En ruta a la precarización laboral
La crisis de la que tanto se habla en Puerto Rico se conjuga entre cambios en el modelo económico, la forma de concebir al Estado y sus relaciones laborales. Ésta aparece cristalizada en el vaivén entre políticas de desregulación del empleo y regulación del desempleo, lo que se trata, a todas luces, de un proyecto de reestructuración productiva y del mercado de trabajo de grandes proporciones que yace oculto tras el discurso “reformista” del actual Gobierno y frente al que aún no hemos palpado una respuesta.
La sustancia de la crisis está predominantemente focalizada en las políticas económicas que se han ido impulsando en la Isla durante los últimos 20 años y que, al igual que en Estados Unidos y otros países del globo, han echado por la borda el paradigma del empleo estable y de “toda la vida” sobre el que se articuló el proyecto de la modernidad. Nunca antes, empero, este impulso se había sentido tan fuerte como en tiempos recientes.
Ahora, y como si fuera poco, sectores gubernamentales y empresariales cabildean juntos por establecer nuevas reglas para regir la economía, buscando viabilizar un mercado en el que los agentes económicos que representan al capital asuman menos compromisos laborales y sociales. Nos hablan desde el lenguaje de una nueva racionalidad de la economía, en el que la flexibilización, zurcida al discurso de la globalización, es la orden del día.
En voz de Francisco Rodríguez, presidente de la denominada Coalición del Sector Privado, “las normas (laborales) regulatorias actuales han contribuido a colocarnos en una desventaja competitiva tan marcada para atraer inversiones que produzcan oportunidades de empleo”.
En entrevista con el diario El Nuevo Día, el empresario aseguró que el ordenamiento legal vigente es una carga económica significativa para los negocios que operan en la Isla, además de restarles competitividad e impedirle la creación de empleos nuevos, por lo que aboga porque se flexibilicen las leyes.
Esta modalidad por imponer prácticas de flexibilidad en la escena laboral ha sido precisada por el sociólogo francés Robert Castel como “la mayor disposición posible del trabajador, en tiempo (no definido y variable), lugar e intensidad del esfuerzo acometido, para llevar a cabo un conjunto de tareas bajo un contrato por el cual se retribuye el producto del trabajo (bienes o servicio) realizado, según unos requerimientos de calidad”. Podría ser, como han vaticinado expertos, el retorno a las prácticas del viejo capitalismo en el que el trabajo se definía como “a destajo”, que es lo mismo que decir “remunerado por pieza o por ejecución de tareas”.
En Puerto Rico, desde el arribo de los años 90 del siglo pasado, hemos presenciado varios intentos del sector empresarial organizado por imponer nuevas normativas laborales dirigidas a formalizar las prácticas de flexibilización laboral. La insistencia de los empresarios, agrupados en la Asociación de Industriales, Cámara de Comercio, Asociación de la Industria de Valores y Cámara de Mercadeo, Industria y Distribución de Alimentos, parece que dará frutos muy pronto de validarse las intenciones que se expresan en el Proyecto de la Cámara de Representantes 3181, radicado por la propia presidenta de ese cuerpo, Jennifer González, y que cada día adelanta un paso más.
Las verdaderas intenciones de esta pieza legislativa van dirigidas a desmembrar las reglamentaciones laborales vigentes, aunque se ocultan tras la sombra de establecer un Código Laboral. Sin embargo, a lo que realmente nos enfrentaremos, una vez se apruebe el proyecto, es, como dice Zygmunt Bauman, “a deshacer los hábitos del trabajo permanente, cotidiano, constante y regular”. Será la imposición de una nueva cultura de trabajo –entonces flexible– que cercenará las costumbres laborales de trabajar en un lugar fijo, a diario y con horarios estables.
Con esta práctica se amortiguará, además, la estabilidad de los salarios y de otros beneficios laborales que, durante más de cuatro décadas, han sido disuasivos importantes para incentivar la productividad y el deseo de trabajar, aunque desde la óptica empresarial son distensiones que impiden que alcancemos altos niveles de competitividad en un mundo globalizado.
Como ha señalado William Riefkohl, presidente de la Asociación de Industriales, “la legislación laboral local (vigente) es marcadamente más onerosa que la prevaleciente en los estados (de Estados Unidos) por lo que hay que trabajar en un proyecto mejor enfocado a disposiciones laborales claves que afectan la competitividad de las empresas y que responde mejor a las necesidades de hoy”.
La intentona de flexibilizar el mercado de trabajo significa, a su vez, un duro golpe al movimiento sindical porque sugiere una avenida hacia la inestabilidad laboral y a la pérdida de los beneficios y las responsabilidades contractuales que se han adquirido para la clase obrera mediante la concertación y la negociación colectiva. Es también el intento de desaparecer de una vez la presencia del sindicato como actor social.
Este último renglón es piedra angular para la transformación laboral que buscan los agentes empresariales y del que ya comenzamos a sentir sus prácticas con la experiencia que se ha suscitado desde Wisconsin, donde la política estatal en materia laboral impone limitaciones para la negociación colectiva en el sector público y se dirige a la erradicación de toda práctica sindical.
En Puerto Rico, en tanto, no hay duda que los empresarios parecen estar empeñados en desvanecer las regulaciones contractuales y desmembrar la clase obrera provocando al Estado para que reduzca las protecciones laborales. Esta mirada está trazada en armar un modelo de relación social laboral basado, casi en su totalidad, en los dictámenes del mercado, lo que representaría reestructurar las relaciones entre el capital y el trabajo en el marco de un nueva dinámica social.
Lo más contundente del discurso empresarial que escuchamos a diario es la insistencia en regular los despidos, que, tal y como lo explica el alemán Ulrich Beck, sugiere aumentar el desempleo y reconvertir el trabajo a uno a tiempo parcial, temporal e insignificante. Es a lo que el sociólogo francés Pierre Veltz se refiere como un “asalariamiento precarizado” que alcance su máximo desarrollo al interior de un régimen conservador de nuevo cuño en el que el Estado se distancia de su papel social y regulador de la economía y se fortalece sólo en tanto aparato de dominación bajo el ejercicio de la represión.
Desde ese diseño, el futuro del País se dibuja, citando al español Juan José Castillo Alonso, como “una sociedad en la que el mercado se encarga de disciplinar a los trabajadores porque no tienen otra opción respecto a empleos sin seguridad social, ni estabilidad y carrera laboral y por lo mismo una alta rotación, bajos salarios, altos riesgos de salud ocupacional, a veces largas jornadas; además empleos de tiempo parcial, con contratos fijos por períodos de corta duración”.
Las intentonas de reformular el espacio social del capital y el trabajo que experimentamos en Puerto Rico desafía a los sindicatos y reta su permanencia y pertinencia. El nuevo orden que se aproxima, y del que ya hemos probado una dosis de “medicina amarga”, debería obligar a los representantes sindicales a, más que protestar, examinar y reconceptualizar la viabilidad de la organización obrera ante un nuevo escenario marcado por la austeridad salarial, el desmantelamiento del Estado y la pérdida del empleo público y la flexibilización. Es, como decía Karl Polanyi, estudiar más y mejor los contenidos y determinantes sociales del funcionamiento de los mercados.
El reto no es sólo oponerse a esta impúdica acción conspirativa emprendida por los agentes económicos y gubernamentales, sino que se hace pertinente examinar las variables sobre las que podamos proteger y defender el trabajo no precarizado, al tiempo que trabajamos en la construcción de un nuevo modelo de País que frene el azote neoliberal y anteponga los intereses colectivos frente a la intentona de los representantes del capital.
Referencias
Castel, Robert (1997). La metamorfosis de la cuestión social. Buenos Aires: Ediciones Paidós.
Castillo, Juan José (1995). “La emergencia de nuevos modelos productivos: fabricando la organización del trabajo del futuro en España”. Manuscrito.
Bauman, Zygmunt (1999). La globalización: consecuencias humanas. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
Beck, Ulrich (1998). ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica.
Boyer, Robert (1986). La flexibilité du travail en Europa, citado de Fernando Urréa Giraldo en Un modelo de flexibilización laboral bajo el terror del mercado, Universidad de Colombia.
Polanyi, Karl (1983). La gran transformación. Madrid: Ediciones La Piqueta.
Veltz, Pierre (1999). Mondialization villes et territoires: L’économie d’archipel, citado de Fernando Urréa Giraldo, op.cit.