En el país más feliz del mundo
Este video surgió de la infelicidad. Infelices y desanimados estaban las niñas, niños y jóvenes del campamento de verano en la escuela Alejandro Tapia y Rivera de Villa Palmeras. Por cuestiones burocráticas nos cambiaron a l@s talleristas todos los grupos a una semana de finalizar el Taller de Fotoperiodismo. Todo lo que yo venía trabajando con mis estudiantes por tres semanas se vino abajo. Después de una acalorada discusión con la jefa, salí desanimado. Hubo huelga de brazos caídos de mis estudiantes ahora divididos y regados en varios grupos ya no míos. Infeliz estaba yo. Tenía que comenzar casi desde cero, con nuev@s estudiantes y a una semana por finalizar el taller. ¡Tenía que crear en una semana una dinámica de grupo para realizar un trabajo audiovisual!
Al otro día, al levantarme con tristeza para ir al trabajo y sin tener idea de cómo dar la cara ante mis alumnos, recordé a Chris Marker cuando en la primavera de 1962, tras el fin de la guerra de Argelia, se lanzó por los barrios de París con su correalizador Pierre Lhomme y su camarógrafo a indagar en qué pensaban los parisinos. Su pregunta era sencilla: ¿Es usted feliz? La sencillez de esa pregunta existencial al hilo de encuentros algunos azarosos y otros preparados, desataba verdades sobre las maneras de habitar el mundo por parte de los parisinos.
Con esa idea en la cabeza y la cámara en mano llegué a mi salón y comencé a preguntarles a mis estudiantes, l@s desconocid@s y l@s conocid@s, uno por uno, si eran felices. La primera reacción era de «pachó» o vergüenza mezclado con la timidez. Ante mi insistencia algun@s contestaban, otr@s, l@s más, me rechazaban apartándose de la cámara o tapando el lente con la mano. Después de terminar con tod@s l@s convoqué y les dije: «Mi gente, eso mismo que acabo de hacer con ustedes es lo que vamos a hacer ahora en la calle. Por ahí dicen que nosotros somos el país más feliz del mundo, pues vamos a ver si es verdad. ¡Ojo!, tod@s mentimos así que no nos podemos conformar con que nos digan Sí, soy feliz. Hay que seguir preguntando».
Entre tod@s preparamos las preguntas y discutimos cómo sería el rodaje, cómo acercarse a una persona con respeto. Había tres cámaras y dos micrófonos con los cuales armamos tres equipos de dos personas, un camarógrafo y un entrevistador, que luego intercambiarían roles. Y así nació este trabajo y volvimos a ser felices.