Entre con/federaciones: Nicolás Guillén, Luis Palés Matos y Aimé Césaire
evocaciones archipelágicas en la poesía caribeña de la década del 30
«Dadme esa esponja y tendré el mar.»
—Luis Palés Matos
- De la historia a la imaginación
El Caribe, por su condición geopolítica, ha presentado una serie de interrogantes en términos de cómo imaginar la zona a partir de la tendencia centrífuga insular y el móvil centrípeto de las redes archipelágicas que cuajan momentáneamente en imaginarios de confederación. En este ensayo yuxtapongo dos conceptos fundacionales en el Caribe: el de la confederación antillana y el del archipiélago. Me gustaría proponer que estos dos términos, aunque similares, invocan y articulan conceptualizaciones espaciales, políticas y culturales diferentes.
La idea de la confederación tiene una genealogía histórica y política muy amplia en el Caribe que entronca con proyectos de federación gubernamental. El modelo supone una serie de individuos o centros administrativos o gubernamentales autónomos, que se asocian para lograr una serie de objetivos en común. Aunque el concepto de federación no se limita a las zonas insulares (Estados Unidos y Brasil ofrecen ejemplos de gobiernos federales que se organizan a partir de un balance de la autoridad de los estados o provincias y un gobierno central), no es sorprendente que este modelo haya tenido mucha resonancia en el Caribe. Compuesto de islas y ciudades continentales costeras organizadas a partir de estados que obtienen su independencia entre 1804 y 1983, colonias y territorios incorporados y no incorporados, varios “commonwealths” británicos y americanos, estados asociados, departamentos de Francia, y una isla administrada por otra (Bonilla), los países del Caribe se han cuestionado sobre su posible organización colectiva desde muy temprano en el siglo XIX.
Existen numerosos intentos de confederación, pero hay dos momentos históricos en los que la organización nuclear de la región cristaliza claramente: la Confederación Antillana en el Caribe hispano y francés en la segunda mitad del siglo XIX, y el West Indies Federation en el Caribe inglés entre 1958 y 1962. La Confederación caribeña surge en la década del 1860 y se define generalmente como un proyecto co-imaginado por Ramón Emeterio Betances (1827–1898), Eugenio María de Hostos (1839–1903), José Martí (1853–1895) y Máximo Gómez (1836–1905), en diálogo con Anténor Firmin (1850–1911) y sus meditaciones sobre Haití como la primera y única república negra de las Américas. La Confederación Antillana proponía un imaginario decolonial que culminaría a fines del siglo XIX con una serie de proyectos de separatismo, autonomía y/o independencia de España. Este imaginario descolonizador también incluía proyectos de separación de España y anexión a Estados Unidos, así como iniciativas de consolidación de varios países en una federación para resistir el control imperial estadounidense. Lejos de ser un proyecto independentista monolítico, la Confederación Antillana contuvo proyectos políticos diversos, incluyendo la renegociación de los términos de la relación entre las Antillas y España. El mismo Ramón Emeterio Betances, en el texto que inspira el Grito de Lares y que se firma en noviembre de 1867 demuestra la complejidad del pensamiento político de la época:
El gobierno de doña Isabel II lanza sobre nosotros una terrible acusación: dice que somos malos españoles.
El gobierno nos calumnia.
Nosotros no queremos la separación; nosotros queremos la paz, la unión con Españaa, mas es justo que pongamos también condiciones en el contrato.
Son muy sencillas; helas aquí:
Abolición de la esclavitud;
Derecho a votar todos los impuestos; Libertad de cultos;
Libertad de palabra;
Libertad de imprenta;
Libertad de comercio;
Derecho de reunión;
Derecho de poseer armas;
Inviolabilidad del ciudadano;
Derecho a elegir nuestras autoridades.
Esos son los DIEZ MANDAMIENTOS de los hombres libres. Si España se siente capaz de darnos, y nos da estos derechos y estas libertades, podrá entonces mandarnos un capitán general, o un gobernador… de paja, que ahorcaremos y haremos quemar en los días de Carnestolendas, en conmemoración de todos los Judas que hasta hoy nos han vendido.
Así seremos españoles,
Si no, NO.
Si no, Puertorriqueños, ¡PACIENCIA! Os juro que seréis libres (En Arpoini, 175)
El Proyecto de la West Indies Federation se consolidó en el Caribe inglés entre 1958 y 1962, pero se empezó a teorizar precisamente en la década del 1860 (Merivale, en Lewis, 1957). El West Indies Federation incluyó países como Jamaica, Trinidad y Tobago, Barbados, Antigua, Grenada, St. Lucia, St. Kitts, Nevis y St. Vincent, entre otros, e intentó configurar una organización política alternativa a la formación de Estados nacionales soberanos. Como sabemos, este proyecto de articulación colectiva en el Caribe inglés culminó con la formación de estados que se independizaron entre las décadas del 1960 y el 1980, mientras que otras islas se convirtieron en British Overseas Territories (Territorios Británicos de Ultramar)(Ganzert, 1953, p. 112-114). Al igual que en el caso de la Confederación Antillana, las tensiones raciales e insulares imposibilitaron el triunfo de la Federación, que se disolvió apenas cuatro años después de su consolidación inicial.
El archipiélago, por otra parte, tiene una historia diferente, aunque figura como un motivo discursivo y literario bastante conocido (Walcott, Glissant, Benítez Rojo, Roberts y Stephens) con ramificaciones teóricas que rebasan el Caribe e incluso los sistemas de islas. Puesto que no existe una sola definición de este término, compartiré brevemente mi manera de entender este concepto. Defino los archipiélagos como sistemas de islas, y el mar que las vincula. El concepto se puede relacionar de manera productiva con teorías de ensamblaje, teoría de redes o sistemas y de constelaciones (Deleuze y Guattari, Latour, entre otros). Con el fin de añadirle complejidad a nuestra conceptualización del Caribe como parte de una conversación más amplia con y sobre otras regiones que comparten un conjunto de condiciones similares, mi definición de archipiélago incluye grupos de islas y ciudades costeras con sus correspondientes redes de puertos, fortificaciones, y sistemas de plantaciones, así como con sus sistemas sociales, culturales y de producción.
A partir de esta definición, propongo que el archipiélago ha sido un proyecto político y simbólico articulado desde adentro y desde afuera del imaginario imperial sobre las islas, desde tan temprano como el 1511. En el primer mapa del Caribe al que tenemos acceso en estos momentos, y que se dibuja desde la perspectiva de la conquista europea, el tema de los archipiélagos como modo de concebir lo que más tarde se conocerá como “las posesiones de ultramar” se representa claramente:
Mucho se ha escrito de este mapa, pero lo que me interesa destacar en este caso es la distribución espacial, y en particular, la importancia de los archipiélagos en esta representación. Esto explica, en parte, por qué las Canarias se localizan en este texto como a medio camino entre Europa y América. Mártir de Anglería, como muchos cartógrafos y navegantes de la época, concibe el Caribe desde la perspectiva del trayecto de navegación entre Europa y América. En ese contexto, las Canarias funcionaban como punto intermedio de abastecimiento que posibilitaba navegaciones de largas distancias.
Sin embargo, la conexión entre sistemas de islas va más allá de las necesidades prácticas de las rutas de navegación. Stevens-Arroyo ha documentado cómo los españoles ensayaron en el Caribe modos de explotación y colonización que se habían utilizado anteriormente en las Canarias, creando lo que el historiador denomina como un «paradigma inter-atlántico». Por lo tanto, desde el momento mismo en que se representa el Caribe por primera vez en el contexto imperial español, se asume una comunidad contextual geopolítica para las islas como posesiones de ultramar. Este tema continuará siendo importante en el modo en que se configura la región como punto estratégico desde el punto de vista militar ilustrado en este mapa de las fortificaciones que se construyen en esta región (nótese que en este caso el archipiélago incluye puertos en islas y ciudades costeras):
También los archipiélagos se concibieron como bisagra central en las rutas comerciales de los dos sistemas de flotas establecidas por los españoles en la zona:
Este mismo motivo se reitera en el caso del imperialismo estadounidense a partir de lo que Lanny Thompson denomina un “archipiélago imperial”. Los Estados Unidos inician su expansión imperial global cuando a partir de 1898 toman posesión de lo que en más de 50 libros y atlas se describe como «nuestras islas» o «nuestras nuevas posesiones de ultramar», «nuestro imperio insular» (Thompson, 2007, págs. 73-76). El denominador común en la articulación de esta noción de archipiélagos coloniales e imperiales es el que estas posesiones ostentan geográficamente una discontinuidad territorial con respecto al centro metropolitano (ya sea europeo o estadounidense). Por eso Alaska aparece incluido en el mapa de las posesiones extra-continentales de los Estados Unidos.
Aquí propongo examinar las identidades caribeñas a través de las representaciones poéticas de imaginarios regionales y colectivos en el Caribe español y francés, utilizando la idea del archipiélago como categoría más amplia que la confederación, para explorar redes de islas, puertos, ciudades y localizaciones, que exploran alternativas al estado nacional y la nación soberana, modelos prevalecientes en el desarrollo de los estados nacionales tradicionales en las Américas continentales. Me enfoco en la década del 1930, como momento intermedio entre el proyecto de la Confederación Antillana del siglo XIX y el West Indies Federation de mediados del siglo veinte. Discuto la conceptualización del Caribe como un archipiélago en West Indies Ltd. (1934) de Nicolás Guillén, Tuntún de pasa y grifería (1937) de Luis Palés Matos, y Cahier d’un retour au pays natal (1939) de Aimé Césaire. Propongo que la poesía funciona como un espacio simbólico para pensar las posibilidades y limitaciones de discursos identitarios colectivos, frente a las tensiones raciales, políticas y culturales en la región durante el proceso de colonización y descolonización en la década del 1930.
III. West Indies, Ltd. (1934) de Nicolás Guillén
La colección de poemas West Indies Ltd. de Nicolás Guillén es un texto fundacional en el pensamiento caribeñista del autor. La colección de poemas explora el imaginario colectivo del Caribe a partir del apelativo con el que se conoce la zona en el contexto de las plantaciones tropicales en las que se yuxtaponen negritud, esclavitud y colonialismo. De esta colección provienen dos de los poemas más conocidos de Guillén, “Balada de los dos abuelos” y “Sensemayá (Canto para matar a una culebra)”. Propondré brevemente algunos de los rasgos predominantes en el imaginario archipelágico que imagina Guillén en este volumen de su poesía.
Desde el primer poema, “Palabras en el Trópico”, el referente es un Caribe negro, atravesado por legados imperiales y culturales diversos que se aúnan desde la perspectiva de una voz lírica que invoca la colectividad por medio de la referencia a las Antillas y al trópico:
Trópico,
tu dura hoguera
tuesta las nubes altas
y el cielo profundo ceñido por el arco del Mediodía. […]
Aquí,
en medio del mar,
retozando en las aguas con mis Antillas desnudas,
yo te saludo, Trópico.
Saludo deportivo,
primaveral,
que se me escapa del pulmón salado
a través de estas islas escandalosas hijas tuyas.
(Dice Jamaica
que ella está contenta de ser negra,
y Cuba ya sabe que es mulata.) (versos 1—33, selección)
El poema final es el más extenso y el que le da título a la colección completa, “West Indies, Ltd.”. El imaginario colectivo de la zona se invoca desde el uso del nosotros en la voz lírica, y a partir de las descripciones que intentan abarcar toda la zona:
¡West Indies! Nueces de coco, tabaco y aguardiente…
Éste es un oscuro pueblo sonriente,
conservador y liberal,
ganadero y azucarero,
donde a veces corre mucho dinero,
pero donde siempre se vive muy mal. […]
Aquí hay blancos y negros y chinos y mulatos.
Desde luego, se trata de colores baratos,
pues a través de tratos y contratos
se han corrido los tintes y no hay un tono estable. […]
Hay bancos y banqueros
legisladores y bolsistas,
abogados y periodistas,
médicos y porteros.
¿Qué nos puede faltar?
Y aun lo que nos faltare lo mandaríamos buscar.
¡West Indies! Nueces de coco, tabaco y aguardiente.
Éste es un oscuro pueblo sonriente. (versos 1-30)
El poema recorre el Caribe refiriéndose a la presencia imperial estadounidense, el sistema opresivo de la plantación de caña de azúcar y la condición de pobreza y marginalidad del Caribe en el imaginario imperial, siempre a merced del hambre, la piratería y el contrabando:
¡Hambre de las Antillas,
dolor de las ingenuas Indias Occidentales!
Noches pobladas de prostitutas,
bares poblados de marineros;
encrucijada de cien rutas
para bandidos y bucaneros. (versos 125-130)
La condición colonial y neocolonial es un motivo recurrente en el poema, donde las Indias Occidentales se convierten en el “backyard” donde turistas e inversionistas estadounidenses coexisten con pueblos blancos, negros, chinos y mulatos, descendientes de múltiples diásporas, que son pobres y marginales:
¡West Indies! ¡West Indies! ¡West Indies!
Éste es el pueblo hirsuto,
de cobre, multicéfalo, donde la vida repta
con el lodo seco cuarteado en la piel.
Éste es el presidio
donde cada hombre tiene atados los pies.
Ésta es la grotesca sede de companies y trusts.
Aquí están el lago de asfalto, las minas de hierro,
las plantaciones de café,
los ports docks, los ferry boats, los ten cents…
Éste es el pueblo del all right,
donde todo se encuentra muy mal;
éste es el pueblo del very well,
donde nadie está bien.
Aquí están los servidores de Mr. Babbit.
Los que educan sus hijos en West Point.
Aquí están los que chillan: hello baby,
y fuman «Chesterfield» y «Lucky Strike».
Aquí están los bailadores de fox trots,
los boys del jazz band
y los veraneantes de Miami y de Palm Beach.
Aquí están los que piden bread and butter
y coffee and milk.
Aquí están los absurdos jóvenes sifilíticos,
fumadores de opio y de mariguana,
exhibiendo en vitrinas sus espiroquetas
y cortándose un traje cada semana,
Aquí está lo mejor de Port-au-Prince,
lo más puro de Kingston, la high life de La Habana…
Pero aquí están también los que reman en lágrimas,
galeotes dramáticos, galeotes dramáticos. (versos 183-213)
El poema cierra con los siguientes versos: “West Indies, en inglés. En castellano, las Antillas”(299-300), afirmando la sinonimia entre los apelativos en inglés y español para referirse al Caribe.
En esta colección, Guillén piensa en el Caribe como conglomerado de países que comparten el colonialismo/imperialismo extendido (europeo-estadounidense) y el contrabando y la piratería comunes en el trópico. La plantación se ha transformado en el backyard turístico de los Estados Unidos. El Caribe se presenta, entonces, como un archipiélago principalmente mulato y negro, translocal y pobre, sumido en la invisibilidad del exterior de los imperios europeos y estadounidense.
IV. Tuntún de pasa y grifería (1937) de Luis Palés Matos
La colección de poemas Tuntún de pasa y grifería de Palés Matos, publicada por primera vez en 1937, incluye 36 poemas distribuidos en una serie de partes que corresponden al tronco, a las ramas y a las flores de un árbol. La metáfora del árbol con la que Martí en su ensayo “Nuestra América” (1891) se refiere a las culturas e identidades autóctonas de las Américas, se racializa en los poemas de Palés Matos. “Danza negra”, “Majestad negra”, “Canción festiva para ser llorada”, “Ten con Ten” y “Mulata Antilla” son algunos de los poemas más conocidos de esta colección. Estos poemas destacan los elementos de origen afrocaribeño, y existe mucha crítica dedicada al análisis de los aportes y limitaciones de este proyecto poético.
Palés Matos invoca el Caribe como archipiélago mediante la representación de las islas por medio de listas que incluyen al Caribe inglés, hispano y francés. Las islas del Caribe se personifican como mujeres que coexisten en un mismo recinto, pero que apenas hablan entre sí. Puerto Rico aparece al final de la enumeración que se propone en el poema como una excepción negativa en ese escenario femenino, negro y colonial. El tema aparece desde el primer poema, el “Preludio en Boricua”
Jamaica, la gorda mandinga,
reduce su lingo a gandinga.
Santo Domingo se endominga
y en cívico gesto imponente
su numen heroico respinga
con cien odas al Presidente.
Con su batea de ajonjolí
y sus blancos ojos de magia
hacia el mercado viene Haití.
Las antillas barloventeras
pasan tremendas desazones,
espantándose los ciclones
con matamoscas de palmeras.
¿Y Puerto Rico? Mi isla ardiente,
para ti todo ha terminado.
En el yermo de un continente,
Puerto Rico, lúgubremente,
bala como un cabro estofado. (38-39)
Este impulso archipielágico se reitera en varios poemas a partir de referencias a Haití, Martinica, Jamaica, Cuba, en ocasiones vinculadas con países africanos, proponiendo una red que vincula al Caribe y África por medio de las experiencias coloniales de la diáspora negra y de la trata esclavista:
Haití, Martinica, Congo, Camerún,
las papiamentosas Antillas del ron
y las patoalesas islas del volcán,
que en el grave son
del canto se dan.
Calabó y bambú.
Bambú y calabó. (p. 44)
Uno de los poemas en donde se despliega más visiblemente un relato de archipiélago es la “Canción festiva para ser llorada.” En este poema, las islas del Caribe se representan como un grupo de mujeres negras en un rol subordinado y servil:
Cuba -ñáñigo y bachata-
Haití -vodú y calabaza-
Puerto Rico -burundanga
Martinica y Guadalupe
me van poniendo la casa.
Martinica en la cocina
y Guadalupe en la sala.
Martinica hace la sopa
Y Guadalupe la cama.
Buen calalú, Martinica,
que Guadalupe me aguarda. (65)
En este texto, Palés moviliza toda una serie de términos clave que tienen dos funciones: de una parte, se describe a las islas a partir de una serie de características vinculadas con la religiosidad y cultura negras, a la vez que estos vocablos se seleccionan por su sonoridad y en ocasiones por su naturaleza onomatopéyica, invocando las lenguas originarias africanas que han sido colonizadas por el español, en el caso de Puerto Rico, de donde es oriundo el poeta. En el poema, el Caribe se representa como un archipiélago colonial, feminizado y prácticamente invisible en el contexto de los relatos de la historia de la modernidad. Palés Matos destaca que la condición de colonialidad de la zona está muy lejos de desaparecer en las décadas del 1920 y 1930, aunque ya países como Haití, Cuba y la República Dominicana sean independientes. Recordemos que en ese momento la mayoría de los países del Caribe no eran estados soberanos e independientes.
La voz lírica también distingue entre las Antillas Mayores, a las cuales se les asignan roles importantes en el texto, y las Antillas Menores, que se representan como un conglomerado animalizado, infantilizado y subalternizado:
Las antillas menores,
titís inocentes, bailan
sobre el ovillo de un viento
que el ancho golfo huracana.
Aquí está San Kitts el nene,
el bobo de la comarca.
Pescando tiernos ciclones
entretiene su ignorancia.
Los purga con sal de fruta
los ceba con cocos de agua,
y adultos ya, los remite
C.O.D. a sus hermanas,
para que se desayunen
con tormenta rebozada.
Aquí está Santo Tomé,
de malagueta y malanga
cargado el burro que el cielo
de Su Santidad demanda…
(Su Santidad, Babbit Máximo,
con sello y marca de fábrica)
De su grave teología
Lutero hizo una fogata,
y alrededor, biblia en mano,
los negros tortolos bailan cantando salmos oscuros
a Bombo, mongo de África.
¡Hola, viejo Curazao!
Ya yo te he visto la cara.
Tu bravo puño de hierro
me ha quemado la garganta,
por el mundo embotellado,
vas del brazo de Jamaica,
soltando tu áspero tufo
de azúcares fermentadas. (66-67)
Haití es también un referente central en el poema, y se invoca a partir de la historia de la revolución haitiana, que consolida la primera república criolla negra en las Américas sin extirpar del todo los legados de la colonialidad:
Por los árboles se cuelan
ariscas formas extrañas,
y Haití, fiero y enigmático,
hierve como una amenaza.
Es el vodú. La tremenda hora
del zombí y la rana.
Sobre los cañaverales
los espíritus trabajan.
Ogún Badagrí en la sombra
afila su negra daga…
– Mañana tendrá el amito
la mejor de las corbatas-
Dessalines grita: ¡Sangre!
L’Overture ruge: ¡Venganza!
mientras remoto, escondido,
por la profunda maraña
Macandal bate su gongo
en la torva noche haitiana. (68-69)
El poema cierra pensando las Antillas como espacio de decadencia a partir del cual solo por medio de la licencia alocada de la ficción se pueden inventar metáforas de prosperidad y plenitud:
Antilla, vaho pastoso
de templa recién cuajada.
Trajín de ingenio cañero
baño turco de melaza.
Aristocracia de dril
donde la vida resbala
sobre frases de natilla
y suculentas metáforas.
Estilización de costa
a cargo de entecas palmas
idioma blando y chorreoso
-mamey, cacao, guanábana-
En negrito y cocotero
Babbit turista te atrapa;
Tartarín sensual te sueña
en tu loro y tu mulata;
sólo a veces Don Quijote,
por chiflado y musaraña,
de tu maritornería
construye una dulcineada
Esta mirada pesimista se transforma brevemente en un llamado a la lucha conjunta de las Antillas para obtener su autonomía en el poema “Mulata Antilla”:
Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico,
fogosas y sensuales tierras mías.
¡Oh los rones calientes de Jamaica!
¡Oh fiero calalú de Martinica!
¡Oh noche fermentada de tambores
del Haití impenetrable y vuduísta!
Dominica, Tortola, Guadalupe,
¡Antillas, mis Antillas!
Sobre el mar de Colón, aupadas todas,
sobre el Caribe mar, todas unidas,
soñando y padeciendo y forcejeando
contra pestes, ciclones y codicias,
y muriéndose un poco por la noche,
y otra vez a la aurora, redivivas,
porque eres tú, mulata de los trópicos,
la libertad cantando en mis Antillas. (96)
Aunque en algunos versos Palés Matos se acerca a la posibilidad de una confederación organizada a partir de un proyecto de libertad política, los motivos predominantes en su poesía son la identificación de una comunidad cultural negra que aspira a la emancipación lingüística y cultural. Recordemos que los poemas de Palés Matos presentan una perspectiva marcadamente diferente a la del texto que se convertiría en el referente canónico sobre la puertorriqueñidad en esa época, el ensayo Insularismo (1934) de Antonio S. Pedreira. La respuesta de Palés Matos parece ser la de presentar la interrogante sobre la identidad boricua en el contexto más amplio del Caribe. En este texto el Caribe se presenta como una red de países negros azotados por el colonialismo, las crisis climáticas y la pobreza. La región también se vincula con África como parte de un mismo archipiélago pan-africano, que el poeta quiere rescatar a partir del impulso lírico. Sin embargo, en Palés Matos, la posible identidad colectiva del Caribe se plantea como crisis de la historia y de la ficción:
Tuntún de pasa y grifería,
este libro que va a tus manos
con ingredientes antillanos
compuse un día…
… y en resumen, tiempo perdido,
que me acaba en aburrimiento.
Algo entrevisto o presentido,
poco realmente vivido
y mucho de embuste y de cuento. (39)
V. Cahier d’un retour au pays natal (1939) de Aimé Césaire
El texto de Aimé Césaire no es una colección de poemas, sino un extenso poema narrativo que describe el viaje de regreso del sujeto caribeño, desde Europa hasta el Caribe, primero a partir de una narrativa colonial, y luego en un relato que proyecta el Caribe hacia el mundo, en un movimiento opuesto que se articula desde una identidad negra global descolonizada. Existe todo un aparato crítico que se ha enfocado en la representación del Caribe desde una perspectiva descolonizadora en este poema. Nuevamente, desvío mi lectura hacia el tema del archipiélago como consolidación que ocupa ciertos momentos clave en el texto.
Hago referencia brevemente a tres momentos en los que se constituye una mirada archipelágica. Al principio del poema, la voz lírica describe al Caribe desde una perspectiva colonizada que identifica principalmente estancamiento, pobreza y enfermedad (Utilizo la traducción al español de Lydia Cabrera, a la que tuve acceso gracias a Katerina González Seligmann):
Al morir el alba, de frágiles ensenadas retoñando, las Antillas hambrientas, las Antillas perladas de viruelas, las Antillas dinamitadas de alcohol, varadas en el fango de esta bahía, siniestramente fracasadas en el polvo de esta ciudad.
Al morir el alba, la extrema, engañadora, desolada pústula sobre la herida del agua; los mártires que no testimonian; las flores de sangre que se marchitan deshojándose en el viento inútil como gritos de loros parlanchines; una vieja vida sonriendo mentirosa, sus labios abiertos por desamorada angustia; una vieja miseria pudriéndose silenciosamente bajo el sol; un viejo silencio reventado de postillas tibias la aterradora inanidad de nuestra razón de ser. (5)
En un momento intermedio del texto, la voz lírica describe las conexiones entre la labor negra y su centralidad en el relato de la modernidad occidental. El impulso central de este momento intermedio en el texto es trascender la zona caribeña para pensar la identidad negra en un contexto global, y para proponer redes que descentran la historia de la modernidad blanca eurocentrista y visibilizan la centralidad de la humanidad negra en la historia de la modernidad occidental:
Al fin del amanecer,una sed de macho y el testarudo deseo,
me dividen los frescos oasis de la fraternidad,
impúdico friso de duras espinas,
este horizonte demasiado seguro se estremece como un carcelero.
Tu último triunfo, cuervo tenaz de la traición.
Lo que me pertenece, estos cuantos miles de moribundos que giran sin cesar en la calabaza de una isla, y lo que es mío también, el archipiélago arqueado como el deseo inquieto de negarse, diríase una maternal ansiedad de proteger la tenuidad más delicada que separa una América de otra; y sus flancos que segregan para Europa el buen licor de un Gulf Stream, y una de las dos vertientes de incandescencia entre las cuales el Ecuador piruetea hacia el África. Y mi isla sin cercar, su clara audacia de pie detrás de esta polinesia y ante ella, la Guadalupe, su espina dorsal partida en dos, hecha de nuestra misma miseria, Haití, donde por primera vez se alza la negrada y dice que creía en su humanidad, y la colita cómica de la Florida donde se acaba con un negro estrangulándolo, y el África gigantescamete moviéndose como una oruga hasta el pie hispánico de Europa, su desnudez en que la muerte siega a grandes trancos.
Y yo me digo Burdeos y Nantes y Liverpool
y Nueva York y San Francisco
ni un pedazo de este mundo que no lleve mi impresión digital y mi calcáneo
en el lomo de los rascacielos y mi mugre en el fulgor de sus gemas;
¿Quién puede jactarse de tener mejores cosas que yo?
Virginia. Tennesse. Georgia. Alabama.
Putrefacciones monstruosas de inoperantes revueltas,
marasmos de sangre pútrida
trompetas absurdamente taponadas.
Tierras rojas, tierras sanguíneas, tierras consanguíneas. (12)
En este pasaje Césaire se refiere a la red de ciudades y puertos en los que se llevó a cabo la trata esclavista, y desde los cuales el la voz lírica reactiva en el presente una red que articula un movimiento cultural negro que conecta la poesía del Caribe conocida como “negrista” con el Harlem Renaissance y el movimiento internacionalista negro que tan bien ha estudiado Brent Edwards.
Por último, el poema cierra haciendo un llamado a una identidad negra global, que comparte un pasado colonial, pero que trasciende las fronteras de los estados nación modernos, para visibilizar una red diaspórica, internacional:
Y ahora estamos de pie mi país y yo, al viento los cabellos, mis manos pequeñas en su puño enorme y la fuerza no está en nosotros, si no por encima de nosotros, en una voz que perfora la noche y el oído con la agudeza de avispa apocalíptica.
Y la voz pronuncia que durante siglos Europa nos ha atiborrado de mentiras
hinchado de pestilencia,
pues no es cierto que la obra del hombre ha terminado
que nada tenemos que hacer en el mundo
que somos parásitos del mundo
que basta con que marchemos al andar del mundo
mas la obra del hombre apenas ha comenzado
y al hombre le queda por conquistar toda prohibición inmovilizada
en los rincones de su fervor
y ninguna raza posee el monopolio de la belleza,
de la inteligencia, de la fuerza
y hay espacio para todos en el lugar de reunión de la conquista, y ahora sabemos que el sol gira alrededor de nuestra tierra iluminando la parcela que ha fijado nuestra voluntad sola, y que toda estrella caída del cielo a la tierra queda sometida a nuestro poder sin límites (24).
Aunque Césaire comparte con Palés Matos y Guillén el imaginario del Caribe como una red de posesiones de ultramar vinculadas por una historia de colonización y deshumanización del sujeto negro, el poema concluye creando una red global que se define a partir de la comunidad racial, pero que trasciende las nociones del estado nacional soberano, los relatos independentistas o los reclamos vinculados con el regionalismo e insularismo caribeños. Su archipiélago es una red de dimensiones mundiales, en el que se rearticula el relato de la modernidad para localizar el trabajo físico, el devenir, la voz y el conocimiento negros en el centro de la historia de la humanidad.
VI. ¿Confederación o archipiélago?
Me gustaría concluir con dos provocaciones que baso en mi diálogo y lectura de los trabajos de la colega Katerina González Seligmann. La primera es que el imaginario del archipiélago nos permite ver las dimensiones no nacionalistas de los proyectos de confederación. Katerina González Seligmann conversa de un modo interesante con el pensamiento de Yarimar Bonilla sobre los futuros no soberanos en el Caribe para permitir una apertura a los imaginarios no nacionalistas que acompañan al West Indies Federation en el Caribe anglófono (Seligmann 2015 y 2019). Al pensar la confederación desde la mirada del archipiélago, surgen otras dimensiones que rebasan el imaginario descolonizador y nacionalista que desdibuja las agendas separatistas que aspiraban a pensar proyectos autonomistas o de anexión a Estados Unidos en el Caribe, o proyectos de emancipación con un origen en los movimientos de liberación negros y de otras poblaciones no europeas o no blancas, que no siempre funcionaron a la sombra de un proyecto nacional. Es momento de que empecemos a repensar el archivo de las confederaciones en el Caribe para que abordemos sus espacios ciegos y contradictorios, sus espacios más allá de la descolonización, la formación de un estado soberano y el acceso a la independencia. Este es un relato de la modernidad que contraviene los muchos modos en que los archipiélagos se arman más allá y más acá del relato del estado, el ciudadano y la configuración de regiones con fronteras duras. Las islas, después de todo, se derraman hacia el mar y comparten otros relatos de contacto, comunicación y aislamiento.
La segunda provocación es recordar que no toda yuxtaposición deviene en narrativa de síntesis. Para ilustrar este segundo punto me gustaría hacer referencia a una edición del texto de Aimé Césaire en el que se yuxtaponen varias voces: la mirada de Césaire desde un proyecto como la negritude, que aspiraba a invocar una negridad (para adoptar el término que se usa en Memorias palenqueras y raizales) emancipada y global; la traducción dinámica y desobediente de Lydia Cabrera del poema del francés al español; y las ilustraciones experimentales y desbordadas del artista afro-chino y cubano, Wilfredo Lam.
Katerina González Seligmann ha dedicado años al estudio de esta edición del poema de Césaire, y recientemente he leído su fascinante análisis de las tensiones, encuentros y desencuentros del ejercicio de traducción de Cabrera en un artículo que aparecerá publicado en MLN a fines de este año. El resultado es una edición del poema que yuxtapone lenguas, imágenes, giros idiomáticos y voces, perspectivas de género y raza que complican el proyecto de la negritude de Césaire, al incorporar genealogías y legados coloniales y postcoloniales que llenan de ruido el texto y lo transforman en algo completamente nuevo. El experimento de integración o ensamblaje de diferentes voces deviene en tres proyectos artísticos autónomos que confluyen, se pelean y se reinventan en la edición publicada en La Habana en 1943.
Me gustaría sugerir, por lo tanto, que agregar la perspectiva archipelágica a la conversación sobre los estudios caribeños abre la posibilidad de que textos canónicos y momentos históricos idealizados pero realmente poco estudiados respiren nuevamente. Los discursos sobre la confederación en el Caribe están llenos de fisuras y proyectos que van más allá del relato nacionalista. Hay, por supuesto, muchas agendas nacionalistas. Pero hay otros impulsos autonomistas, separatistas, emancipadores, anexionistas y regionalistas que pueden empezar a resonar cuando las redes de islas se imaginan como consolidaciones episódicas, que existen y dejan de existir a partir de los relatos que inventan quienes movilizan estos imaginarios.
La década del treinta me sirve de pretexto para captar el espesor y contradictoriedad de este impulso de solidaridad tan necesario como imposible en el Caribe. Guillén, Palés Matos y Césaire escriben entre el fracaso del ideal de la confederación y antes del proyecto del West Indies Federation. Sus imaginarios archipelágicos pueden parecer muy similares, pero sus trazos son al mismo tiempo muy diferentes. No es sorpresa que sólo Cuba culmine el relato nacionalista moderno, y lo articule desde un estado fuerte, mientras que Puerto Rico y Martinica se piensan desde formaciones coloniales que simultáneamente limitan y posibilitan imaginarios y desarrollos políticos diferentes a los del estado nacional latinoamericano. Este es solo el comienzo de una provocación… queda mucho por hacer… y hacen falta muchas presencias para lograr rescatar estas redes de pensamiento tan complejas sin borrar o quebrar sus entramados. Termino recordando las palabras de Palés que sirven de epígrafe a este ensayo. Esta meditación es la esponja que lanzo como posible provocación a muchos diálogos venideros; ojalá encontremos en ella el mar… siempre el mar.
*Presenté un resumen de este ensayo como una ponencia titulada “Identidades Archipelágicas en la poesía caribeña de la década del 30” en la conferencia de la Caribbean Studies Association llevada a cabo en Santa Marta, Colombia del 3 al 7 de junio de 2019.
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