El pensamiento estratégico y la política
Tan importante es el pensamiento estratégico en la educación de niños, jóvenes y adultos, que nuestro Departamento de Educación ha adoptado, desde la gestión del Secretario Rafael Aragunde, las concepciones del Dr. Norman Webb, experto estadounidense en educación en ciencias y matemáticas, sobre los niveles de profundidad en el conocimiento para rediseñar y mejorar las Pruebas Puertorriqueñas de Aprovechamiento Académico (PPAA). Algunas de las dificultades en lograr que los alumnos del sistema público obtengan mejor calificación en dichas pruebas tienen que ver precisamente con un desfase entre lo que acontece en algunos salones de clase y lo que miden las pruebas. Si los maestros enseñan principalmente en un nivel memorístico, o hasta de procesamiento, pero no llegan al pensamiento estratégico, es difícil que los estudiantes puedan contestar correctamente preguntas de las PPAA que miden precisamente el nivel estratégico de profundidad en el conocimiento. Norman Webb reconoció la importancia de enseñar las matemáticas y las ciencias llegando a los niveles estratégicos de profundidad del conocimiento precisamente al estudiar qué hacían los maestros de esas materias en los países con educación de calidad mundial, cuyos alumnos suelen salir adelante en las pruebas internacionales PISA de aprovechamiento académico. Si llegar a los niveles estratégicos en la profundidad del conocimiento es importante en la escuela elemental y secundaria, es más importante aún en los niveles universitarios. No obstante, en pleno siglo XXI, no todos nuestros profesores universitarios buscan conscientemente llevar la docencia en sus materias a esos niveles de profundidad.
Sobre todo, existe un gran desfase entre el progreso de la humanidad en las ingenierías y el desarrollo tecnológico y el progreso en los procesos e instituciones sociales y políticas. Buena parte de ese desfase se debe a no haberse aprovechado en las ciencias sociales, el producto de las investigaciones científicas de la misma manera que se ha hecho en las ciencias naturales, para diseñar estrategias de intervención que permitan nuevos descubrimientos y nuevos modos de hacer las cosas. Sí se ha hecho en las ciencias naturales y es lo que explica el adelanto relativo de la humanidad en el área tecnológica.
Por ejemplo, la Ciencia Política, desde mediados del siglo XX hasta nuestros días, ha ido acumulando un acervo de conocimientos científicos comprobados que, sin embargo, no se han estado aplicando sistemáticamente para mejorar nuestras vidas individuales y colectivas, como sí se ha hecho con los descubrimientos de las ciencias naturales. De política todo el mundo cree saber, pero muy pocos buscan conocer y aplicar los resultados de las investigaciones científicas a los problemas cotidianos, no sólo en Puerto Rico, sino también en muchos otros países del mundo. Existen los ejemplos de muchas formas superiores de organizar o reglamentar aspectos importantes de la vida política en algunos países. Y la Ciencia Política comparada da cuenta de las causas de esos éxitos. No obstante, en otras latitudes, desconocemos todo ese conocimiento, o lo conocen muy pocos, y aún los académicos que sí los conocen, no los atienden lo suficiente, o de antemano no consideran que sea posible adaptar esas formas exitosas de organización social, económica o política a su propio país. Demasiadas personas achacan eso a supuestas deficiencias en nuestros propios pueblos, en la cultura política de nuestra gente, a los malos hábitos ancestrales y otros elementos voluntaristas ignorando por completo cómo las estructuras políticas mismas influyen o determinan la cultura política de los pueblos, con lo cual se desdeñan los cambios estructurales como “no viables” en nuestro medio, o no se les asigna la importancia que sí se demuestra en los resultados de múltiples estudios científicos y en la experiencia política en otras latitudes.
No pretendo, al señalar lo anterior, regresar a un viejo estructuralismo que resultó insuficiente. La realidad es dinámica y contradictoria. Y si bien las estructuras políticas influyen o determinan la cultura política de los pueblos ésta última también incide sobre las estructuras políticas que se mantienen ya que en los procesos sociales en general, y en los políticos en particular, no se pueden desatender los efectos de las “voluntades políticas”. Ni la cultura lo determina todo unilateralmente ni tampoco las estructuras, las determinaciones son mutuas y complejas y es precisamente por eso que necesitamos utilizar las metodologías científicas de investigación para llegar a conclusiones certeras sobre los procesos políticos de cualquier país.
Lo que ocurre en relación con la Ciencia Política y otras ciencias sociales —un nivel relativamente bajo de aplicación estratégica de los conocimientos científicos acumulados— sucede también demasiado a menudo en el mundo de la educación. A pesar de que existen muchas comprobaciones científicas sobre cómo se puede facilitar mejor la asimilación y aprendizaje de una destreza vital como la “comprensión lectora” ¿cuántos maestros aplican estratégicamente en sus salones de clase, aquí, en Estados Unidos y otros países que no están adelante en la educación, esos métodos científicamente validados, como los que promueve el National Reading Panel de Estados Unidos?
Si con la Física hubiera ocurrido el tipo de desatención a los hallazgos y descubrimientos científicos que ha ocurrido con las Ciencias Sociales en general —y con la Ciencia Política en particular— no disfrutaríamos en nuestras vidas de tecnologías como los transistores, las computadoras, los hornos de microondas, los rayos láser, la fibra óptica, ni los equipos para estudios de Resonancia Magnética (MRI), o medicina nuclear, todo los cuales son invenciones que derivan de aplicaciones estratégicas de los conocimientos producidos por la mecánica cuántica en la Física del siglo XX.
Intentos mediáticos de “explicar” el bipartidismo PPD-PNP en Puerto Rico sin aplicar conocimiento científico y sin pensamiento estratégico
Una ilustración, para nuestro contexto nacional, de la ausencia de aplicación del conocimiento científico desarrollado internacionalmente por la Ciencia Política contemporánea, lo proveen algunos ejemplos de cómo se argumenta en nuestros medios de comunicación, sobre todo en la prensa escrita y en la radio comercial, en torno a un fenómeno que ha inquietado a ciudadanos y “analistas políticos” de todo tipo. Muchos se preguntan cómo es posible que, elección tras elección en Puerto Rico, entre 1968 y 2012, los votos de los ciudadanos se repartan entre los partidos grandes del bipartidismo cerrado PPD-PNP y sin embargo, una vez se llega a la etapa de gobernar, aparecen en las encuestas de El Nuevo Día pésimas notas para los gobernantes y políticos de esos mismos partidos, que no hace tanto, esos mismos ciudadanos apoyaron con sus votos en las elecciones. Entre los argumentos vertidos en los medios, he seleccionado tres por su utilidad para demostrar justamente lo que NO ES pensamiento estratégico, lo que es “vender como posible explicación de un fenómeno” una mera opinión especulativa y sin base científica. Y claro está esos argumentos son los que “se tragan” muchos ciudadanos dándolos quizá por acertados, a falta de mejores conocimientos con qué refutarlos. Quiénes presentan estos argumentos en los medios es lo de menos. Este análisis no es ni puede ser ad hominem porque el quien lo dice es lo menos importante. Lo importante es que tales argumentos, o similares, aparecen en la prensa o se escuchan en la radio acríticamente.
EJEMPLO 1
“La contradicción descrita, y la presencia del bipartidismo en Puerto Rico se debe a que en Puerto Rico nos hemos convertido en imitadores de todo lo que viene de la metrópoli. Como los puertorriqueños estamos tan influidos y asimilados a lo que ocurre en la política estadounidense, y como allá hay el bipartidismo Republicanos-Demócratas, pues aquí hemos adoptado y damos por aceptable el bipartidismo PNP-PPD.”
Este argumento, evidentemente, carece de pensamiento estratégico, el razonamiento está en un nivel puramente de conocimiento memorístico —quien lo usa sólo ha tenido que recordar que la metrópoli tiene un sistema bipartidista— y suponer, equivocadamente a mi juicio, que los puertorriqueños están tan asimilados al sistema político estadounidense que aceptan acríticamente el mismo tipo de sistema de partidos para nuestro país, aunque luego en las encuestas se quejen de esos mismos partidos y de sus líderes. Digo equivocadamente porque lo que demuestran las investigaciones de Ciencia Política en Puerto Rico es que la mayoría de los ciudadanos, incluso entre los estadistas, tienen un gran desconocimiento sobre cómo funcionan realmente las instituciones políticas estadounidenses, por lo tanto, no pueden estar fuertemente asimilados a lo que no conocen. Además, quien esgrima ese argumento ni siquiera utilizó el pensamiento memorístico para recordar el hecho histórico realmente importante. El argumento, como los demás que pondré como ejemplos, tiene algunos elementos de verdad: La existencia del colonialismo, la influencia de una metrópoli y que a algunos puertorriqueños les gusta imitar acríticamente cuanto venga de la metrópoli. Pero el mismo no llega ni siquiera al punto de presentar el hecho histórico medular que si explica, en parte, por qué tenemos hoy día un sistema bipartidista en Puerto Rico. Ese hecho histórico medular es que fue precisamente la metrópoli la que impuso mediante la ley territorial Foraker un esquema de representación legislativa que estructuralmente limitaba el número de partidos que podrían sobrevivir en el sistema. Tal esquema legal de elección de legisladores, según ha comprobado la Ciencia Política, no produce otra cosa que, o un sistema cuasi-monopartidista o de partido hegemónico, o el bipartidismo. Y claro, para la metrópoli era muy conveniente lidiar con pocos partidos en Puerto Rico. Para 1917, cuando también se impuso unilateralmente por la metrópoli la Ley Orgánica Jones, aunque se creó una legislatura de dos cámaras de total elección popular que estaría de ahí en adelante en manos de puertorriqueños —y se añadió el mecanismo de legisladores por acumulación para moderar un poco los efectos limitativos para partidos de minoría de la estructura de representación territorial y por pluralidad de votos establecida— el sistema quedó estructuralmente igual: con una propensión inherente a producir un régimen de partido hegemónico, o bipartidismo. No importa que existieran más de dos partidos, sólo dos dominarían la política y la representación legislativa.
Al crearse la Constitución del Estado Libre Asociado en 1952, aun cuando los constituyentes puertorriqueños tenían la autorización del Congreso para crear por su cuenta una Constitución con forma de gobierno republicana y con una Carta de Derechos, al exigir la metrópoli que dicha Constitución fuera compatible con la Constitución federal, nuestros constituyentes rehuyeron inventar esquemas de elección y composición legislativa diferentes a los que ya se conocían por tradición (por imposición original de la metrópoli realmente), no sólo por “imitar” a Estados Unidos, sino por temor a que estructuras diferentes a las de Estados Unidos pudieran ser rechazadas por el Congreso. De modo que el factor histórico que realmente impactó sobre la adopción en Puerto Rico de un esquema Constitucional-legal que inexorablemente produce bipartidismo, fue la imposición original por la metrópoli de sus esquemas de organización política mediante las leyes orgánicas Foraker y Jones. Al no abordarse este asunto, el argumento del ejemplo no sólo quedó en un nivel de conocimiento memorístico y no estratégico sino que lo que se “recordó” no fue precisamente lo que nos hubiera acercado al pensamiento estratégico.
EJEMPLO 2
“No es que no haya disgusto con el bipartidismo. El disgusto y malestar lo hay. Y no sólo se refleja en las encuestas cuando las personas dan tan malas notas a los gobernantes de ambos partidos del bipartidismo sino en cómo mucha gente se ha descontado de la participación electoral, lo cual explica el aumento continuado en la abstención electoral en los comicios electorales más recientes. Lo que mantiene al bipartidismo vivo es que toda esa oposición al PPD y al PNP está sumamente fragmentada en diversos movimientos y partidos y así no pueden acumular fuerza para que podamos superar el bipartidismo”
Esta línea de argumentación, como la primera, tiene algunos elementos correctos de realidad. No obstante, rehúye todavía la aplicación del pensamiento estratégico. Se observa también el nivel memorístico, y hasta cierto punto el nivel de pensamiento relacional o de procesamiento, pero no llega a profundidad. Lo primero que es obvio en este argumento —en esta opinión que se presenta como una supuesta “explicación”— es que no explica nada porque nos deja con la pregunta ulterior: ¿Y por qué la oposición al bipartidismo cerrado PPD-PNP está tan fraccionada? Es cierto por supuesto que la oposición observa fraccionamiento, pero el argumento no explica por qué. Y las propias elecciones de 2012 demostraron que en lo que al independentismo concierne el fraccionamiento no es sólo entre partiditos o grupos distintos, sino que aproximadamente la mitad de los votantes de la independencia en el plebiscito son independentistas “realengos y sin partido”: ni con el PIP, ni con el MUS, ni con el PPT, ni con el PPR. Esa misma realidad observada debió acercar el argumento citado hacia el pensamiento estratégico. Y es que en la pregunta de por qué la oposición está tan fraccionada yace una aproximación a los factores estructurales que realmente hacen perpetuar el bipartidismo cerrado en Puerto Rico. ¿Por qué? Pues porque contrario a esas seudo-explicaciones que quieren hacernos creer que los votantes en Puerto Rico son escasos de inteligencia, o ignorantes, o contradictorios y fanáticos, en gran medida lo que estimula el fraccionamiento de la oposición es el propio esquema constitucional-legal que es tan limitativo para partidos pequeños y candidatos independientes que les cierra las puertas de la representación legislativa de antemano. Así, por pura observación reiterativa —y aunque no entiendan cómo funciona el mecanismo según lo explica científicamente la Ciencia Política— muchos de esos electores opuestos al bipartidismo saben de antemano que los partidos pequeños no tienen “chance”, no tienen una oportunidad real de ganar unas elecciones ni tampoco de tener representación legislativa. Por lo tanto, muchos electores, al percibir que los partidos pequeños “no van para ningún lado” optan por darle valor al poder de escoger quién gobernará durante unos próximos cuatro años, entre los únicos dos que pueden ganar. A eso se le llama a menudo “derrotismo” o “votar por el menos malo” con cierto aire criticón y despectivo. Pero: ¿es realmente irracional que, puestos a escoger quién va a gobernar en unos próximos 4 años, los electores seleccionen entre los únicos dos que las estructuras del sistema permiten que puedan gobernar? La gente también actúa según las limitaciones que encuentra en las estructuras políticas y legales que rigen la vida política. Es lo que señalé anteriormente: la estructura política influye más a menudo de lo que muchos piensan sobre la cultura política de los ciudadanos. Y si nos acercamos a comprender cómo operan las estructuras legal-constitucionales en Puerto Rico para perpetuar el bipartidismo, y aplicamos el conocimiento científico producido al respecto por la Ciencia Política, entonces sí estaríamos más cerca de diseñar estratégicamente un modo de superar el bipartidismo trabajando para modificar las estructuras vigentes. Sin embargo, ese es un asunto totalmente descuidado por todos los partidos pequeños, salvo algunas alusiones ocasionales y superficiales al tema.
EJEMPLO 3
Lo que explica que tantos puertorriqueños voten una y otra vez por el PPD y el PNP, a pesar de que esos mismos ciudadanos luego critican y les dan malas notas en las encuestas a los gobernantes de esos dos partidos, los cuales no han podido resolver los problemas económicos, ni la crisis, ni los diversos males sociales que padece el país, es una incomprensible falta de voluntad política. La gente se molesta con los partidos tradicionales pero no han tenido el valor ni la voluntad política para despegarse de ellos a pesar de que esos mismos partidos una y otra vez, los han traicionado. Al triunfar el apego tradicional a esos partidos, el fanatismo y la falta de voluntad política para dejar de respaldar esos partidos, continuamos, desafortunadamente con el mismo bipartidismo en nuestro país.
Este tercer ejemplo de argumento, es una especie de variante del segundo ya que se alude al voluntarismo. En el segundo no había voluntad para “unirse” bajo unas mismas tiendas políticas y hacer una oposición más efectiva al bipartidismo. Ese argumento no tomaba en cuenta que la unión de varios pequeños, por sí misma, no va a crear una fuerza política de mayor peso. No ha sido a base de unir varios partiditos pequeños que triunfó Lula en Brasil o el movimiento de Tabaré en Uruguay. Ni ha sido tampoco de esa manera que en Honduras el nuevo tercer partido “LIBRE” ha puesto en jaque al bipartidismo en ese país. En este tercer ejemplo de argumento se alude a la “voluntad política” en general. La suma de muchas “voluntades políticas” individuales se ve como una carencia de voluntad política nacional para el cambio. Es una especie de “mano invisible” que interviene para “explicar” por qué seguimos con el bipartidismo a pesar de tanto disgusto. Este argumento como los dos ejemplos anteriores, tiene sus elementos de realidad. Hay votantes que no han llegado al punto de coagular una voluntad política que trascienda el apoyo electoral al PPD o al PNP. Pero el asunto importante, desde el punto de vista estratégico, no es ese, sino explicar realmente cuál es la base de esa ausencia de “voluntad política”. Aunque los factores psicológicos —como el llamado “miedo al cambio” — podrían explicar algunas de estas actitudes individuales y conductas políticas, no se puede eludir de esa manera el cómo afectan las estructuras existentes esa cultura política del “no cambio”. No es solamente una cuestión de “miedos”. En muchos casos los votantes realmente no ven una opción, una alternativa en la que puedan confiar para realizar un cambio con efectividad y sin grandes riesgos. En otras palabras, no podemos rehuir tampoco este hecho: cómo se proyectan los pequeños partidos alternativos puede afectar esa “falta de voluntad de cambio” a la que alude este ejemplo.
Aplicación estratégica del conocimiento científico para superar el bipartidismo
La aplicación sistemática del pensamiento estratégico para idear algunas estrategias políticas que nos acerquen a la superación del bipartidismo en Puerto Rico deberá pasar inexorablemente por el estudio de la Ley de Duverger y de los análisis y estudios científicos de la Ciencia Política comparada sobre cómo los sistemas estructurales-legales para la elección de la representación legislativa de un país afectan el sistema de partidos que es compatible con dichas estructuras. Esto nos llevaría a aplicar ese conocimiento científico al caso de Puerto Rico para entender y explicar por qué y cómo —y mediante cuáles mecanismos y limitaciones legal-constitucionales— se produce inexorablemente en nuestro país, el bipartidismo. Una vez clarificado cómo la Ciencia ilumina ese asunto, y difundida esa noción mediante la educación política concreta de nuestros ciudadanos, estaríamos en mejor posición para dar prioridad a un movimiento socio-político de ampliación democrática que permita generar la voluntad política necesaria para, mediante referendo, decidir a favor de transformar el marco constitucional-legal que determina que haya unas probabilidades tan bajas de que podamos superar el bipartidismo PPD-PNP. Esos factores estructurales que ha estudiado y analizado la Ciencia Política son tan importantes en explicar el fenómeno del bipartidismo como lo son los experimentos de la mecánica cuántica para calcular las probabilidades de que un átomo se observe en un lugar y no en otro a base de lo que significa el concepto del átomo mismo, o para decirlo en el lenguaje de la física cuántica, “la función de onda del átomo” o su “ondulatoriedad”.
Cómo se pueden combinar diversos cuerpos de conocimiento científico producidos por la Ciencia Política a fin de, mediante pensamiento estratégico, diseñar una estrategia política efectiva que propenda a la superación del bipartidismo, será tema para otro artículo.