específico” de aquel trabajo era “el historial filosófico puertorriqueño”, según él mismo escribía.5 En La filosofía en Puerto Rico: los transterrados, Rojas y otros colegas a los que él invitara presentan una serie de resúmenes sobre trabajos escritos por estudiosos de la filosofía que no nacieron en Puerto Rico. Se refiere, según escribe, a “profesores de otros países” que “nacieron fuera de Puerto Rico pero que en algún momento de sus vidas dejaron su tierra nativa y optaron por vivir y compartir su existencia con la comunidad puertorriqueña que vive en esta bella y hospitalaria Isla caribeña”.6
En aquellos dos libros el estudioso colombiano-puertorriqueño nos presentó un registro exhaustivo de quienes se han dedicado a la filosofía, enseñándola a nivel universitario la mayoría, y que hubiesen “escrito y publicado libros de Filosofía con aportes significativos”.7 La bibliografía que acompaña los resúmenes es también de gran valor. Se les tiene que felicitar, pues tanto Rojas como sus colaboradores en el segundo de los libros llevaron a cabo una labor encomiable que familiariza a quien les lea con lo que se ha enseñado y debatido sobre todo en nuestras aulas universitarias.
En Humanismo y soberanía: de Betances a Mari Brás, Carlos Rojas vuelve a la cátedra universitaria puertorriqueña, pero a la vez va más allá. Incluye a Betances, Hostos, Albizu, Matienzo Cintrón, Nilita Vientós Gastón y Juan Antonio Corretjer, quienes no enseñaron en nuestras instituciones universitarias, pero que definitivamente las han impactado. Los otros, Antonio S. Pedreira, Concha Meléndez, Margot Arce de Vázquez, Julio César López, José Ferrer Canales, Eugenio Fernández Méndez, José Emilio González, Juan Mari Brás, José Rafael Echevarría, Esteban Tollinchi y Álvaro López, dictaron cátedra, algunos durante toda su adultez, otros en ciertas ocasiones. En este volumen Rojas Osorio incluye autores fenecidos. En próximos volúmenes, según ha dicho, atenderá humanistas que todavía viven y otros que han muerto, pero que excluyó en esta ocasión.
Carlos Rojas parte de una concepción del humanismo que describe como “una valoración afirmativa del ser humano y sus creaciones y producciones culturales”. Igualmente, “esta valoración implica una confianza en las virtualidades de todo ser humano, mujer o varón, niño o niña, joven o adulto, etc.”. Rojas reconoce que el humanismo es “parte de la tradición de la cultura Occidental” y “es universal si aprecia la unidad de la especie humana y su amplia y variada creación y producción a lo largo del espacio-tiempo planetario”. El humanismo que Rojas tiene en mente no rechaza perspectivas más individualistas, como la renacentista, e incluye el “más sociocrático como el de Augusto Comte”. Pero así como insiste en que “no hay que confundir humanismo con antropocentrismo”, nos aclara que se identifica más con un “nuevo humanismo” que se conoce como “humanismo de la alteridad” o de la diferencia. Supongo que es lo que le permitirá, según señala, ver “los matices con los cuales cada uno caracteriza su propio humanismo”.8
Creo que este reconocimiento de los distintos matices con el que cada autor asume su humanismo es lo que le permitirá a Rojas conectar a la variedad de autores que incluye en su estudio. De haber seguido una línea menos heterodoxa le hubiera sido muy difícil vincularlos más allá del contexto isleño desde el cual escriben. ¿Pues qué otra conexión podría haber entre Juan Mari Brás, quien siempre cultivaría un periodismo atento a las dinámicas sociales más actuales, se dedicara a promover la independencia política de Puerto Rico y hacia el final ejerciera de catedrático, y Esteban Tollinchi, el erudito yaucano que durante décadas produjo, con una consistencia excepcional en nuestro país, una obra impresionante sobre la literatura europea y americana de estos pasados tres siglos, la realidad y la literatura latina de la antigua Roma, la dinámica idealista de la filosofía germana, según la entendieron Fichte, Hegel y Schelling y tantos otros, pero quien no parece haber escrito absolutamente nada en torno a nuestras islas?
Tollinchi está mucho más cerca de Eugenio Fernández Méndez, cuya erudición es comparable. Este antropólogo cayeyano también nos legó una obra extensísima, resultado de una análoga dedicación al estudio. Si Rojas Osorio describe el humanismo de Tollinchi como occidental, el de Fernández Méndez lleva aparejado el término universalista. Si el primero nos ofrece una minuciosa descripción de las expresiones culturales occidentales más representativas, el segundo penetra el mundo antillano para mostrarnos la riqueza taína y haitiana. Lo que les hermana es el rigor metodológico de su gran amor por el estudio.
Entre los estudiosos que Rojas Osorio trae a colación hay definitivamente muchísimos elementos en común, además del citado y bien traído humanismo. Pensemos en el gran crítico literario, reconocido también por haber sido un gran maestro, José Emilio González, y comparémosle con el otro gran profesor de literatura que fue don José Ferrer Canales. Entre estos dos hay definitivamente comunidad de afectos. En ambos se observa el interés y la admiración por la personalidad de Eugenio María de Hostos. En los dos hay un esfuerzo por reivindicar para el país las libertades políticas que comparten las naciones soberanas. El gusto por la palabra, el elogio apasionado, la insistencia en los valores patrios los hermana. Si acaso algo los separa es la obra poética de José Emilio González, que no está presente en Ferrer Canales.
A estos dos tendríamos que añadirle a Julio César López, a quien el autor le dedica el libro y quien también fuera poeta de verso inspirado. Gran maestro como los anteriores, junto a la poesía, cultiva el aforismo y el ensayo. Editor en jefe de la edición crítica de las obras completas de Hostos, como los anteriores vincula su quehacer intelectual a reclamos soberanistas, que igualmente están presente en la mayoría de los escritores reseñados y que justifica el otro término del título del texto, soberanía.
Rojas Osorio incluye a otro gran poeta, quizás el más grande de los poetas boricuas, según algunos, Juan Antonio Corretjer. El vate cialeño es traído a colación por su “poética de la revolución”. Corretjer reivindica la valentía y la lucha por el control de la patria. Sufre cárcel, como su maestro Albizu, pero no cede. La referencia a su gran obra Alabanza en la torre de Ciales, era absolutamente necesaria. Se trata del más importante de los poemas épicos puertorriqueños que, según cita el mismo autor, Juan Mari Brás reconoce como uno de sus poemas imprescindibles. Pero además de épico, se trata de un poema con evidente contenido filosófico que refleja esa persistencia humana por dar con un entendimiento del ser, específicamente histórico en el caso del poeta. Rojas subraya la importancia de la epopeya boricua, pero más como creación literaria. El poema, sin embargo, merecería reflexiones más extendidas porque podría verse como una de las aportaciones puertorriqueñas más significativas al pensamiento filosófico.
Es justo señalar que Rojas Osorio nos presenta en Corretjer al intelectual ejemplar que se muestra dispuesto a entrar en diálogos francos y constructivos con sus pares. Su insistencia en la importancia del valor de la poesía de Lloréns Torres, su reconocimiento del valor de los escritos de Julia de Burgos, lo que comparte con el otro gran poeta de aquellas décadas de efervescencia nacionalista, Matos Paoli, su admisión de lo que aprendió de Palés Matos y su aún más noble reconocimiento de la importancia de la obra de Isabelo Zenón, y cómo él mismo, en su poesía, cayó en el racismo que Zenón criticó en su antológico Narciso descubre su trasero. Harina de otro costal es su crítica implacable a Pablo Neruda, a quien no teme condenar aunque compartan visiones marxistas. Pero este no es su único ángulo, señala Rojas Osorio, quien se asegura de que conste el desarrollo de su estética nacionalista.
Es, como cabía sospechar, el humanismo de Juan Mari Brás, el que es descrito como soberanista por el autor, pues para Rojas Osorio ninguno de los autores contemporáneos que se traen a colación representa mejor que él una vida y una obra dedicada a la búsqueda de la soberanía. Rojas Osorio le sigue en el difícil camino que le tocó vivir en su trayectoria patriótica. Pese a alguna imprecisión con respecto a las instituciones políticas que Mari Brás fundó y dirigió, el autor nos transmite la riqueza de un discurso que se nutrió, no solo de la tradición marxista, con la cual se le identificó exclusivamente en una etapa de la vida, sino también del legado bolivariano-hostosiano que le llevó a profundizar su visión antillana e histórico-legal, respectivamente. De Hostos es quien hereda su insistencia en la asamblea constituyente, idea muy actual que logró propagar con éxito entre los sectores independentistas y autonomistas del país. No menos importante, será su apología latinoamericanista de don Pedro Albizu Campos, de quien admite que pasó por una etapa hispanófila. Rojas Osorio, sin embargo, no se detiene, como merecerían, en el catolicismo de ambos.
En el libro se incluyen también autores que, como Pedro Albizu Campos, han alcanzado una gloria histórica incuestionable. Ramón Emeterio Betances, el mismo Pedro Albizu Campos, Eugenio María de Hostos y Rosendo Matienzo Cintrón han sido consagrados, sobre todo los primeros tres, como puntos de referencia ineludibles en la historia de las reivindicaciones soberanas puertorriqueñas, como muy bien reconoce Rojas Osorio. Betances nos es presentado en su contexto internacional, desde luego atento mayormente a la lucha por la independencia de Puerto Rico, pero vinculado a la herencia revolucionaria francesa de fines del siglo dieciocho y a través del diecinueve, y a las gestiones revolucionarias españolas que conducen al asesinato de Cánovas del Castillo en el 1897. De este se decía que era responsable de la situación por la que atravesaban Cuba y Puerto Rico. Pero Betances fue mucho más, según reconoce Rojas Osorio. Fue también un gran médico y un servidor solidario de las clases empobrecidas.
Hostos merece también sendos elogios, como político, como teórico de múltiples disciplinas, como educador, como uno de los dos o tres grandes filósofos de la América latina. El autor le ha estudiado con profundidad y en las páginas que le dedica hace un recorrido brillante por su humanismo y sus teorías sociales, identificando leyes y estados de civilización que plantea Hostos. Concluye con un llamado a reconocer la historicidad de las reflexiones humanas y a no despreciar lo que pudieron ser logros teóricos de Hostos en sus contextos específicos. De todos modos, el propulsor de la Liga de Patriotas está presente a través de todo el escrito, pues se reconocerá su muy significativa influencia en la reflexión de Pedreira, de Albizu y de Mari Brás.
Según adelantáramos, Pedro Albizu Campos no podía faltar en un recuento en el que se haga referencia a Betances, a Hostos y a Juan Mari Brás, pues él representa la misma reivindicación radical de la soberanía que vemos en estos tres. Su reflexión sobre el imperialismo, tan importante, será más profunda que la de Hostos por haber vivido por más tiempo bajo el régimen estadounidense.
También se trae a colación a Rosendo Matienzo Cintrón por la importancia que tendría sobre todo en el ámbito político insular. Fundador de importantes organizaciones partidistas, Rojas Osorio lo describe como seguidor de muchas de las ideas de Hostos y como voz y conciencia del país a principios del siglo veinte. A la vez el autor reconoce que Matienzo Cintrón fue también un destacado librepensador: defendió la reencarnación, se cantó anticlerical, reconoció la importancia de algunas ideas del filósofo alemán Friedrich Nietzsche y cultivó la masonería. El abanico de sus intereses intelectuales y políticos continúa siendo impresionante.
Rojas Osorio no deja de presentarnos a una serie de mujeres cuyas aportaciones intelectuales fueron de gran valor en el ámbito insular, dos de ellas también en el más amplio marco académico latinoamericano. Margot Arce de Vázquez, Concha Meléndez y Nilita Vientos Gastón, las dos primeras en la cátedra universitaria y específicamente en la literatura de habla hispana, la tercera en el campo del derecho, pero también en el de la crítica literaria más cosmopolita, se mostraron duchas en el manejo del ensayo. Concha Meléndez escribe sobre el indianismo, Alfonso Reyes, Rubén Darío y Eugenio María de Hostos. Margot Arce de Vázquez va más allá del campo tradicional de la crítica en la que sobresalió y desarrolla una defensa de la cultura nacional mientras nos ofrece influyentes análisis sobre Garcilaso de la Vega. Sus comentarios sobre Hostos, Palés Matos y el más joven Luis Rafael Sánchez están igualmente presentes en un magisterio que ha dejado una gran huella.
Por su parte, la licenciada en derecho Nilita Vientós Gastón se dio a conocer justamente como defensora del español en un momento en el que se percibía que el país se corría el peligro de que se le impusiera el inglés como lengua principal. Vientós, quien fuera también una apasionada gestora cultural, dirigió dos de las revistas más importantes en la historia de Puerto Rico, Asomante y Sin nombre. En ellas se reseñaron importantes escritores de su época que le daban color y calor a los debates internacionales. Nilita Vientós, defensora de la inconformidad, la disidencia y el entusiasmo sin límites, según describe lo que llama su filosofía libertaria otra extraordinaria personalidad de nuestros ambientes culturales, el recién fallecido Luis Nieves Falcón, no renegó de su convicción de que política y cultura se corresponden y no dejó de reiterar que el sistema educativo escolar puertorriqueño americanizaba y que el enfoque de “casa de estudios” con el cual don Jaime Benítez dirigía la UPR entorpecía la discusión libre de los problemas de la sociedad que había creado la institución.
Cierra el libro Álvaro López Fernández, quien similarmente al antepenúltimo, el también profesor José Rafael Echevarría, se le conoce sobre todo en el ambiente universitario en el cual se desempeñó. Con respecto a López Fernández, Rojas Osorio reconoce su conocimiento amplio de uno de los pensadores más complejos de la filosofía moderna, Immanuel Kant. Su libro en torno al filósofo moderno, Conciencia y juicio en Kant, nos señala Rojas, es de lo mejor que se ha escrito sobre aquel. López Fernández también reflexionó en torno a los escritos de Jean Paul Sartre y Martin Heidegger en torno al humanismo. Sobre José Rafael Echevarría, quien ocuparía cargos de importancia en la administración de la UPR y de la Universidad Católica de Puerto Rico, Rojas Osorio nos transmite también que cultivó con seriedad y rigor una reflexión filosófica muy actual. Tal y como sigue a Álvaro Fernández a través de algunos de sus escritos, concentrados fundamentalmente en Kant, Rojas Osorio comenta la obra más variada de Echevarría, comenzando por su trabajo en torno al filósofo austriaco Karl Popper y la filosofía de las ciencias de esta época. Sugiere además que inauguró una etapa en la filosofía puertorriqueña orientada hacia la epistemología. Tras su reflexión fundamentalmente en torno a las ciencias Echevarría cultivará la bioética y en esta desarrollará muy coherentes interpretaciones sobre el aborto y el suicidio.
Al terminar la lectura nos preguntamos naturalmente si los estudiosos que se han discutido agotan el humanismo puertorriqueño o el humanismo más directamente ligado al mundo de la política, como podría interpretarse el de algunos de los reseñados. Parecidamente, ¿por qué no se incluyó a la anarquista y líder obrera Luisa Capetillo y al también anarquista y líder obrero Ramón Romero Rosa, escritores de principios del siglo veinte que se expresaron sobre los temas que aquellos otros también cultivaron? Específicamente Luisa Capetillo, quien no solo plantea posiciones anarco sindicales sino que articula un acercamiento feminista muy adelantado a su tiempo que se ha convertido en un aparato interpretativo de gran valor. Aun así, el escrito de Carlos Rojas nos ofrece un cuadro bastante amplio sobre el contenido más pensado de las deliberaciones en torno al destino del país y otros temas que siempre son de actualidad, aunque a veces estén demasiado enclaustrados en el mundo académico, como es el caso de algunos de los escritos de los profesores estudiados.
Este es el tercer libro de Carlos Rojas Osorio sobre lo que bien podría describirse como pensamiento puertorriqueño. En ellos ha recogido reseñas sobre académicos que no hemos influido nada en la dinámica de reflexión sobre nuestra realidad puertorriqueña, pero también ha incluido interpretaciones suyas sobre trabajos que ciertamente han dejado huellas amplias, como es el caso del Insularismo de Antonio S. Pedreira. Se debe añadir que si por un lado ha incluido reflexiones que bien pudieron haber sido redactadas en cualquier otra parte del mundo, por el otro recoge disquisiciones que solo pudieron haber sido gestadas en Puerto Rico.
¿Pero qué constituye el pensamiento puertorriqueño? ¿Todo lo que se ha pensado en Puerto Rico o todo pensar que en Puerto Rico haya abordado ciertos temas? Yo supongo que hay un pensamiento puertorriqueño, como hay un pensamiento cubano y un pensamiento francés y alemán. En uno de los libros más importantes sobre Pedreira escrito hace ya más de tres décadas, Insularismo e ideología burguesa en Antonio Pedreira, Juan Flores hacía referencia a algo que describía como “la tradición de autodefinición filosófica acumulada por los pensadores más destacados en la Isla”.9 Sin pretender que tenemos que estar de acuerdo sobre la composición exacta de esta tradición, pero sí suponiendo que en Puerto Rico ha habido temas que se han abordado consistentemente, para bien o para mal, la mayoría de las veces en ensayos o artículos extensos, podemos concluir que ha habido un diálogo sobre lo que hemos sido y somos que podríamos describir como pensamiento puertorriqueño. Se puede decir que tras los valiosos libros de Carlos Rojas Osorio tenemos una visión más clara sobre este.
- Rojas Osorio, Carlos, Pensamiento filosófico puertorriqueño, San Juan: Isla Negra, 2002. [↩]
- Ibid., p. 14. [↩]
- Rojas Osorio, Carlos, Humanismo y soberanía, Humacao: Ediciones Abacoa, 2013 [↩]
- Rojas Osorio, Carlos, La filosofía en Puerto Rico: los transterrados, Humacao: Editorial Rafael Paulino, 2011. [↩]
- Op. cit., p. XIV [↩]
- … los transterrados, Op. cit., p. 7. [↩]
- Ibid. [↩]
- Op. cit., pp. 7-9 [↩]
- Flores, Juan, Insularismo e ideología burguesa en Pedreira, La Habana: Casa Las Américas, 1979 [↩]