El regreso del viejo PRI a México
A pesar de las siete décadas de hegemonía y su legado de corrupción, luego de una breve alternancia partidista, regresa a la presidencia de México el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Para millones de mexicanos y grupos de izquierda que han luchado por un cambio sus esperanzas se han visto truncadas. En dos ocasiones anteriores se ha esfumado el triunfo de la izquierda, en las fraudulentas elecciones de 1988 con Cuauhtémoc Cárdenas a la cabeza del Partido de la Revolución Democrática (PRD), así como en las controversiales elecciones del 2006 que llevaron a Felipe Calderón del Partido Acción Nacional (PAN) a la presidencia de la República.
Todo parece indicar que la tercer vez será en el 2012, con la alegada victoria de Enrique Peña Nieto (EPN) del PRI, en coalición con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), sobre Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Este último fue el candidato de la coalición de las izquierdas denominado Movimiento Progresista integrado por el PRD, Partido del Trabajo (PT) y Movimiento Ciudadano (MC), al igual que lo fue para las elecciones del 2006. Sin embargo, hay que señalar que el PRD, ni dicha coalición son los agentes catalizadores del movimiento social que demanda cambios estructurales, sino el proyecto que encabeza la figura de Andrés Manuel. En las elecciones también contendió Josefina Vázquez Mota como candidata del PAN (primera mujer candidata presidencial por ese partido), aunque desde un inicio no se perfilaba como favorita, ya que entre otras cosas, se le pasó la factura política por las gestiones de Felipe Calderón, su fallida guerra anticrimen y el avance de la pobreza.
En esta campaña electoral Peña Nieto puso énfasis en alejarse de la imagen negativa que representa su partido y en proyectarse como el representante del “nuevo PRI”, echando de lado discursivamente las prácticas corruptas y autoritarias del pasado. Aunque en la realidad no se deslindó de su padrino político, de los dinosaurios de su partido, ni de los corruptos y poderosos líderes sindicales. De igual forma, el resultado de su gestión como gobernador del Estado de México (2005-2011) no correspondió con su discurso, pues dejó una herencia de endeudamiento, pobreza, feminicidios, corrupción, etcétera.
Esta coyuntura electoral nos permite apreciar claramente que en México no ha existido la llamada transición o el paso del viejo régimen priísta a la era de las instituciones democráticas. El hecho de que el PAN haya estado en los dos últimos sexenios en Los Pinos, no significa que el PRI haya dejado de tener en ningún momento la fuerza institucional y política. Una muestra de ello es que el PRI, al día de la elección, gobernaba 20 entidades federativas de las 31 que componen la República Mexicana (el Distrito Federal no cuenta como un Estado y está gobernado por el PRD). Más aún, en entidades federativas como el Estado de México, un importante bastión electoral de donde proviene Peña Nieto, nunca ha habido otro partido político en la gubernatura.
En los resultados de estas elecciones permearon un sinnúmero de eventos y acontecimientos que siguen de manifiesto en una cultura política dominada por las viejas formas del PRI. En primer lugar hay que destacar el papel que desempeñaron los medios de comunicación en el proceso electoral. Además de mantener un cerco informativo y de ser partícipes de la llamada guerra sucia en contra de Andrés Manuel, se valieron de la elaboración de encuestas electorales con el fin de crear una falsa percepción sobre las preferencias electorales. El poderoso duopolio televisivo Televisa y TV Azteca, seguidos por otras cadenas radiales y medios impresos, fueron promotores de la figura Peña Nieto desde el 2005 cuando estaba en plenas funciones como gobernador del Estado de México. Fueron muchos los millones de pesos los empleados en propaganda y publicidad, como lo han revelado las investigaciones de la prensa local y del periódico inglés The Guardian respecto a contratos millonarios con Televisa. En medio de este proceso sube a escena otro actor denominado como Yo soy 132 compuesto por jóvenes universitarios que buscan romper la parcialidad informativa y proteger la legalidad del proceso. El movimiento #yosoy132 no está vinculado con AMLO, se proclama como apartidista, pero se declara antipeñista. Este grupo ha sido importante en la denuncia del fraude y concientización de la ciudadanía a través de las redes sociales. El mismo ha logrado renovar e inyectarle vigor a la lucha actual.
Otro hecho grave, dado el impacto que tiene en la votación, es la violación de los topes electorales establecidos por ley. Desde las entidades federativas dominadas por el PRI se desviaron fondos públicos para la campaña de la presidencia y para la compra de votos. En esos estados se condicionaron los programas de asistencia social, práctica también llevada acabo, aunque en menor medida, por gobiernos de otros partidos. Aunque podría decirse que el partido que más ha destacado en este proceso por estas tácticas ha sido el PRI. En esa misma línea habría que estudiar los alcances del dinero proveniente del narcotráfico, como es el caso del grupo financiero Monex que enfrenta cuatro averiguaciones previas tanto de México como de USA por lavado de dinero.
Así mismo, la bien estructurada maquinaria priísta utilizó mecanismos de compra y coacción del voto. Entre los cuales se pueden enumerar la entrega de despensas de alimentos, dinero en efectivo, tarjetas de la cadena de supermercados Soriana, monederos electrónicos (tarjetas de débito prepagadas), vales de gasolina, tarjetas prepagas de celulares, crédito telefónico para llamar a Estados Unidos, materiales de construcción, fertilizantes, camisetas, gorras, vasos, termos, en fin una amplia gama de dádivas. Para poner esto en perspectiva hay que subrayar que en una sociedad como la mexicana en la que existe tanta desigualdad, estas acciones pueden llegar a ser significativas. Según el último censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) del 2010, de un total que asciende a 112, 336, 538 habitantes, 52 millones viven en niveles de pobreza o miseria. Aunque no es mesurable el impacto que tuvieron sobre la elección estas acciones, se estima que se pudieron haber comprado unos cinco millones de votos en su mayoría en zonas rurales. Al respecto, existe una correlación entre pobreza rural y urbana y la compra de votos, ya que la necesidad de los grupos marginados se vuelve un instrumento para este tipo de dinámicas fraudulentas. En éste caso, no es el pueblo necesitado el culpable de ésta práctica, dado que por experiencia sabe que si no obtiene algo durante las campañas electorales, pasarán otros seis años sin recibir nada. Las personas entregan su voto por la necesidad y mientras exista miseria, desigualdad y no haya educación universal de calidad, el sistema se perpetuará.
Igualmente grave fue el robo y la quema de casillas, la falsificación de papeletas, el acarreo, personas sorprendidas ilícitamente con material electoral, asesinatos y muchas otras estrategias con el fin de cometer fraude. También estuvieron presentes casos de detención de ciudadanos por las fuerzas policiales de los estados en donde gobierna el PRI, así como el hostigamiento y represión de adversarios políticos por parte de golpeadores movilizados y pagados por dicho partido. Hay que destacar que el acoso no fue solamente físico sino que en el campo cibernético se emplearon grupos de contra-información y piratas informáticos. También en la escena postelectoral se reportó al menos un intento por parte del ejército de intimidar manifestantes, lo cual es muy simbólico en estas circunstancias.
Todo este cuadro fraudulento fue complementado en las mesas electorales con la anulación y no adjudicación de votos al movimiento encabezado por López Obrador. A esto se suma un alegado patrón de fraude denunciado en los sistemas de computo electoral. Ante el temor de que el candidato de las izquierdas pudiera ganar la contienda apenas cerrados los centros de votación y solo con el 10% de las casillas contabilizadas, la candidata del PAN, Vázquez Mota, reconocía que las tendencias no le favorecían y hacía un llamado a López Obrador a que se diera por derrotado. Lo mismo hizo implícitamente el presidente Felipe Calderón poco tiempo después, al felicitar a Peña Nieto. Éstos eventos no fueron casuales, el PAN conocía de antemano que no tenía posibilidad alguna de ganar la elección y prefirieron inclinar la balanza a favor de EPN.
El papel que ha desempañado el Instituto Federal Electoral (IFE) institución encargada de organizar y regular la elección ha sido cuestionable. Aunque el fraude está consumado, queda un largo camino por andar en la impugnación de la elección por las vías legales. En el Tribunal Federal Electoral (TRIFE), ya se radicó el recurso de invalidación de la elección presidencial con base a lo que establece el Artículo 41 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Nuevamente prevaleció un aparato priísta bien articulado, experto en el acarreo y curtido en el fraude. Se utilizó el marco institucional y se movió con maestría por los vericuetos existentes en un sistema político que no logró romper con su pasado. No podría ser de otra forma, las reglas establecidas e impuestas por los poderes fácticos que rigen en el país no dan para más, por lo que las elecciones son un ejercicio que intenta validar una inexistente democracia. Ante este panorama resta ver si verdaderamente es posible un cambio en el marco del sistema institucional actual.
La herencia de la cultura política priísta sigue vigente y las instituciones corruptas son instrumentos de los que quieren perpetuar el status quo. Las mega marchas pre y postelectorales son un ejemplo de inconformidad y la ausencia de festejos ciudadanos por el triunfo del PRI dan cuenta de que no hay nada que celebrar. Por el contrario la sociedad parece estar unida en el reclamo de “no a la imposición” y hay una agenda de movilizaciones que prometen ser de gran envergadura. La pregunta sería, ¿cederán en esta ocasión? ¿En qué medida? ¿Ofrecerán un interinato? ¿Se anulará el proceso? ¿Habrá imposición? ¿La sociedad lo permitirá? Hoy México atraviesa un interesante proceso postelectoral y como sociedad se enfrenta a grandes retos para lograr un sistema político justo y democrático.