El recio temblor de 1787 y el gran terremoto de enero 2020
Dedicado a Jalil Sued Badillo…por su eterna mentoría
El 2 de mayo de 1787, ocurrió en Borinquen uno de los terremotos más intensos que se han sentido en la historia de Puerto Rico. Según el geomorfólogo puertorriqueño José Molinelli Freytes, este sismo pudo haber alcanzado una magnitud aproximada de 8.0 o más en la, hasta hace poco utilizada, escala Ritcher[1]. Sus réplicas duraron aproximadamente un mes y se sintieron en diferentes puntos a nivel insular. El epicentro fue posiblemente al noroeste de la Isla, donde se encuentra la Trinchera de Puerto Rico, considerada como la segunda fosa más profunda del planeta y, por lo tanto, la parte más profunda del océano Atlántico[2]. Es en ese lugar donde se encuentra la placa de Norteamérica y la placa del Caribe, las mismas se mueven en direcciones contrarias, provocando un pequeño componente de subducción y fricción entre ambas.Veintiún días después del sismo, el 23 de mayo de 1787, el gobernador general, Juan Dabán, rindió un informe a la corona española dando cuenta de los estragos causados en toda la Isla por el “recio temblor”. El documento buscaba mostrar un estimado sobre los daños que sufrieron fortificaciones y edificios militares y civiles, que pertenecían a la monarquía y que eran costeados por la real Hacienda. Para realizar esta encomienda, Dabán nombró al comandante de ingenieros, don Juan Francisco Mestre, para que realizara una inspección ocular y cuantificar los daños. Sin embargo, tenía que hacer hincapié en los edificios que estuviesen en tan mal estado, que su por condición requerían urgente reparación o era preciso derribar enteramente.
Del informe se desprende que tanto obras militares, como civiles y religiosas habían sufrido daños significativos. Las edificaciones de la isleta de San Juan fueron algunas de las más afectadas, debido a que allí se encontraba la mayor cantidad de obras construidas en mampostería, a diferencia del resto de la isla, donde las estructuras eran de madera. Para ese momento, existían en Puerto Rico unos 30 partidos (pueblos) con una población total de más de 100,000 personas, según el censo de 1786 a 1790. De estas, 6,605 residían en la isleta.
Cabe señalar que gran parte del sistema defensivo militar de San Juan había sido recién reparado y ampliado, gracias a los señalamientos que hiciera el mariscal Alejandro O’Reilly durante su visita a Puerto Rico en la década de 1760. En esta visita, en la que también incluyó La Habana, el mariscal irlandés puso de manifiesto el mal estado en que se encontraban las obras militares y cuánto urgía su reparación. Muchas de estas mejoras se dieron gracias al fondo colonial del Situado Mejicano, el cual comenzó a reenviarse ininterrumpidamente a partir de la visita de O’Reilly, para poder cumplir con las reformas ilustradas impulsadas por la nueva monarquía. La fortificación de la plaza de San Juan era indispensable para la defensa de las posesiones del Caribe en contra de los enemigos de la Corona española, y constituía un importante eslabón del plan preventivo militar establecido por Carlos III para reforzar y solidificar sus colonias americanas. Para cumplir con estas obras, se contrató al ingeniero militar irlandés Tomas O’Daly; y este, a su vez, subdelegó esa encomienda en Juan Francisco Mestre y Felipe Ramírez[3].
Sin embargo, todo parece indicar que algunas de estas mejoras se hicieron con rapidez para poder obedecer las órdenes inmediatas de la Corona, y no necesariamente cumplieron con códigos de construcción adecuados. Así pues, los vicios de construcción de algunas de los trabajos realizados en las estructuras reconstruidas o reparadas a raíz del plan O’Reilly quedaron evidenciados con los daños que sufrieron estas durante el temblor del 2 de mayo; especialmente, las obras militares. Ese fue el caso de un almacén ubicado cerca al Baluarte de la Concepción, que por haberse construido en corto tiempo quedó enteramente inútil después del terremoto, por lo que se exhortó a su demolición[4]. Gran parte de los parapetos de los diferentes baluartes militares como los del Castillo San Cristóbal, los de la Puerta de Santiago (hoy día calle Norzagaray, esquina San Francisco) y los del baluarte de Ochoa, cerca al Castillo San Felipe del Morro necesitaban reparación.[5] En diferentes partes de las murallas se formaron aberturas y otras colapsaron, como sucedió con una sección cerca del fuerte de la Princesa, donde aproximadamente unos 60 pies de largo y unos 28 pies de alto se vinieron abajo.[6]. La Fortaleza, por otro lado, no sufrió daños significativos, más allá de algunas aberturas en sus paredes y dos vigas del techo fuera de su lugar. Sin embargo, los peores daños los recibió un pequeño fuerte ubicado en el centro del puente San Antonio, el cual tuvo que ser demolido por el mal estado en que quedó. Ubicado contiguo al fortín San Gerónimo, ambos constituían la primera línea de defensa de la isleta por una de sus entradas principales, por mar y tierra.
Otra de las obras civiles que también sufrieron daños fueron los puentes. Tanto el puente Martín Peña como el puente San Antonio, ambos claves para la conexión entre la isleta y el hato del Rey, tuvieron que ser reparados, pero ninguno impidió su funcionamiento. Por otra parte, las iglesias no estuvieron exentas de impactos. La iglesia de Arecibo, la de Mayagüez, la de Bayamón y la de Toa Alta sufrieron daños en sus respectivas estructuras. La catedral de San Juan no sufrió daños significativos, solamente una ligera abertura en los tres arcos que forman su nave izquierda.
El informe total de gastos por reparaciones y reconstrucciones alcanzó los 9,985 pesos. Para finales del siglo XVIII y principios de XIX, según Fernando Picó, un peso era equivalente a 8 reales. Por tal razón, según estas medidas, el costo podía oscilar entre unos 79,880 reales. A cuentagotas fueron llegando los fondos coloniales del Situado Mejicano para la reconstrucción. La reparación del sistema defensivo de San Juan, fue fundamental para que, 10 años después, resistiera la última invasión inglesa, en 1797, la cual se libró enteramente por trece días, justo al frente del fortín de San Antonio, que había sido reconstruido, y del fortín San Gerónimo en la entrada principal de hoy día hacia el Viejo San Juan.
El terremoto grande de enero de 2020
En la madrugada del martes 7 de enero de 2020, gran parte de la ciudadanía de Puerto Rico sintió la intensidad de un temblor de 6.4 según la escala de Mercalli. Este terremoto fue precedido por el de la madrugada del 6 de enero, el cual tuvo una intensidad de 5.8. No obstante, la actividad sísmica había comenzado una semana antes. El 28 de diciembre de 2019, ocurrieron los primeros temblores, y estos desataron un enjambre de más de 1,200 sismos en menos de un mes. A diferencia del recio temblor del 1787, el epicentro de este enjambre estuvo localizado en el suroeste de la isla, y afectó principalmente los municipios de Moca, Mayagüez, San Germán, Maricao, Lajas, Sabana Grande, Guánica, Yauco, Guayanilla, Adjuntas, Utuado, Jayuya, Peñuelas, Ponce y Juana Díaz. No obstante, de estos 14 municipios, los mayores daños estructurales, tanto en residencias como en edificios gubernamentales, fueron reportados entre los pueblos de Peñuelas (345), Lajas (375), Guánica (637), Ponce (618) y Yauco (2, 053.[7]
Esta secuencia sísmica iniciada el 28 de diciembre de 2019 fue provocada por una falla geológica que había sido descubierta, en el 1999, por científicos de la Red Sísmica de Puerto Rico, ubicada en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Mayagüez. Punta Montalva, como denominaron a esta falla, despertó otras fallas cercanas, como la del Valle de Lajas y el Cañón de Guayanilla. Según los investigadores, los terremotos del 6 y 7 de enero de 2020 se produjeron como resultado de un roce por el deslizamiento de las placas a poca profundidad, en el lugar donde converge la placa de América del Norte con la del Caribe, a una velocidad de aproximadamente 20 milímetros por año hacia el oeste-suroeste, de acuerdo a lo informado por el Servicio Geológico de Estados Unidos.
No obstante, por lo reciente de su descubrimiento, la información que se tiene sobre el comportamiento de esta falla es muy poco, lo que provoca incertidumbre y preocupación entre la población, por los constantes movimientos que se presentan en la zona. Por esta razón, y ante el afán de llenar el vacío de información, surgen entre la gente diferentes hipótesis, apocalípticas algunas, científicas otras, con las que tratan de explicar el histórico fenómeno natural. Una de las que más trascendió a través de las redes sociales fue la de que los movimientos telúricos habían sido provocados por fracking petrolero en la corteza terrestre en algún lugar de los límites marítimos del archipiélago borincano. La especulación fue tal, que llevó a reporteros de medios noticiosos a sobrevolar en helicóptero una parte de la isla, en búsqueda de una plataforma marina petrolera. Los resultados fueron negativos.
Al igual que en 1787, que el gobernador Dabán redactó un informe a la Corona española de los daños ocasionados por el terremoto, en esta oportunidad, el gobierno del Estado Libre Asociado rindió al Gobierno de Estados Unidos un informe similar. En él, la gobernadora puertorriqueña no electa, Wanda Vázquez, pidió que el presidente Donald Trump declarara los municipios afectados como zona de desastre. Esta declaración permitiría a los damnificados por los sismos tener acceso a ayudas gubernamentales para poder reparar o reconstruir sus viviendas. El 16 de enero, Trump declaró zona de desastre a seis de los catorce municipios que se vieron afectados (Ponce, Guánica, Guayanilla, Peñuelas, Yauco y Utuado). Hasta el 17 de enero de 2020, los daños estimados a causa del fenómeno alcanzaban los 460 millones dólares. Mientras que el número de refugiados alcanzó las 8,000 personas entre todos los pueblos afectados.
Sin embargo, en esta ocasión, a diferencia de lo ocurrido en 1787, los edificios públicos más afectados no fueron construcciones militares ni de seguridad, sino las escuelas del Estado. El caso más impactante fue el de la escuela secundaria urbana Agripina Seda, del municipio de Guánica. Esta escuela, de tres niveles, sufrió el colapso de parte de su estructura y quedó reducida a dos niveles. Afortunadamente, nadie resultó herido, ya que la escuela se encontraba cerrada por el receso de las fiestas navideñas.
Este incidente ha desatado gran preocupación entre la población, respecto al estado en que se encuentran las escuelas públicas de todo el país. La desconfianza creció cuando el Secretario de Educación, Eligio Hernández, dijo a los medios de comunicación que el 95 % de las escuelas públicas del país no cumplían con los códigos de construcción vigentes (2019) y que dicha información se conocía desde el paso del huracán Maria por la Isla (2017). Hasta el 17 de enero, el Gobierno había notificado la inspección de unas 530 escuelas en 10 días; datos que mucha gente puso entredicho, debido a la conocida falta de personal en el gobierno y a la rapidez con que se llevaron a cabo las inspecciones. De esas escuelas inspeccionadas se supo que 297 estaban aptas para recibir estudiantes, 40 se encontraban no aptas para reabrir y 137 estaban parcialmente aptas.[8]
Lo interesante es que, al igual que antes del terremoto de 1787, el gobierno local había recibido unos fondos millonarios para la reparación, reconstrucción y remodelación de decenas de estructuras a nivel insular. En este caso, un programa federal desembolsó a las arcas del Estado, más de 500 millones de dólares para realizar dichas obras en escuelas públicas, desde el 2008 hasta el 2012. El programa Escuelas Siglo XXI, bajo la incumbencia del gobernador Luis Fortuño Burset, prometió al menos una escuela totalmente rediseñada y remodelada para cada municipio. No obstante, solo se construyeron una parte de las proyectadas y algunas revelaron serias deficiencias de construcción. En el año 2014, en una vista pública celebrada en la legislatura de Puerto Rico, tanto el Departamento de Educación cómo la Oficina para el Mejoramiento de Escuelas Públicas denunciaron que escuelas que habían recibido mejoras bajo este programa presentaban serios errores de construcción. En algunos edificios se encontraron problemas con el terreno, ya que no estaban nivelados; problemas de filtración de agua por el techo y paredes y que algunos edificios no contaban con la membrana final del techo.[9] De las vistas públicas se desprendió que la Administración del gobernador Fortuño fue muy laxa en la supervisión de las firmas de contratistas que estuvieron a cargo de las remodelaciones de los planteles. Tanto el Departamento de Educación como la Oficina para el Manejo de Escuelas Públicas y legisladores de los partidos principales (PNP y PPD) concluyeron que la Autoridad para el Financiamiento de Infraestructura (agencia encargada de la concesión de contratos) cometió serias irregularidades en la otorgación de permisos a la firmas de contratistas seleccionadas para dichas obras.
Coda
Lo ocurrido tras los movimientos telúricos despertados a partir del 28 de diciembre de 2019 invita, por lo menos a los historiadores interesados en estudiar tanto los ecosistemas naturales como los sociales, a darle una nueva mirada a cómo la historiografía local ha estudiado los efectos de los fenómenos naturales en la sociedad puertorriqueña. Mucho se ha documentado oficialmente sobre el tema de los huracanes, desde muy temprano en la colonización española. Sin embargo, de otros fenómenos naturales, como terremotos o maremotos, su registro ha sido menor, debido a su poca frecuencia. Es por esto que el informe realizado por Juan Dabán sobre las consecuencias del recio temblor de 1787 es importante para la historiografía puertorriqueña, ya que es uno de los primeros documentos que detallan daños ocasionados por un temblor en Puerto Rico. No podemos pasar por alto que Dabán fue parte de una serie de gobernadores reformistas que dejaron como gran aportación un alto número de documentos producidos para la Corona, acción muy característica del periodo ilustrado que se vivía tanto en Europa como en América. A pesar de que el documento de Dabán carece de información científica para explicar el fenómeno, este tampoco se lo atribuye a causas divinas. No podemos olvidar que el ingeniero que inspeccionó los daños causados en el 1787 fue el mismo al que Tomas O´Daly le comisionó las mejoras del sistema amurallado y de fortificaciones de San Juan años antes. Esto evidencia un serio conflicto de intereses. Otro detalle que nos llama la atención es que, a pesar de la supuesta intensidad del sismo, al punto que geólogos locales lo han categorizado de 8.0 en la escala Ritcher, el documento no hace referencia alguna a la posibilidad de que este hubiese causado un maremoto. Cabe aclarar que en 1867 y 1918 hubo terremotos de menor intensidad, y de esos eventos sí reportan maremotos, tanto en el este como en el oeste de la isla, según está documentado en la historiografía local. Respecto a esto, en entrevistas recientes, el geomorfólogo Molinelli ha afirmado que, a pesar de que la magnitud del sismo pudo haber sido de 8.0, su intensidad en la costa norte de la isla pudo haberse sentido de 6.0. Se ha obviado el hecho de que antes y durante el 1787, San Juan se encontraba en plena expansión y remodelación, particularmente su sistema amurallado. Estos mismos detalles han sido pasados por alto por historiadores recientes, que se han concentrado más en reseñar el impacto religioso que tuvo el temblor de 1787 y han obviado los detalles antes mencionados que ofrece dicho documento. El análisis sobre la relación ser humano-naturaleza, en este caso en particular nuestra relación con los fenómenos naturales a través de la historia, tiene que integrar, además de un componente social, un componente ambiental, para así conseguir una perspectiva más amplia.
Los terremotos de este año y el de 1787 dejaron evidenciadas negligencias en la construcción de obras gubernamentales que fueron costeadas con fondos de las metrópoli. El darle más importancia a cumplir con agendas políticas hizo que no se le diera el manejo adecuado de las mejoras de las instituciones y puso en riesgo la seguridad pública, tanto en el siglo XVIII como en el presente. Ambos gobiernos, en diferentes contextos históricos, fueron desenmascarados por fenómenos naturales que evidenciaron la posible corrupción y mal manejo en el uso de fondos externos para mejoras en la infraestructura. Y de ejemplos como este debe estar repleta nuestra historia colonial por más de 500 años.
En pleno siglo XXI, es tiempo ya de que el Estado Libre Asociado actúe a favor de políticas públicas que tomen en consideración toda esta serie de eventos de la naturaleza. Tanto la Junta de Planificación como el Departamento de Recursos Naturales Ambientales tienen que trabajar en conjunto ante un cambio climático incierto que, por lo menos, pronostica un aumento en el nivel del mar y un aumento de sequías prolongadas. Desde el 2015, Puerto Rico viene sintiendo los efectos de una naturaleza viva, que nos recuerda lo vulnerables que somos ante ella y sus cambios. No podemos seguir dependiendo de la ayuda económica de la metrópoli, para tomar acción a nivel local. Al igual que otras especies que habitan nuestro ecosistema, la importancia de tener resiliencia hoy cobra más pertinencia que nunca, ante la nueva realidad histórica-ambiental que vive Borinquen.
Referencias
Abad y Lasierra, F. Iñigo, Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Ediciones siglo XXI, Madrid.1972.
Dabán, Juan, “El gobernador de Puerto Rico dando cuenta de los perjuicios causados en la extensión de la Isla de su mando por un recio temblor de tierra, acaecido el dos del corriente mes, y de las deliberaciones que se ha visto precisado a tomar por executivas. Acompaña relación de los que han experimentado las obras de fortificación, edificios militares y civiles de su capital, costeado por la real Hacienda…” Copia del documento suministrada por Jalil Sued Badillo.
La orden Miracle, Ernesto, “Las murallas de San Juan”. Edición digital a partir de Mundo Hispánico, núm. 140 (noviembre 1959), pp. 20-22. Recuperado en www.cervantesvirtual.com. 16 de enero de 2020.
Molinelli Freytes, Jose, Cómo protegerse en caso de un terremoto. Boletín informativo preparado para la Defensa Civil del municipio de San Juan, bajo la incumbencia del alcalde Héctor Luis Acevedo (1988-1996).
Periódico El Nuevo Día, viernes 17 de enero de 2020. Edición impresa.
Pierre Ledru, André. Viaje a la Isla de Puerto Rico. Primera edición bilingüe a cargo de Manuel A. Domenech Ball. Oficina del historiador oficial de Puerto Rico. 2013.
Stewart, Heather A. and Jamieson, Alan J, “The five deeps: the location and depth of the deepest place in each of the worlds’ oceans”. Elsevier journal. Recuperado en www.elsevier.com/locate/earscirev . 15 de enero de 2020.
[1] José Molinelli Freytes, Cómo protegerse en caso de un terremoto. Boletín informativo preparado para la Defensa Civil del municipio de San Juan, bajo la incumbencia del alcalde Héctor Luis Acevedo (1988-1996).
[2] Esto varía entre investigaciones realizadas entre las localizaciones del Milwaukee Deep y la trinchera de Puerto Rico. Ver Heather A. Stewart and Alan J. Jamieson, “The five deeps: the location and depth of the deepest place in each of the worlds’ oceans”. Elsevier journal. Recuperado en www.elsevier.com/locate/earscirev . 15 de enero de 2020.
[3] Ernesto La orden Miracle, “Las murallas de San Juan”. Edición digital a partir de Mundo Hispánico, núm. 140 (noviembre 1959), pp. 20-22. Recuperado en www.cervantesvirtual.com. 16 de enero de 2020.
[4] “El gobernador de Puerto Rico dando cuenta de los perjuicios causados en la extensión de la Isla de su mando por un recio temblor de tierra, acaecido el dos del corriente mes, y de las deliberaciones que se ha visto precisado a tomar por ejecutivas. Acompaña relación de los que han experimentado las obras de fortificación, edificios militares y civiles de su capital, costeado por la real Hacienda…” Copia del documento suministrada por Jalil Sued Badillo.
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.
[7] El Nuevo Día, 17 de enero de 2020, p. 6.
[8] El Nuevo Día, 17 de enero de 2020, p. 16.
[9] “Señalan a pasada administración en el mantenimiento de Escuelas del Siglo XXI”. Recuperado en https://www.villalbaonlinepr.com/index.php/noticias/1402-senalan-a-la-pasada-administracion-en-el-mantenimiento-de-escuelas-del-siglo-21 Consultado el 20 de enero de 2020.