Exodus: Gods and Kings
El término éxodo está inextricablemente asociado con el tema bíblico del paso de los judíos de Egipto a la tierra prometida y hace que se piense en la palabra con letra mayúscula. La historia bíblica es tan fascinante que no nos sorprende que se hagan películas grandiosas sobre el mito. Para muchos, esta parte del antiguo testamento y de la Torá sucedió tal y como narrado en estos libros religiosos y, verlos en el cine les confirma que es verdad. El cine tiene tanto poder de convencimiento que el espectador percibe que pudo y podría suceder tal y como lo demuestran los efectos especiales.
Gracias a los adelantos tecnológicos en el arte digital las antiguas versiones de Los diez mandamientos (1923 y 1956) de Cecil B. de Mille, en las que se trata el Éxodo, parecen espectáculos menores hoy día. En sus épocas esas cintas eran las maravillas del momento para los asistentes al cine. Esta película que costó casi $140 millones es en ese sentido (en lo espectacular) impresionante. Entre muchas cosas, las batallas, los movimientos masivos de soldados y guerreros, las rutas por las montañas y, sí, la partición de las aguas del mar Rojo, parecen ser reales. Asimismo la plaga de langostas y de sapos que quieren desbordarse al teatro y arrasar todo lo que encuentren. Con los peces muertos del Nilo, en cuyas riberas se erguía la antigua Menfis, casi se percibía en el teatro la fetidez que da ese animal muerto y podrido, y era posible anticipar la invasión de moscas que fue parte de las maldiciones que cayeron sobre los faraones por mantener esclavos a los judíos.
Los problemas con el filme, sin embargo, se manifiestan desde sus primeras escenas y comienzan con la selección de actores. Todos los ladrones y los sirvientes tienen rostros morenos. En cambio, los actores principales son todos blancos como la leche. Joel Edgerton, a quien detesté como Tom Buchanan, por ser lo contrario a lo que describió Fitzgerald, en The Great Gatsby, es Ramesses II y parce tan egipcio como su padre Seti I que, representado por John Turturro, aparenta ser un italiano del Bronx vestido para un ensayo de Aida en el que representará a Amneris. Su mujer Tuya es Sigourney Weaver cuya semejanza con una egipcia solo el alien de Alien podría detectar. Este olvido, que la acción se desarrolla en Egipto, África, y que de 1300 antes de la era cristiana faltaba mucho para Cleopatra (que era griega), contrasta con algunos de los buenos detalles que ya he mencionado pero acentúa algunas de las pifias que se les pasaron no solo al director sino a los directores artísticos y decoradores escénicos. Un ejemplo es que la Esfinge, la cual sale en un trasfondo en una escena, tiene rota la nariz algo que no ocurrió hasta que los soldados de Napoleón usaron el monumento como práctica para sus cañones. En otra escena, el viento cambia en dirección opuesta en segundos. Un tsunami viaja a por lo menos 50 millas por hora, de modo que la idea de lograr suspenso y tensión moviendo gente a caballo y en carruajes tirados por esas bestias tratando de vencer la ola es tan difícil de creer como la separación de las aguas. Y que ni Moisés ni Ramesses murieran ahogados, ni se diga.
La religión que los libretistas (son cuatro, de los cuáles no quiero acordarme) transmiten es la de un dios vengativo y asesino, tal y como fue en la Noah de Aronofsky, un mensaje que dada la situación mundial hoy día resulta torcido y malvado.
Creo que solo los extremistas extraen venganza contra los pueblos y contra un grupo de gente basándose en las acciones de sus líderes. Es un tema que se ha discutido a la saciedad y cuyas ramificaciones filosóficas, morales, éticas y sociales podríamos seguir discutiendo hasta que el sol se ponga por última vez. Hoy día sabemos que los Estados Unidos, un país que se ha declarado la democracia más grande y duradera de la historia tuvo recientemente líderes impenitentes que insisten que la esclavización y tortura del enemigo es procedente. Presentarle al público incapaz de distinguir las alegorías bíblicas de los hechos en un paquete atractivo que un deseo de venganza colectivo raya en el absurdo y en la irresponsabilidad. Mucho peor cuando el mensaje, aunque no haya sido el propósito de los que escribieron esta película, lo han de recibir personas que ya han demostrado estar abrazando posiciones ideológicas que caminan demasiado cerca de la irracionalidad y el prejuicio racial y étnico (¿sería por eso que casi no aparecen rostros de tez oscura?). La agitación untada de prejuicio, si ustedes recuerdan, ha resultado en la historia en exterminaciones por causas de raza, etnia, creencias y religión. Ha ocurrido en dictaduras de derecha y de izquierda, entre católicos y protestantes, cristianos y musulmanes, turcos y armenios, hindúes y musulmanes, etc. Lo peor es que sigue ocurriendo.
Los guionistas además han representado al dios vengativo como un niño irascible, uno que amenaza y derrama su desdén sobre Moisés (Christian Bale). Aunque eso es interesante, ¿cuál es el mensaje? ¿Se está reduciendo la capacidad de controlar los destinos de los pueblos a los caprichos de prepúberes y gobernantes ignorantes o temían los arquitectos del filme a usar un actor adulto que fuera a ofender a distintos sectores de las audiencias? Si es cierto que en un sentido lo que hace la película es demostrar cómo las fuerzas del bien y el mal pueden ser contrapuestas y también coexistir, por otro lado no se aclara sin hay remordimiento en Moisés por el sufrimiento de un pueblo (el egipcio) a la merced de sus “reyes” quienes eran los que oprimían a los esclavos. Habría que volver a la controversia de quién es responsable por el mal generado por un estado en que la vida depende del capricho de sus gobernantes.
Muchas escenas hacen referencias al Holocausto, uno de los sucesos más malditos y malvados en la historia del hombre. En ese caso, la ironía fue que el triunfo de los aliados accidentalmente trajo consigo una plaga de moscas, langostas y muerte representados por el estalinismo y las arbitrariedades del soviet. Son momentos obvios que no mitigan la tendencia a sermonear unas ideas fundamentalistas a través de los personajes creados o modificados para la cinta.
Aunque la dirección de Ridley Scott es competente, es difícil imaginarse al creador de Blade Runner, Thelma and Louise, Alien, Gladiator y Blackhawk Down añadiendo un filme como este a su filmografía.
Si hay algo que se puede apreciar en este espectáculo bastante mal concebido es la actuación de Christian Bale. Uno pude contar con que enfocará al personaje que representa de forma interesante y novel. Su Moisés no defrauda aunque los escritores lo hayan teñido de truculencia. Pienso que las personas que veneran la Biblia como libro religiosos e infalible disfrutarán de la cinta. Los que no tengan tanta fe en la veracidad de las historias que narra tal vez pueden verla como una advertencia de lo dañino que puede ser interpretar literalmente ese libro extraordinario.