¡Es magia!: Doris Day
Es imposible, sin embargo, olvidar que como cantante con la banda de Les Brown, Doris, quien había nacido con el apellido Kappelhoff (alemán), su grabación de A Sentimental Journey, le dio fama nacional e internacional. Sus intervenciones en programas radiales y en giras a lo largo de Estados Unidos la convirtieron en una estrella y, gracias a su exquisita interpretación de Embraceable You, los compositores Jule Styne y Sammy Cahn la recomendaron para su primer papel cinematográfico en el musical Romance in the High Seas (1948). Fue la primera vez que la vi. Había escuchado sus grabaciones, pero verla en la pantalla causó en mí la misma reacción —supongo— que en los millares que vieron el simpático filme: ¡Doris Day era encantadora! La canción It’s Magic, el tema romántico de la película, se convirtió en un hit que solo fue sobrepasado en popularidad por Love Somebody, que ella también interpretó.
La magia estaba en su talento innato. Sin previa experiencia cinemática, Day pudo manejar su papel en la primera película que filmó con gracia y humor contagioso. Además, proyectó la cualidad que sus muchos seguidores más apreciaban en ella: la imagen de “la vecina encantadora” (“the girl next door”) de sonrisa fácil, de honradez (en el sentido sexual, que en esa época era un medida importante para el censor) y confiable. Se dice que su pareja fílmica, Jack Carson, quien era un comediante ducho y buen actor, se convirtió en su amante (hicieron tres películas juntos para Warner Brothers) y que la ayudó con su ejecutoria ante las cámaras. Sea como fuere, en un par de años actuó con sorprendente soltura en Young Man With a Horn (1950), un drama basado en la vida del trompetista de jazz Bix Beiderbecke, que juntó a Kirk Douglas, Lauren Bacall y al gran Juano Hernández y resultó ser buen entretenimiento. Muestra del progreso de Day como actriz es el hecho que, como fue el caso en su primera película, la dirigió Michael Curtiz, famoso por muchos filmes de alto valor estético, incluyendo Casablanca (1942). Más importante para ella fue que la crítica de la época se fijó en su actuación.
Como era inevitable cuando los estudios controlaban a los actores, su contrato exigía cosas más livianas para los teatros que proyectaban las películas de Warners. Los jefes la emparejaron con el formidable cantante y carismático actor Gordon MacRae, quien más tarde brillaría en las versiones fílmicas de Oklahoma! (1955) y Carousel (1956). De esa época, Young at Heart (1955), fue la última que filmó para Warner, y es mi favorita. Un drama tierno, aunque un poco sentimental, de un hombre (Frank Sinatra) de personalidad autodestructiva que encuentra paz y amor con una (Day) de cuatro hermanas. La música del filme es un festín para los oídos y, con permiso de la diva, señalo que ver y oír a Sinatra cantar One More for the Road muestra su talento estratosférico.
Poco antes de unirse a Sinatra Day le cantó a Howard Keel en Calamity Jane (1953) la canción que obtuvo el Oscar ese año: My Secret Love, y tres años después, con James Stewart pendiente, otra ganadora del Oscar, Que Será, Será. Estaba en un pico en su carrera cuando decidió no renovar su contrato con Warners e irse a MGM. Su imagen cambió cuando interpretó a la muy real Ruth Etting para sus nuevos jefes. Había cierto paralelismo entre Day y su personaje, pues la muy real Etting había sido bailarina antes de convertirse en cantante famosa en las décadas de los 20 y 30 del pasado siglo. En el filme el personaje masculino fue interpretado por el fenomenal James Cagney, quien fue nominado para el Oscar. Pero la revelación de Love Me or Leave Me (1955) fue Day. Cagney comparó su actuación con la legendaria de Laurette Taylor en Glass Menagerie, pero no solo fue su capacidad actoral, sino su figura: bajo su voz había un cuerpo escultural, un objeto de deseo. En el filme una escena estupenda nos deja ver la nueva realidad de Doris-la vecina-Day con delicadeza: la lujuria que se refleja en los ojos de Cagney cuando la está contemplando. Sus próximos proyectos la juntaron con actores de la talla de Louis Jourdan, Gig Young, Clark Gable y Richard Widmark, pero Hollywood es Hollywood y las “formulas” de hacer dinero nunca son despreciadas de modo que convirtieron a Day en una soltera codiciada que tiene que estar protegiendo su virginidad ante los ataques de una serie de lobos. El lobo principal en la nueva etapa era Rock Hudson, con quien filmó tres películas que fueron éxitos taquilleros y críticos. En particular la que inició el ciclo, Pillow Talk, título que lo dice todo. Entre los lobos estuvo Cary Grant en That Touch of Mink (1962), pero la evolución y revolución sexual de los años sesenta del XX, le pusieron freno a la idea de una virgen de más de 30 años de edad. El mejor comentario sobre el tema fue el de Oscar Levant quien dijo: “Conocí a Doris Day antes de que fuera virgen”.
Como suele suceder con la fama y el éxito, sus películas comenzaron a perder audiencia y atractivo. Descubrió que su marido y un socio de este despilfarraron su dinero y la dejaron endeudada y al borde de la ruina. Al fin, con una serie de demandas, todo se arregló mucho más que menos: al morir, Day dejó una fortuna ¡de $200 millones! Su Fundación sin fines de lucro, interesada en el bienestar de animales, recibirá una buena tajada.
El legado de Doris Day, sin embargo, es la magia que proyectaba en la entonación de las canciones que interpretaba, en las actuaciones que nos dejó en sus filmes y en su encanto como mujer y como una de las comediantes livianas mejores de la gran pantalla. Por suerte, aún podemos disfrutar de esas manifestaciones de su talento.