El Mauthausen de los Republicanos Españoles
El documental de Soler –que algunxs pueden encontrar casi imposible de ver por sus fotos de los campos de concentración Nazi–es narrado por el veterano actor José Sacristán y pueden accederlo en YouTube. Reconstruye la vida del barcelonés, Francisco Boix (1920-1951), que desde muy joven militaba en las Juventudes Comunistas y experimentaba con el periodismo fotográfico. A partir del golpe militar de 1936, documentará los instantes en el campo de batalla, pero tendrá que ser parte de la Retirada de 1939 cuando las tropas Nacionales toman Barcelona. Boix será uno de los miles de españoles en 1940 destinados al campo de concentración de Mauthausen en Austria. Será parte de los sobrevivientes que por 48 horas liberaron ese infierno, de los que se adueñaron del lugar cuando los oficiales de la SS escapan y tratan de quemar toda evidencia de sus hechos. Luego llegarán las tropas aliadas (el contingente estadounidense) para alimentar a la mitad de la población sobreviviente que por cuatro años había casi muerto de hambre, tortura y negligencia. Pero es en los años que siguen a su encerramiento en Mauthausen que Boix se convertirá precisamente en el “fotógrafo del infierno” cuando es testigo presencial en los juicios de Nuremberg con la evidencia, los negativos de las fotos tomadas por él y por los Nazi, de las atrocidades en Mauthausen, que había podido almacenar y luego recuperar.
En el Museu d’Exili (MUME) en Jonquera hay una sala dedicada a Boix que se compone de cámara, fotos, pietaje fílmico, cartas, diarios, informes y largas secuencias de los juicios de la posguerra. Entrar al MUME es transportarnos a 1939 a través de documentos oficiales, grabaciones, filmes, noticiarios, fotos de todo tipo, mapas, dibujos, cartas, testimonios orales y escritos (www.museuexili.cat). Es una travesía muy dolorosa, especialmente el pietaje de los miles de personas que caminan hacia un futuro incierto con sus niños y viejos en lugares abiertos con frio intenso y la mirada recta y poco compasiva de los soldados franceses. Otro pietaje desgarrador es la de los soldados Republicanos que llegan en grupos y lo primero que tienen que hacer es entregar sus armas y dejar que otros decidan su futuro. Es recordar a todos los compañeros muertos o dejados atrás, ignorar si sus familias que quedaron atrás serán castigadas por creer en la República, no saber a dónde irán y si alguna vez regresarán a su país. Es precisamente esa la última escena captada en otro excelente documental, Mourir à Madrid de Frédéric Rossif de 1963.
El largometraje (disponible en Netflix) dirigido por la catalana Mar Targarona sobre hechos ficionalizados por no ser documental y abreviar el tiempo y los detalles, enfoca sabiamente en hechos precisos para desarrollar una historia de terror e intriga. Boix llega a Mauthausen y logra acomodarse en la oficina de “comunicaciones y propaganda” al venderse como fotógrafo y congraciarse con algunos de los oficiales de la SS. La historia enfoca en el hecho que la mayoría de la población de este campo eran Comunistas y la mayoría de los españoles también. Esto permite una reorganización interna y una disciplina con la que pueden llevar a cabo proyectos–como preservar los negativos de las fotos tomadas–donde cada uno se responsabiliza por sus actos para el bien común. El hecho de que la gran mayoría de ellos eran trabajadores diestros, especialmente carpinteros y mecánicos, facilita los recursos necesarios para llevar a cabo sus proyectos. Todos entienden que se les va la vida en ello, pero hay un sentido de que tienen que ser testigos de lo que ocurrió allí para que nadie salga impune. Por eso las fotos son el testimonio a preservar.
Mario Casas interpreta con gran precisión la personalidad de Francisc Boix como lo describe y retrata el documental de Llorenç Soler. El sentimiento que une a todos los presos de Mauthausen es la solidaridad a pesar del miedo que todos sienten de ser asesinados en cualquier momento que les plazca a los oficiales o al Kapo a cargo de su supervisión. Pero esto no los detiene para conseguir los materiales necesarios para construir una transmisión y saber cómo se desarrolla la guerra, conseguir objetos necesarios o deseados por canje, resistir golpizas para preservar el poco aliento que les queda, intentar escapar para regresar a algún lugar del pasado o morir en el intento. La directora logra darnos el sentido de que el tiempo se ha detenido y cada día parece el mismo del anterior, sin cambios aparentes. La guerra y los que la dirigen parecen ser el poder que nunca se puede derrocar. Cuando llega el cambio, nos parece que es una fantasía, uno de los sueños que cada prisionero utiliza para escapar momentáneamente la pesadilla de su diario vivir.