En pie de lucha: nuevas investigaciones históricas puertorriqueñas
Nota de los editores
Las siguientes son las ponencias de los profesores Luis Fernando Coss, José Curet y Bárbara Arabía Rexach durante la presentación inicial del libro En pie de lucha: nuevas investigaciones históricas puertorriqueñas, que se llevó a cabo el pasado 6 de noviembre en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.
Esta publicación está compuesta de 19 ensayos basados en investigaciones inéditas sobre la historia de Puerto Rico del siglo 20. En pie de lucha muestra las inquietudes y aspiraciones de una nueva generación de historiadoras e historiadores de nuestro país y reúne un amplio registro de temas sobre la realidad puertorriqueña, algunos de ellos atendidos por primera vez en la historiografía nacional.
Como cada presentador/a analizó una parte distinta de los escritos del libro, estimamos que era apropiado divulgar sus ponencias en conjunto.
Evelyn Vélez Rodríguez y Carmelo Campos Cruz, editores
Luis Fernando Coss
El conjunto de investigaciones que incluye este voluminoso proyecto de ensayos históricos se propone algo así como una tarea inagotable, y por ello mismo, de un enorme valor para el debate, la educación y la cultura puertorriqueña en general. Los ensayos incluidos en la sección denominada “Política”, que me corresponde comentar, sopesan en forma específica la dimensión organizacional de la experiencia histórica.El horizonte es muy amplio. Comienzo por el ensayo titulado “Ricardo Díaz Díaz: de veterano de la Segunda Guerra Mundial a Capitán del Ejército Libertador, 1941-50”, por Mariliz Santiago Loyola, que traza la trayectoria de un joven lleno de vida y talentoso para las artes militares. Don Ricardo comienza su carrera en el ejército de Estados Unidos en el marco de la Segunda Guerra Mundial, y la termina en forma heroica en la sección militar del Partido Nacionalista. La reconstrucción de ese devenir es narrada por el propio líder nacionalista tras unas cuatro entrevistas a sus 90 años. La investigación se ocupa además de entrevistar familiares y conocidos, rescata un manuscrito inédito y toma nota de innumerables documentos de los archivos disponibles del FBI.
De los hallazgos, que son muchos, el que más me impresiona es que don Ricardo pudo haber tenido una carrera brillante en el Ejército de EE. UU. y le ofrecieron en varias ocasiones esa oportunidad, pero éste la rechazó para internarse de cuerpo y alma al Ejército Libertador de Puerto Rico. La familia Díaz Díaz ocupa un lugar excepcional en la historia del nacionalismo: padre y madre de don Ricardo, hermanos, primos, tíos y tías formaron parte o colaboraron con el Nacionalismo y al menos uno de ellos murió en combate en Arecibo en octubre de 1950. En su manuscrito inédito se reconoce el recio temple de su madre… Doña Leonides, oiga, preguntaron varios policías nerviosos, ¿dónde están sus hijos? Ella les respondió: “no están escondidos bajo la cama, están cumpliendo con su deber patriótico”.
Ángel O. Lorenzo Loperena presenta “Partido Socialista Obrero: entre la colaboración y diferencias con otras organizaciones independentistas, 1967-69”. Este ensayo pasa revista de uno de los episodios más repetidos y sonados y al mismo tiempo de los más opacos en el conjunto del movimiento independentista del siglo XX. Se trata de las divisiones y polémicas entre organizaciones independentistas, de origen casi centenario. Enfocarse en esas diferencias, conocer de primera mano cómo se dirimieron y sus consecuencias, es un servicio de gran valor para el presente y futuro de los movimientos independentistas, por aquello de que, como se sabe bien, de nada vale repetir los mismos errores.
Circulan distintas versiones de la fundación del Partido Socialista Obrero que, según el ensayo, no alcanzó más de sesenta miembros, algunos de los cuales eran informantes de la Policía. La investigación de Lorenzo Loperena no deja margen a dudas de una versión definitiva pues esta la ofrecen sus propios protagonistas, entre otros, Wilson Cortés, quien figuró como su principal dirigente entre 1967 y 1969. En este último año se arresta a prácticamente a todo el liderato de PSO, tras lo cual queda inactivo, según se indica.
La colaboración de este partido con entidades vinculadas a la lucha armada independentista, como el MIRA y la Liga Socialista, dio lugar a una persecución muy intensa. Es muy notable, por otro lado, el lenguaje abrasivo y hostil que predominaba en estos grupos respecto a las organizaciones independentistas de mayor número en militantes y simpatizantes, como el PIP y el MPI. Así, por ejemplo, veamos cómo el PSO deslindaba su campo de acción entre 1967 y 1969, según proclama en su revista Obreros en Marcha:
Frente a esta cobarde y traidora posición del independentismo burgués y pequeño burgués, nosotros, los que representamos en Puerto Rico el independentismo Socialista, el independentismo Marxista Leninista, basado en la lucha de clase, la toma revolucionaria del poder, la dictadura del proletario y la construcción del Socialismo, llamamos a los obreros, los campesinos, los estudiantes pobres, los explotados, los perseguidos y los menesterosos, a que se unan a la lucha heroica y valiente que lleva a cabo el Partido Socialista Obrero, genuino representante de la clase trabajadora del país. (p 187)
Este ensayo sugiere en más de una ocasión que la disputa entre organizaciones no solo se debía a diferencias ideológicas, sino también al trabajo divisionista y agitador de la Policía y el FBI. Resulta curioso, por otro lado, que estos reclamos radicales del PSO, que también lo fueron de la Liga Socialista, son atendidos todos, en estricto orden, en la fundación del Partido Socialista Puertorriqueño en 1971, solamente dos años más tarde. Allí y entonces, ante más de 5,000 asistentes, en la cancha Pepín Cestero de Bayamón, el MPI se proclama partido de la clase obrera y marxista leninista. Debería preguntarse entonces hasta qué punto un sector de la izquierda, como el Partido Socialista Obrero y la Liga Socialista, se adelantaban a los acontecimientos de la década de 1970. O, visto el balance del PSP al final de la década de 1970 –disminuido y dividido, un partido que llenó el Coliseo Roberto Clemente a toda capacidad en 1975–, cabría preguntarse también hasta qué punto sería la vía marxista-leninista la más correcta hacia la descolonización.
Emanuel Emilio Piñero Cruz, en su ensayo “Liga Socialista Puertorriqueña: radicalidad por la independencia y el socialismo, 1964-79”, nos propone una investigación tan original como esta que hemos comentado. Ambas dan cuentan de la heterogeneidad de movimiento independentista y del socialismo puertorriqueño en particular. A diferencia del PSO, la Liga tuvo una influencia por todo el territorio nacional, incluyendo las comunidades boricuas en EEUU. De un alto perfil marxista-leninista, comprometido con la educación política mediante talleres, seminarios y numerosas publicaciones, se posicionaba también muy activa en causas comunitarias, luchas obreras y sindicales, así como en los movimientos contra la explotación minera y la presencia de la Marina en Vieques y Culebra.
El ensayo de Piñero Cruz descansa en buena medida en un esmerado cotejo de las publicaciones de la Liga y en documentos de la Policía y el FBI, productos de la infiltración y la vigilancia. Todo indica que la fundación de la Liga responde a las diferencias profundas que marcan al movimiento independentista de los años 1960 en torno a la participación electoral, por un lado, y por el otro, a las crecientes simpatías que provocaba el pensamiento socialista y marxista en estos años. Sus miembros provenían de las filas del MPI, el nacionalismo, comunistas de la vieja guardia y estudiantes universitarios. A nivel organizacional prevalecía el llamado centralismo democrático y la doctrina leninista de un partido de cuadros, grupo pequeño y capaz, combinado con un trabajo abierto de propaganda, educación y acción política en la calle. El lema era “andar solos y golpear juntos”, según reza una carpeta de la Policía, testigo forzoso (y a veces muy engañoso) de esta microhistoria del independentismo. (p 253) La Liga se muestra perseverante, pero no alcanzó nunca la masividad del PSP o el PIP.
Cabe destacar la valentía y el desprendimiento personal de sus miembros. Propusieron al país un cambio radical y un apoyo abierto a la lucha armada al precio de la persecución y el hostigamiento permanente de parte de las fuerzas represivas. Jóvenes de la Liga y también del PSO fueron de los primeros en negarse al servicio militar obligatorio. Y, por ejemplo, tras el arresto de un buen número de sus militantes en 1972, sus líderes permanecieron en la cárcel en solidaridad con quienes se encontraban en apelación. (263)
Esta investigación, como la anterior, registra parte de las fuertes rivalidades con el PIP y el MPI, que estuvieron por momentos empantanadas en un lenguaje descalificador y algo violento. No obstante, como he dicho sobre el PSO, sería interesante examinar cómo la fundación del PSP en 1971concilió en alguna medida ciertas diferencias entre la izquierda marxista, al tiempo que ahondó otras respecto al independentismo pipiolo. Me consta que algunos miembros prominentes de la Liga pasaron a formar parte de la dirección del PSP, como fue el caso de Pedro Santana Ronda. No obstante, hasta el sol de hoy, la anelada unidad de las fuerzas independentistas es un ideal que escapa continuamente de las manos de estos movimientos.
“La Misión Puertorriqueña en Cuba: la lucha descolonizadora del Movimiento Pro- Independencia, 1959-71”, por Michael E. Pacheco Garay, es un ensayo que redescubre una de las zonas de mayor provecho del movimiento independentista. Me refiero, claro está, a la labor internacional del independentismo que incluye relaciones y contactos para fines estrictamente políticos, pero también otras múltiples iniciativas que enriquecen el acervo cultural e histórico de nuestro pueblo. De cara a un colonialismo que le da la espalda al mundo y prácticamente al universo, el MPI se tomó la iniciativa de convertir un modesto espacio de oficina en Cuba, en un lugar de coordinación y promoción puertorriqueña a escala mundial.
El ensayo de Pacheco Garay documenta con mayor precisión que ningún otro tema la gestión de Carlos Padilla, uno de los responsables de la Misión en sus primeros años, quien además figuró como Director de CLARIDAD en varios momentos. Las gestiones de la Misión, fundada en 1966, previo y posterior a la incumbencia de Carlos Padilla quedan pendientes de una investigación más abarcadora. El rescate que ha realizado el autor es un paso significativo. Este trabajo coteja documentos poco o nunca antes examinados, como lo son los archivos de cartas del liderato del MPI en manos del Movimiento Nacional Hostosiano, así como correos y boletines internos. Precursor de esta línea de investigación es el libro reciente de Ángel Pérez sobre la fundación y trayectoria del MPI.
La Misión de Puerto Rico en La Habana, implica, después de todo, la única instancia en que Puerto Rico puede reclamar una labor diplomática internacional conducente a proyectar al país y representarlo con dignidad y para su bien ante el planeta. Esa actividad, según se documenta, pasa por la ONU, el Movimiento de los Países No Alineados, OLAS y la OSPAAL; y con un perfil universitario latinoamericano, la OCLAE, y por el lado de la información, la agencia de noticias internacional cubana, Prensa Latina. Un dato curioso es la participación de la Misión en las negociaciones que condujeron a la liberación de dos soldados boricuas en Vietnam.
“La mujer en el Partido Socialista Puertorriqueño: entre la ideología y el género, 1971-77”, por Cristina M. Nieves Labiosa, es un ensayo que intenta explicar las tensiones que existían entre hombres y mujeres, mujeres y partido, en el marco de la lucha contra el colonialismo y por el socialismo en Puerto Rico, y en específico, en la experiencia del feminismo en el PSP.
La autora toma nota de que la subordinación de la mujer es parte de una ideología capitalista y colonial y sugiere que el socialismo representado por el PSP hereda forzosamente esas prácticas aún cuando formalmente se propone la liberación de la mujer, en última instancia, una vez alcanzada la independencia y el socialismo. Y es en este terreno que se disputa una lucha feminista en el interior del PSP. Un grupo de mujeres, destaca la autora, ve como prioritario la lucha feminista frente a las prioridades proclamadas por el partido, que son la lucha por la independencia y el socialismo, y de ahí la incomodidad y los varios grados de insatisfacción.
Los testimonios que dan cuenta de esta tensión son muy pocos y provienen de un importante volumen sobre el feminismo conocido como Documentos del Feminismo, publicado hace 20 años. Hay mucho espacio para que este tema se enriquezca con nuevas entrevistas. Valdría la pena también examinar qué pasó con el debate. Lo cierto es que en este mismo periodo de 1971 a 1977 se crearon varias organizaciones feministas y en buena medida el socialismo puertorriqueño se desplazó a un reconocimiento más profundo sobre los asuntos de la mujer y género. A saber, en 1972 se funda Mujer Intégrate Ahora y en 1975 la Federación de Mujeres Puertorriqueñas entra las que destacan prominentes militantes mujeres del PSP.
Habría que preguntarse, por otra parte: ¿dónde están las mujeres que tuvieron que elegir entre la prioridad del feminismo y la prioridad de la lucha por la independencia y el socialismo? Pienso en Norma Valle, quien preside hoy la Fundación Juan Mari Brás y fue entre 1975-1977 presidenta de la Federación de Mujeres Puertorriqueñas. Y pienso en Ana Rivera Lassen, quien preside hoy el Movimiento Victoria Ciudadana y fue en los primeros años de 1970 coordinadora de Mujer Intégrate Ahora. En alguna medida, este ensayo de Nieves Labiosa nos confronta con el reto de examinar los hechos desde una perspectiva histórica amplia.
“El Movimiento Obrero Unido: entre el sindicalismo y la represión, 1971-78”, por Edwin A. López Tosado, es un ensayo que traza la historia del agrupamiento más importante de la clase obrera en toda la historia del Puerto Rico contemporáneo. Muy poco se ha escrito al respecto, como en los demás casos reseñados, y también aquí hay mucho que rescatar y reflexionar. Conviene ubicarnos:
La década de 1970 estuvo caracterizada por una gran agitación y luchas de la clase trabajadora puertorriqueña. Hubo numerosas huelgas, tanto en el sector privado como en las corporaciones públicas. A mediados de esa década, la economía puertorriqueña comenzó a experimentar los efectos de los graves problemas que sufrió el sistema capitalista a nivel mundial… El impacto de este escenario económico provocó una alta conflictividad entre la clase trabajadora y el gobierno que era el principal patrono, lo que agudizó los niveles de la lucha de clases. En 1971 surgió el Movimiento Obrero Unido (MOU), que recibió mucha influencia ideológica del movimiento independentista, en especial el sector socialista. El MOU fue una asociación de uniones obreras que se agruparon para ayudarse mutuamente y adelantar la causa de los trabajadores. (286)
El autor de este ensayo rescata un documento muy importante del olvido. Se trata de una “memoria” redactada por algún colaborador del MOU que obra en el Fondo Memorias Sindicales, en el archivo Santiago Iglesias Pantín del Recinto Universitario de Humacao, titulado “¿Qué es el MOU?”. De ese documento incluido en este ensayo impresiona la variedad y la cantidad de entidades obreras que figuraban en el MOU, unos 40 sindicatos.
La represión contra el MOU se volcó con inusitada furia: líderes vigilados constantemente, fabricaciones de casos, movilización constante de una policía hostil a los conflictos huelgarios, movilización de la Guardia Nacional, represalias económicas contra el liderato, despidos o amenazas de despidos, arrestos selectivos o en grupo, como fue el caso de la Unión de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados en 1974. En este mismo periodo tres líderes obreros –Luis Ángel Charbonier, Carlos Rivera Pacheco y Rafael Caballero– son asesinados bajo condiciones muy sospechosas, otros dos son secuestrados, al tiempo que se reactivan los grupos ultraderechistas del exilio cubano.
Aunque el ensayo no lo puntualiza, fuera del tablero de la lucha obrera o sindical directa, el ambiente de conflictos violentos y represión se ve marcado también por la muerte de la estudiante Antonia Martínez Lagares durante las protestas estudiantiles de 1970; la muerte de Eddie Román junto al citado Charbonier en un acto del PSP en Mayagüez en 1975; el asesinato de Santiago Mari Pesquera, hijo de Juan Mari Brás, principal dirigente del PSP, en 1976; los crímenes del Cerro Maravilla en 1978; el asesinato de Carlos Muñiz Varela, independentista y líder de la juventud cubana en el exilio favorable a la Revolución, en 1979, y, finalmente, Ángel Rodríguez Cristóbal, misteriosamente asesinado en una cárcel de Florida, también en 1979, tras su arresto en las luchas contra la Marina.
El autor destaca dos errores del PSP en cuanto a la política de acción y unidad obrera: por un lado, líderes del PSP que intentaron imponer sus líneas desde arriba, al punto de declarar que el MOU era una creación del PSP, primero, y segundo, una respuesta poco efectiva ante la ofensiva ideológica de los patronos y el gobierno que calificaron las protestas obreras como obra exclusiva de “subversivos”. Esa campaña de agitación e histeria anticomunista tuvo su efecto y provocó la desafiliación de muchos sindicatos, según concluyó en sus Memorias Pedro Grant, fundador y máximo líder del MOU. (309)
“COINTELPRO: aplicación del programa de contraespionaje doméstico en Puerto Rico, 1960-1971”, por Francisco Pagán Oliveras, se enfoca en uno de los temas más apasionantes y dolorosos del movimiento independentista y obrero puertorriqueño. La represión orquestada desde diferentes planos, incluyendo la guerra sicológica, diseñada, planificada y puesta en práctica por aparatos del estado colonial, en completa violación de sus propias leyes y de su pretendida filosofía democrática.
He preferido posponer el examen de este ensayo para el final de tal modo que no se escape una de las consecuencias de la represión en Puerto Rico: me refiero a la prevalencia de los mecanismos de control existentes hoy, en menoscabo de una verdadera democracia y participación política. Hoy no existe COINTELPRO pero si una Ley Promesa que rige los destinos políticos y económicos de Puerto Rico. Hoy no existe COINTELPRO pero si una Ley Electoral que propende al predominio de dos partidos y bloquea lo que pudiera dar lugar a un cambio político a más corto plazo. Y bajo estas circunstancias, se repite la misma historia: me refiero a la incapacidad del movimiento independentista, socialista, comunitario o sindical, estudiantil o feminista, cultural o educativo, de unir sus fuerzas en un espacio común de acción.
Recuérdese el verdadero nombre de COINTELPRO: Programa de Contrainteligencia, que implica tiene su asiento en las actividades de espionaje que se hicieron muy frecuentes en el marco de la llamada guerra fría a partir de la segunda guerra mundial. “Inteligencia”, sin embargo, tiene una etimología más cándida, supone la capacidad de leer entre líneas, de separar una cosa de las otras. El prefijo “contra” desplaza la ecuación a otra zona, a la zona de la AC-CIÓN. En otras palabras, los funcionarios del FBI a cargo de implementar los programas contra el movimiento independentista, obrero y socialista procuraron no solo “interpretar” a los movimientos, sino, sobre todo, debilitarlos, desprestigiarlos, descarrilarlos y, en última instancia, destruirlos. El primer objetivo de COINTELPRO a partir de 1956 fue el Partido Comunista de Estados Unidos; el segundo, el movimiento independentista puertorriqueño en todas sus expresiones. Imaginemos lo que significa este orden: Puerto Rico era el segundo enemigo y el de más alta jerarquía entre las comunidades nacionales o raciales implicadas en el territorio estadounidense.
Pagán Oliveras hace un recorrido minucioso por la literatura relevante disponible y también se detiene en los documentos oficiales del FBI accesibles a partir del fin de COINTELPRO en 1972 y la publicación digital de esos archivos. Las víctimas de estas maniobras, los operativos en la prensa, la fabricación de controversias o conflictos entre organizaciones o personalidades, las amenazas, las intimidaciones, todas estas actividades del FBI contra el movimiento independentista y obrero podrían ser, por separado, un formidable ensayo de investigación histórica. Este ensayo de Pagán Oliveras es una invitación a eso.
Recuerdo, yo adolescente, la visita de varios agentes del FBI frente a mi casa. No todos los hogares puertorriqueños respondieron de la misma forma. Las visitas iban acompañadas de la divulgación de rumores y de plantar información falsa. Ante las acciones del FBI y los agentes encubiertos de la Policía muchos puertorriqueños eran presos del miedo: señora, mire señora o señor, que su vecino es un subversivo, coopere, no se haga daño, y mantenga un ojo abierto. Usted tranquila, que fulano ya perdió el empleo y lo seguimos velando. Diálogos de este tipo eran muy comunes en los años 1970. Con ello procuraban la división familiar, la enemistad de los vecinos y, en última instancia, la fabricación de casos y la paralización del movimiento independentista.
Este ensayo sobre COINTELPRO me da pie para sugerir algo que quizá no ha estado al alcance de los editores por la monumental tarea que representa armar un libro de 732 páginas. Un buen corolario de este libro podría ser la tarea de reunir a los autores con los comentaristas de esta noche y otros investigadores de estos mismos temas de modo que se puedan dilucidar en forma directa y con cierta paciencia algunos datos o giros de estos ensayos, concebidos como tesinas, que podrían corregirse o ampliarse, según fuera el caso.
Lo otro que quiero proponer es que se organice un esfuerzo especial para acompañar los textos de lo que podríamos llamar un suplemento digital, al alcance de todos, en el cual se puedan colgar videos, fotografías, gráficas, facsímiles de carteles y boletines, pertinentes a esas luchas que tuvieron lugar en los años 1960 y 70s, muchas de las cuales hubieran quedado sepultadas a no ser por estos nuevos ensayos. Así que, señoras y señores, ¡EN PIE DE LUCHA!
Gracias.
***
José Curet
Es para mí un privilegio comentar seis de las 19 tesinas, que componen el libro En pie de lucha; es decir, los resúmenes y conclusiones redactadas por los propios autores de 19 tesis de maestría sobre temas sociales, económicos y culturales del Puerto Rico del siglo pasado. Tengo que felicitar, en primer lugar, a la profesora Evelyn Vélez Rodríguez por su iniciativa en guiar y sacar estas 19 tesinas de esos oscuros anaqueles o archivos, donde muchas veces van a parar, y donde pocos se enteran de su existencia.En términos generales, también, sobre los temas de la investigación historiográfica de esos trabajos, es muy poco lo que puede añadirse a la excelente Introducción de la profesora Evelyn Vélez, con la cual abre el libro. Ahí nos da un pie para dar fe y confianza en esa nueva generación de historiadores quienes investigan minuciosamente sobre las luchas, enfrentamientos, logros y fracasos de esos conflictos; algunos desconocidos, y que tiñeron, a veces con sangre parte de nuestra historia, como fue el caso de la huelga en Vieques en 1915. A la misma vez nos da un indicio del tipo de historia que se está escribiendo por esta nueva generación.
Comienzo por comentar brevemente el primer trabajo en la sección de Política, “El Panafricanismo y la Asociación Universal del Desarrollo Negro en Puerto Rico. 1920-22” de Paul Cruz Rosa. Confieso que, para mí, quien por más de 30 años dediqué buena parte de ellos a estudiar la rentabilidad, precio de venta y rendimiento de la esclavitud en Ponce, leer ahora ese trabajo me brindó otra forma de ver el problema social y cultural de la herencia africana en Puerto Rico. Había leído algo sobre Marcus Garvey y sus esfuerzos por organizar la población negra en el Caribe, luego de abolida la esclavitud, pero desconocía de sus esfuerzos por organizar una sucursal de esa asociación, la Unidad 45 San Juan, UNIA (Asociación del desarrollo Negro) en la Isla durante la segunda década del siglo pasado. Como documenta Paul Cruz, Marcus Garvey fue más que un descendiente de esclavo; pues trabajó como bracero en varias compañías exportadoras en Panamá y Centro América, donde pudo experimentar en carne propia las terribles condiciones a que era sometida esa población afrodescendiente. De ahí su esfuerzo por crear capítulo de la Asociación en Estados Unidos y en el Caribe. Mientras en Cuba tuvo se fundaron más de 52 capítulos o sucursales la Asociación, aquí en Puerto Rico el intento de establecer un capítulo en Ponce o en otros lugares de la Isla, siempre fracasó.
Aparentemente la población afrodescendiente aquí no quiso identificarse con sus raíces africanas. Es encomiable el trabajo investigativo de esta tesis; la búsqueda en archivos y revistas donde se evidenció la gesta de Garvey y los miembros de la Asociación por darle orgullo a todos los afrodescendientes. “Up you mighty race, you can accomplish what you Will… y el discurso “…the best thing the Negro of all countries can do is to prepare to fight fire with fire”, donde, como dice Paul Cruz Rosa, “desarrollaron un movimiento nacionalista militante conocido como garveyismo.” Nos recuerda que Garvey,
declaró que la población negra alrededor del Mundo no sería respetada hasta que la representara una nación negra fuerte, preferiblemente en el continente africano. Este fue el eje del nacionalismo negro, -cito de la tesis de Paul Cruz- reconocido internacionalmente por los colores rojo, negro y verde. En la convención de la UNIA en 1920, estos fueron adoptados y se convirtieron en los colores oficiales de su bandera. El rojo es el color de la sangre que la raza negra ha derramado por su libertad; el negro representa la distinguida raza digna y noble a la cual pertenecemos; y el verde por la exuberante vegetación de África.
Sin embargo, a pesar de esos esfuerzos hechos aquí nada de eso prendió. Aunque existían las condiciones objetivas, en términos de explotación del trabajo o la emigración, no obtuvo el respaldo. Cita a uno de los representantes, el delegado puertorriqueño, Jaime Benjamín, criticando el idioma inglés como una barrera para poder aglutinar mejor la Asociación aquí. Nada muy raro todavía, cuando funcionarios del gobierno confiesan que no manejan el inglés. Cita también trabajos teóricos de Homi Bahba y Edward Said quienes ayudaron a entender ese “uno y el otro” entre los subalternos y colonizados.
Al leer todo esto, por mi mente pasó aquel censo de principio de este siglo 21, donde por primera vez se incluía una clasificación por raza a la población; y más del 80% rehusó clasificarse como de color (afrodescendiente), sino como blancos. Aquí todavía decirle negro a alguien es un insulto. Quizá la explicación resida en ese mestizaje que se dio y todavía se da, contrario a los territorios colonizados por los ingleses. Tampoco aquí los libertos formaron comunidades aisladas, quilombos, como existieron en Jamaica. Recuerdo que al investigar la leyes de abolición aquí siempre se usaba como referente no querer que los libertos se internaran en los montes, como en Jamaica-así mismo lo decían- y por eso los hicieron retener aun después de libres con sus antiguos amos. Por eso quizá aquí tampoco surgió esa letra del reggea, my roots back to Africa sino, “por la encendida calle antillana / va Tencamdumva de la Quimbamba”. De todas formas, el trabajo de Paul Cruz nos evidencia cómo se desarrolló la cuestión racial en nuestra Isla en el siglo 20.
Bajo el tema de Sociedad, cinco artículos (tesinas) se detienen a analizar, bajo la óptica de luchas de clase o raza, episodios a veces pasados por alto en nuestra historia convencional. Tal es la tesis de Coraly M. Cruz Mejías sobre la pena de muerte, “José Lassalle Hernández: pena de muerte y racialización, 1905-12”. En Puerto Rico existió la pena de muerte desde tiempos de España hasta 1929. El periodista Jacobo Córdoba Chirino, en su libro Los que murieron en la horca, recoge los incidentes de 14 ejecuciones en esas primeras dos décadas del siglo 20. Coraly Cruz se detiene a analizar la de José Lassalle. Es curioso este personaje, pues las descripciones sobre su físico recogida en diversos documentos de la época a veces lo pintan como mulato, o de ojos claro “José Lassalle- cito del artículo de Coraly Cruz- en 1911, era definido como un hombre mulato de pelo crespo, o de ojos claros, que tenía como oficio ser zapatero y que además tenía instrucción. Esta vez, fue sentenciado por el delito de asesinato en primer grado, que cometió dentro de la penitenciaría contra otro prisionero.” Otras veces lo describía como un negro abusador, “fornido mulatón, Hércules de ébano, monstruo de la montaña, negro grotesco, vago y delincuente”. Aunque pudo escaparse de la horca por alguno de sus delitos-nos recuerda que en ocasiones los mismos reclusos se negaba a hacer el patíbulo-del último crimen cometido por Lasalle, estando preso, contra otro confinado- no pudo escaparse de la horca. Es interesante ver el aparente móvil de ese crimen. Allí en el presidio, Lasalle se hizo amigo, al parecer íntimo de otro reo, Francisco Santiago. Este confinado regó entre la población penal que Lasalle lo celaba como si fuera su mujer. El chisme llegó a oídos de Lasalle a quien por su raza o quizá más bien, por su hombría herida, no pudo tolerar tales habladurías. Y una noche, mientras Santiago dormía allí lo apuñaló.
La tesina, muy bien documentada, cita instancias en donde la raza entraba como factor para degradar tanto a la población civil como a los reclusos. Aunque la evidencia es contundente, quizá ese otro tema, el de la homosexualidad, tema tabú hasta hace muy poco, debiera ser otro ángulo por donde abordar investigaciones futuras sobre el crimen y discrimen, no solo de presos, sino del resto de la población.
Las huelgas, especialmente de los trabajadores frente a los intereses azucareros es el tema de Caroline Besares Martínez, “Huelga en Vieques: los intereses azucareros y las reivindicaciones obreras, 1915”. Es curioso que quizá por la presencia de la marina en Vieques en la segunda mitad del siglo 20, a veces se olvida que en Vieques hubo una gran producción azucarera en tres centrales. Contrario a las centrales de la Isla grande, en Vieques los dueños de esas centrales eran criollos, o inmigrantes del Caribe o Europa. Los trabajadores allí no fueron ajenos al reclamo de mejoría en sus condiciones de vida y aumento de sueldo. Aunque algunos de los dueños prestaron oído a las manifestaciones y huelgas, no siempre los aumentos eran acordes a su necesidad o ni con el aumento en el precio pagado en el exterior. Por ejemplo, en vez de aumentar el salario a un dólar, como pedían, solo lo aumentaron solo a .75 al día. Pero las autoridades policiales, sin embargo, no tuvieron el mismo trato para con los trabajadores. Se enviaron rifles para ahuyentar a los huelguistas. Aunque algunas balas fueron de goma, en una refriega murieron 4 huelguistas y dos policías resultaron heridos; allí se arrestaron por diversos crímenes a más de 50 personas. La prensa se dedicó a proyectar todo el cúmulo de la tragedia como responsabilidad de los trabajadores, hundiendo así aún más la voz de sus reclamos. Esta tesina, bien documentada, empata la situación en Vieques durante esas primeras décadas con otros estudios sobre la industria azucarera y la fuerza de trabajo en el Isla grande.
Una situación particular, dentro de la economía de la Isla entonces fue el de los tabacaleros. Esta fue un sector agrícola e industrial en expansión durante las primeras décadas del siglo pasado, como nos recuerda Alberto M. Mercado Malavé en su tesina, “Los tabacaleros puertorriqueños: nacionalismo agrario vs. nacionalismo político”.
El tema ha recibido atención por nuestros historiadores, como los estudios de Juan José Baldrich; pero aquí la investigación se centra en esa disyuntiva de los trabajadores, al parecer siempre presente en nuestra historia económica tras el 98: a) optar por los reclamos económicos inmediatos, o b) si por el contrario, aunaban esfuerzos con otros sindicatos para darle más poder al movimiento trabajador(es decir, el economicismo vs. derechos políticos). Al final, pese a sus luchas, prevaleció el economicismo. Como dice en la introducción del artículo: “Ambos (nacionalistas y tabacaleros) compartieron ciertos principios, tanto en la idea como en la acción, pero se distanciaron políticamente.”
En el artículo se documenta la irrupción de la industria tabacalera hasta entrada la década del 30. La inclusión del Puerto Rico en el arancel norteamericano y el aumento en la inversión produjo “un aumento significativo en la producción, la cantidad de terrenos dedicadas al cultivo y las exportaciones de la hoja.” Y aunque los intereses del capital norteamericano controlaban la exportación, a diferencia del azúcar, los tabacaleros controlaban más del 80% de las fincas. Esto dio como resultado una especulación y aumentó vertiginosamente la producción, pero bajó la demanda en el mercado de exportación. Ante esta situación, nos dice en su tesina, “de esta forma, las cooperativas tabacaleras y la Asociación de Agricultores se convirtieron en un mecanismo de defensa contra las corporaciones absentistas de tabaco.” La crisis azotó entre 1932-33, y como reacción los tabacaleros, “decidieron detener la producción e impulsar una campaña en contra de los acaparadores y las tabacaleras del norte.”
A primera vista parecerían coincidir estos reclamos con el discurso de nacionalismo que en esa década estaba en pleno auge. Pero no ocurrió así. Se comprueba la observación de Baldrich sobre ese aparente ambivalencia de los tabacaleros quienes, “denunciaron el imperialismo y defendieron lo puertorriqueño, mientras aborrecían a los nacionalistas”.[en palabras de Baldrich]. Pues como nos dice Alberto Mercado, “el programa político y económico de los nacionalistas los alejó de los tabacaleros.” La razón, no explica, fueron sus intereses económicos en el mercado, del cual no querían alejarse; así la independencia representaba una amenaza para los intereses de los tabacaleros. En la tesina se examina, con amplia referencia documental esos intereses y, “la relación entre el discurso nacionalista y el discurso de los tabacaleros entre 1932 y 1936.” En la investigación se consultaron Fondos agrícolas, estadísticas de la Junta de Salario Mínimo y otras fuentes, además del estudio seminal de Juan José Baldrich, Sembraron la no siembra y la tesis de Teresita Levy, The History of Tobacco Cultivation in Puerto Rico, 1899-1940.
El trabajo auscultó y trató de contestar la siguiente pregunta: ¿si ambos sectores (nacionalistas y tabacaleros) se radicalizaron en aquel contexto histórico, ¿por qué no hubo cohesión entre ambos? En conclusión, nos dice, “los caballeros de la noche atentaron contra la propiedad, pero no atentaron contra el sistema capitalista ni contra la estructura política del país. Según demostramos-nos dice en la tesina- los grandes intereses del tabaco eran parte del gobierno y miembros activos de los partidos de mayoría. Además, dependían de los programas y ayudas que brindaron el gobierno tanto a nivel local como federal.” Salvando la diferencia de tiempo y los cambios económicos, nos podemos preguntar, ¿cuánto habrán cambiado los intereses primarios del movimiento obrero hoy día?
Luis Jiménez Mercado aborda también el sector de los trabajadores del agro durante la siguiente década en su tesis, “Asociación de agricultores de Puerto Rico: gestores de una transformación, 1941-45”. En esos años, recordemos, estaba en auge la 2ª. Guerra Mundial y las amenazas de ataques submarinos en el Caribe fueron constantes. Peligraron las exportaciones del sector agrario así como el consumo local y hasta la sobrevivencia de algunos sectores de la sociedad. La Asociación de Agricultores, nos dice en su estudio, “llevó a cabo propuestas para propulsar legislación que ayudó a mantener una producción agrícola sustentable para el consumo local.” Nos recuerda como la educación de los jóvenes y el bienestar de la población peligraba en esos años. Y así los agricultores tomaron acciones y presionaron a la legislatura para garantizar los derechos de las familias que ejecutaban esas funciones. Nos muestra, a través de un extenso desglose de medidas como, “Esa agrupación (la Asociación de Agricultores) fue muy eficaz en los asuntos correspondientes al agro puertorriqueño. Esta entidad, tuvo un rol importante en lo que se refiere a velar por el desarrollo, así como por el funcionamiento de las industrias agrícolas locales, las necesidades socioeconómicas de los productores, obreros agrícolas y sectores de la rularía.”
Quizá habiendo advenido Muñoz Marín a la presidencia del Senado y estando Tugwell en la gobernación pusieron oído en tierra para hacer eco de esos reclamos. También detalla el trabajo de la Asociación de recopilar cuantiosa información para lograr escuchasen sus peticiones: a saber, nuevas siembras y prácticas agropecuarias. Con la información recopilada y transmitida por la Asociación se pudo “ [transformar] el modelo de producción agrícola en el país.”; como por ejemplo, producir más para el consumo local.
Alude el trabajo a las ideas de Marx (sin mencionar algunas observaciones marginales o peyorativas de Marx sobre los campesinos europeos), pero enfatiza la investigación sobre el reclamo y las luchas de clases. En aquel momento, quizá la actitud y las iniciativas promovidas por la PRRA brindo la oportunidad (ofreciendo terrenos para el cultivo doméstico, en Juan Domingo en Guaynabo y el barrio Las Cuevas de Trujillo Alto). Se trataba de atender las necesidades alimenticias de parte de la población; así como cancelar deudas de los agricultores. Pero también nos recuerda como los cambios económicos, la reubicación de población agrícola en obras de construcción y el uso de terreno para construcciones de cemento, mermó el radio de acción de la agricultura en esos años. Las innumerables propuestas presentadas por la Asociación de Agricultores y los proyectos aprobados en las Cámaras legislativas evidencian el esfuerzo y los logros a pesar de las innumerables dificultades de aquel momento. Así como cuando a veces miramos aquellos años solo recordamos el Lamento Borincano, también habría que recordar ahora los esfuerzos y los logros de nuestros agricultores- como nos documenta este trabajo- por echar hacia adelante frente a la adversidad.
Con el trabajo de Zoralyz I. Cruz Mejías, “Rescate de tierras en Mayagüez: criminalización de la pobreza, 1969-72”, nos acercamos un poco más a nuestro presente. Analiza los problemas sociales, de vivienda, trabajo y esperanza para un mejor futuro justo en la época cuando comenzaba el bipartidismo con el triunfo de Luis Ferré. Justamente hace hincapié en aquellos lemas, “estadidad para los pobres”, o “esto tiene que cambiar”, para ver cuanto en efecto cambió la situación en Mayagüez, atendiendo a cifras de inversiones en proyectos de viviendas u obras sociales. En la tesina se rastrean diversas fuentes primarias, como el Archivo Luis Ferré, censos de población y vivienda, además de una entrevista a un rescatador de tierra, en donde queda ampliamente demostrado que, a pesar de los discursos y proclamas, y cito ahora las conclusiones de este trabajo:
Al final del cuatrienio de Luis A. Ferré y ante la futura contienda electoral, el gobierno no había logrado atender totalmente la necesidad imperante en las comunidades. La estadidad que fue promovida como la nueva promesa para desterrar a tantos puertorriqueños de la pobreza y la desigualdad, no se materializó. El gobierno había demostrado que la construcción del país moderno implicaba establecer prioridad sobre los intereses privados, por lo tanto, la agudización de la precariedad para algunos sectores. Por otro lado, la lucha por el acceso a terrenos confirmó la conciencia de los sectores oprimidos y desarticula la generalización sobre la pasividad social ante los atropellos gubernamentales.
Con estos trabajos que aquí reseñados se evidencia así la calidad de esta nueva cepa de historiadores, quienes enfocan a su vez problemas sociales y económicos, con una excelente búsqueda de fuentes primarias y secundarias para brindarnos un cuadro mucho más completo de aquella realidad de nuestro pasado, y para hacernos ver como mucho de ese pasado aún nos acompaña en nuestro presente.
***
Bárbara Arabía Rexach
¡Saludos a todas las personas presentes! Quiero agradecer a mi vecina Evelyn y a mi vecino Carmelo, del Colectivo 1510, por invitarme a formar parte de la primera presentación de En pie de lucha. Las breves conversaciones que tenemos de portón a portón, en el elevador o de camino al estacionamiento, siempre, han dado cuenta de que, desde nuestras trincheras, hemos estado, estamos y estaremos En pie de lucha. A las ocho autoras y a los once autores, mis felicitaciones por este gran logro y mi agradecimiento por compartir su conocimiento y análisis tan importantes en momentos en los que necesitamos “construir otra vida”. Evelyn y Carmelo, gracias por gestar este proyecto. Gabriela, Vanessa, Ángel Luis, María de Lourdes, Jaime y Alí, gracias por las lecciones de historia.En la introducción de En pie de lucha. Nuevas investigaciones históricas puertorriqueñas, la historiadora Evelyn Vélez-Rodríguez comparte una cita del fenecido Fernando Picó:
En Puerto Rico hay demasiada historia confeccionada a la medida para gratificar las necesidades del momento. Nuestra profesión se ha rebelado contra la sastrería del pasado. No somos alcahuetes de nadie ni consentiremos seguir bordando los viejos mitos para probar que los puertorriqueños éramos valientes, ingeniosos y tenaces (en Gaztambide & Álvarez-Curbelo, 1996).
No hay mejor manera de describir en qué consiste En pie de lucha.
Leer los ensayos en la sección de Cultura ratificaron mi posicionamiento como subalterna, nacida y criada en una colonia estadounidense. Me llevaron a (re)pensar y reflexionar mis propias historias y mi relación con estas y con los personajes que han formado parte de mis anales aún antes de mi concepción. Como mujer-negra-puertorriqueña, hija de una oficinista dactilógrafa y ama de casa –que falleció en 2010, a sus 59 años, víctima de cáncer- y de un plomero y veterano de la Guerra de Vietnam, confieso que En pie de lucha me coloca del lado de la resistencia y del grito: ¡Basta ya… Revolución!
Como profesora de Comunicación y Antropología Sociocultural, procuro enseñarles a mis estudiantes que la cultura se hace, que la cultura evoluciona, que la cultura transmuta, y que lo que aprendemos a través de la enculturación o desde la aculturación, usualmente, parte de relaciones de poder. Por ello, es importante que cuestionemos nuestras prácticas culturales en función de ¿quién hace la cultura? ¿para qué? ¿para quiénes? ¿qué participación tenemos en el proceso de hacer cultura? ¿somos meros reproductoras y reproductores? ¿agenciamos nuestra cultura? Entre los hallazgos de mi investigación sobre la bomba puertorriqueña, se destaca que muchxs bombeadorxs manifiestan que están haciendo cultura. Esa noción es problemática en tanto el discurso nacional puertorriqueño impone una forma homogénea de pensar la cultura insular. Lo que la gente interpela de la bomba, como práctica cultural negra, no casa con la noción “oficial” de la cultura puertorriqueña que solo exhibía la negritud desde el folclor.
Afortunadamente, siempre, han habido seres que han reescrito la historia, reconociendo el peligro de conocer un solo lado de esta. En pie de lucha es un ejemplo del ejercicio de reescribir la historia, de develar otras historias y de exponer otras voces de forma contestataria y liberadora. En los seis últimos ensayos del libro, con un rigor historiográfico y teórico impecable, las autoras y los autores nos invitan a pensarnos y a pensar al archipiélago desde la otredad y la subalternidad. Dándole forma a la memoria colectiva, trastocan, de manera documentada, las nociones etnocentristas y androcéntricas que han privilegiado, desde la historia, los intereses del Estado, y creado, sin mucho éxito, la noción de la gran familia puertorriqueña más feliz y resiliente del mundo. A través de productos culturales del pasado, plantean las problemáticas de la “historia oficial” construída desde el discurso nacional puertorriqueño y, sin duda, provocarán el debate y la discusión sobre las puertorriqueñidades, que emergerán en nuevas líneas de investigación histórica.
En “Cultura visual navideña: la apropiación ideológica como mecanismo hegemónico del gobierno muñocista, 1949-1966”, Gabriela M. Muñiz-Jiménez estudia los símbolos navideños y las navidades en Puerto Rico y describe el ritual de consumo navideño estadounidense en el contexto del estado muñocista en Puerto Rico. La autora explica cómo se implementaron las políticas culturales estadounidenses en la colonia boricua. Según Muñiz-Jiménez, la cultura visual navideña del estado muñocista contribuyó a la formación de los discursos de clase, raza y género que han ayudado al desarrollo del consumidor puertorriqueño (p. 513). A partir del análisis de los discursos y prácticas de la llamada vanguardia muñocista, la División de Educación de la Comunidad (DIVEDCO), el Museo de la Universidad de Puerto Rico y el Instituto de Cultura Puertorriqueña, la historiadora plantea que “la vanguardia muñocista silenció el discurso autónomo de la religiosidad puertorriqueña para nutrir el nacionalismo cultural puertorriqueño que le dio continuidad a los discursos hegemónicos de clase, raza y género presentes en el rito de consumo navideño estadounidense” (p. 515). En su ensayo, Muñiz-Jiménez responde a la pregunta, ¿cuál fue el discurso hegemónico del estado muñocista antes las políticas culturales estadounidenses durante la Guerra Fría en Puerto Rico?
A su juicio, desde el Partido Popular Democrático (PPD) como mecanismo hegemónico que creó un programa de navidad producido por la DIVEDCO y tarjetas, carteles y filmes navideños, la navidad operó como “un ritual anual de innovación cultural, donde ocurre la homogenización visual entre prácticas y tradiciones culturales para crear nuevas costumbres de consumo” (p. 516). Del análisis, se desprende como la DIVEDCO fragmentó y contribuyó a la categorización y hegemonización de diferencias de clase, raza y género en el archipiélago. A su vez, se adoctrinaba al campesinado, a la par que la estrategia hegemónica muñocista se apropiaba visualmente de los símbolos del nacionalismo y el sindicalismo puertorriqueños. El proyecto de país –en las navidades- intentaba “… distender la persecución nacionalista… y ofrecer una imagen pública responsable de su compromiso social” (p. 522). Esto a través de la iconografía navideña jíbara, que incluía el árbol de navidad, Santa Claus, el Festival de la Navidad y la repartición de juguetes. Concluye la autora, “La iconología navideña que generó el estado muñocista ha sido fundamental en el proceso de americanización de la cultura puertorriqueña y su globalización” (p. 545). Este ensayo me remitió a mis años de infancia y a cómo mi madre, nacida y criada durante la época estudiada, me enseñó a buscar flores de reyes y yerba para los camellos porque en mi casa no había chimenea para que entrara Santa Claus.
Vanessa Rivera-Martínez es la autora del texto “Simbolismo, iconografía y controversias en la obra de Arnaldo “Marcolino” Maas, 1950-1961”. Este ensayo explora la vida del pintor, vitralista y sacerdote dominico, de origen holandés, que fue señalado y censurado por la forma en que plasmaba su arte religioso vanguardista, que chocaba con el arraigo al arte costumbrista. En su plástica, Maas fue radical al exponer su compromiso social y político y una afirmación de lo puertorriqueño; sin embargo, su obra se consideraba desafiante. Así lo discute Rivera-Martínez en el análisis de las piezas “Cristo del árbol”, un fresco de un cristo con piel negra y fisionomía deformada que se colocó en la Iglesia Santa Cruz de Bayamón, y “Crucifixión”, que complementaba una obra arquitectónica de Henry Klumb en la Iglesia San Martín de Porres de Cataño. A Maas, se le censuró porque se pensaba que sus piezas escandalizaban a lxs feligreses. Contestar a las estructuras de tradición hispánica-católica heredadas de España era pecaminoso. El Estado intervino demostrando como el asunto colonial europeo impedía aceptar el arte moderno.
“El Festival Casals: un proyecto cultural bajo la Compañía de Fomento Industrial, 1957-1959” es el ensayo escrito por Ángel L. Carrión Maymí. En esta pieza, Carrión-Maymí plantea que el Festival fue un aparato reproductor de la ideología promovida por el Estado Libre Asociado. Bajo la Operación Serenidad, una iniciativa muñocista que incluía al Instituto de Cultura Puertorriqueña, la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, el Festival Casals y el Conservatorio de Música de Puerto Rico, persistía la subordinación de la colonia puertorriqueña y el “cómodo” nacionalismo cultural (p. 588). Incluso, “… promovió la cultura de la élite para serenar la agresividad necesaria en un verdadero proceso de descolonización” (p. 593). El autor se cuestiona, una y otra vez, el por qué el Festival Casals estaba bajo la Compañía de Fomento Industrial, y cuáles fueron las consideraciones ideológicas y políticas de esa decisión. A su juicio, el Festival Casals debió estar bajo la tutela del ICP o del Conservatorio de Música. Sin duda, el ICP y el Conservatorio podían influir en que el Festival trastocara el nacionalismo cultural del ELA por un nacionalismo político criminalizado en el país. Aunque el autor plantea que hubo contradicciones coloniales, me pregunto: ¿cuáles son esas contradicciones? ¿Para quién(es) la forma en que opera(ba) el ELA era una contradicción? ¿Que el Festival Casals estuviese bajo la tutela de la Compañía de Fomento Industrial no es prueba fehaciente de que se trataba de una forma concertada y articulada de ejercer control y poder? Es decir, “desigualdad concreta” (p. 615).
María de Lourdes Miranda-Irizarry escribió “Antonio Cabán Vale: El Topo, arma de la afirmación nacional, 1967-1973”. La historiadora explora el disco homónimo del cantautor mocano para responder si la producción discográfica fue un arma para la afirmación nacional. A través del análisis de 10 composiciones, la autora expone cómo El Topo protestaba contra las campañas del servicio militar obligatorio, la guerra de Vietnam, las protestas en la “iupi”, su alma máter, y convidaba a la lucha por la independencia de Puerto Rico. Desde la Nueva Trova, el joven universitario le cantaba a la patria y utilizaba la música como herramienta para adelantar la causa por la descolonización del archipiélago. Es Cabán-Vale un sujeto colonial, pero agente de cambio y de insurgencia. Desde su cancionero –en canciones como “Verde Luz” y “Antonia”-, se agenció de otras formas de hacer políticas culturales no hegemónicas, desde la subalternidad, para proclamar la independencia cultural y nacional. Su obra es otro ejemplo de lo que planteé en algunas entrevistas mediáticas después de las manifestaciones del Verano 2019: ¡Sin música no hay revolución!
En la línea musical, Jaime Murphy Nazario estudió “Roy Brown: Discurso de la subalternidad frente al Estado, 1969-1971”. Brown-Jiménez, también, utilizó la nueva canción para protestar por las mismas causas que El Topo. Incluso, su canción atiende las denuncias de los movimientos sindicales y de la petición de la salida de la Marina de Guerra de EE. UU. de la isla de Culebra. El discurso subalterno de Brown instaba a la revolución. Este análisis historiográfico expone, a través de la obra del cantautor nacido en EE. UU., otras versiones de la historia del país. En canciones como “Yo protesto” y “Basta ya… Revolución”, Brown no solo es el cantautor; también, fue el testigo de la represión del Estado. Un hombre acusado de planificar el asesinato del exgobernador Luis A. Ferré fue el gestor de una obra musical que representó el movimiento de resistencia cultural más influyente; una lucha social y de contestación a las ideologías de la cultura dominante. Hoy por hoy, las canciones de Brown, estudiadas en esta tesis: “Míster con macana”, “Monón”, “Señor inversionista”, entre otras, siguen sirviendo de ícono musical para la lucha contra el colonialismo, el militarismo, el acecho de las políticas neoliberales en la “iupi”, el discrimen social y racial, el reclamo por la identidad nacional no hegemónica y blanqueada y la denuncia de la explotación de los recursos naturales.
Desde la República Dominicana, también, se explora la música como arma de resistencia. Alí Javier Tapia-Vallés estudió a “Luis Días: El discurso musical del subalterno como contracultura y resistencia, 1972-1978”. En esta tesis, el historiador repasa la vida del cantautor dominicano que construyó un discurso musical alternativo, contestatario y de resistencia al proyecto nacional dominicano del poder. Con su música, retó la noción del imaginario dominicano; una identidad construída desde la exclusión y el discrimen de clase, raza y la xenofobia hacia la comunidad haitiana. Días, rescató ritmos musicales de raigambre africana para no disasociar la identidad dominicana de su negritud. Al discurso nacional-cultural, le cantó desde la contracultura folclórica inclusiva. Sus composiciones, de contenido ideológico, denunciaban las condiciones en las que se vivía en Dominicana después del trujillato. Atendió los temas de la lucha de clases, alzó la voz del trabajador, del campesino, los estudiantes y de la mujer que luchaba contra el patriarcado. A Días, se le celebra su convite a “lucha sonora”; una lucha que une al Caribe Hispano, a América Latina. Este trabajo me reconectó con la fenecida Sonia Silvestre, intérprete de una mis canciones favoritas “Yo quiero andar”, que sin duda, como mujer continuó el legado de Días al cancionero dominicano de lucha y visibilización.
En En pie de lucha, usted elige el orden de la lectura, aunque hay un hilo conductor entre los ensayos. Todos los ensayos develan al ELA –que convivía en el Caribe Hispano con el Trujillato y el Balaguerato, entre otras dictaduras latinomericanas- como un proyecto de país que desde su génesis, en el balance, fue nefasto para el archipiélago. El contexto del libro da cuenta de las luchas inagotables de esta nación puertorriqueña. Que no se nos olvide que siempre estamos En pie de lucha…